Banquete Sagrado
Por b. s. se entiende cualquier comida que se
celebra en común, a la cual se atribuye alguna eficacia trascendente, ya sea la
de unir a los hombres a la divinidad o la de unir a los hombres entre sí.
Banquetes de los dioses. En virtud de la tendencia general de las religiones a
proyectar las condiciones humanas en el mundo divino, también a los dioses son
atribuidos b. Los poetas griegos hablan de las orgías de sus dioses, que comían
en su lujoso palacio del Olimpo (V. GRECIA VII). De b. divino habla el poema
babilónico Enuma Elish, que describe el origen de los dioses, del mundo y del
hombre. También en Babilonia, durante el undécimo y último día de la fiesta del
Año Nuevo, en lo alto de la torre de Babel, los dioses se reunían para el b.,
con que se solemnizaba la hierogamia, la unión conyugal entre el dios principal
y su consorte, por la cual quedaba garantizado el orden cósmico y la fertilidad
de los campos (V. BABILONIA III). En estos ejemplos, el b. expresa la armonía
siempre renovada en el mundo de los dioses, a la que corresponde, con eficacia
casi sacramental, la armonía de este mundo.
Lectisternia. Es ésta la designación latina de los b. ofrecidos por los romanos
a sus dioses en determinados días (V. ROMA V). Junto a la mesa se colocaban
cojines, para que en ellos se reclinasen los respectivos dioses, ya presentes
imaginariamente, ya representados por sus estatuas. La función de los hombres
presentes era servir. Se celebraban además, lectisternia con participación de
personas destacadas, cuando, p. ej., participaban senadores como comensales en
compañía de los inmortales. Con estos actos de culto se expresaba y confirmaba
la vinculación de los dioses a la sociedad romana y se procuraba recabar su
benevolencia y protección.
Banquetes con sacrificios. Los sacrificios pacíficos o de comunión (en hebreo
shelamin) prescritos en el A. T. (v. SACRIFICIO II), y en los cuales una parte
de la víctima era destruida como ofrenda a la divinidad y la restante consumida
por los oferentes, ya eran practicados por las poblaciones cananeas de Palestina
mucho antes de la entrada de los hebreos, así como por muchos otros pueblos. Es
éste tal vez el tipo más común de culto con sacrificios. Entre los pueblos
germánicos, los periodos del año agrícola estaban señalados por ruidosas
festividades, marcando el tono más alto los b. con sacrificios en gran escala.
Las concepciones que ordenaban tales actos de culto podían ser muy diversas:
pravalecía la preocupación de confirmar la unión entre los dioses y los hombres.
En la categoría de b. con sacrificios se encuadran, también, las comidas
públicas de los griegos y de los romanos, aunque allí las divinidades
participasen más como homenajeados que como comensales. En Atenas, un grupo
escogido de ciudadanos celebraba diariamente estos actos en el Partenón, y en
las otras ciudades griegas siempre había una sala especialmente dispuesta para
tales b., implicando la omisión de tales comidas la pérdida de la protección
divina. En Roma, los senadores los celebraban en el Capitolio en ciertos días, y
en determinadas fiestas se organizaban comidas de grandes proporciones con
participación del pueblo, bajo la presidencia del Pontifex Maximus o de sus
representantes, en esta función llamados epulones. La parte de los dioses
consistía en las libaciones con vino.
Banquetes funerarios. No se conoce pueblo de la Antigüedad que se preocupase por
la suerte de los difuntos más que los egipcios (v. EGIPTO VII). Creían que el
muerto necesitaba alimentos, ofrecidos por los vivos, para escapar a una segunda
muerte, que sería terrible y definitiva. En las pirámides de los reyes, en las
mastabas de los nobles y ricos y en otros tipos de sepulturas eran esenciales
unas habitaciones en donde se depositaban las ofrendas alimenticias para los
muertos y se realizaban b. funerarios, en el que el ka del difunto participaba
como comensal invisible o representado por su estatua. Ya en el día de la
inhumación se preparaba un b. solemne, acompañado de música y danzas, y después
se repetían los b. periódicamente, sobre todo en determinadas fiestas. Aún hoy
día, aunque la religión egipcia haya desaparecido por completo y el culto a los
muertos sea reprobado por el islamismo allí dominante, muchos egipcios van a
comer y a dormir junto a los túmulos de sus seres queridos. Lugar destacado
tenían las comidas funerarias entre los antiguos chinos (V. CHINA VI). Creían
que el hombre tenía dos almas: una corporal, que después de la muerte permanecía
junto al túmulo o descendía a las «fuentes amarillas» en el seno de la tierra; y
otra espiritual, que después de la muerte o subía al cielo o quedaba habitando
en el templo. En ciertos días se celebraban b., en que el antepasado era
representado por un nieto suyo, que recibía las mejores viandas de la mesa. Con
este rito se quería reunir nuevamente las dos almas del difunto y se reconducía
a éste por unos momentos junto a sus familiares (v. DIFUNTOS I).
Banquetes de comunión. Existen b. s. en donde el propio alimento ingerido tiene
cierta relación con la divinidad. Son las diversas formas de hierofagia o
teofagia. Quien come no procura sólo la compañía de los dioses, sino cierta
incorporación de los mismos, exteriorizada por estados de trance o de exaltación
mística. En esta línea se puede citar la consumición del soma, bebida predilecta
de los dioses en el hinduismo (v.); la omofagia (comida de cosa cruda) de los
adoradores de Dioniso (v.); el kykeon, bebida de naturaleza desconocida, que
ingerían los candidatos a la iniciación en los misterios de Eleusis (v.), en
Grecia (v. MITRA; TOTEMISMO). Pero de todos estos ritos conocemos sólo vagas
alusiones; no se puede saber con seguridad si eran actos colectivos, ni aparecen
claramente las características de un verdadero b. s.
¿Banquetes sagrados de los esenios? A causa de ciertas analogías y posibles
vinculaciones con el ágape (v.) cristiano, aún se discute el verdadero carácter
de las refecciones de los esenios (v.), tal como las describe Flavio Josefo (v.)
y de las que los manuscritos del mar Muerto (v. QUMRAN) revelan nuevos detalles.
Como esos b. están relacionados con la alianza (v.) y la esperanza mesiánica,
algunos ven en ellos verdaderos b. s., sustitutivos tal vez de los sacrificios
de comunión, de los cuales los esenios estaban alejados por su oposición al
régimen entonces en vigor en el templo. Sin embargo, otros estudiosos ven en
ellos sólo comidas en común, precedidas de la bendición del sacerdote y seguidas
de una acción de gracias.
El banquete eucarístico. Junto a peculiaridades únicas, el b. eucarístico (V.
EUCARISTÍA) presenta analogía con diversos tipos de b. s. de las otras
religiones. Las pequeñas analogías que, en esta y otras materias, pueden
encontrarse en las instituciones paganas, responden al fondo común de la
religiosidad humana, que Cristo, al instituir los sacramentos no negó, sino que
asumió aunque dándole un sentido y un alcance radicalmente nuevos. Por otra
parte y esto no debe nunca olvidarse analogía no implica en modo alguno
independencia. Subrayemos por eso que la Eucaristía tiene peculiaridades únicas
y esenciales: no es un simple rito por el que los hombres quieren expresar sus
deseos de unirse con Dios, sino un sacramento instituido por Dios mismo y por el
cual Él libremente se comunica; no es una evocación de ciclos cósmicos como
ocurre en algunos cultos de misterios (v.), sino la memoria y actualización de
la pasión y muerte históricas de Cristo. Las analogías son, en suma,
superficiales, y en el fondo se reducen al hecho elemental de que la acción de
comer indica intimidad, participación. Las tentativas hechas por algunos
racionalistas, de derivar el b. eucarístico de algún tipo de b. s. del mundo
pagano carecen de base histórica y doctrinal, y son fruto de meros prejuicios.
V. t.: SIMBOLISMO RELIGIOSO I, 3.
OTTO SKRZYPCZAK.
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Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991