Maurice Blondel, filósofo francés, n. en Dijon el 2 nov. 1861 y m. en Aix-en-Provence
el 4 jun. 1949.
1. Biografía y obras. Descendiente de una antigua familia borgoñesa
de profunda raigambre católica, B. cursó sus primeros estudios en el Liceo
y los prolongó en la Universidad, donde obtuvo la Licencia en Letras y el
Bachillerato en Derecho. A los 20 años fue admitido en la École Normale
Supérieure, donde tuvo como profesores a Emile Boutroux y a Léon Ollé-Laprune,
y como condiscípulos, entre otros, a Víctor Delbos y a Pierre Duhem. A
mediados de 1884 comenzó a ejercer la docencia, pero pronto se retiró a la
casa de campo familiar en Saint Seine-sur-Vingeanne, para preparar su
tesis doctoral. Ya desde 1882 estaba decidido a estudiar la acción humana
y su sentido, tema y perspectiva inéditos en la filosofía francesa de la
época, ya que el término acción ni siquiera figuraba en el voluminoso
Dictionnaire des sciences philosophiques de A. Franck. La intuición,
largamente meditada y madurada, dio por resultado una obra pacientemente
construida, tres veces redactada por completo y por fin presentada en la
Sorbona el 7 jun. 1893 ante un jurado compuesto por Boutroux, Janet,
Brochard y Séailles. Publicada el mismo año en la Bibliotheque de
Philosophie Contemporaine (Alcan, 1 vol., 492 págs.), llevaba como título
completo: L' Action, Essai d'une critique de fa vie et d'une science de fa
pratique.
Las coordenadas esenciales de esta obra han de buscarse en la
precedente experiencia religiosa de su autor. Durante sus años de estudio,
había sido dolorosamente impresionado por la indiferencia religiosa de
vastos sectores de la intelectualidad francesa, cuyo rigor científico y
afán intelectual compartía, y con los que quiere entablar un diálogo
filosófico que les lleve a plantearse con hondura las cuestiones
religiosas. Junto a esas preocupaciones apologéticas, y, en gran parte,
por encima de ellas, L'Action procede también de una intención filosófica
estricta. En un ambiente saturado de cientifismo positivista y de
idealismo neocriticista, B. se propuso rehabilitar el análisis reflexivo,
como paralelamente comenzaba a intentarlo Bergson, no ya del fenómeno tan
huidizo de la conciencia, sino de la realidad más concreta e inmediata
dada a nuestra experiencia, la acción. Describir su génesis y desarrollo,
develar sus condiciones e implicaciones, trazar su sentido y sus
exigencias, es en síntesis el proyecto blondeliano.
La acogida tributada a L' Action fue muy variada. En los círculos
universitarios se reconoció la nobleza moral de la obra, pero se le acusó
de hacer depender la filosofía de una inspiración religiosa positiva,
desconociendo su autonomía. Por esta razón se negó a B. una cátedra en la
enseñanza oficial, lo que le hirió profundamente; sólo dos años más tarde,
moviendo algunas influencias, obtuvo su nombramiento en Aix-en-Provence,
donde enseñaría ininterrumpidamente hasta 1927. Entre los católicos la
acogida no fue unánime. Hubo quienes desde el primer momento apreciaron L'
Action como una obra que marcaba un hito en el pensamiento religioso
francés; rápidamente afluyeron discípulos entusiastas y amigos: Paul
Mulla, convertido al islamismo, Augusto Valensin, prometedor estudiante
jesuita, y L. Laberthonniere, oratoriano, fogoso antiescolástico. Otros
señalaron en cambio que el intento blondeliano, cuya buena intención
intelectual reconocían, implica el riesgo de racionalizar el cristianismo,
de ceder al subjetivismo kantiano y de debilitar las pruebas apologéticas
tradicionales. La cuestión se hace más grave con la crisis modernista,
dadas las relaciones con B. mantenidas por algunos de sus protagonistas.
Todo ello llevó a B. a un esfuerzo intelectual para precisar más sus
posiciones más propiamente apologéticas y definir mejor su proyecto de
constituir una Apologética de carácter filosófico en la que el estudio de
la acción abriera a la consideración del orden cristiano presentado como
aquel donde la acción obtiene su plena inteligibilidad.
En los 20 años siguientes a L'Action, B. trabaja afanosamente en
esta línea apologética. Dos nuevas publicaciones fundamentales ven la luz:
Lettre sur les éxigences de la pensée contemporaine en matiere
d'apologétique et sur la méthode de la philosophie dans l'étude du
probleme religieux (1896) y Histoire et Dogme (1904). La primera plantea
el problema de las relaciones entre fe y filosofía, criticando al
racionalismo que propicia una «filosofía separada» de toda fe o creencia,
y esforzándose por precisar el camino de una «filosofía cristiana» que
evite lo que, a su juicio, sería una prematura unión entre filosofía y
teología. En la segunda - que vio la luz poco después de L'Évangile et
l'Église de Loisy- quiere encontrar un camino que evite tanto la pobreza
filosófica del historicismo, como una insuficiente valoración del papel de
los hechos históricos en el desarrollo del conocimiento. Publicó también
en este periodo muchos otros artículos acerca de la fe, del milagro y del
valor histórico de los dogmas. Muchos borradores inéditos muestran su
constante preocupación por elaborar un programa de «Apologética integral»
(cfr. R. St. Jean, L'apologétique philosophique... o. c. en bibl.). Otros
artículos, más expresamente filosóficos, se aplican a detectar la
persistencia de ideas religiosas en el sustrato de sistemas filosóficos
modernos: Le christianisme de Descartes ( 1896), L 'évolution du
spinozisme (1894); otros intentan orientar la filosofía hacia un método
que venza la antítesis idealismo-realismo: L 'iausion idéaliste ( 1898),
Le point de départ de la recherche philosophique (1906).
Entre 1913 y 1934 (otros 20 años de intenso trabajo), B. abandona
las controversias y se recoge en una renovada meditación. Algunas
publicaciones dejan entrever la temática y amplitud de la tarea que
emprende. Un grupo está constituido por artículos de carácter histórico:
L'anticartésianisme de Malebranche (1916), Le jansénisme et
l'antijansénisme de Pascal (1923), una biografía de Ollé-Laprune (1923),
la reelaboración de su tesis latina Une énigme historique: le «vinculum
substantiale» d'apres Leibniz et l'ébaucht! d'un réalisme supérieur
(1930), y algunos artículos sobre S. Agustín (1930). Otro grupo de
artículos muestra la constancia de su inquietud por la filosofía
religiosa: Le probleme de la mystique (1925), y un volumen con el cual
interviene en la célebre polémica desatada por Bréhier y Gilson acerca de
la filosofía cristiana: Le probleme de la philosophie catholique (1932),
seguido por varios artículos y respuestas a objeciones. Por último, un
tercer grupo de artículos de este periodo responden a problemas del
momento, especialmente de carácter político-social: un debate acerca de la
Acción Francesa de Maurras (1927), una contribución importante a la Semana
Social de Francia: Patrie et Humanité (1928), y artículos breves acerca
del problema educacional (1929).
En 1934, B. tiene 73 años, salud precaria y una ceguera casi
completa, a la cual pronto se añadirá la sordera. Su espíritu, sin
embargo, vive tan intensamente como en su juventud. Una tras otra, publica
tres obras de envergadura: La Pensée (2 vol. 1934), L'Etre et les etres
(1935) y L'Action (2. vol. 1936-37). Este conjunto ha sido denominado
«trilogía», pero debe hablarse más bien de «tetralogía», ya que otra obra
de gran aliento coronará pronto el conjunto: La Philosophie et l'esprit
chrétien (2 vol. 1944-46), última en ejecución, pero primera y constante
en la intención. Debía seguir un tercer vol. de ella, pero en su lecho de
muerte, el anciano octogenario sólo alcanzó a disponer la edición de dos
estudios anteriores reunidos bajo el título Exigences philosophiques du
christianisme (1950). Se extinguió suavemente en su residencia de Aix, a
los 88 años de edad.
2. «L ' Action» ( 1893). Hemos visto que surgió al soplo de dos
inquietudes, la del cristiano y la del filósofo. Como cristiano, B. cree
que el hombre está ordenado al fin sobrenatural de la adopción divina en
Cristo. Como filósofo, piensa que la sola razón, si bien no puede hacer
esta afirmación de fe, no puede tampoco desinteresarse del destino humano:
tiene fuerza suficiente para develar, en la misma descripción del actuar,
las implicaciones necesarias que permitan discernir su dirección y el
vacío ineludible que sólo un don anhelado pero gratuito puede colmar. Por
eso asigna a la filosofía un objeto central de estudio: la acción. En su
acepción blondeliana, este término denota todo el encadenamiento de la
actividad humana, desde su sustrato cósmico y orgánico hasta la síntesis
superior del pensar y del querer. B. piensa que así renueva profundamente
la problemática filosófica: en lugar del Pienso cartesiano, del Debo
kantiano, o del Quiero schopenhaueriano, podría decirse que comienza con
un «Actúo» para afrontar el más profundo y universal de los problemas:
«¿Sí o no, la vida humana tiene un sentido y el hombre un destino?» (L'
Action, intr.).
El problema y el punto de partida inspiran el método. Para ser
estrictamente filosófico debe versar acerca de lo universal y necesario,
esto es, no puede reducirse a una descripción psicológica (aunque también
la asuma), sino que debe atender a las verdades lógicas trascendentes
implicadas en el actuar humano. De otra parte tampoco quiere desembocar en
seguida en un discurso de orden ontológico, lo que -piensa- sería
prematuro. Hay que -dice- diferir toda afirmación ontológica para elaborar
una «crítica de la vida», limitándose provisionalmente al estudio de los
fenómenos, los estados de conciencia y las nociones que expresan
relaciones de interdependencia. Es un método fenomenológico (B. empleó
este término en su soutenance: cfr. Études Blondéliennes, I, 86),
descriptivo, que irá ganando densidad ontológica a medida que las
implicaciones de la acción vayan desplegando una «historia natural» y
desembocando en la inevitabilidad de una opción o decisión efectiva de la
práctica, que dará «vida» o «muerte» a la acción al resolverse frente a la
última alternativa a que conduce esta marcha.
El blondeliano es también un método dialéctico. «Sí o no»: ambas
posibilidades son seguidas en todas sus implicaciones lógicas para
descubrir sus significaciones. La dialéctica entre religión y filosofía
resulta así, piensa, enriquecedora para ambas, que aislarlas en dominios
herméticamente separados: «entre la creencia y la ciencia, me ha parecido
que hay un punto de encuentro permanente, es la acción: en ella, los dos
órdenes que habían sido superpuestos, yuxtapuestos u opuestos, se componen
en una mutua compenetración. Al mostrar cómo las verdades más positivas se
extraen de la acción, me preparo a extraer de la acción las verdades
trascendentes que están allí ya inmanentes» (carta a G. Perrot: Lettres
Philosophiques, París 1961, 35-36). B. admitió que su método se denominara
«de inmanencia», a condición que se distinguiera absolutamente de la
doctrina de inmanencia.
Esta dialéctica lleva a la filosofía, en cierto modo, a negarse a sí
misma, es decir, a reconocer su insuficiencia para la vida. La acción
efectiva y concreta contiene más que la idea, el motivo y el querer de los
cuales broto: este más, a su vez, trae una riqueza aleccionadora
imprevista que repercute en la sabiduría y construye la vida real,
«realiza» el ser. «Conocer no exime de actuar, pero actuar puede dispensar
de conocer». Por este rasgo de su método, E. quiere, de una parte, abrir a
un saber meta-filosófico, y de otra dar a la filosofía misma un carácter
«practicante», a constituirlo como un modo de vivir sin que pierda nada de
su rigor y seriedad intelectual. Preludia también el tema de la
dramaticidad de la libertad, que será vulgarizado por los existencialismos
posteriores.
Sigamos ahora la marcha y etapas del pensar blondeliano a través de
las cinco partes de L'Action. Ante todo se enfrenta a la solución negativa
que renuncia de partida a admitir el problema. E. tiene en cuenta aquí al
agnosticismo absoluto, al escepticismo y al dilettantismo del sentir y
actuar sin querer nada: pura voluntad expresada en la fórmula Nolo volle,
no quiero querer, que equivale a Volo nolle, quiero no querer, flagrante
contradicción. Por tanto, queremos. ¿Qué debemos o podemos querer?
¿Podríamos querer la nada? La contradicción de esta posición es aún más
clara: todo pesimismo y aun el acto suicida implican la afirmación de
algo. La solución al problema de la acción, por tanto, no puede ser sino
positiva: queremos, no podemos no querer: «en mis actos, en el mundo, en
mí, fuera de mí, no sé dónde ni qué, hay algo» (p. 41).
¿Qué es este algo? La 3ª parte, que ocupa dos tercios de toda la
obra, asciende en su búsqueda. Partiendo del hecho básico de las
sensaciones, se descubre al sujeto de esos actos, quien, para asegurar su
existencia, organiza los sistemas objetivos de esos fenómenos, es decir,
construye las ciencias positivas. Se descubre allí a la voluntad de
síntesis que anima al sujeto creador de ciencia. Se descubre también, y
sobre todo, a la libertad de ese sujeto enfrentado al determinismo del
mundo fenoménico de la naturaleza: la conciencia es una síntesis de actos
elementales, orgánicos y psicológicos en una unidad trascendente, capaz de
elevarse sobre ellos y originar una decisión valiéndose de todo ese
determinismo. Pero no basta cualquier decisión: esa libertad se manifiesta
solicitada por valores y móviles que están más allá de lo concebible. Va
más allá cuando realiza efectivamente la acción. Entonces moviliza al
cuerpo, a los instrumentos y al mundo. Ellos oponen una resistencia y, a
su vez, dictan sus condiciones a la voluntad actuante; hay en ellos una
energía comparable a la de la voluntad que constituye el hilo transversal
con el cual se teje la tela de nuestro actuar y ser. No hacemos todo lo
que queremos, y no hemos querido todo lo que resultó hecho.
Actuar es, por consiguiente, entregarse al universo para hacerlo
conforme a un designio. Otro concurso se manifiesta indispensable: el de
los demás. La cooperación con los demás se efectúa de varios modos
(tradición, educación, arte, etc.), pero más allá todavía, la voluntad
tiende a una unión real y total: el amor. Así, la acción engendra la
familia; la patria, que brota de una conciencia colectiva que se da un
destino; la humanidad, que constituye una inmensa ampliación de la
conciencia y permite ver en el esclavo, salvaje, pobre o enfermo a otro sí
mismo. En cada una de estas cristalizaciones se advierte un mismo impulso
obstinado: el hombre trata de adecuarse a sí mismo, pero nunca lo consigue
plenamente; hay en él un dinamismo fundamental (volonté voulante)
perpetuamente inadecuado por sus realizaciones (volontés voulues).Cada
realización el hombre la ha querido infructuosamente porque, en
definitiva, quiere el Todo; bajo la forma de un vacío, encontramos la
presencia del Infinito. Puede aún, mediante «acciones supersticiosas»,
situar a ese Infinito en algún objeto a su medida; pero una vez más
resulta un intento frustrado de absolutizar lo relativo. ¿Oué nos queda?
Al haber agotado todas las posibilidades naturales, incluso las de la
Totalidad, no queda más que mantener una abertura y atención hacia el
Infinito por si viniese al encuentro del hombre: la hipótesis de lo
sobrenatural.
¿Debe la filosofía terminar su marcha en este umbral de la religión
revelada? B. no lo piensa. No podrá la filosofía formular afirmaciones que
sólo pertenecen al dominio de la fe; pero puede estudiar lo sobrenatural
como una hipótesis en la perspectiva de lo recorrido, analizar la
inteligibilidad de los dogmas y su coherencia, el valor y significación de
la «práctica literal», así como la estética filosófica se interesa por
estilos y escuelas artísticas, y la filosofía de las ciencias por las
hipótesis, métodos y lenguaje de la ciencia positiva.
3. La «tetralogía». Sustancialmente, las obras que forman la
tetralogía contienen el mismo argumento de L' Action de 1893. En la
intención de B., sin embargo, constituyen una vigorosa ampliación,
maduración y acabamiento de su tesis de doctorado, con el propósito de
darle forma más estrictamente filosófica, simplificar las expresiones,
prevenir las objeciones, y separar las tres primeras obras, que tocan los
temas fundamentales de la filosofía, de la cuarta sobre el espíritu
cristiano, que sería más bien una «filosofía del cristianismo».
La Pensée quiere ser una «historia natural» del pensar, desde su
génesis cósmica hasta sus formas superiores en la conciencia y en la
ciencia. La inadecuación cartesiana entre pensar y ser, B. la sustituye
por la inadecuación constante del pensar respecto a su destino integral.
El entero orden especulativo, que incluye sentir, conocer, idear, razonar,
no basta para la vida de la acción. La razón de ello se encuentra, piensa
B., en que el mismo pensar está constituido por dos impulsos
irreductibles, pero complementarios: el pensar «noético», conceptualizador
y universalizante, y el pensar «pneumático», diversificador y propulsor.
Pero éstas no son formas de algún «yo puro» o «ego trascendental» sino de
la actividad intelectual en su inseparable unidad sintética con el
universo. Tres órdenes progresivos aparecen así discernibles: 1° el orden
de los signos y del lenguaje, como pensamiento pensado; 2° el orden del
Absoluto implicado en el pensar, que devela al Pensamiento Pensante y
trascendente; y 3° el orden receptivo en el que el pensar es iluminado y
elevado más allá de su potencia natural. En todos ellos aparece imposible
que el pensar se cierre en una esfera autosuficiente: es necesario
integrar en él algo que le permanece siempre irreductible.
L 'Etre et les etres quiere ser el estudio de ese «más allá». A
partir de nuestro sentiment d'etre (no de la noción de ser) compara los
diversos grados dados a nuestra experiencia: materia, vida, persona,
sociedades, universo entero. La constante inadecuación se reencuentra
aquí: son y no son, subsisten en devenir; conducen a la necesidad lógica
de la afirmación del ser en sí. Se trata, en verdad, de una reedición del
argumento ontológico. El blondeliano, sin embargo, va más allá de las
formas anselmiana, cartesiana o leibniziana, porque no se mueve en el
plano de la sola abstracción, sino que aspira a obtener su verificación en
la práctica consecuente a la buena opción. Afirmado el Ser en sí surge el
tema de la relación a él de los seres contingentes. B. responde elaborando
una ontología concreta de los seres creados, que devela una evolución
tendencial que es una verdadera gestación de seres u ontogénesis, y en
ella busca desentrañar una canónica del devenir y consolidación de los
seres, condición para que realicen el designio del cual proceden, y
alcancen el destino a que están ordenados: B. la llama Normativa.
Repasando los grados de seres, se encuentra que ejercen diversas funciones
normativas: la materia es la expresión de la universal contingencia, la
vida es la organización dinámica de fuerzas cósmicas para servir de
soporte al espíritu, que es a la vez inquietud y empuje hacia el Ser,
hacia Dios.
En la reelaboración de L ' Action (3ª obra de la tetralogía), B.
afronta en el primer tomo un problema paralelo al visto en L'Etre: ¿Cómo
es posible que verdaderamente actúen causas segundas, dándose la acción de
la Causa Primera Universal? El filósofo recoge todas las aporías
presentadas al respecto) conduciendo el raciocinio a la especificación de
las diversas causalidades segundas. El 2° tomo rehace el itinerario de la
primera Action, aunque sin la espontaneidad del primer brote juvenil. El
lenguaje se simplifica y la exposición, aunque recargada por las
repeticiones, destaca las líneas de fondo de toda la obra blondeliana.
La Philosophie et l'Esprit Chrétien es un intento de instaurar una
filosofía de los dogmas católicos que complete los tres libros anteriores:
todos ellos querían mostrar nuestras aspiraciones e influencias naturales;
Esprit Chrétien quiere por su parte examinar cómo responden los misterios
del catolicismo a esos enigmas filosóficos.
JORGE HOURTON.
4. Difusión y alcance de las ideas blondelianas. Como ya se ha
dicho, la obra de B. suscitó, desde la publicación de la primera edición
de L'Action, amplio eco en uno u otro sentido. B., propiamente hablando,
no ha dejado una escuela. Cabe, sí, señalar una influencia suya, más o
menos clara o difusa, en numerosos ambientes y autores, especialmente
franceses. Así, p. ej., influye en algunos pensadores neoescolásticos,
concretamente en J. Marechal y, a través de él, en K. Rahner, aunque la
inspiración de este último es más bien heideggeriana. Diversos
espiritualistas, corno J. Lacroix, J. Guitton, P. Ricoeur, recogen también
algunas de sus ideas. La filosofía de la religión de H. Duméry parte de
una exégesis blondeliana. En el terreno de la Apologética o Teología
fundamental se inspira en él, p. ej., H. Bouillard. Algo análogo puede
decirse de la teología de la fe de P. Rousselot y R. Aubert, etc.
Las críticas de los inicios también han continuado repitiéndose.
Afectan fundamentalmente a dos puntos: la gratuidad de lo sobrenatural, y
el valor del conocimiento humano. La enc. Pascendi, con la que Pío X
condenó al modernismo, incluye un párrafo que ha sido a veces interpretado
como referido a B. o a autores inspirados en él; es el párrafo en que Pío
X se refiere a quienes «si bien rechazan la doctrina de la inmanencia,
como tal doctrina, la emplean, no obstante, para una finalidad
apologética; y esto lo hacen tan sin cautela que parecen admitir en la
naturaleza humana no sólo una capacidad o conveniencia para el orden
sobrenatural, sino una verdadera y auténtica exigencia» (A AS, 40, 1907,
631 ). En las obras de su segundo periodo B. se esfuerza por matizar su
pensamiento, poniendo de relieve que la naturaleza humana tiene una
indigencia, pero no una exigencia de lo sobrenatural. Sus explicaciones,
sin embargo, no siempre han parecido suficientes (cfr. A. Gaboardi, Il
metodo d'inmanenza, en Problemi ed orientamenti di Teologia dogmatica, II,
Milán 1957,75-85).
El otro punto -el referente al valor del conocimiento humano- fue
planteado por J. Maritain en una conferencia dada en 1923 en París sobre
el tema L 'intelligence et la philosophie de M. Blondel (incluida luego en
Reflexions sur l'intelligence, 2 ed. París 1930). En ella sostiene
Maritain que B., aunque reacciona fuertemente frente al racionalismo,
sigue en parte influido por él y precisamente en lo que se refiere a la
comprensión de la vida de la inteligencia en la que -dice- confunde a la
razón con una razón entendida de modo racionalista. De ahí que no vea más
camino para oponerse al racionalismo que negar las mismas fuerzas de la
razón postulando que la inteligencia por sí sola (es decir, no acompañada
de la voluntad como ocurre en el orden místico, etc.) no alcanza un
verdadero conocimiento y orientando la apologética por la línea de la
indigencia, en lugar de hacerlo por la línea de la apertura a la verdad.
JOSEMARÍA REVUEL TA.
BIBL. : Es muy numerosa; bibl.
completa sobre B. hasta 1951 por A. HAYEN, Bibliographie blondélienne
(1881-1951), París 1953; complemento hasta 1961 por A. COSTA en la rev.
italiana «Teoresi» XVII, 4 (1962) 295-320. Hay reeditadas muchas obras de
B. después de su muerte, por la asociación Les Amis de M. Blondel y por
otros; después de 1961 se han publicado las siguientes: Carnets intimes, I
(1883-94), II (1894-1949), París 1961 y 1966; Blondel et T. de Chardin,
Correspondance, París 1965; M. Blondel et A. Valensin, Correspondance, III
(1912-47), París 1965 (I y II en 1957); Attente du Concile, París 1963
(textos escogidos); Dialogues avec les philosophes, París 1966 (diversos
artículos); ltinéraire Philosophique, París 1966; Correspondance Blondel-Werhlé,
París 1969. Trad. esp.: Exigencias filosóficas del cristianismo, trad. J.
HOURTON, Barcelona 1966; El punto de partida de la investigación
filosófica, trad. I. HOURTON, Barcelona 1967; La ilusión idealista, trad.
o. ARGERAMI, en «Rey. de Filosofía de la Univ. Nacional de La Plata», 19
(1967) 99-114. Estudios sobre B. más importantes y recientes: J. ROIG
GIRONELLA, La Filosofía de la acción, Madrid 1943; C. TRESMONTANT,
lntroduction a la métaphysique de M. Blondel, París 1963; H. DUMTRY,
Raison et religion dans la philosophie de I'action, París 1963; J. LACROIX,
M. Blondel, París 1963; M. RENAULT, Determinisme et liberté dans I' Action
de Blondel, Lyon 1965; R. SAINT JEAN, Génese de I'Action: Blondel
1882-1893, París 1965; ÍD, L'Apologétique philosophique: Blondel
1893-1913, París 1966; H. BOUILLARD, Blondel y el cristianismo, Madrid
1966; C. FABRO (dir.), Historia de la Filosofía II, Madríd-México 1965,
360-365 (bibl. en 406-407); O. ARGERAMI, Pensar y ser en M. Blondel,
Buenos Aires 1967; J. DÍEZ DIEZ, El significado de «L'Action (1893)),
Ensayo de filosofía blondeliana, Madrid 1969.
JORGE HOURTON.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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