Tema 2.7

Escrito por José Cruz Igartua sss   

PROYECTO DE EVANGELIZACIÓN
desde la EUCARISTÍA.
Etapa segunda.

LA EUCARISTÍA,
FUENTE DE LIBERACIÓN Y COMPROMISO

INTRODUCCIÓN

Al finalizar la celebración de la Eucaristía, tenemos la sensación general de que “algo ha terminado”, y, por consiguiente, “punto seguido” o “con la música a otra parte”.

Tal vez, nos ha quedado una sensación, una pregunta, algún compromiso a realizar, etc... pero en nosotros no existe la conciencia de que la misa continúa.

Pocas veces hemos oído que la vida ha de ser una prolongación de nuestras eucaristías. Y que la Eucaristía adquiere su sentido pleno en la vida de los que la celebran.

Vamos a señalar brevemente algunas orientaciones para la vida que nos ofrece la celebración de la Eucaristía:

En la celebración 
En la vida

Nos reunimos como “comunidad”, grupo, asamblea, para celebrar la eucaristía.

En la celebración escuchamos la Palabra de Dios. Reaccionamos con expresiones de agradecimiento, admiración: “Te alabamos Señor”, “Gloria a ti, Señor Jesús”. También lo hacemos con el salmo responsorial.

En la Plegaria Eucarística desarrollamos una intensa oración.

En la comunión intentamos asimilar, digerir, el “cuerpo entregado” de Cristo, y su “sangre derramada”. Intentamos hacerlos nuestros.

Después, vivimos como...

Durante la semana, ¿nos acordamos de su mensaje?
¿Tenemos en cuenta algún compromiso que nos propusieron?

¿Cuál es mi actitud orante durante la semana?

Hasta qué punto mi vida es “entregada” y “derramada”?

Nos proponemos el siguiente

Objetivo: Descubrir las implicaciones prácticas de la celebración,
 e iniciarnos en ellas.

EXPERIENCIA

Se lee el siguiente texto:

Mt 21,28-32

“A ver, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se dirigió al primero: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Le respondió: Sí, señor; pero no fue. Después fue y dijo lo mismo al segundo. Este respondió: No quiero; pero luego se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?
Le dicen:
- El último.

Y Jesús les dice:
- Os aseguro que los recaudadores y las prostitutas entrarán antes que vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan, enseñando el camino de la honradez, y no le creisteis, mientras que los recaudadores, y las prostitutas le creyeron. Y vosotros, aun después de verlo, no os habéis arrepentido ni le habéis creído”.

Nosotros decimos “SÍ” a los mensajes de la celebración, pero luego en nuestra vida ordinaria....  ¿Qué reflexión se te ocurre?

CATEQUESIS

(Nos servimos de la parábola de “la vida y los sarmientos” de San Juan 15, y los comentarios realizados por J. Mateos – J. Barreto. Los presentamos versículo por versículo; pero, cada cual lo puede ofrecer como mejor le parezca).

Se lee, en un primer momento, el texto entero: Jn 15,1-6.

15,1: YO SOY LA VIDA VERDADERA, MI PADRE ES EL LABRADOR.

La vid o viña era el símbolo de Israel como pueblo de Dios.
La afirmación de jesús se contrapone a los textos del A.T. Él es la vid verdadera, el verdadero pueblo de Dios, formado por la vid con sus sarmientos. No hay más pueblo de Dios que el que se construya a partir de Jesús.
Como en el A.T. es Dios, el Padre de Jesús, quien ha plantado esta vid. El mismo la cuida, demostrándole su amor. La viña es cosa del Padre, porque es la comunidad que él ha fundado.
15,2ª: TODO SARMIENTO QUE EN MÍ NO PRODUCE FRUTO, LO CORTA.

Empieza Jesús con una advertencia severa, que define ya la misión de esta comunidad. El no ha creado un cenáculo cerrado ni un ghetto, sino una comunidad en expansión. Todo sarmiento que esté vivo tiene que dar fruto; es decir, todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión que cumplir.
El fruto es la realidad del hombre nuevo. La actividad, expresión del dinamismo del Espíritu, es la condición para que exista; se realiza a nivel de indivíduo y comunidad (crecimiento) y a nivel de propagación (nacimiento del hombre nuevo), es decir, en intensidad y en extensión.
Un sarmiento no produce fruto porque no responde a la vida que se le comunica. El Padre, que cuida de su viña, lo corta; es un sarmiento bastardo, que no pertenece a esa vid.
El sarmiento que no da fruto es aquel que pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu; el que come el pan, pero no se asimila a Jesús.

15,2b: Y A TODO EL QUE PRODUCE FRUTO LO VA LIMPIANDO, PARA QUE DÉ MÁS FRUTO.

Quien practica el amor, tiene que seguir un proceso ascendente, un desarrollo, hecho posible por la limpia que el Padre hace. Su actividad es positiva (va limpiando) y elimina factores de muerte; haciendo que el sarmiento/discípulo sea cada vez más auténtico, más libre, le da mayor capacidad de entrega y aumenta su eficacia.
Así como el grano de trigo tiene que morir para producir fruto abundante, y la mujer ha de padecer para que nazca el hombre, también el sarmiento ha de ser limpiado: renuncia al propio interés, despego de la propia vida.

15,3: VOSOTROS ESTÁIS YA LIMPIOS POR EL MENSAJE QUE OS HE COMUNICADO.

Hay una limpieza inicial y otra de crecimiento. La primera se realiza al insertarse en la vid separándose del orden injusto, lo que, por parte del discípulo, requiere la decisión de poner en práctica el mensaje de Jesús. La segunda, hecha por el Padre, mira a la fecundidad de esa inserción. Ellos que han aprendido el mensaje, pueden ya empezar a dar fruto.
El término “limpio” que en lenguaje religioso se traduce por “puro”, en este pasaje se atribuye al mensaje recibido y aceptado.

La purificación la produce la opción por el mensaje de Jesús, que es el del amor. Este separa del mundo injusto y quita, por tanto, el pecado. El mensaje, al mismo tiempo, en cuanto se hace realidad en la vida del discípulo, se identifica con el Espíritu, el dinamismo del amor. Quien, dócil al Espíritu, toma el amor activo por norma de vida, está puro, y la actividad de su amor lo purifica cada vez más. En referencia al lavado de los pies, no es el ser lavado lo que purifica, sino el lavar los pies a los demás; quien demuestra su amor, queda limpio.
Aspecto positivo del concepto “puro/limpio” era ser agradable a Dios y tener acceso a su presencia: sólo el que practica el amor a los demás agrada a Dios (mi Padre le demostrará su amor); y no sólo tendrá acceso a Dios, sino que el Padre vendrá a habitar con él.

15,4: QUEDAOS CONMIGO, QUE YO ME QUEDARÉ CON VOSOTROS. LO MISMO QUE EL SARMIENTO NO PUEDE DAR FRUTO POR SÍ SOLO SI NO SIGUE EN LA VID, ASÍ TAMPOCO VOSOTROS SI NO SEGUÍS CONMIGO.

Jesús exhorta a los discípulos a renovar su adhesión a él, en función del fruto que han de producir. La unión con Jesús no es algo automático ni ritual: pide la decisión del hombre, y a la iniciativa del discípulo responde la fidelidad de Jesús (yo me quedaré con vosotros).
Esta unión mutua entre Jesús y los discípulos, vistos aquí como grupo, será la condición para la existencia de su comunidad, para su vida y para el fruto que debe producir. Su comunidad no tendrá verdadero amor al hombre sin el amor a Jesús (si me amáis, cumpliréis los mandamientos míos), y sin amor al hombre no hay fruto posible.

El sarmiento no tiene vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí, necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús. Interrumpir la relación con Jesús significa cortarse de la fuente de la vida y reducirse a la esterilidad. La ausencia de fruto delata la falta de unión con Jesús.

15,5-6: YO SOY LA VID, VOSOTROS LOS SARMIENTOS. EL QUE SIGUE CONMIGO Y YO CON ÉL, ÉSE PRODUCE MUCHO FRUTO, PORQUE SIN MÍ NO PODÉIS HACER NADA. SI UNO NO SIGUE CONMIGO, LO TIRAN FUERA COMO AL SARMIENTO Y SE SECA; LOS RECOGEN, LOS ECHAN AL FUEGO Y SE QUEMAN.

Jesús repite su afirmación primera, ahora en relación no con el Padre, sino con los discípulos. Entre él y ellos existe una unión íntima. La misma vida que está en él circula en los suyos.
“El que sigue conmigo y yo con él, ése produce mucho fruto”. La frase de Jesús recoge la pronunciada en 6,56: “Quien come mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él”. Esta explica el significado de la unión con la vida; consiste en comer su carne y beber su sangre, es decir, en asimilarse a su vida y muerte, expresión de su amor. El texto alude a la eucaristía, explicada como el compromiso con Jesús que lleva al compromiso con los demás. Esa asimilación a Jesús es la que produce el fruto.

Pero como se ha visto, a la decisión del hombre responde la de Jesús (que yo me quedaré con vosotros); no se trata, por tanto de voluntarismo, sino de la capacitación que se recibe con la nueva vida, comunicada en la eucaristía (Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida definitiva), con tal que ésta signifique el compromiso ya citado. En realidad, el que se compromete de ese modo con Jesús queda unido a él y participa de su misma vida; es una comunión permanente con él, como lo indica la imagen de la vid.

Quien renuncia a amar renuncia a vivir. La alegoría termina describiendo la suerte de los sarmientos cortados; son un desecho: “los recogen, los echan al fuego y se queman”. El final es la destrucción. La muerte en vida acaba en la muerte definitiva, opuesta a la vida definitiva del que se asimila a Jesús”.

CELEBRACIÓN FINAL

Se puede terminar el tema con una celebración de la Eucaristía, en la que se hará hincapié en los lazos que nos ofrece para la vida.
Cada uno tomará un compromiso para la semana. Al final de la misma, se hará una pequeña evaluación de dicho compromiso.
Se termina la Segunda Etapa con una pequeña fiesta.

Fuente: Religiosos Sacramentinos