Tema 1.7

PROYECTO DE EVANGELIZACIÓN
desde la E U C A R I S T Í A.
Etapa primera

HOSPITALIDAD EN CASA DE ZAQUEO (Lc 19,1-10)
(¿Qué tengo que hacer ahora para salvarme después?
O
¿Qué tengo que hacer para vivir ahora como salvado?)
 

El relato de Zaqueo es una historia de hospitalidad. En el mundo antiguo, como en gran parte del mundo actual, la hospitalidad conllevaba ofrecer al huésped algo de comer. No ofrecer a alguien algo de comer significaba negar la hospitalidad a esa persona. No aceptar lo que se ofrecía para comer significaba rechazar la hospitalidad. Por consiguiente, la mejor manera de entender el relato de Zaqueo es como la cuarta de la serie de comidas celebradas durante el viaje hacia Jerusalén con Jesús el profeta.

Como los demás relatos, también éste dice mucho acerca de la eucaristía. En particular, asocia la hospitalidad eucarística con la justicia, la solicitud por el pobre y la salvación.

Contexto y tradición

El relato de Zaqueo prolonga y está estrechamente relacionado con el relato de la curación de un mendigo ciego por parte de Jesús cuando éste llegaba a Jericó (18,35-43). En efecto, ambos relatos juntos responden a la pregunta formulada poco antes: “¿Y quién se podrá salvar?” (18,26), como reacción ante lo que Jesús acababa de decir: “¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el reino de Dios!”

La pregunta “¿Y quién se podrá salvar?” la podemos concebir pensando en el más allá, o pensando en el más acá. Desde la primera concepción el interrogante se concretaría en lo siguiente: ¿Qué tengo que hacer ahora para salvarme después? Y desde el segundo postulado: ¿qué tengo que hacer para vivir ahora como salvado?

Al igual que el ciego, también Zaqueo quería acercarse a Jesús, pero la multitud se lo impedía. Al igual que el ciego, también Zaqueo quería ver; más concretamente, quería ver a Jesús.  Ambos relatos tratan de la ceguera o la incapacidad de ver, del don de la vista y de la salvación traída por Jesús.

Escenario: Jesús y el jefe de recaudadores de impuestos (Se lee el texto: 19,1-5)

El relato empieza indicando el escenario, presentando a los personajes y describiendo la situación. El punto culminante llega cuando Jesús se dirige a Zaqueo, que se había subido a un sicómoro para poder verlo.

Además de Jesús, está también la gente que impide a Zaqueo acercarse a Jesús (19,3) y que más tarde intenta impedir que Jesús se acerque a Zaqueo (19,7).

Luego está, por supuesto, Zaqueo, el personaje principal del relato.

En relación con el banquete en casa de Leví, el recaudador de impuestos (5,27-39), la comida de hospitalidad en casa de Zaqueo representa un punto culminante. Jesús fue, de la casa de un recaudador de impuestos corriente y vulgar, a la de un jefe de recaudadores de impuestos, lo mismo que había ido de dos simposios corrientes (7,36-50; 11,37-54) en casa de sendos fariseos corrientes, a un simposio sabático en casa de uno de los jefes de los fariseos (14,1-24).

Zaqueo era, además, un hombre rico. También lo fue, al parecer, Leví, pero esta circunstancia no se menciona, ya que su riqueza no parecía ser un elemento importante del relato. La riqueza de Zaqueo, en cambio, es fundamental en este relato. Dada la referencia que hace a la extorsión (19,8), puede que algo de esa riqueza, si no buena parte de ella, la obtuviera gracias a su posición como jefe de recaudadores de impuestos.

Finalmente, Zaqueo era bajo de estatura. La referencia a su altura física es significativa, porque es lo que le impedía ver a Jesús a través de la multitud que lo rodeaba. En el contexto literario de Lucas, la expresión “de pequeña estatura” también puede dar a entender que su estatura moral era pequeña.

La declaración inicial de Jesús a Zaqueo introduce el tema principal del relato. Jesús anunció que era necesario que él se quedara en casa de Zaqueo aquel día. Lucas no pensaba con que los lectores supieran de Zaqueo, pero lo presentó como alguien muy conocido para Jesús y para la gente. Jesús llamó a Zaqueo por su nombre. Si la gente no hubiera conocido a Zaqueo, no habría protestado por el hecho de que Jesús se quedara en su casa.

Jesús en casa de Zaqueo (Se lee el texto: 19,6-9)

El tema principal lo planteó Jesús cuando anunció que aquel día tenía que quedarse en casa de Zaqueo. El verbo griego traducido por “quedarme” significa “morar”. Jesús quería establecer su morada aquel día en casa de Zaqueo. Ya sabemos quién era Zaqueo. La gente, obviamente, también lo conocía y llevó el tema aún más lejos: “Ha ido a hospedare a casa de un hombre pecador” (19,7).

El hecho de que Jesús fuera a casa de un pecador indicaba su solidaridad con dicho pecador. Era necesario que Jesús se hiciese solidario con Zaqueo para que éste fuera salvado. La expresión “tengo que quedarme en tu casa” es muy importante en Lucas. Literalmente, significa “es necesario”. Este verbo sólo se usa en conexión con la misión de Jesús y los grandes acontecimientos de la salvación. En el relato que nos ocupa, presenta la entrada de Jesús en casa de Zaqueo como cumplimiento de su misión de traer la salvación a los pecadores.

Después de que Jesús se dirigiera a Zaqueo, éste “se apresuró a bajar y le recibió con alegría”, es decir, le recibió con alegría en su casa. Fue entonces cuando las multitudes empezaron a refunfuñar: no cuando Jesús declaró su intención de ir a casa de Zaqueo, ni cuando Zaqueo bajó del árbol hasta él, sino después de que Zaqueo recibió a Jesús en su casa.

La vida pospascual de la comunidad está también insinuada en el uso del título “Señor”, primero por el narrador – “Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor” – y luego por Zaqueo: “Daré, Señor, la mitad de mis bienes...”. Éste es el título que simón Pedro utiliza en el relato de su vocación tras la extraordinaria captura de peces: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador” (5,8). Al igual que Zaqueo, Simón Pedro había sido un pecador y era indigno de la presencia del Señor, pero ello no impidió que Jesús, el Señor, lo llamara a ser pescador de hombres (5,10). El mismo título fue utilizado tanto por el narrador como por Marta cuando ésta recibió a Jesús en su casa.

Al dirigirse a Jesús como Señor, un título cristiano, Zaqueo dio muestras de su conversión. Era un pecador. Como recaudador de impuestos, había extorsionado dinero a la gente, pero, en la medida en que lo hizo, cumplió la ley al devolver el cuádruple de lo que había extorsionado. Demostró pureza interior y manifestó interés por la justicia y amor a Dios al dar limosna a los pobres, como Jesús había exigido a los fariseos en una comida anterior (11,41-42). Todo esto lo estaba haciendo ya Zaqueo. El relato lo presenta, pues, como un cristiano que recibió al Señor Jesús en su casa.

En respuesta a Zaqueo y a quienes murmuraban por el hecho de que fuera a su casa, Jesús equiparó su llegada a dicha casa con la llegada de la salvación. La venida de Jesús como invitado es la venida de la salvación como invitada. Ser anfitrión de Jesús es ser anfitrión de la salvación.

Zaqueo era descendiente de Abrahán, a quien Dio en su misericordia prometió salvación – a él y a sus descendientes para siempre. Zaqueo era uno de esos descendientes. De hecho, cualquiera con las disposiciones adecuadas podía ser descendiente de Abrahán. Como decía Juan Bautista a las multitudes, de nada servía afirmar que tenían a Abrahán por padre, pues “puede Dios de estas piedras dar hijos a Abrahán” (3,8). Al ir a casa de Zaqueo y ser acogido allí a su mesa, Jesús estaba cumpliendo la promesa de salvación hecha a Abrahán.

La comida de hospitalidad en casa de Zaqueo fue un acontecimiento salvífico que respondía a la pregunta “¿Y quién se podrá salvar?” (18,26) o ¿quién puede “entrar en el reino de Dios?” (18,25). En cuanto acontecimiento salvífico, la comida en casa de Zaqueo fue igual a comer en el reino de Dios. Todo el que lo deja todo y sigue a Jesús “por el reino de Dios... recibirá mucho más en el presente, y vida eterna en el mundo venidero” (18,28-30). En la eucaristía comen en el reino que está ya en medio de ellos, y en el banquete celestial comerán en la plenitud del reino.

Dicho conclusivo: “Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”.

La declaración conclusiva de Jesús recuerda las parábolas de la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido (15,3-31) que dirigió a los fariseos y los escribas cuando éstos se quejaron de que acogía a los pecadores y comía con ellos. Era misión de Jesús buscar y salvar lo que estaba perdido. Y continúa cumpliendo su misión en la eucaristía, interpelando a todo el que murmura, refunfuña y protesta porque Jesús se junta a la mesa con los pecadores que han aceptado y siguen aceptando su llamada al arrepentimiento.

En casa de Zaqueo, Jesús cuestionó a quienes protestaban contra su presencia como invitado en casa de un recaudador de impuestos. Pero Zaqueo se arrepintió, y cuando Jesús aceptó su hospitalidad, la salvación llegó a esa casa. ¡Estaba en juego la misión misma de Jesús! Nadie podía impedir la venida de Jesús ni su presencia allí. Era necesario que Jesús fuera a casa de Zaqueo. La salvación llegó por necesidad divina.

Y nosotros ¿qué?

Jesús dice: “TENGO QUE hospedarme en tu casa”. (El “tengo que” tiene un sentido de “es necesario” que me hospede en tu casa para testimoniar y realizar la salvación.

Si nosotros nos preguntamos : “TENEMOS QUE acercanos a.....” (en la línea de Jesús): ¿A quiénes?

(presentar rostros concretos).

Según el texto de evangelio de hoy  ¿Cómo? ¿En qué condiciones?

Celebración

Partimos de las siguientes afirmaciones: LA VENIDA DE JESÚS COMO INVITADO,
 ES LA VENIDA DE LA SALVACIÓN COMO INVITADA.

 SER ANFITRIÓN DE JESÚS
 ES SER ANFITRIÓN DE LA SALVACIÓN.

Jesús dice en el evangelio: “Quien a vosotros os recibe, a mí me recibe”.  En el tema en el que estamos, esto se traduce así:

CUANDO YO SOY INVITADO O ME HAGO EL INVITADO
ES LA VENIDA DE LA SALVACIÓN COMO INVITADA.

 SER ANFITRIÓN MÍO
 ES SER ANFITRIÓN DE LA SALVACIÓN.

YO SOY MEDIO DE SALVACIÓN.

¿En qué necesito cambiar para parecerme más a Jesús? (momento de silencio).
Terminamos rezando el Padrenuestro. Cuando llegamos al “Venga a nosotros tu Reino” nos paramos, y cada uno va diciendo: “Venga a mí tu  (la actitud de Jesús que yo más necesito).

por José Cruz Igartua sss
Fuente: Religiosos Sacramentinos