Arístides Ateniense


Apologista griego del s. II, autor del más antiguo escrito apologético cuyo texto se conserva. Los testimonios sobre su vida y obra son escasos. Según Eusebio de Cesarca «Adriano, al iniciarse en los misterios Eleusinos, fue generoso con los atenienses. Cuadrato... y Arístides, nuestro filósofo ateniense, entregaron a Adriano libros compuestos en defensa de la religión cristiana, Chronikon, ad a. Abr. 2140-2142 (=a. 124-126 de nuestra era). En la Hisioriti Eclesiástica, IV, 3, añade: «Arístides, fiel seguidor de nuestra religión, dejó una apología en favor de nuestra fe dirigida a Adriano. Muchos conservan esta obra en nuestros días». S. Jerónimo, que en esta cuestión depende esencialmente de, las noticias de Eusebio, sólo añade que A. siguió conservando el palio de filósofo tras su conversión al cristianismo (De viris illustribus, 20 y Epistola 70, 4). A este testimonio sucede el silencio hasta 1878, en que los Mequitaristas de S. Lázaro de Venecia publican un manuscrito del s. X, conteniendo un fragmento en armenio titulado «Al emperador Adriano César de parte del filósofo ateniense Arístidos». En 1891 R. Harris descubre en el monasterio de S. Catalina del monte Sinaí una traducción siria de dicha apología. J. A. Robinson muestra que el texto de esta apología se encuentra publicado en griego entre las obras de S. Juan Damasceno (PG 96, 859-1240), formando parte de la leyenda «Vida
de Barlaam y Josafat». La Apología nos llega en siriaco, armenio y griego, coincidentes en líneas esenciales, pero con diferencias sensibles en los detalles. No es cuestión resuelta qué texto reproduce más fielmente el original. Aunque la mayoría de los autores opinan que la Apología fue escrita ea. 124-126 y dirigida a Adriano durante su estancia en Atenas, según testimonio de Eusebio, otros, Geffcken, p. ej., la consideran dirigida a Antonio Pío ea. el 140 apoyados en la segunda inscripción del códice siriaco 16 (s. VI-VII) del Monastetio de S. Catalina, inscripción que pudo ser alterada.

La Apología se compone de 17 capítulos, que pueden dividirse en: introducción (cap. l), examen de las diversas religiones (cap. 2-16) y conclusión (cap. 17). A. comienza mostrando la existencia de un único Dios, personal y providente, fundándose en el movimiento y armonía del universo, señalando los principales atributos que convienen a la Divinidad y recalcando que Dios no necesita ni de sacrificios ni de libaciones. Tras esta confesión de monoteísmo, inicia el examen de las diversas religiones siguiendo la división del género humano en cuatro razas o pueblos: bárbaros, griegos, judíos y cristianos: el texto griego no indica más que tres - adoradores de los dioses, judíos y cristianos- al parecer, en estrecha dependencia del Kerygma Petri. Esta división queda simplificada más tarde en la de buscadores de la verdad e indiferentes. Tras criticar las religiones no cristianas, afirma que sólo los cristianos, que tienen su 1. origen en Jesucristo, el Señor, Hijo de Dios y nacido de una virgen hebrea (en el texto griego «una virgen santa»), han encontrado la verdad. Ellos reconocen al verdadero Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo; guardan en su corazón los mandamientos de Cristo y esperan «la resurrección de los muertos y la vida del siglo futuro». Subraya la idea de la autenticidad del cristianismo basándose en la renovación de costumbres que lleva consigo. En la descripción de la vida cristiana, A. parece depender de los primeros capítulos de la Didaié. Concluye expresando una doble esperanza: que callen las lenguas calumniosas y que antes de la vuelta de Cristo Juez se conviertan aquellos que todavía no conocen al verdadero Dios. En suma, A. ordena toda su Apología en torno a la noción de Dios. No se detiene en rechazar las calumnias contra los cristianos ni se aventura por los caminos de los argumentos jurídicos. Simplemente, confiesa su fe con sencilla y ardiente convicción.

No se puede atribuir a A. con seguridad ni la Homilía sobre S. Lucas 23, 42-43, ni el Fragmento de una carta II todos los filósofos, ambos publicados por P. Martín (Analecta Sacra Spicilegio Solesmensi parata, IV, París 1883). En la Carta a los filósofos se designa a la Virgen con la misma expresión de la Apología: «virgen hebrea». Puede admitirse que algunas líneas dependen de la Apología, pero otras expresiones, Theotokos, p. ej., imponen el admitir numerosos retoques del texto hechos en el s. V, tras las luchas contra el nestorianismo.

 

BIBL.: Ediciones: l. R. HARRIS, The Apology of A., Texts and Stztdies, 2 ed. Cambridge 1893; E. HENNECKE, Die Apologie des A., Texte und Uyztersuchzirzgeiz, Leipzig 1893,-Tradiicciones: D. Ruiz BUENO, Padres Apologistas griegos, Madrid 1954; A. D'ALES, L'Apologie d'Aristide et le roniari de Bai-laam et de losap7zat, «Rev. des questions historiques» (1924); M. FERMI, L'a!gologia di A. e la lettera a Diogneto, «Ricerche Religiose» (1925) 451-545; W. C. VON UNNIK, Die Gotteslehre be¡ A. Und in gnostischien Schriften, «Theologische Zeitschrift» (1961) 166174.

 

L. F. MATEO SECO.

 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991