Por otra parte: el pobre «clama a Dios», en quien sabe que encuentra justicia y compasión. El Antiguo Testamento no reconoce como pobres a los que están desesperados y amargados, a los que, clara y brevemente, quieren arremeter contra todo. La dignidad del «deprimido» consiste en que mira a Dios como a su auxiliador. Está «inclinado ante la mano de Dios». Dado que su causa está ante Dios, puede ser humilde, paciente, sumiso. Por eso los -> profetas y los -> salmos identifican a los «humildes» con el verdadero Israel. Los temerosos de Dios se dieron a sí mismos más adelante el honroso nombre de «pobres»; en sus círculos se esperaba al -> Mesías «pobre», como «el que viene humilde, montado en un asno» (Zac 9,9).
«Pobres» son los que han prosperado poco en la vida, los despojados de su libertad, derecho y dignidad por la culpa y la necedad de otros; pero lo que les distingue esencialmente, en definitiva, es su actitud ante Dios: se encuentran «deprimidos», pero miran a Dios, de él esperan ayuda, cuentan con su justicia y misericordia, no exigen nada, sino que se inclinan sumisos a su voluntad. A estos «pobres» se refiere la bendición de Jesús, cuan-do habla de los «pobres de espíritu» (Mt 5,3). -> Pobreza.