Contiene cuatro discursos, fechados con bastante exactitud en el año 520
a.C. Los discursos son auténticos pero
no fueron coleccionados por el mismo Ageo.
Ageo insiste para que se reconstruya el templo (1,1-11). Sigue el relato sobre la buena acogida de esta llamada y sobre los comienzos de la obra (1,12-15).
El nuevo -> templo deberá ser más glorioso que el antiguo (2,1-9).
Ageo se ve obligado a anunciar que aquel pueblo y sus sacrificios eran impuros ante -> Yahveh (2,10-14). La promesa de bendición vinculada a la primera piedra (2,15-19) debe añadirse, sin duda, después de 1,15.
Ageo promete al davídida Zorobabel que, después de aniquilar los reinos paganos, Yahveh le hará «anillo de sello", es decir, que le hará rey mesiánico (2,20-23).
Como los profetas preexílicos, Ageo defiende la preeminencia de la gloria de Dios frente al bienestar propio (1,4). Por eso interpreta la calamidad presente (1,6.9ss; 2,16s) como un castigo de Dios, porque después de la vuelta del exilio había más preocupación por los intereses personales que por los de Yahveh y clama enérgicamente por la reconstrucción del templo. Esto no es exteriorización de la religión, sino presupuesto necesario para la consolidación de la religión yahvista y para la instalación del mismo Yahveh en -> Sión, esperada para los últimos tiempos. Como sus grandes predecesores, Ageo exhorta a confiar en la ayuda de Yahveh y anuncia un tiempo final de salvación universal, vinculada al templo y a la casa de David.