Reencarnación
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El tema de la reencarnación, dentro de la New Age, y otros movimientos contemporáneos, es algo muy popular y extendido. Tratado en forma científica y en forma novelada, es entendida como evolución optimista hacia la perfección total subjetiva y personal, según los diversos niveles de conciencia adquiridos. No es la reencarnación clásica oriental (más bien purgativa y purificativa), sino la positiva: porque en cada vida conseguimos niveles de conciencia cada vez más superiores.

En las versiones occidentales de creencia en la reencarnación, vigentes en nuestros días, se acentúa con más fuerza que en las tradiciones orientales la valoración positiva de esta reencarnación, enlazándola con los ideales propios de evolución progresiva, autorrealización personal y logro de la propia madurez (R. Steiner).

La supuesta base científica de la reencarnación viene avalada desde varios campos: Steiner, desde las ciencias naturales; Trautmann, desde la física nuclear (la persona humana sería una correlación de electrones pensantes); I. Stevenson, desde los recuerdos de ciertas personas que afirman haber vivido otras existencias anteriores; Th. Dethlefsen, desde planteamientos psicoanalíticos; y, desde luego, diversos fenómenos culturales tales como remedio para mitigar el miedo a la muerte (la muerte sería como la mariposa que echa a volar saliendo de la larva), elementos astrológicos, y hasta la postura ética contemporánea de no jugarse todo en una existencia o en opciones fundamentales vinculantes.

Unido al tema de esta reencarnación en sentido positivo, y para encontrar una base fiable y plausible, se encontraría la creencia en cuerpos energéticos, entre ellos un "cuerpo astral", y en la importancia y sentido de los "chakras" Según esto, el cuerpo físico está rodeado externamente por siete cuerpos energéticos que, como capas de energía, lo envuelven. La cuarta capa es el cuerpo astral. La enumeración completa de estos cuerpos sería: Cuerpo etérico o etéreo, cuerpo emocional, y cuerpo mental en el plano físico denso; cuerpo astral, que haría de puente o comunicación y crisol; finalmente, cuerpo etérico, cuerpo emocional y cuerpo mental en el plano espiritual o más sutil y anímico.

A su vez los chakras estarían situados en siete zonas del cuerpo etérico, y se definen como fuentes o vórtices de energía, y se corresponden con los principales plexos nerviosos del cuerpo. Cada chakra tiene un nombre y un color: Chakra básico en el coxis (rojo, muladhara), Chakra sacro en el ombligo (naranja, swadhistana), Ckakra solar en el plexo solar (amarillo, manipura), Chakra coronario en el corazón (verde, anahata), Chakra laríngeo en la garganta (azul, vishudda), Chakra frontal entre los ojos (índigo, ajna), y Chakra corona en la frente (violeta, blanco o dorado, shasrara). Los chakras tienen como misión mantener la energía humana en equilibrio mediante un proceso de corriente energética entre ellos.

Otra forma de denominar los campos energéticos o el espectro energético es el "aura", que incluso, se afirma, puede ser fotografiada. Dicha aura, multicolor representaría diversos órganos: rojo, columna vertebral y glándulas suprarrenales, que simbolizan la actividad, fuerza de voluntad y emociones. Naranja, los órganos reproductores y gónadas, representan la creatividad y el potencial artístico. Amarillo, el corazón y sistema inmunológico, simboliza la capacidad intelectual. Verde, el plexo solar y páncreas, simboliza el asiento de la personalidad y el equilibrio físico y psíquico. Azul, la garganta y tiroides. Representa la seguridad en uno mismo. Violeta es la frente y el metabolismo. Indica intuición y transformación. Finalmente, blanco equivale al cerebro y glándula pineal. Simboliza capacidad de concentración, energía y sentimientos espirituales.

En otro orden de cosas, el primer chakra simboliza la tierra; el segundo, el agua; el tercero, el fuego; el cuarto, el aire; el quinto, el sonido; el sexto, la luz; y el séptimo, el pensamiento.

El cuerpo astral es el doble del cuerpo físico, etérico, emocional y mental y sirve de enlace con los otros tres cuerpos más sutiles. Está relacionado con el cuarto chakra situado en el corazón, y es el que rige el sistema circulatorio, los doce meridianos de energía corporal, las emociones y los sentimientos. Este cuerpo astral es un condesador de energía cósmica y telúrica que da vida al cuerpo físico y tiene la propiedad de poder separarse del cuerpo físico. Esta salida se puede producir voluntariamente (para comunicarse con otra persona), o involuntariamente (mientras dormimos). Gracias al cuerpo astral, podemos experimentar la sanación holística o sanación integral del hombre como cuerpo, mente y espíritu, e, incluso, se puede llegar a un tipo de cirugía astral.

M. Blavatsky habla de cuerpo físico, principio vital, cuerpo astral, karma rupa o lugar de deseos y pasiones, inteligencia (mana), alma espiritual (buddi) y espíritu (atma). Atma, buddi y mana forman el "christós" (el Cristo), la conciencia plena y realizada. Por su parte, la antroposofía habla de cuerpo físico, cuerpo etéreo, cuerpo astral, forma de mi yo, el yo espiritual, el espíritu de la vida, el hombre espiritual.

Al hilo de lo que venimos diciendo, me atrevo a realizar una observación y una pregunta. ¿No será el momento, en la antropología de cuño cristiano, de integrar esta dimensión "energética" de la persona humana? Tal vez la visión de la persona humana tradicional ha estado demasiado condicionada sólo por tres dimensiones: biofísica, psicológica-emotiva-racional y espiritual-pneumática. Desde la aceptación del campo energético, como integrante de la visión del hombre, la antropología se enriquecería y equilibraría muchas de las posturas hasta ahora alejadas de las visión cristiana.

Sobre el tema de la muerte, E. Kübler-Ross afirma que, en el momento de la muerte, hay tres etapas: la muerte física del hombre, que es idéntica al abandono del capullo de seda por la mariposa. En la segunda etapa se está provisto de energía psíquica y se experimenta que no se muere solo sino en compañía de nuestros seres más queridos. En la tercera etapa se pasa a la Luz eterna, a otra forma de vida total marcada por el amor grande, indescriptible e incondicional. Cuando se ha visto la Luz, ya no es posible desear volver al cuerpo físico terrestre.

BIBL. — R. BERZOSA MARTÍNEZ, Nueva Era y cristianismo, BAC, Madrid 1998.

Raúl Berzosa Martinez