ALIENACIÓN


Origen del concepto. La palabra a. (del latín alienus: ajeno, extraño) significa originariamente el acto por el que se traspasa la propiedad de una cosa; es, por tanto, equivalente de enajenación, compraventa, donación, etc. A partir de ahí ha pasado a tener significados más amplios. Al traducir la Biblia al latín se acudió al término alienaba (más exactamente al adjetivo alienati) para traducir algunos lugares en los que S. Pablo dice que, en Cristo, se extienden a todos los hombres las promesas divinas de las que era depositario Israel y de las que, antes de Cristo, los gentiles estaban apartados (alienati, alienados: cfr. Eph 2, 12; 4, 18; Col 1, 21). De ahí podía deducirse un concepto de a. como apartamiento de la fuente de la vida y, por tanto, como situación del hombre que no alcanza la perfección y plenitud a que está llamado, y así se insinúa de hecho en algunos textos teológicos; pero el término no prospera. En otro orden de cosas, pero recogiendo ese mismo sustrato, aunque ahora a un nivel no ontológico sino psicológico, se habla de «alienación mental» en medicina para referirse a la demencia o locura.
      Rousseau (v.) y la filosofía alemana del s. xix retoman el vocablo dándole un sentido nuevo, de orden sociológico; a la vez lo insertan en un contexto filosófico de signo secularista y ateo, lo que plantea un complejo problema para la Sociología posterior. En esos autores (Fichte, Hegel, Feuerbach) se trata de una Entüusserung (extrañamiento) o Entfremdung (alejamiento) del hombre respecto de sí mismo, perdiendo su autenticidad. Según Hegel, el espíritu, al crear un objeto, se desposee de sí mismo, se entrega al objeto, se aliena en él. Esto tomará forma más concreta y materialista en L. Feuerbach, que va la primera y gran a. en la a. religiosa: el hombre «inventa» a Dios y traslada a él sus propias virtudes humanas internas; se enajena en la ficción religiosa. Pronto Marx recogerá la idea y la variará, trasladándola al mundo de lo social. Para Marx (v.), que en esto depende de Feuerbach, la a. no tiene, como en Hegel, sentido positivo (ya que no es un mero momento de la idea), sino negativo: implica en efecto un empobrecimiento empírico y real de los hombres, que se pierden a sí mismos en la exterioridad de unas obras que les son arrebatadas por estructuras explotadoras. De ahí su postulación de un estado en el que el hombre, pasando a través de un proceso revolucionario que modifique las estructuras, alcance la reconciliación de la naturaleza y consigo mismo. A partir de esas ideas de Marx y sobre todo el Marx de los primeros escritos, ya que en los de su época de madurez la palabra a. tiende a desaparecer se ha difundido un concepto de a. como estado o situación social en la que el hombre se encuentra en situación de ruptura ya que las deficiencias estructurales de dicha situación le impiden realizar la plenitud a la que aspira. No sólo la Sociología sino el lenguaje ordinario ha asumido ese significado del vocablo dando lugar a una verdadera inflación en su uso. Análisis sociológico. Es evidente que esas situaciones deficientes se dan, y para advertirlas no se requiere una especial óptica filosófica, y en ese sentido se puede hablar de a., en Sociología, sin presuponer el marxismo; si bien cabría sostener que tal vez no sea ése el mejor vocablo para designar el fenómeno mencionado. Vamos, no obstante, a seguir el uso mencionado, y a analizar algunas de esas posibilidades de que el hombre en lugar de realizarse socialmente se pierda o aliene.
      a) Alienación políticojurídica. Designa aquella situación en que el hombre no puede sentirse integrado en la sociedad, ya que ésta no se rige según razón y justicia, sino por el arbitrio y la violencia. Ello puede ocurrir en los sistemas absolutistas y autoritarios, pero también en los demócratas, cuando el elector, por desconfiar de los mecanismos electorales o de la fidelidad de los parlamentarios y mandatarios a sus promesas y programas, etc., deja de sentirse representado. De esa forma, el ciudadano, situado bajo una autoridad en cuya legitimidad no cree y frente a la que se considera extraño, se siente coaccionado, limitado arbitrariamente, y pierde el sentido de lo social. También podríamos incluir bajo este epígrafe aquellas situaciones en que, por una reglamentación de tipo colectivista y absorbente, resulta impedida la intimidad: el hombre se ve como privado de lo que le es más propio, y siente que se pierde en una colectividad anónima.
      b) Alienación económicosocial. Sería aquella en la que el hombre se viera desposeído de los bienes a los que es acreedor por su trabajo (v.), y, por tanto, impedido de realizarse como trabajador y, más radicalmente, en cuanto hombre. Es el aspecto más desarrollado por la escuela marxista; claro está que interpretándolo según su propia óptica. En este epígrafe se puede incluir no sólo la explotación injusta del obrero, etc., sino también las situaciones de despersonalización que pueden resultar de la organización misma del trabajo. Ya Hegel anotaba que, con el maquinismo, el instrumento hace mecánico el trabajo y el hombre podía llegar a ser como una «cosa», sustituible por la máquina. De esta suerte, el mundo humano sería un mundo enajenado, extraño al hombre, si la máquina hace que el trabajo sea estúpido, parcial e inhumano. Y más ampliamente se pueden encontrar. tres tipos de a. económica en el industrialismo: de la obra sobre el creador (la máquina domina al hombre y no a la inversa), del obrera en el trabajo (pierde la obra que hace materialmente, ignora, en la división del trabajo, para qué hace su labor parcelaria y llega a convertirse en mero sujeto físico, sin humanidad) y de la cohesión social (al escindir la sociedad en propietarios y no propietarios que no se sientan solidarios entre sí).
      c) Alienación éticoconsumista. Pero el hombre puede perderse a sí mismo no sólo por la privación de bienes, sina por un uso inadecuado de los mismos en el que no los ordena a un valor y un sentido, sino que, al contrario, se deja esclavizar por ellos. El tema es clásico en los moralistas griegos (desde Sócrates a los estoicos), que alaban como sabio a quien sabe vivir frugalmente, alcanzando así la libertad frente al multiplicarse de las necesidades; y luego en los cristianos, que lo amplían, colocándolo en el interior de una visión que supera la moderación griega, ya que está fundada en la caridad teologal: se resalta así, con toda fuerza, que la libertad interior, que nace del desprendimiento, no es fin en sí misma, sino que ha de estar ordenada al amor e informada por él. Desde una perspectiva sociológica, y con acentos diversos según los autores, la temática ha sido abordada por los estudios críticos de la llamada sociedad de consumo (v.).
      d) Alienación ideológicopolítica. Queremos aludir con ella a todas aquellas situaciones en las que el hombre pierde su inteligencia, ya que en lugar de un despliegue natural de la misma en un conocimiento de la realidad, se sufre una coacción que la violenta o se cae en una entrega a lo falso o ilusorio. Lo primero puede suceder no sólo por la vía de una violencia física, sino también y más peligrosamente por la de una manipulación suave como la que a veces opera una propaganda despersonalizadora. Lo segundo puede ocurrir tanto por la vía de la apatía, como en el caso de quien se deja llevar de la imaginación, como por la de la exaltación, de lo que constituye un buen ejemplo la enajenación de la propia inteligencia y de la propia voluntad a la ideología y la disciplina de los partidos totalitarios.
      Análisis filosófico. A este nivel se trata de valorar las situaciones descritas, descubriendo sus causas profundas y proponiendo ideales de superación; lo que a su vez, como es lógico, repercute sobre la descripción sociológica misma: todo análisis de la realidad social es siempre hecho, de manera más o menos consciente, a partir de una visión del hombre y de los fines a que debe tender. Digamos al respecto que la noción marxista de a. y aparte de lo que podría decirse con respecto a las diferencias entre el Marx maduro y el joven presupone una visión filosófica materialista y atea, en la que el hombre es negado como espíritu que trasciende a la materia y en la que se auspicia una identificación entre el hombre y la naturaleza en la que no queda lugar alguno para la trascendencia y para Dios. De ahí que, situándose en una línea marxista, se tienda a ver a. donde no las hay en realidad (y con ello queremos referirnos no sólo, como es claro, a la falsedad implícita en todos los análisis marxistas de la religión, sino a los mismos análisis de la estructura productiva, etc.: son numerosos los investigadores del mundo industrial o de la psicología del trabajo, etc., que han señalado que muchas de las descripciones de a. presentadas por la sociología marxista son en realidad creaciones de laboratorio, más que vivencias del trabajador mismo). Y, sobre todo, aunque detecte una auténtica situación de a., el marxista se hace incapaz de superarla, ya que, negando lo más propio del hombre, su espiritualidad, no puede nunca llevarlo a una verdadera integración consigo mismo, sino a algo que lo aleja cada vez más de su centro; por eso su acción sean cuales sean sus intenciones acaba desembocando en a. nuevas, incluso mayores que las que quería evitar.
      Un juicio adecuado sobre la situación social y una propuesta eficaz de superación de las eventuales situaciones injustas y alienantes, pasa a través (como ya señaló Marcel) del reconocimiento de la espiritualidad del hombre. Lo que, de una parte, nos conducirá a reconocer como alienante, ante todo y sobre todo, lo que implica dispersión y disgregación de las fuerzas espirituales de la persona; y a propugnar como vía de superación lo que suponga o favorezca una interiorización que enriquezca el espíritu y lo abra a una auténtica comunicación interpersonal. En ese sentido, y desde una perspectiva radical, habría que decir que la única realidad absolutamente alienante es el pecado (v.), que apartando de Dios aparta al hombre de la fuente del ser y del bien. De otras realidades podrá decirse que son alienantes en la medida en que dificulten la realización del bien; ninguna, pues, lo es en absoluto, dado el dominio que el hombre tiene sobre sí mismo en razón de su libertad (v.).
     

BIBL.: J. Y. CALVEZ, El pensamiento de Carlos Marx, 3 ed. Madrid 1961; R. BLAUNER, Alienation and Freedom, Chicago 1964; 1. M. GONZÁLEZ ESTEFANI, El moderno revisionismo marxista leninista en Francia e Italia, «Fomento social» (eneromarzo 1966) 3756; P. CHIODI, 11 concetto di «alienazione» nell' esislenzialismo, «Riv. Filosofica» (1963) 419445; I. S. RoN, The concept of alienation in moderm Sociology, «Social Research» 3 (1967).

J. L. ILLANES MAESTRE.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991