ANTISEMITISMO
Es un sistema de
opiniones, valores y actitudes con respecto a los judíos, que
específicamente entraña opiniones negativas acerca de los mismos,
actitudes hostiles y valores morales para justificar esas
actitudes. El fenómeno del odio al judío. es un hecho allí donde
éste se encuentre. Las causas son muy diversas y confusas y las
motivaciones han variado a través de los tiempos, pudiéndose
destacar preferentemente tres: religiosas, económico-sociales y
étnicas, y, aunque todas ellas se hallan entremezcladas, se pueden
aplicar a las Edades Antigua, Media y Moderna respectivamente. El
término a. es de acuñación moderna (fue dado a conocer por el
periodista alemán W. Mar en 1870), y responde a motivaciones
racistas que se desarrollan en Europa y principalmente en Alemania
a partir del s. XVIII. Hasta este momento, sólo se puede hablar de
antijudaísmo, como concepto que de alguna manera afecta a la
religión que profesan.
Cualidades distintivas de los grupos judíos. En el universo
de los no judíos, la imagen del judío comporta unos trazos
precisos e inmutables. Existen en el mundo aproximadamente 12
millones de judíos que, si bien es fácil hallarlos en todos los
países, el 70% vive en Rusia, Israel y los Estados Unidos. Al
comienzo de su historia, fueron una mezcla de diferentes pueblos
de lengua semítica, con algunas influencias indoeuropeas. Las
mezclas cesaron a medida que se implantaron prescripciones
religiosas de extremado rigor. La destrucción del Imperio romano
es la fecha más tardía que puede asignarse al comienzo de la
evolución de un tipo judío particular. El tipo judío se ha
mantenido con mayor constancia que otros pueblos; las diferencias
que se manifiestan entre ellos mismos no proceden de las mezclas,
sino de diversas influencias culturales, climáticas y
sociológicas. La existencia de una «raza» judía, en el sentido
biológico y genético de la palabra, ha sido objeto de opiniones
muy discutidas, pero realmente ni siquiera constituyen un tipo
dentro de la estirpe caucásica. La posibilidad de identificación
física se debe a que en la región del mundo donde tuvo origen el
judaísmo (v.), era común el tipo armenoide.
Con frecuencia los judíos han vivido sin integrarse del todo
en la sociedad en la que estaban; desde hace muchos siglos
constituyen un pueblo que, en su mayoría, vive fuera del
territorio de origen sin haberse establecido en lugar fijo,
desperdigándose entre diversas naciones, cuya cultura asume, pero
sin fundirse del todo. La vida en los ghettos (barrios destinados
exclusivamente a los judíos) ha modelado su carácter, suscitando
prevención por parte de los demás ciudadanos; lo que a su vez ha
repercutido sobre la actitud judía. Las mismas prescripciones del
Talmud les han impedido mezclarse con otros pueblos; las normas de
la comida les han dificultado sentarse a la mesa de sus vecinos no
judíos, y aquel que rehúsa comer en la misma mesa despierta en el
fondo de la conciencia del acompañante una actitud de desconfianza
y hostilidad, y tal actitud es interpretada como un deseo
explícito de excluirse de la comunidad. Además de tener un origen
religioso común y una tradición étnica asociada a la religión, los
judíos han sido también, hasta cierto punto, un grupo lingüístico.
El hebreo (v. HEBREOS v) es su lengua, pero pocos son los que la
conocen, y el yiddisch, un derivado del hebreo mezclado con el
alemán, lo habla sólo una fracción de los judíos del mundo. La
religión judía contiene, al lado de los elementos puramente
religiosos, otros que se pueden llamar nacionales, tales como el
uso del hebreo en los oficios y conmemoraciones de fiestas
religiosas y de hechos de la historia nacional y, sobre todo, la
creencia en un origen común.
Además de éstos, los judíos tienen otros rasgos
característicos: son un pueblo típicamente urbano, tienden a
concentrarse en ciertas ocupaciones, son ambiciosos y trabajan con
ahínco, tienen una inteligencia elevada, aman y respetan el saber,
tienen una acentuada devoción familiar que les lleva a un espíritu
de clan y sienten simpatía por los oprimidos. Tales caracteres han
debido servir de acicate a esta antipatía que con frecuencia les
ha acompañado.
Antijudaísmo antiguo. Se origina en la dispersión y en la
consiguiente dificultad de adaptación en los pueblos que han
habitado. En la Biblia se encuentran los más antiguos relatos de
acontecimientos antijudaicos. Jacob (v.) se establece con sus
hijos en Egipto, gracias a la protección brindada por uno de sus
hijos: José. Pasados dos siglos, la descendencia de Jacob ha
crecido y provoca el recelo del faraón, quizá debido a su
prosperidad, pero en el argumento del faraón se encuentra una de
las causas del antijudaísmo: la inasimilabilidad. Los judíos no se
habían fundido con el pueblo egipcio, a pesar de los 240 años de
convivencia.
Hacia el 721 a. C., Israel es destruida por los asirios, y
gran parte de la población deportada a Mesopotamia y Media. Poco
más de un siglo después, Nabucodonosor II (v.) determina la
cautividad de Babilonia. De nuevo, con la conquista de Judea' en
el 586 a. C. por los persas, los judíos son dispersados, llevando
consigo sus costumbres relativamente rígidas, de tal manera que,
dondequiera que fuesen, la ortodoxia constituía su problema (v.
DIÁSPORA). En Grecia y Roma son aceptados como extranjeros, pero
las culturas cosmopolitas en las que ingresaban no podían
comprender por qué los judíos no manifestaban reciprocidad
aceptando sus costumbres paganas. Uno de los más antiguos
forjadores del antijudaísmo es Manetón, sacerdote egipcio de los
tiempos de Ptolomeo Filadelfo (s. III 'antes de Cristo), quien
decía que los judíos eran descendientes de los leprosos expulsados
de Egipto a la llegada de los hicsos (v.). Alejandro Magno (v.)
los coloca en puestos claves de la administración, el ejército y
guardia de fronteras. Tal situación de privilegio, provoca el odio
del pueblo. Semejante origen tiene la antipatía surgida en Roma.
César (v.) cuenta con ellos para formar un imperio cosmopolita y
destruir los nacionalismos. En la época de las persecuciones los
cristianos son discriminados con más rigor que los judíos. Apión
agita a Alejandría contra ellos y reclama la colocación en las
sinagogas del busto del emperador Calígula (v.), quien sentía
también una especial prevención contra los judíos.
Flavio Josefo (v.), a pesar de pertenecer a una de las
familias judías aristocráticas, confirma la situación lamentable
de los labriegos judíos bajo la dominación romana. En su obra
Guerra judaica describe la sublevación judía, la desaparición de
su Estado y la expulsión en los a. 66 al 70. En la época de
Trajano (v.) estalla en Alejandría otra revuelta en la que están
encartados los judíos. M. Rostovtzeff afirma que las llamadas
Actas de los mártires paganos «reflejan la oposición política de
los alejandrinos contra el gobierno romano y que tal -oposición se
servía de los procesos abiertos a los cabecillas de las matanzas
de los judíos, como pretexto para manifestar su espíritu
antirromano» (Historia social y económica del Imperio romano,
Madrid 1937). El historiador Tácito (v.) destaca también por su
aversión a los judíos y se deja llevar por las ideas de Manetón en
torno al origen de los judíos.
El motivo de la actitud antijudía de algunos gobernantes o
pueblo romano está movida por razones sociales o políticas más que
religiosas. El Imperio romano practicó una política religiosa de
tipo sincretista, respetando las religiones de los diversos
pueblos que ellos dominaban con tal de que no chocaran con la
legalidad imperial. Cuando a partir del s. iv la mayoría de los
ciudadanos romanos se convierte al cristianismo, la situación de
los judíos no cambia, aunque se radicaliza su separación de la
sociedad: basándose el cristianismo en la fe en Cristo como el
Mesías (v.) que lleva a su consumación las promesas de las que el
pueblo judío era depositario, los judíos que no se convierten al
cristianismo tienden a reafirmar los elementos más específicamente
distintivos y a refugiarse en una segregación voluntaria.
Los judíos en la época medieval. El cristianismo se reconoce
heredero del judaísmo, pero a la vez su superación. Dado el
carácter universal de la religión cristiana, ella no implica de
por sí ninguna actitud antijudía, al contrario, la excluye: todo
hombre, también el judío, es considerado por el cristiano como
destinatario de la llamada de Dios. El rechazo de Cristo fue un
acto culpable de quienes lo cometieron, pero no afecta, como es
lógico, a sus descendientes. Algunos autores, sin embargo, no
observaron la necesaria mesura, lo que contribuyó, en ocasiones, a
dar un cierto tinte religioso a la actitud frente al judío, basada
por lo demás en las razones generales antes mencionadas. Es sin
embargo falso sostener que durante la Edad Media se persiguió a
los judíos: hubo algunas persecuciones,, pero no fueron ni
generales ni continuas. Durante los s. xit al xv son expulsados de
Alemania, Francia e Inglaterra, mientras que en España y Portugal
gozan de situación de privilegio. Algunas leyes les privan de la
posibilidad de poseer tierras y sólo las ocupaciones transitorias
y marginales les están permitidas. Cuando los cruzados necesitan
dinero, no pueden tomarlo prestado de los cristianos, cuyas normas
prohíben la usura. Los judíos entonces se convierten en
prestamistas. Excluidos de la posesión de tierras y de los gremios
de artesanos, se ven forzados a desarrollar hábitos mercantiles.
Desde los tiempos del Imperio bizantino, los judíos son
recluidos en barrios especiales, pero en Venecia (s. xvi) es donde
surge una voz que define la discriminación social ciudadana a
través de la historia: los ghettos. A fines del s. xv, los judíos
son expulsados de España y Portugal; Holanda, Polonia y Turquía
les abren las puertas. Algunos escapados de la amenaza de la
Inquisición se refugian en el norte de África y en América. La
historia se repite en la época contemporánea. Así, los expulsados
de Europa central encuentran apoyo en Portugal, Inglaterra,
América y Palestina. A los motivos anteriores, la época de la
industria añade cuestiones de intereses en la competencia
económica. La Revolución francesa emancipa a los judíos,
concediéndoles todos los derechos de ciudadanos. Del mismo modo,
en otros países como Alemania mejoran sus condiciones de vida y
comienzan a ocupar puestos en las finanzas y en la política.
Nacimiento del antisemitismo. Bismarck (v.) llevó a un
desarrollo del antijudaísmo. El canciller inicia su carrera
política en íntima relación con los judíos, a cuyo favor obtiene
del Parlamento prusiano un aumento de derechos civiles y
políticos. Procura y consigue el apoyo del partido liberal, en el
que se encontraban eminentes diputados judíos, tales como
Ferdinand Lassalle, Eduard Lasker y Ludwig Bamberger. Consigue,
con su apoyo, la unificación imperial bajo la hegemonía prusiana,
política a la que se oponían los conservadores de Sajonia y
Baviera. Conseguido el objetivo, Bismarck no tiene escrúpulos para
abandonar el partido liberal y aplastarlo en las elecciones. En el
Bundestag (Parlamento federal) hace su aparición un famoso
antisemita: el pastor evangélico Adolf Stácker, fundador y jefe
del partido socialistacristiano y precursos del nacionalsocialismo
(v.). Su propaganda antijudía presenta a los judíos como cómplices
de los movimientos sociales y de la masonería (v.). Durante el s.
= florecen en Alemania los estudios lingüísticos, dividiéndose
para su estudio las lenguas en dos ramas: aria y semítica. El
francés Conde de Gobineau, influido quizá por el conocimiento de
estos estudios, escribe un libro titulado Essai sur Pinégalité
(1853-55), en el cual lanza una teoría sobre la raza aria.
El historiador T. Momsen, que era por aquellos años centro
de atención en las universidades alemanas, decía: «Los judíos
constituyen hoy día en Alemania el elemento de descomposición de
nuestros clanes, como lo fueron anteriormente en el Imperio
romano». Así se plantea en las universidades la cuestión racial.
Eugen Karl Dühring da forma al a. en su libro Die Judenfrage als
Rassen, Sitten und Kulturfrage (1861), donde estudia el problema
racial en tres aspectos: étnico, moral y cultural. Se sugiere el
origen judío de la masonería moderna, se acusa a los judíos de
inadaptados y de atentar contra la seguridad del Estado, como el
caso Dreyfus (v.) en Francia, etc. La policía rusa asegura haber
hallado un complot judío para lograr el dominio del mundo: los
Protocolos de los Sabios de Sión, editados en ruso hacia 1903. El
racista francés René Gantier, en su libro Vers un racisme franpais
(París 1939) sostiene que la raza judía deriva de las razas negra
y amarilla. El a. se destaca también en el terreno de los escritos
económicos, como p. ej. W. Sombart: The jews and Modern
Capitalismus (Londres 1913). En 1928, el Santo Oficio condena por
primera vez oficialmente el a. racista, deplorando sus
consecuencias, pero sin atacar las causas.
La forma más mortífera de a. ha sido el racismo (v.)
nacionalsocialista, reglamentado por las leyes de excepción de
Nuremberg (1935) y practicado en la II Guerra mundial por el
gobierno nazi. Su origen inmediato puede situarse en la mezcla de
conceptos de E. Dühring y Gobineau hecha por G. Lanz en los «Ostara
Hefte» (Cuadernos de Ostara). Lanz dividía a la humanidad en dos
grupos bien diferenciados: los asings (arios) y los simiescos,
entre los cuales se encontraban primordialmente los judíos. Hitler
se entusiasmó con sus teorías, lo que no evitó que, siendo Führer,
le prohibiera escribir y publicar ningún escrito, para que nadie
se enterase de los textos en los que se inspiraba, en parte, su
doctrina racista. Sin embargo, parece que los «Cuadernos de Ostara»
fueron leídos con profusión por los jóvenes universitarios de
aquellos tiempos y su influencia resultó clara, si se piensa en el
apoyo masivo a estas teorías de consecuencias tan funestas. Adolf
Eichmann fue la personificación de una inmensa máquina de matar.
Su frase «Daré saltos de alegría en la tumba, ya que el
sentimiento de tener cinco millones de judíos sobre la conciencia
es extraordinariamente tranquilizador», fue rematada con otra
aparecida en un libro encontrado en su refugio argentino: «Esta
frase es exacta, excepto en una palabra: yo no dije judíos, sino
enemigos del Reich». La persecución antisemita llevada a cabo por
el Reich hitleriano hizo surgir una reacción projudía que facilitó
la proclamación del Estado de Israel (v.), cuya gestación venía
preparándose desde tiempo atrás.
La Iglesia católica condenó el a. ya desde León XIII. Pío XI,
haciendo referencia al papel desempeñado por Israel en los planes
providenciales de Dios, afirmó que, desde el punto de vista
espiritual, los cristianos también son semitas. Pío XII procuró
proteger a los judíos frente a las persecuciones nazi y fascista.
A fin de cortar con los falsos intentos de dar una justificación
religiosa al a., el Conc. Vaticano II, en la Declaración Nosta
aetate, proclama: «Aunque las autoridades de los judíos con sus
seguidores urdieron la muerte de Cristo, las cosas que se llevaron
a cabo en su Pasión no se pueden imputar indistintamente a todos
los judíos que entoncesvivían ni a los judíos de nuestro tiempo»
(28 ag. 1965). Y. t.: SIONISNio; HERREROS I-II.
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MARÍA JOSÉ SOBEJANO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991