Tema 3.6

 PROYECTO DE EVANGELIZACIÓN
desde la E U C A R I S T Í A.
Etapa tercera

La religiosidad del futuro

O R A C I Ó N

(Se expone el Santísimo. Bien en la custodia o de otra forma adecuada)

A m b i e n t a c i ó n
“Nos ayudamos mutuamente a desarrollar
este don precioso que el Espíritu Santo
inspira y hace crecer en un corazón
humilde y sencillo”.

La oración contemplativa ante la Eucaristía, aun cuando se haga individualmente, tiene siempre un carácter comunitario.

El aspecto que ahora queremos destacar es la capacidad edificante de la misma oración y del propio orante.

La oración forma parte de la misión. Efectivamente, cuando alguien se pone ante la Eucaristía a orar, está dando testimonio de su fe en la presencia especial de Dios en el sacramento. Si alguien reza es porque se encuentra con Alguien. Y si lo hace de noche, es, también, por la misma razón.

En la oración somos como el “dedo que señala a la luna”. Aunque en este caso, a quien apuntamos es a Jesús en el sacramento. No rezamos por nosotros ni para nosotros, sino por El y para El.

Lo mismo que cuando vemos a alguien mirando al cielo nos incita a nosotros a hacer lo mismo, porque pensamos que algo curioso debe haber ahí arriba, de la misma manera quien está ante la Eucaristía puede provocar en quienes le ven la curiosidad, el deseo de mirar en su misma dirección.

Por propia experiencia sabemos que el Santísimo expuesto y la presencia del adorador no nos dejan impasibles.

Cuando la oración se hace, de verdad, en comunidad, tiene un efecto edificante para la misma.

Uno se siente arropado por la energía, el silencio, la quietud producidos por el grupo. Dando la impresión de que no hay nadie, uno se siente animado por todos. Todos somos portadores para el bien común.

Nos contagiamos mutuamente con lo mejor que hay en cada uno.

Nuestra actitud desea ser la correcta, nuestro deseo, el adecuado, nuestra pasividad, la que corresponde a una presencia que se desvive por amor, nuestro “ejercicio”, el propio de una oración contemplativa.

Cuando rezamos, todos estamos un poco “naciendo de nuevo”. Y ésta quiere ser nuestra mejor aportación para el bien común.

L e c t u r a  d e l  e v a n g e l i o

Primero, se lee en alto.

Después, cada uno lo lee a nivel personal cuantas veces sean necesarias hasta que haya algo que le llame la atención, le impacte, le diga algo. Y se va poniendo en común.

Cuando todos han terminado de expresarse, cada uno elige el “punto” en que va a concentrarse durante la oración. Puede durar unos veinte minutos.

(Como final, se puede dar la bendición del Santísimo, o, simplemente, se reserva o se cubre con un paño).

Terminada la oración, se puede intercambiar impresiones, experiencias, dudas, etc...

Después se reparte las hojas del tema y se pueden leer en común. Mientras se va leyendo, se pueden comentar, presentar interrogantes, pareceres, etc...

LA RELIGIOSIDAD DEL FUTURO

¿Qué significado puede tener la religiosidad en el futuro?. Seguramente se desarrollará una religiosidad cósmica que desconocerá un concepto de Dios limitado a una persona. Puesto que el individuo conoce el concepto PERSONA solamente desde su limitada consciencia del ego, aprisionada por la razón, ese concepto no puede captar la realidad de lo que denominamos Dios. El concepto “persona” se parecerá cada vez más a una cárcel, tanto para Dios como para el ser humano. La consciencia empuja hacia la experiencia de la unidad con todo lo que es, y busca lo universal. Si hablamos de Dios como de alguien frente a nosotros, sólo podemos hacerlo en términos de analogía.

Dice Eckhart: “Todo lo que piensas y dices sobre tu Dios, eso lo eres tú mismo más que Él; blasfemas contra Él, porque lo que es en realidad ninguno de los maestros tan sabios de París es capaz de decirlo. Aunque tuviera a un Dios al que pudiera comprender, jamás le reconocería como a mi Dios. Por ello, cállate y no vociferes de Él, no le cuelgues trajes de atributos y cualidades, sino tómalo “sin cualidad”, puesto que es un Ser por encima de todo ser y una Nada por encima de todo”.

Aunque los místicos hablan de algo frente a nosotros, nunca se refieren a una persona, tal como lo suele entender la gente generalmente. Por ejemplo, Kabir dice:
  ¡Oh Servidor! ¿Dónde me buscas?
  ¿No ves que estoy a tu lado?
  No estoy en el templo ni en la mezquita,
  ni en la Kaaba, ni en el Kailash.
  No estoy en los ritos ni en las ceremonias,
  ni en el yoga ni en la renuncia.
  Si eres un verdadero buscador,
  me verás enseguida;
  en un instante me encontrarás.
  Kabir dice: ¡Oh Sadhu!
  Dios es el aliento de todos los alientos.

Los grandes genios religiosos de todos los tiempos, cuyas experiencias fueron plasmadas más adelante en religiones, se distinguían por una religiosidad cósmica. No conocían ningún sistema dogmático y ningún Dios que fuese creado según la imagen de las personas. Más bien enseñaban que el hombre está hecho a imagen de Dios, es decir que la vida universal se manifiesta en el ser humano como ser humano.

Parece que la experiencia de la atemporalidad es condición previa para la relativización del homocentrismo y geocentrismo, en los que la humanidad siempre incurre. Mientras que se creía que la Tierra era el centro del universo, resultaba comprensible. Pero según los conocimientos de la astrofísica y de la cosmogonía actuales, el antropocentrismo es una idea ingenua e incluso funesta.

Las religiones se apoyan, en sus orígenes, en la experiencia mística de personas sabias, una experiencia transpersonal, más allá del espacio y del tiempo. La experiencia de la ausencia de tiempo y espacio relativiza todos los conocimientos intelectuales (incluso los sistemas teológicos), porque la realidad nunca puede captarse directamente, tan sólo es posible acceder a ella por una experiencia transpersonal. Hasta que la humanidad entera no entre en ese nivel de la experiencia, necesita de la religión. Pero ésta tiene que desarrollarse según el nivel del conocimiento intelectual.

Mediante imágenes resulta mucho más fácil imaginarse lo que es la Realidad. En el budismo y en el hinduismo se conoce el término no-dos, con él denominan la unidad y la multiplicidad de todas las formas en las que la Realidad originaria se revela. Pensemos por ejemplo en un colgante dorado, una cruz de oro. La cruz es algo diferente del oro y el oro es dintinto de la cruz. Pero el oro puede existir solamente como cruz, o como cualquier otra forma, y la cruz necesita el oro para aparecer. Son no-dos. Solamente juntos pueden manifestarse. Son uno, pero no lo mismo. Ambos quedan puros, pero a la vez son uno, coexisten. En este contexto valen las frases de Eckhart que fueron condenadas por la Inquisición: “Asimismo se puede sostener que el mundo ha existido desde la eternidad. Asimismo: de una vez para siempre desde el instante en que Dios fue y engendró a su Hijo – a Dios coeterno e igual en todo -, también Él creó el mundo”.

Para muchas personas, también para la mayoría de los teólgos, el ser humano ocupa el centro del proceso cósmico. Sufren de un geocentrismo y homocentrismo casi infantil; un orgullo desmesurado del cual feu víctima la raza humana desde el principio. El punto de vista radical, en el sentido de que el ser humano constituye el broche de oro de la creación, nos está causando hoy en día más problemas que nunca, como se desprende del trato tan irresponsable que damos al medio ambiente.

El 98% de todas las especies de este mundo se ha extinguido. Se cree que la tierra ha sufrido varias grandes catástrofes debido a impactos de asteroides. Por lo visto, hace unos 65 millones de años el polvo levantado por el choque de un asteroide oscureció la luz en la Tierra de tal forma que la vegetación murió y se extinguieron los dinosaurios. En otra ocasión, debido a la caída de un asteroide inmenso en el mar, una ola de unos trescientos metros de altura cubrió nuestro planeta, provocando la muerte en masa de los seres. La existencia en la Tierra sigue estando amenazada.

En el año 2126 existe el peligro de que el asteroide “Swift-Tutle”, que mide diez kilómetros de anchura, caiga sobre la Tierra. Cien asteroides con  diámetros mayores de un kilómetro de diámetro pueden pasar en el transcurso del tiempo al lado de la Tierra con la posibilidad de caer en ella. Muchos otros, solamente algo menores de tamaño, no se han registrado aún. Habrá que sumar a ello más de 300.000 objetos mayores de cien metros y que suponen un peligro para la Tierra. O sea, igual que antes sigue existiendo la posibilidad que el ser humano muera debido a una catástrofe.

La Realidad originaria que denominamos Dios seguirá existiendo en miles de millones de formas distintas después de la extinción de la especie humana. Lo único difícil de entender es en realidad por qué el ser humano – cuando cree en la reencarnación – desea volver precisamente como ser humano. Esa Realidad originaria no está de ningún modo atada a esta Tierra, a nuestra especie o a este universo. Según algunos científicos, no existe solamente un universo, sino diferentes universos, que van y vienen. Galaxias enteras surgen y desaparecen y con ellas millones de especies diferentes. La resurrección de la carne y demás imágenes bíblicas de esperanza necesitarán sin duda de un punto de vista nuevo y de una reinterpretación.

Toda forma tiende hacia la experiencia de la unidad de la vida, o sea a transcender su propia individualidad. Solamente en la experiencia de la vida el ser humano experimenta el significado de su existencia individual.

La religión debería ayudarnos a alcanzar esta experiencia de la vida. Cada sistema dogmático debería estar al servicio de ella. Pero con demasiada facilidad, las religiones instaladas se convierten en una finalidad en sí, lo cual, por otro lado, les resulta difícil de reconocer.

Puesto que los dogmas y la moral que proclaman ya no se corresponden con la realidad de la experiencia de la gente de hoy, ésta se separa de la institución y busca una nueva base para su vida. Muchos la han encontrado en los caminos esotéricos, conocidos por todas las religiones, pero que, desde luego, no todas enseñan.

Los caminos tales como el zen, el yoga, el vipassana y la contemplación son caminos espirituales, pero menos religiosos en el sentido corriente de la palabra, porque tratan de la experiencia y no de los contenidos de la fe. Estos caminos, que se parecen mucho en sus estructuras básicas, forman parte de la “philosophia perennis” en la que se basa nuestra condición humana y que se encuentra en todas las religiones, culturas y tiempos. Es el acceso verdadero a la Realidad universal.

Se perfila claramente el principio de una religiosidad cósmica. Pero hoy por hoy sólo puede apoyarse en herejes, en unos santos locos, en sabios y personas no conformistas, como, al fin y al cabo, siempre ha ocurrido. Tardará aún algún tiempo hasta que la humanidad sea capaz de comprenderse como una variedad efímera de Dios.

(Tomado del libro “En busca de la verdad” de Willigis Jäger de D.D.B. pág. 177-184).
 

por José Cruz Igartua sss
Fuente: Religiosos Sacramentinos