Antropología
Biblia


Si se entabla una investigación sistemática sobre la esencia del -> hombre, encontraremos también una antropología bíblica. Y lo primero que aquí nos llama la atención es que, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, el hombre nunca es visto en razón de sí mismo, sino siempre en su relación a -> Dios. Lo creado por Dios está asimismo ordenado a Dios y, de este modo, aparece implicado y requerido a la vez por su origen y su fin. Dado que, al mismo tiempo, el hombre bíblico sabe que existe dentro de un proceso histórico (-> Historia), su naturaleza no puede ser descrita con categorías estáticas, sino personales.

Entre otros numerosos testigos, acudamos a Pablo que, aunque no siempre utiliza una terminología absolutamente sistemática y fija, sabe hacer las afirmaciones más universales y ricas de contenido en torno al problema de la antropología bíblica. Soma (literalmente cuerpo) es el concepto fundamental de la antropología paulina, y su mejor traducción sería «persona humana». Según Pablo, el hombre no tiene cuerpo, sino que es cuerpo. A través del cuerpo es el hombre parte de este mundo y socio de Dios. El «cuerpo» es el soporte de las -> decisiones para el bien y el mal. Pero estas decisiones dependen de ciertas fuerzas presentes (-> Mundo, -> Carne, -> Dios, -> Espíritu), frente a las cuales el hombre debe tomar posición. El «cuerpo» (la persona) es algo permanente (-> Resurrección del cuerpo). Su destino final depende de que se haya decidido por el poder del pecado (cuerpo de muerte) o por el de Dios (cuerpo espiritual) (cf. 1Cor 15,42-49).

Por la psykhe (-> Alma), la persona humana es una naturaleza viviente e histórica. Por el nous (-> Espíritu), es una esencia racional, que puede conocer, comprobar, afirmar o negar la -> verdad. A ello ayuda la syneidesis (-> Conciencia) que, antes de cada decisión, sitúa al hombre entre la obediencia y la rebeldía. Por su kardia (-> Corazón), el hombre es siempre una unidad viviente. Desde aquí se afirma de su yo que quiere, proyecta, duda, espera, cree, condiciona, ama, etcétera. Si el hombre se decide contra Dios, sucumbe al mundo y a la carne y, con ello, al pecado y a la -> muerte.

Pablo pinta en Rom 7 un cuadro sombrío del hombre: es "carne", en que «nada bueno habita», incapaz de hacer el bien, aun cuando lo quiere. El hombre, pues, "está vendido al poder del pecado" y sometido a su ley hasta que es liberado por Jesucristo de la ley del pecado y de la muerte y colocado bajo la ley del espíritu y de la vida. Este enjuiciamiento paulino de la naturaleza humana «en sí», es decir, en cuanto privada de la gracia, no puede ser considerado aisladamente, sino en conexión con el contraste entre «carne» y «espíritu». Cuanto más sombríos son los colores con que se describe al hombre privado de gracia, que vive sin Cristo, más luminosamente brilla la acción redentora de Jesús que aporta la salvación (-> Justificación), que lleva al hombre del estado de debilidad, de esclavitud, de pecado y de muerte al estado de -> libertad y de -> vida, en el «estar cabe Dios», dándole así la más alta forma de existencia humana.