Miguel Asín Palacios


Arabista español. N. en Zaragoza el 5 jul. 1871; mientras cursaba Filosofía y Letras en su ciudad natal entró en contacto con J. Ribera y a través de él con los estudios árabes a los que había de dedicar su vida. En 1895 se ordenó sacerdote y al año siguiente se doctoró en Madrid. Sucedió a F. Codera en la cátedra de Lengua árabe de dicha ciudad en 1903 y fue miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas (1912), de la Real Academia de la Lengua (1919) y de la de la Historia. Miembro de varias sociedades y academias extranjeras, cofundador del Centro de Estudios Históricos y de la rev. «Cultura Española» (1906-09).

La figura de A. P. es enormemente interesante por el valor de sus estudios - todos ellos de una calidad extraordinaria en los que se aunaba a un gran interés un rigor científico realmente ejemplar- y por haber dirigido con tanta brillantez y honradez profesional la Escuela de Estudios Árabes de Madrid y su rev. «Al-Andalus», creadas en 1933, cargo que desempeñó hasta su m. en San Sebastián, el 12 ag. 1944. En 1939 fue designado vicepresidente del CSIC y en 1943 elegido presidente de la Real Academia Española de la Lengua.

En 1901 se publicó en Zaragoza la refundición de su tesis doctoral: Algazel: dogmática, moral y ascética, prologada por Marcelino Menéndez y Pelayo. En 1904 se publicó, incluido en el Homenaje a D. Francisco Codera, El civerroísmo teológico de Santo Tomás de Aquino, monografía que, como puede suponerse, no fue aceptada sin grandes controversias por los círculos tomistas. También dentro de este espíritu de perfecta comprensión de musulmanes y cristianos que le caracteriza recopiló los Logia et Agrapha Domini lesu apud moslemicos scriptores, asceticos praesertim, usitata, que había de aparecer en el t. XIII de la Pati,ologia orientalis (París 1916). En 1914, con ocasión de su ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, disertó sobre Abenmasarra y su escuela, orígenes de la filosofía hispatio-musulmana, cumpliendo el viejo deseo de l. Goldziher, apuntado en Le livre de Mohammed ibn Toumert de que se estudiase el movimiento masarrí partiendo de las polémicas que desencadenó dicha escuela. Pero la obra de mayor resonancia mundial fue su discurso de ingreso en la Real Academia Española: La escatología musulmana en la «Divina Comedia», donde demostró con genial intuición que Dante utilizó para su viaje a ultratumba el texto del Mi'ra^y de lbn al-'Arabi, suponiendo la existencia de alguna traducción de la obra a alguna lengua conocida por Dante, suposición que más tarde se vio confirmada al aparecer una versión castellana de época de Alfonso X, La Escala de Mahoma, de la que Bonaventura de Siena hizo dos versiones, una al latín y. otra al francés. La acalorada polémica que suscitó esta obra de A. P. puede seguirse en Historia y crítica de una polémica, incluida dentro de La Escatología en la reciente reedición de dicha obra emprendida por el Instituto Hispano-Árabe de Cultura (Madrid 1961).

Con el discurso de ingreso en la Academia de la Historia, El cordobés Abenhazam, primer historiador de las ideas religiosas, A. P. inicia los trabajos sobre este gran polígrafo que habían de culminar en una magnífica biografía y la traducción completa del Fisal bajo el título de Abenhazam de Córdoba y su historia crítica de las ideas religiosas (Madrid 1927-32). En 1931 publica El Islam cristianizado y en 1941 Huellas del Islam, en donde reúne sus monografías sobre S. Tomás, Francisco Turmeda, Pascal y S. Juan de la Cruz; mientras tanto, ha ido apareciendo su gran estudio sobre la revivificación de las ciencias religiosas bajo el título de La espiritualidad de Algazel y su sentido cristiano (Madrid 1934-41). Dos años más tarde publica su última obra, a la que no se ha dado todavía la debida importancia, Glosario de voces romances registradas por un botánico anónimo hispanomusulmán (s. XI-XII). Su obra póstuma, Sadilíes y alumbrados, fue apareciendo en «Al-Andalus» (1944-54).

Aparte del valor científico de A. P., hay otra faceta de su carácter, la humana, que conviene destacar. En efecto, características suyas fueron la bondad y paciencia con sus alumnos que, unidas a sus extraordinarias dotes pedagógicas, hacían de él un incomparable maestro.

 

BIBL.: «Al-Andalus», Madrid 1944, 276-319, da su bibliografía completa, y «Arbor», Madrid 1944, 3-30.

 

P. CHALMETA GENDRÓN.

 

 


Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991