Escritor y novelista español, dueño de una prosa especialmente adecuada
para el género novelesco. Pertenece a la llamada generación del 98.
Novelista espontáneo, su actitud es natural, jamás recargada ni
preciosista. Encarna la sencillez.
Biografía. N. en San Sebastián, el 28 dic. 1872. Su padre era
ingeniero de minas, aficionado a escribir. Su madre (m. en 1935) fue el
principal afecto del escritor. Su infancia es bastante nómada, debido a
los frecuentes cambios de destino paterno. En 1879 reside en Madrid.En
1881 en Pamplona. En 1884 nace su hermana menor, Carmen, que es una
presencia femenina, como su madre, de honda repercusión en su vida. Nuevo
traslado a Madrid, donde los hermanos (Ricardo, también escritor) han de
estudiar. Ante la necesidad de elegir carrera, B. parece decidirse por
Farmacia, pero elige Medicina. Estudiante mediano, prefiere entregarse más
a sus narraciones que a su profesión. Escribe dos volúmenes de cuentos que
luego destruye. En 1893 se doctora en Madrid con una tesis sobre El dolor.
Estudio de psicofísica. Ejerce como médico rural en Cestona (Guipúzcoa),
pero se traslada pronto a Madrid para dirigir la fábrica de pan de su tío:
«El negocio del pan no marchaba adelante, y si hubiera podido dejarlo y
dedicarme a otra cosa lo hubiera hecho con gusto... no sé si tendría (para
panadero) más o menos condiciones que para médico», dice en sus Memorias.
La familia cierra la tahona y B. se inicia en el periodismo y traba
amistades literarias. Llega a ser redactor-jefe de El Globo y colabora en
El País.
El primero de sus frecuentes y dilatados viajes a París lo realiza
en 1899. La capital francesa cautivó siempre el espíritu del novelista,
quien tuvo oportunidad de vivir de cerca el «affaire Dreyfus». La
condición andariega de B. en su juventud es proverbial. Devorador de
numerosas lecturas se siente atraído por los audaces, los fuertes y los
activos: Nietzsche, Schopenhauer, los moralistas franceses. Indiferente a
los valores estéticos, es muy sensible a los morales. Aunque su ideología
es bastante anárquica y sin contornos fijos, la propensión ética y crítica
es evidente. En cuanto a sus modos narrativos, puede decirse que este «eticismo»
se complementa con la «autenticidad descriptiva» y ambientadora de la
geografía. Viaja mucho por el extranjero y por España. Conoce Suiza, los
Países Bajos, Dinamarca, Italia y visita Londres en 1905. En 1900 publica
Vidas sombrías, su primer libro. En 1902, su primer éxito: Camino de
perfección. La vida del novelista es plácida y rítmica. Escribe
sistemáticamente llevando una jornada ordenada y casi ritual. Desde 1912
pasa largas temporadas, sobre todo veraniegas, en su casona de Iztea
(Vera). El 12 mayo 1935 lee su discurso de ingreso en la Academia
Española, que es contestado por el Dr. Marañón. Pasa la Guerra civil en
Iztea y aunque huye a Francia a pie y reside algunos meses en Basilea,
regresa de nuevo en 1937 a la Península. Entre Madrid y Vera pasa el resto
de su vida hasta que m. el 30 Oct. de 1956.
Producción literaria. Las obras completas de B. reúnen cerca de 100
volúmenes, de los cuales dos terceras partes corresponden a novelas, y el
resto a relatos breves y algunos ensayos, biografías y los dedicados a sus
Memorias. Eugenio G. de Nora, gran conocedor de la novela española
contemporánea, rectifica el orden de la clasificación por «trilogías», que
el mismo B. hizo de sus obras, según la fecha de la novela inicial de las
nueve series de trilogías que componen, junto a las Memorias de un hombre
de acción, las cuatro novelas de la serie El Mar y el grupo amorfo de
«últimas novelas», el conjunto de la obra barojiana: a) Tierra vasca: La
casa de Aizgorri (1900); El mayorazgo de Labraz (1903); Zalacaín el
aventurero (1909); La leyenda de Juan de Alzate (1922). b) La vida
fantástica: Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox
(1901); Camino de perfección (1902); Paradox rey (1906). c) La lucha por
la vida: La busca (1904); Mala hierba (1904); Aurora roja (1905). d) El
pasado: La feria de los discretos (1905); Los altimos románticos (1906);
Las tragedias grotescas (1907). e) La raza: La dama errante (1908); La
ciudad de la niebla (1909); El árbol de la ciencia (1911). f) Las
ciudades: César o nada (1910); El mundo es ansí (1912); La sensualidad
pervertida (1920). g) El mar: Las inquietudes de Shanti Andía (1911); El
laberinto de las sirenas (1923); Los pilotos de altura (1929); La estrella
del capitán Chimista (1930). h) Memorias de un hombre de acción (1913-15):
título de la obra en 22 volúmenes, 14 de los cuales contienen una novela
con cierta unidad y los ocho restantes incluyen hasta 25 novelas cortas
enlazadas con la vida de Aviraneta. Entre estos relatos destacan la serie
de El sabor de la venganza, La nave de los locos y La senda dolorosa, i)
Agonías de nuestro tiempo: El gran torbellino del mundo (1926); Las
veleidades de la fortuna (1927) y Los amores tardíos (1927). j) La familia
de Errotacho (1931); El cabo de las Tormentas y Los visionarios (1932). k)
La juventud perdida: Las noches del Buen Retiro \1934); El cura de Monleón
(1937); Locuras de carnaval (1937). I) Últimas novelas: Susana (1938);
Laura o la soledad sin remedio (1939); Los impostores joviales ( 1941);
Los espectros del castillo (1941); El caballero de Erlaiz (1943); El
puente de las ánimas (1945); Las veladas del chalet gris (1952) y La
obsesión del misterio (1952).
De lo apuntado puede deducirse que P. B. fue un auténtico escritor
vocacional y profesional, que se entregó con entusiasmo y laboriosa
dedicación a su actividad novelesca. Trabajaba sin descanso,
infatigablemente. Al elenco citado hay que añadir sus Memorias (1944-49).
Memorias. Constan de siete copiosos volúmenes bajo el título general
de Desde la última vuelta del camino; cada volumen lleva un título
particular. No todos ellos poseen el mismo interés. Ya en 1917 traza un
cuadro cabal de su vida y sus opiniones en uno de sus mejores libros
Juventud, egolatría, donde está admirablemente autorretratado, y se revela
ya «agnóstico y dogmatófobo». Estima, a la hora de escribir de sí mismo,
la sinceridad como la máxima virtud. En otra serie de páginas como
Divagaciones apasionadas (1924), Las horas solitarias (1918),
Entretenimientos (1926), Intermedios (1931), escribe páginas similares y
autoexplicativas. Que «Baroja no sabe escribir» es una frase que tiene
aplicación a sus Memorias, que no fueron, por otra parte, muy bien
acogidas. El escritor explica meticulosamente los datos de su biografía
infantil y juvenil. En definitiva, si queremos «guardar intacta nuestra
admiración por el novelista más vale doblar la página sobre aquellas hojas
en que Baroja, olvidado de los demás, habla de sí mismo» (Guillermo de
Torre) o cuando habla de sí mismo, con absoluta franqueza, como si fuera
uno de los demás, del modo más sencillo y espectacular imaginable.
Valoración del estilo. El estilo de B. es espontáneo, fácil y
atractivo. Estas virtudes le han valido, no obstante, el reproche de «que
no sabe escribir»; es algo que viene repitiéndose «desde hace más de medio
siglo, y resulta falso; que Baroja ignora pertinazmente hasta las mínimas
reglas sintácticas, es obvio e incorregible. Pero nunca la gramática ni
los gramáticos han tenido la última palabra, y los secretos del estilo
personal no caben en un código. Cabalmente aquel que tiene la idea más
alta del estilo, quien sólo vive casi en función del mismo, quien ha sido,
por otra parte, el más infatigable panegirista del autor de El laberinto
de las sirenas, en una palabra, Azorín, encuentra el secreto de la
seducción barojiana en el estilo. Lo halla en su incriminada ausencia de
estilo, que no es tal, sino el arte de conseguir a fuerza de simplicidad
acercarnos totalmente a lo concreto. Dice Azorín: «la prosa de Baroja, es
clara, sencilla, sobria. La pureza no tiene nada que ver con ella. Baroja
vive y está cerca de las cosas. Su fuerza reside en ese contacto con lo
concreto». Estos párrafos de Guillermo de Torre resumen mejor que ningún
otro comentario, las virtudes, defectos y límites de la prosa barojiana.
La clave de la imantación del arte novelístico de B. reside en su fácil
lectura, en el sentido innato de la amenidad, en su idea de que la
literatura debe divertir. «Se limita a rehabilitar el Concepto de
divertido, a sostener que la literatura divertida no puede ser mala. Su
gusto por el folletín, género de donde realmente arranca su arte novelesco
aunque superándolo, aclara bastante el sentimiento barojiano de lo que se
debe perseguir con una novela y de lo que se debe ofrecer al lector.
'Folletinista de ideas', por la manera Como capta en las ideas su perfil
chocante, su aire de peripecia y aventura, dramatizándolas al modo de
seres vivos» (G. de Torre).
En su prólogo a La nave de los locos, B. define, por lo demás, su
postura ante la novela, diciendo que lo que debe encontrarse en todo
novelista es su «permeabilidad» en contra de este criterio, Ortega y
Gasset había señalado amo don supremo el «hermetismo».La contraposición
entre los criterios de ambos escritores ha sido señalada con frecuencia,
aunque un Crítico Como M. Baquero Goyanes ha advertido que la «oposición
de estos dos conceptos es más aparente que real». Por «permeabilidad» se
entiende una relación entre novela y lector. «Para Baroja la novela es el
género comunicable por excelencia; es decir, susceptible de parentesco y
cruce con los restantes géneros literarios». Todo puede caber dentro de
una novela: teatro, poesía, ensayo, narraciones menores, fábulas. No hay
límite en el cuerpo proteico de la novela que permite absorberlo todo y
dar forma a todo.
Significado de Baroja. Dentro de los límites negativos de la
«generación del 98», B. es un negador que no ofrece ningún pensamiento
sistemático. Es anárquico en cuanto a su forma de expresarse, lo es
también en cuanto a los valores que trata de afirmar, y lo es más en
cuanto a los que niega. Su pensamiento, como su novela, no tiene contornos
definidos. Se ha apuntado que la ilimitada indignación cósmica de B., su
inaplacada y plural irritación tienen su raíz última en la ausencia
sensual de la mujer, en la falta de vida conyugal, de erotismo femenino a
su alrededor que dulcifique o atenúe sus actitudes entre iracundas e
irónicas. La soledad ha sido su tragedia íntima y el motor de su derivada
existencia pública: la de sus libros (G. de Torre).
Ideológicamente, su anarquismo es izquierdista. «Incluso en sus
momentos extremos la actitud de Baroja frente a la España tradicional es
fríamente crítica y negativa, pero sin oponer a lo rechazado ningún
indicio de ideología que pueda mover a la acción» (de, Nora). No es, por
tanto, un auténtico revolucionario. Es lo que podría llamarse un
insatisfecho, un escritor rebelde, contrario a cualquier tipo de
dogmática, antidogmático por excelencia y definición. ¿Cabe, sin embargo,
como lo ha hecho Corrales, acusarle de conservadurista? Luis Martín Santos
ha caracterizado, y parece justa su observación, la obra de B.,
emparentándola en este sentido con la de Unamuno, de un individualismo
rebelde y agresivo. «Ambos critican con acritud la realidad que tienen
ante sí, pero esta crítica no tiene alcance totalizador» (A. Elorza, «Rev.
de Occidente». Número extraordinario. Homenaje a Pío Baroja).
El amor aparece en su obra raramente, y cuando no bordea la
sexualidad primaria e instintiva suele ser decepcionante, fracasado y
amargo. Tiende a negar el amor, o más bien a retratar sus aspectos
crueles, sus derivaciones negativas. Está predispuesto psicológicamente a
ello. No es nunca un hombre de partido, de posiciones políticas. Tampoco
su psicología tiene disposiciones para banderías. «En realidad, aparte del
anárquico espíritu de protesta que frente a casi todo surge en su
sensibilidad irritada, del anticlericalismo poco menos que pintoresco y de
la fobia a la multitud, todo ello, eso sí, peculiarmente impregnado de
pesimismo y aspereza, no cabe hablar demasiado de la ideología de Baroja»
(de Nora). Pero esto no quiere decir que sea un hombre huero y siempre
suspicaz. Cabe hablar de un humor barojiano que «no tiene raíces
españolas, sino que sus posos hay que ir a buscarlos a Inglaterra y, en
otra medida, a Vascongadas. Baroja retrata sus personajes sin tremendismos
aunque también sin piedad» (L. López Delpecho, «Rev. de Occidente» 62).
Era, como los británicos, un hombre práctico. Todo lo viviente fue para él
discutible, imperfecto y, por tanto, objeto de crítica. Por eso no debe
extrañar que una de las fuentes de máxima eficacia irónica residiera en su
agresión al prójimo, aunque en sus ataques, contra esto y aquello, sin
especificación, no hubiera soberbia, sino burla. «Para mí, diría B., la
base de la vida social sería: nada de dogma político, o por lo menos el
mínimum, y en vez de esto, crítica, libre examen, experiencia y
dictadura». «Todo lo colectivo me es antipático». «El mejor gobierno: el
que garantice las posibilidades de ser escritor independiente». Estas
frases definen su postura independiente y autónoma y su posición crítica y
política.
BIBL.: P. BAROJA, Obras
completas, Madrid 1946-50; G. TORRENTE BALLESTER, Panorama de la
literatura española, Madrid 1961; M. BAQUERO GOYANES, Proceso de la novela
actual, Madrid 1963; E. G. DE NORA, La novela española contemporánea,
Madrid 1963; G. DE TORRE, Del 98 al Barroco, Madrid 1969; M. PÉREZ
FERRERO, Pío Baroja en su rincón, San Sebastián 1941; I. ORTEGA y GASSET,
Ideas sobre Pío Baroja, en Obras completas de I. Ortega y Gasset, Madrid
1946; Homenaje a Pío Baroja, «Rey. de Occidente» 62 (1968).
L. NÚÑEZ LADEVÉZE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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