BENDICIÓN
Religión No Cristiana
Etimología y significado
general. La palabra latina benedictio, con el significado de b., se
encuentra solamente en el vocabulario bíblicoeclesiástico. En el latín
clásico existe el verbo benedicere, «hablar bien» (de una persona o
cosa), alabar, enaltecer, que en latín eclesiástico entró con el
significado de bendecir y dar la b., como una traducción literal del
griego eulogein y eulogia. Pero a su vez estos términos solamente
significan bendecir y b. en el griego eclesiástico; los clásicos griegos
usan eulogein y eulogia sólo en el sentido de hablar bien (con
elegancia) y de alabar, enaltecer, etc. Los traductores griegos del A.
T. tradujeron por eulogein el verbo hebreo barak (bendecir) y por
eulogia el respectivo sustantivo berakah (bendición) y así eulogein y
eulogia entraron en el lenguaje religioso griego como bendecir y b.
Ni los clásicos griegos, ni latinos, tienen palabras que expresen
exactamente el concepto de b. y bendecir. Los romanos tenían, sin duda,
una serie de fórmulas con las que alguien deseaba a otro salud, vida,
felicidad, fortuna, etc.; y en ellas podía entrar el elemento religioso,
como cuando se atribuía a la benevolencia de los dioses la realización
de lo que uno auguraba a otro. Les faltaba, sin embargo, por así
decirlo, un término propio, técnico, para expresarlo; de lo que puede
deducirse la ausencia de un concepto preciso de b. Así, pues, cuando se
expresa en el lenguaje eclesiástico el acto de alabar un hombre a Dios
por benedicere, aún está conforme con el uso clásico de ese verbo; pero
cuando se emplea el mismo verbo para designar las b. que Dios concede a
las criaturas o el acto de un individuo de bendecir a otro, el sentido
de benedicere sufre una ampliación de origen bíblico. Y cuando hablamos
de b. de objetos, lugares, etc., se amplía el sentido de benedicere
mucho más de lo que la Biblia expresa con sólo el verbo barak: para esta
última especie de b. la Biblia tiene otros verbos, que literalmente se
traducen por purificar, santificar o consagrar (V. PURIFICACIÓN I y II;
CONSAGRACIÓN; SANTIDAD I y II). Como en el mundo grecorromana, en la
mayoría de las religiones no se encuentra un término propio que abarque
todo el significado de la palabra b., a excepción de las religiones
semíticas más emparentadas con el A. T. Así en árabe el término baraka,
y en ugarítico brk (vocalización incierta), corresponden al hebraico
barak; en acádicobabilónico, el verbo karabú tiene sentido de orar,
alabar y también de bendecir (sustantivo kerebtu). En las demás
religiones donde falta el término propio para designar la b., sólo se
encuentran ciertas analogías nocionales, que están en la raíz del
concepto de b. De esas analogías vamos a destacar algunas.
Objetivación de la energía vital. La vida es considerada a veces
como energía casi sustancial, como algo parecido al manú de ciertos
pueblos (v. MANISMO). Esa energía vital, que sintetiza todo lo que hay
de grande, poderoso, próspero y feliz, está concentrada en la divinidad,
que la puede transmitir a otros seres, a unos más, a otros menos. La
germinación, crecimiento y fructificación de las plantas, el nacimiento,
crecimiento, fuerza dominadora y, sobre todo, la potencia procreadora de
animales y hombres, son múltiples manifestaciones de esa energía vital,
que puede aumentar, como puede disminuir y extinguirse con la muerte (V.
FERTILIDAD II; NATURALEZA, CULTO A LA). Y es en la transmisión de esa
fuerza de un ser a otro en donde reside la esencia de toda b.; Dios
bendice las mieses, infundiendo en ellas mayor fuerza vital; bendice un
matrimonio sin hijos, incrementando en el hombre y, sobre todo, en la
mujer la potencia procreadora; la divinidad bendice al rey, aumentándole
el poder sobre su pueblo y, especialmente, sobre los enemigos; y también
el hombre que bendice a otro, le transmite una parte de la fuerza vital
que en 61 reside. Pero como esa fuerza es concebida como algo
sustancial, lógicamente quien la transmite pierde algo de lo que existía
en él; por eso toda b. exige reciprocidad. La divinidad bendice
sembrados y animales, y a cambio el hombre devuelve al dios, mediante el
sacrificio (v.), lo mejor que tiene, las primicias de los campos y de
los rebaños. Los árabes llaman baraka, que significa b., esa sustancia
vital que reside en la víctima sacrificial. Todo saludo es para los
orientales una b., transmisión de vida, fuerza, paz y fortuna; y por eso
el saludo debe ser recíproco. Por eso también, dentro y fuera de la
Biblia, donde existe un término para expresar la idea de b., este
término expresa al mismo tiempo el acto de alabar y enaltecer la
divinidad; quien alaba a su dios, no expresa solamente sentimientos de
admiración y reconocimiento, sino que intenta transmitir a la divinidad
un aumento real y efectivo de poder y grandeza, para recibir a cambio
todo lo que necesita. B. es así, como el sacrificio, un intercambio de
poder y fuerza vital.
Eficacia de la palabra y del gesto. Para algunos orientales la
palabra no es solamente una serie de sonidos asociados por mera
convención a un determinado objeto, sino que contiene y representa
realmente el objeto; por eso la palabra está como cargada de la energía
de las cosas que significa. La eficacia de la palabra es evidente en el
caso, p. ej.,, de un rey o un juez, que profiere la palabra «vida» o
«muerte» sobre un acusado; la fuerza de la autoridad impregna la palabra
proferida: y si la misma fuere «vida», el acusado vivirá, y morirá si
fuere «muerte». Así, las palabras de saludo que expresen paz,
prosperidad, salud, etc., tienen el poder de transmitir lo que
significan. Lo mismo puede decirse del gesto; p. ej., cuando alguien
destroza un vaso de barro en el que anteriormente se escribiera el
nombre del enemigo, por efecto mágico éste será aniquilado. La
transmisión de energía es tanto más eficaz cuanto mayor fuere el
contacto entre el autor y el beneficiario de la b.; de ahí los gestos de
b., como la imposición de las manos. En muchos pueblos la mano, como
instrumento principal de la acción humana, es símbolo de fuerza y poder;
por eso, imponer las manos es gesto especialmente apto para significar
la transmisión de energía vital contenida en la b., como también es muy
usado en la realización de curas mágicas. Imponer las manos es una de
las formas primitivas de b.
Bendición y maldición. Aunque, como acaba de decirse, el concepto
de b. se encuentra, clara o latentemente, en las más diversas religiones
paganas, se tiene la impresión de que en ninguna de ellas la b. tiene un
lugar tan destacado como en la religión bíblica. En las otras religiones
se evidencia más el gesto contrario, que es la maldición (v.), ya que en
el paganismo prepondera mucho la creencia en espíritus malignos, capaces
de extinguir o debilitar la fuerza vital, o impedirle su expansión; de
ahí el florecimiento de la magia (v.), que tiende a neutralizar la
acción nefasta de los espíritus maléficos (v. ÁNGELES I; ANIMISMO;
DEMONIO I; ESPÍRITU II). LOS exorcismos y ritos execratorios prevalecen
sobre los actos de b.; en vez de bendecir a un enfermo se prefiere
exorcizarlo, y en vez de bendecir al hijo al llevarlo a la cama, la
madre pronuncia palabras execratorias contra los malos espíritus capaces
de perturbar el sueño, como se lee en una fórmula de conjuro encontrada
en Egipto. En Israel, por el contrario, el demonio está bajo el poder de
Dios y la magia está prohibida; el Dios de la Biblia, además de ser
esencialmente bueno y benévolo, es señor soberano, ante el cual ningún
otro poder resiste; la b. que Él da, directamente o mediante los
patriarcas o los órganos de su Alianza, de paz y amor, no puede ser
neutralizada por ningún espíritu maligno, sino sólo por la infidelidad
del propio hombre libre (v. II).
OTTO SKRZYFCZAK.
BIBL.: A. LEFEVRE, Malediction et Bénédiction, en DB (Silppl.) V, 746751; M. VERENO, Segen, en LTK IX, 589590; S. MORENz, Segen und Fluch (Religionsgeschichtlich), en RGG V, 1648 ss.; O. LANDSBERGER, Das «gute Wort», en Mitteilungen der altorientalischer Gesellschaft, IV, Leipzig 1929, 294321.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991