N. en 1502 en Cremona de la noble familia Zaccaria, contaba entre sus
antepasados a almirantes al servicio de Génova, Bonifacio VIII, Felipe IV
el Hermoso y de los reyes de Castilla. Hijo único, quedó con un año de
edad huérfano del padre, Lázaro Zaccaria; recibió de su madre, Antonieta
Pescaroli, una esmerada educación cristiana. De carácter decidido,
renunció a los 18 años, ante notario, a todos sus bienes, antes de marchar
a estudiar Medicina a la Univ. de Padua, y a los 26 abandonó la profesión
para hacerse sacerdote. Por su acción reformadora, el Ayuntamiento levantó
una columna recordatoria «al Padre de la Patria». Pasó a Milán, y fundó en
1530 la Congr. de los barnabitas para la reforma del clero y del pueblo, y
la de las Angélicas con la ayuda de la condesa Ludovica de Guastalla.
Introdujo el rito de la solemne adoración de las Cuarenta Horas. Su lema:
honor de Dios y celo por las almas; su modelo, S. Pablo; sus armas, el
Crucifijo y la Eucaristía; su distintivo, pureza, pobreza, humildad. De él
quedan sólo 12 Cartas, seis Sermones y un bosquejo de Constituciones que
revelan una espiritualidad paulino-cristocéntrica.
Imbuido en la doctrina y espíritu de S. Pablo, imprime a su acción
apostólica dos directrices: Jesús Crucificado y la Eucaristía. «En la
conversión de las almas, cuide usted de unirlas al Crucifijo ni hay
menester que fatigue en otro, porque una vez atados al Crucifijo, por sí
mismos detestarán y abominarán de toda vanidad». Mas si la imitación del
Crucifijo es garantía de vida cristiana, la Eucaristía debe ser su
alimento. Enemigo de toda mediocridad, ya en los años mozos había
condenado la habitual distinción entre preceptos y consejos. Convencido de
que todos los hombres están llamados a la perfección, emprende una lucha
sin cuartel en contra de la tibieza que califica de «pestífera y mortal
enemiga de Cristo crucificado», porque favorece la negligencia en el
servicio de Dios. Para superar la tibieza y alcanzar la perfección, A.M.
aconseja un método gradual «apuntando primero al vicio que es como el
capitán», al igual que el soldado que deseando matar al jefe enemigo, se
abre camino derribando a cuantos están al alcance sin nunca perderle de
vista. El anhelo por la perfección no debe limitarse a un hecho personal:
en el religioso como en el lego (los casados) está en función del
apostolado «edificando a nosotros y a los demás para Cristo»; a su vez, la
vida apostólica es para el religioso garantía y estímulo a la perfección:
«una sola cosa permite adquirir el amor a Dios y acrecentarlo: la caridad
y amor al prójimo». Es ésta la condición para que «la reforma pueda
durar».
M. en Cremona el 5 jul. 1539 y fue canonizado por León XIII en 1897.
Su cuerpo se venera en la iglesia de San Bernabé, en Milán. Su emblema es
el lirio.
BIBL.: 0. PREMOLI, Storia de¡
Barnabiti, 1, Roma 1913; G A. GABUZIO, Historia Congr. Cler. Reg. S. Pauli,
Roma 1852; A. GENTILI, 1 Barnabiti, Roma 1967; G. MINOZZI, P. Giovanni
Semería, Roma 1967; G. M. CAGNI, Antonio Maria Zaccaria, en Bibl, Sanct.,
2, 216-220.
RICARDO M. FRIGERIO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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