Pastoral Fundamental
DPE
 

SUMARIO: 1. La configuración de la teología fundamental. - 2. Naturaleza de la teología pastoral. - 3. La Iglesia manifiesta su ser en las acciones eclesiales: 3.1. La Iglesia Pueblo de Dios; 3.2. La Iglesia Cuerpo de Cristo; 3.3. La Iglesia Templo del Espíritu Santo; 3.4. La Iglesia Sacramento de Comunión. - 4. Las tres referencias de la teología pastoral: 4.1. Cristo y la Iglesia; 4.2. Cristo y el Reino; 4.3. Cristo y el mundo. - 5. La fundamentación de la teología pastoral. - 6. La teología -pastoral-sacramental»: 6.1. Afirmaciones teológicas fundamentales; 6.2. Principios teológico-eclesiológicos de la acción pastoral; 6.3. La dinámica pastoral de la Iglesia. - 7 Orientaciones pastorales desde la pastoral fundamental..


La Iglesia vive la fe, la comunica y la reflexiona en cada cultura y momento histórico. El esfuerzo de teólogos y pastoralistas procura que la fe responda a las cuestiones fundamentales que toda persona se hace sobre el origen, destino y sentido de la vida. En los escritos del N.T. aparece con cierta frecuencia la necesidad que los cristianos sienten de razonar la esperanza en Cristo Resucitado para los que piensan de manera distinta (Pe 2,15 16). A lo largo de la historia la teología ha mantenido dos pretensiones complementarias «entiende para creer» (S. Anselmo) y «cree para entender» (S. Agustín); si la expresión anselmiana subraya el esfuerzo humano, la expresión agustiniana nos ayuda a comprender lo profundo de la relación fe-cultura: las preguntas y razones son suscitadas por la fe y en ella encuentran la respuesta más plena.

1. La configuración de la teología fundamental

La necesidad de validar y defender la fe hizo surgir la apologética; los tres frentes a los que pretende responder la apologética son: la negación de Dios (ateísmo), la religión natural-racional (deísmo) y la comprensión protestante del cristianismo. La apologética profundiza las pruebas de la existencia de Dios, la validez histórica de la revelación cristiana y la Iglesia católica como la única Iglesia de Cristo. El enfoque del tratado de apologética en la época neo-escolástica era de estructuración teórica y basado en la autoridad que la Iglesia ha recibido de Dios. En el siglo XX los aportes de la crítica literaria e histórica, la revalorización de lo existencial y subjetivo, la recuperación de la patrística y los intentos de renovación litúrgica fueron preparando el camino al surgimiento a una nueva manera de enfocar la significatividad de la fe para la vida humana. La referencia a Dios da a la fe una pretensión de ultimidad y de universalidad; la reflexión teológica y la acción pastoral deben manifestar convincentemente que la fe es el mejor camino para una comprensión más profunda de lo humano y para dotar a la existencia personal y social de un horizonte de sentido que realiza plenamente lo humano. En consecuencia, la actitud de escucha, diálogo, confrontación crítica y purificación constante es lo que mejor puede aquilatar la fe que profesamos y manifestar los motivos profundos que llevan al acto de fe (cf. ANDRÉS TORRES QUEIRUGA, Teología fundamental, Nuevo Diccionario de Catequética, S. Pablo 2000, 2142-2144).

La revelación cristiana es Palabra de Dios en y por medio de las palabras humanas (D.V. 11 y 12). La manera de entender el origen, el fundamento y el destino de la vida que aporta la fe cristiana se puede comprobar en la experiencia cotidiana (G.S. 13). En este sentido, «la Iglesia nada rechaza de lo que en otras religiones hay de verdadero y santo» (N.A. 2); se impone el diálogo interreligioso y el camino del ecumenismo, pues lo que en otras religiones existe es un grado de revelación, y lo que los católicos tenemos es para todas las religiones. Para la Iglesia la cuestión fundamental en nuestro mundo está en cómo compaginar la autonomía de lo humano con la fe revelada y dogmática en los campos más importantes de la vida personal y social (ciencia, psicología, política y moral). El acto de fe se hace con toda la persona, y en él quedan incluidas las diferentes facetas de la vida que reconocen en la fe lo que les da fundamento, sentido y horizonte de plenitud. ¿Cómo hacer para que esta convicción de los creyentes maduros pueda ser entendida y aceptada por los hombres y mujeres de nuestra época? Hacer visibles y creíbles todas las potencialidades que tiene la fe es una tarea apasionante y compleja, pues tiene en cuenta las posibilidades de la mente humana, las intuiciones del corazón, el sentido histórico de análisis «empeñativo-transformador» de la realidad, la capacidad simbólica, el horizonte utópico, etc. Estas «razones» deben articularse como una «gramática» (Card. Newman) que relaciones los elementos y lleve a una comunicación comprensible para el emisor y el receptor, pues tienen la misma naturaleza y participan de las mismas experiencias existenciales desde la interioridad propia del ser humano. El creyente sabe que la realidad externa y su propia subjetividad han sido creadas por Dios y participan de su presencia salvadora. Cada reconocimiento y acogida de Dios que hacemos nos supera y nos sitúa en una nueva búsqueda que transciende lo humano al tiempo que lo transforma.

Este planteamiento tiene consecuencias evangelizadoras en la transmisión de la fe a otros; veamos las más importantes (ANDRÉS TORRES QUEIRUGA, O.C, 2152-2154):

2. Naturaleza de la teología pastoral

«La teología pastoral es la ciencia teológica de la colaboración ministerial de la Iglesia al plan divino de la salvación» (R. SPIAllI, Natura e situazioni della teologia pastorale, en AA.W., Scienza e prassi pastorale in Italia, Napoli 1985, 743). A esta definición se llega tras reflexionar sobre la naturaleza de la Iglesia que, en un tiempo y lugar precisos, busca realizar su ser y misión sirviendo al plan divino de salvación. «La teología pastoral es la ciencia teológica que analiza la situación concreta en que la Iglesia se edifica mediante sus acciones propias». (C. FLORISTÁN y M. UsEROS, Teologia de la acción pastoral, Ed. Católica 1968, 111). Esta comprensión ha supuesto dos siglos de búsquedas y formulaciones del estatuto epistemológico de la teología pastoral; nace en 1777 por iniciativa de la emperatriz María Teresa de Austria y es el abate F.S. Rantenstranch quien hace la primera formulación de la pastoral como disciplina universitaria. En una primera etapa la teología pastoral se concibe como algo práctico, racional y destinado al pastor de almas que ha de formar buenos cristianos y ciudadanos. Sailer publica en Munich en 1788 un tratado sobre la «cura de almas» con inspiración bíblica y Kerigmática: la pastoral y el pastor son mediación de la salvación. A. Graf, de la escuela de Tubinga, abre un horizonte nuevo al dar a la teología pastoral un enfoque eclesiológico y considerar la «autorrealización de la Iglesia y la edificación del Reino» como el contenido de esta disciplina. J. B. Hirscher, profesor de teología pastoral en Tubinga, afirma que la acción pastoral de la Iglesia tiene como objetivo fundamental el anuncio del Evangelio. F.X. Arnold en «La auto-construcción de la Iglesia» (1961) define la acción pastoral como mediación de la salvación y la fundamenta en el principio teándrico, pues es acción divina y humana. R A. Liégé en Francia profundiza la concepción eclesiológica de la teología pastoral. K. Rahner entiende la teología pastoral como reflexión teológica de la autorrealización de la Iglesia y subraya la importancia del contexto sociocultural en el que la Iglesia realiza las acciones eclesiales; Dios ama esta situación y quiere la salvación de la humanidad. Este análisis teológico ayuda a discernir el posicionamiento adecuado de la Iglesia en el mundo. «El objetivo de la teología práctica no consistirá tanto en encontrar la posibilidad de realizar formas precisas de vida eclesial, sino en buscar que la Iglesia tenga la postura y reacción adecuadas en su encuentro con la realidad del mundo contemporáneo. Esto implica que la teología práctica debe además ser crítica.» (M. SZENTMÁRTONI, Introducción a la teología pastoral, Verbo Divino 1994, 15)

La teología del Cuerpo Místico ayudó a relacionar eclesiología y teología pastoral y el ser y actuar de Cristo con la naturaleza y misión de la Iglesia. La conciencia de la descristianización del mundo tradicionalmente católico y el alejamiento de los obreros de la participación eclesial llevan al planteamiento de una pastoral misionera y de conjunto.

El contenido de las acciones eclesiales se hace en referencia a las acciones del mismo Cristo y al mandato misionero que recoge Mt. 28, 18-20. La teología pastoral se divide en Pastoral Fundamental: tratamiento de la naturaleza y fundamentación de la acción pastoral, y en Teología Especial: anuncio, celebración, vida cristiana y compromiso. Las aportaciones de Pablo VI en E.N. han ayudado a comprender mejor lo que entendemos por pastoral; la evangelización se entiende como un proceso estructurado por el anuncio misionero, la propuesta cristiana, el seguimiento de Jesús y el crecimiento constante en la adhesión a la persona de Jesucristo con el consiguiente cambio de criterios, actitudes y comportamientos (cf. L. PACOMIO, Pastorale ed evangelizzazione sono sinonimi?, en AA.W., Scienza e prassi pastorale in Italia, Nápoles 1985, 101-111). La acción pastoral procura la edificación de la Iglesia, es decir, que el pueblo se sienta pueblo de Dios, es decir, comunidad que tiene su origen en la comunión trinitaria y busca la construcción del Reino de Dios. «Como la función teológica es un acto reflexivo, es acto segundo. Antes de pensar se es, y antes de que haya una teología cristiana hay una vida eclesial de creyentes. Evidentemente, la operación reflexiva produce un conocimiento teológico, al que precede un acto pastoral, que es un acto primero» (C. FLoRISTÁN, Teología práctica. Teoría y praxis de la acción pastoral, Sígueme 1991, 140). La teología pastoral al ser teología es interpretación de lo humano desde el Evangelio, y por ser pastoral tiene como meta la vida cristiana y la salvación eterna. En consecuencia, la teología pastoral precisa formular con claridad los objetivos, la meta y el método que le son propios. «Una doctrina teológica incapaz de iluminar una práctica y que no lleve a la realización de la Iglesia y de su misión en el mundo es pura especulación que poco tiene que ver con la teología, y una práctica pastoral que no esté asentada sobre una sólida fundamentación teológica no pasa en muchas ocasiones de ser una aventura o un mero experimento del que con frecuencia tenemos que lamentarnos más tarde» (J. A. RAMOS, Teología Pastoral, BAC 1995, 8-9).

3. La Iglesia manifiesta su ser en las acciones eclesiales

Los cristianos confesamos nuestra fe en la Trinidad manifestada en la Historia de la Salvación; ahí encuentra su lugar y referencia la Iglesia santa, católica y apostólica. La Iglesia ha recibido el depósito de la revelación que anuncia, celebra y vive como lo que da el sentido último y definitivo a todo lo que existe. Jesucristo es la autocomunicación plena y definitiva de la salvación Dios; la Iglesia nace de la Pascua y de Pentecostés, forma parte de la etapa de la consumación de la salvación, y en su ser y acción descubrimos el ser personal de la Trinidad como comunión en la historia de la humanidad. La Iglesia manifiesta la comunión con Dios, que se manifiesta y entrega y la comunión con la humanidad a la que lleva al encuentro con el Dios trinitario. «Cristo es la presencia real en la historia del triunfo escatológico de la misericordia de Dios.... En la Encarnación abrazó Dios al mundo radical y definitivamente en su misericordia... En la Encarnación la humanidad entera fue asumida definitivamente para la salud, en este su miembro y cabeza unido definitivamente con Dios en unidad personal. En el momento en que el Logos asume esta naturaleza humana en la unidad y humanidad una, la redención no puede retenerse ni ser retenida» (K. RAHNER, La Iglesia y los sacramentos, Barcelona 1964, 14-15).

3.1. La Iglesia pueblo de Dios

Jesucristo manifiesta y realiza la voluntad salvífica de Dios de entrar en comunión con la humanidad y de constituirla como comunión; la entrega de Cristo (fit. 2, 13-14) constituye el nuevo Pueblo de Dios que se sostiene en El, por El y con Él. «La Iglesia terrestre es la aparición de la realidad salvífica en el plano de la visibilidad histórica. Es comunidad visible de gracia... No es sólo un medio de salvación; es la salvación misma de Cristo, es decir, la forma corporal de esta salvación manifestada en el mundo» (E. SCHILLEBEECK, Cristo, sacramento del encuentro con Dios, San Sebastián 1966, 15). La salvación de Dios es comunitaria (cfr. L.G II) y el nuevo pueblo de Dios tiene su justificación en la voluntad de Dios de salvar comunitariamente a los hombres (L.G. 9) «La Iglesia es el pueblo unificado que participa en la unión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (S. Cipriano); desde esta realidad constitutiva del ser de la Iglesia ésta invita a todos a formar parte del Pueblo de Dios (LG. 13; AG, 1, 7, 9) en el que la confesión de fe y el Bautismo nos hace a todos iguales, y todos somos llamados a ser santos. El lugar y el camino de la Iglesia es el de la humanidad, pues así podrá ser, en medio de los pueblos, signo de comunión y testigo de reconciliación; la Iglesia da lo que ella misma es y significa: «comunidad de gracia» con Dios.

3.2. La Iglesia cuerpo de Cristo

Esta expresión se refiere a la relación entre la Iglesia y la persona y misión de la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia se constituye en la voluntad de Jesús y por la acción de Cristo resucitado y del Espíritu Santo. En este sentido, la identidad de Jesús nos ayuda a comprender la identidad de la Iglesia. «La alteridad en Dios no es separación o contraposición sino comunicación y donación, el esplendor y la gloria del dinamismo del amor... Por eso, el otro que brota del Padre es Hijo y Logos; Hijo en cuanto auto-expresión regulada y aceptada; Logos en cuanto inteligibilidad desplazada y compartida. Por su propia constitución, el segundo de la Trinidad es encarnable, posee la libertad, generosidad para ser el enviado, el contenido de lo que Dios puede ofrecer y prometer al mundo. Esta apertura de la comunicación al mundo va a ser ámbito de la Iglesia. Y la Iglesia deberá reflejar y expresar la lógica de esa relación al mundo por parte de Dios, de la misión del Hijo (ELOY BUENO DE LA FUENTE, Eclesiología, BAC 1998, 48). La misión de Jesucristo es hacernos «hijos en el Hijo» por la reconciliación con Dios, el sentirnos hermanos y el compromiso con los pobres (A.G. 3); la Iglesia encuentra su razón de ser en la misión de Jesucristo, y hace de ésta su misma misión. Hay relación de continuidad entre el grupo de los Doce, la experiencia de la Pascua y la comunidad de Pentecostés, y el dinamismo misionero de los Hechos de los Apóstoles. La gracia salvadora de la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret continúa en la acción del Kyrios; la Iglesia se sitúa en esta etapa de la historia de salvación. La Iglesia es la parte de la humanidad que entiende la vida desde Jesucristo, que presencializa el encuentro del Resucitado con el mundo y que camina hacia la plenitud, pues toda la creación está llamada a vivir y manifestar lo que ya posee la Iglesia. La meta última hacia la que todos caminamos es la reconciliación universal cuando «Dios sea todo en todos»; y la Iglesia, Cuerpo de Cristo, sirve a esta misión.

3.3. La Iglesia templo del Espíritu Santo

La dimensión neumatológica de la Iglesia expresa lo propio del ser y misión del Espíritu Santo. La peculiaridad personal de la tercera persona de la Trinidad es que es Don de Dios y «designa el júbilo y el agradecimiento en el que el Padre da origen al Hijo y éste se recibe enteramente del Padre. Por ello el Espíritu vive del Padre y del Hijo» (ELOY DE LA FUENTE, O.C. 64). El Espíritu Santo comunica la posibilidad, el dinamismo y el gozo de la comunión a la que está llamada toda la humanidad como proyecto humano y trascendente. El Espíritu Santo es la fuerza que abre la historia hacia lo nuevo, lo renovador, lo comunitario y la plenitud; y así manifiesta la gloria del Padre y los frutos de la redención del Hijo. Los Evangelios narran como el Espíritu Santo se hace presente en los momentos importantes de la vida de Jesús y de su misión. La misión del Espíritu Santo y el envío de los apóstoles parten de Jesús: «Jesús le dijo otra vez: 'La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío' Dicho esto, sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn. 20, 21-22). «El Hijo, que ha consumado en el mundo la misión recibida del Padre, recibe a su vez de él en el Espíritu la Iglesia, que por ello queda insertada en el amor recíproco que los constituye como personas. Y el Don-Persona no puede dejar de mostrar su protagonismo en la Iglesia» (ELOY BUENO DE LA FUENTE, O.C. 67). Pentecostés expresa en la historia el impulso necesario y definitivo del Espíritu Santo para que la humanidad camine hacia la unidad; para ello ayuda a los bautizados a adentrarse en el misterio de Dios, a crecer en la vida evangélica y a no perder el rumbo que nos lleva a la vida eterna. «Así, pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros con ellos estáis siendo edificados, para ser morada de Dios en el espíritu» (Ef. 2, 19-21). Por esto Pablo exhorta a los cristianos de Roma, «por la misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios. Tal será vuestro culto espiritual» (Rom. 12,1) porque el cuerpo humano en todas sus dimensiones temporales es «templo del Espíritu Santo» que hemos recibido de Dios y, en consecuencia, no nos pertenecemos, pues somos don, amor y gracia para el Reino.

3.4. La Iglesia sacramento de comunión

«El Padre eterno creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su sabiduría y bondad. Decidió elevar a los hombres a la participación divina «a la cual llama a todos los hombres en su Hijo: Dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la santa Iglesia» (CEC 759). El proyecto salvador tiene su origen en el Padre por el Hijo en el Espíritu Santo; el encuentro con Dios es por Cristo en el Espíritu. La iniciativa y generosidad de Dios nos ha hecho «partícipes de la naturaleza divina» (2 Pe.1,4); a esto llamamos comunión, que se nos da como el don del Espíritu que conlleva la «gracia de Jesucristo» y el «amor del Padre», expresiones frecuentes en los escritos del Nuevo Testamente. La Iglesia es la comunidad de los que viven la comunión trinitaria y trabajan porque esta comunión aliente la fraternidad entre las personas y los pueblos. La Iglesia es sacramento de comunión porque se inserta en la comunión trinitaria y es presencia histórica de esta comunión. «La Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, es una comunión, a la vez interior, de vida espiritual (de fe, de esperanza, de caridad), significada y engendrada por una comunión exterior de profesión de fe, de disciplina y de vida sacramental» (ELOY BUENO DE LA FUENTE, o.c., 78). La comunión es don de Dios que llevamos en nosotros por naturaleza y gracia bautismal, tarea intraeclesial y compromiso histórico. «Lo que existía desde el principio, lo que oímos, lo que vieron nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos, hablamos de la Palabra, que es la vida, porque la vida se manifestó, nosotros la vimos, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba de cara al Padre y se manifestó a nosotros, eso que vimos y oímos os lo comunicamos ahora para que seáis vosotros solidarios, con nosotros; pero además, esta solidaridad nuestra lo es con el Padre y con su Hijo Jesús, el Mesías. Os escribimos esto para que nuestra alegría llegue a su colmo» (1 Jn. 1,1-4).

4. Las tres referencias de la teología pastoral

«En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado... En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre» (G.S. 22). Este texto es muy esclarecedor del ser y la misión de la Iglesia, y nos sirve para comprender adecuadamente la fundamentación de la teología pastoral. Jesús de Nazaret anuncia y hace presente al Reino; muerto y resucitado envía a los Apóstoles para que continúen su misión con la fuerza del Espíritu Santo que han recibido. Y los Apóstoles anuncian a Jesucristo como Señor (Kyrios) de la historia; todo ha sido creado en El y para El, pues ha de recapitular en sí todas las cosas llevándolas a su plenitud (cfr. G.S. 38). Las tres grandes referencias para la Iglesia son Cristo, el Reino y el mundo.(Cf. J. A. RAMOS, «Cristo, Reino y Mundo, las referencias obligadas para la acción pastoral de la Iglesia»: Salmanticensis 37 (1990) 177-200).

4.1. Cristo y la Iglesia

«La Iglesia es en Cristo como un signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (L.G. 1). La Iglesia es sacramento de Cristo pues da continuidad en la historia a la salvación de Cristo; en la humanidad de Cristo, Dios comunica la salvación, y la Iglesia es la mediación que prolonga en el espacio y en el tiempo esta misión salvadora que viene de Cristo. En consecuencia, la estructura teándrica de Cristo también configura a la Iglesia, que no se puede identificar con Aquel en quien encuentra su origen y razón de ser. «Desde la salvación dada en Cristo, la Iglesia aparece como un misterio derivado que recibe del mismo Cristo estructuras similares a su misterio, estructuras que reflejan la humanidad y la divinidad del que es su Señor (J. RAMOS, Teología Pastoral, BAC 1995, 89; cfr. Encarnación e Iglesia. Dogma cristológico y eclesiológico en el magisterio pontificio y conciliar del Vaticano 1 al Vaticano II, Salamanca 1984). En la Iglesia, santa y pecadora, no se puede atribuir todo a la acción del Espíritu Santo; por el contrario, siente permanentemente la necesidad de convertirse al Evangelio, pues su referencia definitiva es Jesucristo. «Cuando el Padre envía su Verbo envía también su aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos, pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien le revela» (CEC 689).

4.2. El reino y la Iglesia

«El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Nueva, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras» (L.G. 5). Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo» presente y en misterio» (L.G. 3) (CEC 763). El Reino que Jesús anuncia en el Evangelio expresa la voluntad salvadora y reconciliadora de Dios para toda la humanidad. El Reino se inaugura con Jesús de Nazaret y se va abriendo camino en medio del mundo y de la historia hacia la consumación escatológica. La Iglesia acoge el Reino, camina hacia él y procura hacerlo realidad con obras y palabras en cada comunidad evangelizada que celebra la liturgia y se compromete con los problemas humanos. Se dan realidades no eclesiales que significan y construyen el Reino; el camino de la humanidad es el camino de la Iglesia, pues su razón de ser es encaminar a los hombres y mujeres hacia la novedad de vida que es el Reino. La Iglesia no es el Reino, pero el Reino está presente en ella y al Reino sirve la Iglesia. Esto hace que la Iglesia se entienda a sí misma como comunión y Pueblo de Dios que anticipa la realización plena de cada persona y de la humanidad como fraternidad. El horizonte del Reino mantiene la esperanza de los cristianos, ayuda a la Iglesia a revisarse permanentemente y apunta al trabajo convergente con otras personas e instituciones preocupadas por mejorar la humanidad

4.3. El mundo y la Iglesia

«Cristo, el único Mediador, estableció en este mundo su Iglesia, comunidad de fe, esperanza y amor, como un organismo visible. La mantiene aún sin cesar para comunicar por medio de ella a todos la verdad y la gracia. La Iglesia es a la vez: sociedad dotada de órganos jerárquicos y el Cuerpo Místico de Cristo; el grupo visible y la comunidad espiritual; la Iglesia de la tierra y la Iglesia llena de bienes del cielo». Estas dimensiones juntas constituyen «una realidad compleja, en la que están unidos el elemento divino y el humano». (L.G. 8), (CEC. 771). El lugar de la Iglesia es el mundo, y el sentido de su misión es ser signo y sacramento de Cristo y del Reino. La Iglesia es mediadora del encuentro del hombre con Dios y del sentido profundo de la existencia como comunión, entrega y servicio. Ella misma ha recibido y trata de vivir lo que también ha de ofrecer a los demás. La Iglesia comparte con el mundo los problemas, las búsquedas y la visibilidad de sus elementos y estructuras, las esperanzas y el peregrinar constante por el mundo. «El gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias de nuestros días, sobre todo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también gozo y esperanza, lágrimas y angustias de los discípulos de Cristo, y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón. La comunidad que ellos forman está compuesta de hombres que, reunidos en Cristo, son dirigidos por el Espíritu Santo en su peregrinación hacia el Reino del Padre, y han recibido, para proponérselo a todos, el mensaje de salvación. De ahí la experiencia vital que le hace sentirse, y serlo en realidad íntimamente solidaria con la humanidad y con su historia» (G. S. 1). ¿Cómo debe vivir y misionar la Iglesia, cada comunidad cristiana para que el Evangelio llegue a todos los hombres cercanos y lejanos? La transmisión de la fe exige el conocimiento y el respeto a cada cultura; al tiempo que la fe se incultura, también debe ser creadora de valores, relaciones y sensibilidades alternativas. «La fe debe segregar cultura; y el creyente está llamado a dialogar con la cultura. La impregnación de la cultura por la fe es un punto de conexión importante para el anuncio cristiano. La diferencia entre la comprensión cristiana del hombre y el mundo y las antropologías y cosmovisiones dominantes es grave. El reducidísimo número de intelectuales cristianos es preocupante. Los que entre nosotros generan cultura son casi todos «increyentes», «pos-creyentes» y «para-creyentes». La presencia de cristianos confesantes en el seno de las llamadas «minorías cognitivas» es harto escasa y apenas perceptible» (Congreso Evangelización y hombre de hoy, Edice 1986, 178). La fundamentación de la misión de la Iglesia está en que Jesucristo es la «revelación del hombre al hombre»; así como Cristo es sacramento de Dios para la humanidad, la Iglesia es sacramento de Cristo en medio del mundo. Lo que dificulta el afianzamiento del Reino de Dios es el pecado, es decir, los egoísmo que impiden la intercomunión solidaria de todos los pueblos; la humanidad está llamada a ser la familia de los hijos de Dios que se reconocen como hermanos. La Iglesia como sacramento de comunión anticipa, celebra y promueve la unidad y la reconciliación. Cuando «Dios sea todo en todos» la salvación de Cristo y la misión de la Iglesia habrán alcanzado su plenitud.

5. La fundamentación de la teología pastoral

La teología pastoral se fundamenta en la sacramentalidad de la Iglesia, tal como la hemos expuesto en los puntos anteriores. La realidad constitutiva del ser de la Iglesia es la comunión, y la misión que esta realiza a través de las acciones eclesiales consiste en propiciar la comunión de Dios con su pueblo y de los hombres entre sí. «La especificidad original e irreductible de la salvación cristiana consiste en que en la situación actual, el tiempo histórico de la Iglesia, la salvación no está mediatizada ontológicamente más que de un modo sacramental» (P. BOURGEOIS, La Pastoral de la Iglesia, Edicep 2000, 29). D. Bourgeois en este libro de reciente publicación, utiliza el término teología pastoral-sacramental para indicar cómo todas las acciones pastorales son manifestación de la sacramentalidad de la Iglesia. «Se hace, pues, necesario el estudio de una verdadera disciplina teológica: la teología pastoral o práctica, reflexión científica sobre la Iglesia que se construye cada día, con la fuerza del Espíritu, a lo largo de la historia; por consiguiente, sobre la Iglesia «como sacramento universal de salvación» (cf. L.G. 48), como signo e instrumento vivo de la salvación de Jesucristo en la Palabra, en los sacramentos y en el servicio de la caridad. La pastoral no es sólo un arte, ni un conjunto de exhortaciones, de experiencias, de recetas; posee plena dignidad teológica, porque recibe de la fe los principios de la acción pastoral de la Iglesia en la historia» (PDV 57; cf. PO 19; CD 16; ES 7). El objeto propio de la teología pastoral es la Iglesia como Pueblo de Dios que significa la salvación de Jesucristo y la comunica «aquí y ahora» a los hombres y mujeres en cada situación sociocultural; por esto la teología pastoral es parte constitutiva de la teología, y en modo alguno una disciplina que orienta la aplicación de las aportaciones de la teología dogmática, de la moral o de la espiritualidad. Si la praxis pastoral manifiesta la salvación de Dios, la reflexión teológica pretende iluminar lo mejor posible la relación entre lo que se hace y la sacramentalidad de las acciones eclesiales. La teología mira al mundo, a la humanidad y a la historia desde la autocomunicación de Dios en la historia de salvación; esta participación en el conocimiento de Dios y desde Dios es una gracia que los santos, los profetas y los místicos han vivido en la plenitud que permite lo humano. La pastoral forma parte del conocimiento teológico porque es el modo fundamental de comprender cómo se entiende y se vive lo humano desde Dios. «Hasta el punto de que una teología especulativa que se desinteresara de la vida concreta del apóstol, del pastor en acción, estaría, en parte, seca en sus fuentes de luz. Aunque también un evangelismo que considerara como una superestructura artificial la construcción especulativa de su dato, y devaluara la ciencia teológica, iría en contra de las exigencias propias de su luz de fe, y se volvería incapaz de afrontar el mundo» (M-D. CHENU, Parole et Missión, 1963). La Iglesia «existe para evangelizar» y su preocupación profunda y constante consiste en ver cómo la salvación de Jesucristo se hace presente en cada época, lugar y situación; la reflexión teológica contempla esta realidad, la ilumina desde el proyecto de Dios y da pistas concretas para que la salvación de Dios se haga presente de forma más plena y eficaz. «Los doctores de la Iglesia, los obispos, los profesores de teología, los pastores y los fieles, todos y cada uno, en la medida que su inteligencia realiza una acción teológica, deben ser considerados como «médicos de cabecera» que no tienen otros objetivos a través de su reflexión teológica que el de descubrir o eventualmente a través de una acción pastoral determinada, ayudar a sus hermanos a descubrir en el presente de su existencia la realidad concreta de la salvación, tal como Dios la ve y la quiere para ellos en el hoy de su libertad». (Citado por D. BOURGEOIS, O.C. 48; BOURGEOIS, o.c., 50). Los Santos Padres son un modelo en la manera de relacionar en su quehacer reflexivo y pastoral, la revelación, la liturgia y el contexto sociocultural en el que trasmitían la fe. En el momento presente, muchos intelectuales, políticos y movimientos sociales entienden la antropología, la sociedad y el devenir histórico en términos de solidaridad y a través de proyectos comunes que procuran conseguir lo que somos y estamos llamados a ser: la fraternidad universal. La teología aporta la explicitación de esta pretensión, la fundamenta, la sostiene y la abre a un horizonte de plenitud al poner como origen y garante de este dinamismo humanizador a Dios Padre revelado en Jesucristo y actuante por la acción del Espíritu Santo de múltiples formas.

En un contexto social de globalización y neoliberalismo, de redefinición de todo desde el yo individual y egoísta, el mensaje del Evangelio sigue invitando a apostar por lo interpersonal y solidario. «Si la realidad interpersonal es como la trama y el tejido relacional que constituye la realidad del misterio de comunión en «el interior» de Dios mismo (vida trinitaria), en «el interior «de la creación, y más especialmente de la humanidad (la vida social y pública en la pluralidad de sus figuras), y «entre» la Trinidad y esta creación (el misterio de la economía de la creación y de la salvación que acaba en gloria), eso significa entonces que todo el misterio cristiano es un misterio interpersonal, un misterio «político», en el sentido antiguo del término» (D. BOURGEOIS, O.C. 55; cfr. HANNAH ARENDT, La condition de I'homme moderna, Calmann Lévy, Paris 1983, 354-355). Los himnos cristológicos del Nuevo Testamento desarrollan este dinamismo trinitario expresado en la historia por la Kenosis del Verbo que asume la condición humana hasta el final como el «Horno serviens» (Flp. 2,6-11) para llevar a la plenitud a la creación entera (Col. 3,4). La teología pastoral ayuda a las comunidades cristianas y a los agentes de pastoral a desplegar todas las posibilidades del proyecto salvador de Dios en una situación concreta; para conseguir este cometido la teología pastoral proporcionará criterios y líneas de actuación que posibilitan la mutua relación entre la voluntad salvífica de Dios, las acciones eclesiales y los destinatarios de la evangelización.

6. Teología «pastoral-sacramental»

La comunión trinitaria es, al tiempo, fundamento de todo lo creado y llamada a la humanidad para hacerla partícipe de la vida divina. Este supuesto sirve de encuadre al quehacer propio de la reflexión teológica. El Concilio Vaticano 1 afirmó que el hombre es «capaz de Dios», pues ha sido creado a «imagen y semejanza» de Dios y está llamado en Cristo por la acción del Espíritu Santo a una vida de intimidad con Dios; esto se afirma de cada hombre, de cada comunidad cristiana y de la humanidad entera. El Verbo encarnado y el Evangelio del Reino son el camino para llegar al Padre, participar de su vida y sentir una nueva relación con los hermanos. La Iglesia, Misterio de comunión, Pueblo de Dios y sacramento de salvación tiene como misión la «integración» de la humanidad en la vida trinitaria. El objeto, nuclear de la teología pastoral consiste en ver los medios y modos más idóneos para que cada persona y comunidad pueda entrar en esa familiaridad con la Trinidad por el cultivo de la vida teologal.

La Iglesia, por voluntad del mismo Cristo, es lugar, mediación e instrumento de la comunión que constituye el sentido más profundo de la existencia humana y del devenir histórico. A esta significatividad que tiene la Iglesia la llamamos sacramental, y está referida al conjunto del plan salvador de Dios: la comunión con la Trinidad en la comunión intersolidaria; en consecuencia, lo sacramental no queda reducido a lo celebrativo en la vida de la Iglesia. Aquí reside la aportación amplia y sistematizada que hace D. Bourgeois, al que seguimos en este apartado, cuando afirma que la teología pastoral debe ser necesariamente sacramental. «Podremos, pues, definir esa ciencia que es la teología pastoral como una semiología realista del Misterio de Dios en el cumplimiento de su designio de revelación y de salvación: en relación con la teología dogmática y moral, que se preocupa, esencialmente, de dar cuenta del Misterio bajo el aspecto formal de la significación por conceptos, la teología pastoral se preocupa de dar cuenta de la realidad del misterio en la multiplicidad de las instancias de significación que lo manifiestan y a través de un afán de inteligencia y de coordinación de éstas». (D. BOURGEOIS, o.c., 63). Por consiguiente, la expresión teología pastoral no es la denominación de una parte del saber teológico, sino la explicitación de una dimensión constitutiva y estructurante de la vida de la Iglesia que forma parte del hoy de la Historia de Salvación considerada como una «obra pastoral». Toda afirmación teológica es «pastoral-sacramental», pues comprende el misterio cristiano en las «instancias de significación» que lo expresan, y en relación con la vida de los bautizados y de las comunidades eclesiales. Insertada la Iglesia en la historización del amor trinitario, la teología pastoral se refiere a la realización de este misterio de comunión en la confesión de la fe, en la liturgia y los sacramentos, y en el compromiso con el Reino de las comunidades cristianas locales. La pastoral fundamental entendida como teología «pastoral-sacramental» supone una serie de afirmaciones teológicas que generan principios teológico-eclesiológicos de acción, y una determinada forma de configurar la dinámica pastoral de la Iglesia.

6.1. Afirmaciones teológicas fundamentales

- Jesucristo, Dios y hombre (misterio teándrico), es el fundamento de la realidad pastoral-sacramental de la Iglesia y de la teología pastoral.

- «El hombre, en la plena verdad de su existencia, es la primera ruta que debe recorrer la Iglesia en el cumplimiento de su misión: él es la primera ruta y la ruta fundamental de la Iglesia, ruta trazada por el mismo Cristo, ruta que, de manera inmutable, pasa por el misterio de la Encarnación y de la Redención» (R.H. 14). Toda persona por persona participa del misterio pascual de Cristo (cf. G.S. 22, 4); aquí se enraíza el ser y la misión de la Iglesia: propiciar, explicitar y culminar la configuración de cada persona en Cristo por el Espíritu Santo.

- La Iglesia es, al tiempo e inseparablemente, comunión y sacramento; la misión pastoral de la Iglesia consiste en hacer que lo que constituye su ser (la comunión trinitaria) se signifique y se comunique en una determinada situación histórica y social. La pastoral apunta al enriquecimiento de la vida teológica: la filiación y la fraternidad desde la comunidad eclesial.

- Cristo Resucitado es Primogénito (Col. 1,8) y primicia (1 Cor. 15, 20) de la humanidad reconciliada que camina hacia la plenitud. Entre el acontecimiento de la Pascua y la consumación escatológica la Iglesia desarrolla su misión: la renovación de la humanidad por la incorporación de ésta al cuerpo glorioso de Cristo (Ef. 2,20-22; 1 Cor. 3, 21-23), pues «todo ha sido creado por Él y para El» (Col. 1, 18).

- La teología pastoral posibilita el que Cristo Resucitado comunique a la realidad humana la vida nueva que empezó en la Encarnación y la Pascua. «Con la Iglesia y por la Iglesia, es todo el cosmos el que se reagrupa alrededor de Cristo en una «recapitulación» que se consumará al término escatológico de la historia» (R BENOIT, Exégése et Théologie IV, 255, citado por D. BOURGEOIS en Teología Pastoral). Las acciones pastorales, en último término, posibilitan el que el creyente viva «por Cristo, con Él y en El» como decimos en la doxología final de las plegarias eucarísticas.

- Cristo Sacerdote, Profeta y Pastor es el fundamento de las tres dimensiones de la pastoral de la Iglesia. El que la salvación se haya realizado de una determinada forma manifiesta lo profundo de la vocación del ser humano. El ser y la misión de la Iglesia se comprenden a la luz de la obra de la salvación y de la antropología humana definida como relación, amor, entrega y servicio. La vida trinitaria y su manifestación en la historia ayudan al ser humano a entenderse a sí mismo y a vivir en plenitud. Y «una comunidad cristiana se vuelve signo de la presencia de Dios en el mundo ejerciendo las funciones a ella confiadas: sacerdotal, profética y real» (A.G. 15). El sacerdocio ministerial manifiesta que el fundamento de lo que vive la Iglesia es Cristo, quien por su Pascua, ha constituido un Pueblo profético, sacerdotal y real.

- La teología pastoral se fundamenta en el hecho de que la Iglesia ha sido constituida como sacramento del encuentro con Dios. La categoría teológica de la comunión es la que mejor expresa el encuentro entre Dios y el hombre en la necesaria mediación de la Iglesia. Cada uno de los bautizados expresa de forma común por el bautismo, y de manera específica según el ministerio que tenga, le significatividad que tiene la Iglesia (cf. J. M. R. TILLARD, Iglesia de Iglesias, Sígueme 1991).

6.2. Principios teológico-eclesiológicos de la acción pastoral

La acción pastoral de la Iglesia es unitaria porque se inscribe dentro de la misión que ésta ha recibido de Cristo, y es plural en sus mediaciones y realizaciones. «Podemos hablar de criterios de acción pastoral, criterios comunes a todas las acciones de la Iglesia para que sean de verdad tales. Criterios que se han de apoyar, por tanto, en el acontecimiento de Cristo que la Iglesia continúa y perpetúa en el tiempo. Desde estos criterios la acción de la Iglesia puede ser reconocida como tal, pero a la vez han de ser exigencia a la hora de realizar acciones eclesiales, a la hora de optar por ellas y a la hora de hacer cualquier tipo de propuestas pastorales» (J. RAMOS, Teología Pastoral, BAC 1995, 101). Los criterios teológico-eclesiológicos, influyen en todas las etapas de la acción pastoral y se deducen de las grandes referencias de la acción pastoral: Cristo, el Reino y el mundo. Los criterios forman un capítulo importante en el tratamiento de la pastoral fundamental; se puede ampliar en cualquiera de los manuales de teología pastoral (Cf. J. RAMOS, o.c., 101-121; C. FLORISTÁN y M. USEROS, o.c., 116-135; S. LANZA, «La dimensione criteriologica», en lntroduzione alfa Teologia Pastorale 1, Brescia 1989, 218-266; R. PRAT 1 PONS, Compartir la alegría de la fe. Sugerencias para una teología pastoral, Salamanca 1988, 69-81; M. SZENTMÁRTONI, Introducción a la teología Pastoral, Estella 1994, 19-27). La clasificación que nos parece más comprensible y sistemática es la que hace J. Ramos en el manual publicado en la colección Sapientia Fidei. Ofrecemos a continuación una síntesis de los principales criterios según este autor.

1) Criterios referentes a la relación Cristo-Iglesia

- Principio teándrico. - Lo divino y lo humano confluyen en la acción pastoral de la Iglesia de forma similar a cómo la naturaleza divina y la naturaleza humana se unen en la persona de Jesucristo. El Verbo encarnado cumple su misión en actitud obediente al Padre y en completa entrega a los hermanos. La Iglesia sabe muy bien dónde está su origen y confía plenamente en la acción de la gracia; al tiempo trabaja con todas sus fuerzas y medios en el cumplimiento de su misión. La referencia a Jesucristo pone de manifiesto la relación entre lo que Dios pretende y las aspiraciones humanas.

- Principio neumatológico. - Los frutos de la obra de la redención de Jesucristo como realización del plan salvífico del Padre, se nos da por la acción del Espíritu Santo. Iglesia, Pueblo de Dios y pastores, en docilidad a las inspiraciones y caminos del Espíritu, continúa en la historia lo que comenzó en la Encarnación y culminó en la Pascua de Cristo. «La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo» (CEC 737).

- Principio de sacramentalidad. - La humanidad de Jesucristo es la primera mediación sacramental de la salvación de Dios, «del cual la humanidad de la Iglesia será el sacramento general». (R. PRAT 1 PONS, o.c., 73). La Iglesia continúa la misión de Cristo de forma sacramental. Las acciones pastorales tienen estas características: buscan la comunión con Dios y con los hermanos, se apoyan en estructuras visibles, actualizan en la existencia la salvación escatológica y descubren el sentido último del mundo y de la existencia humana.

- Principio de conversión constante. - En la vida eclesial el Espíritu Santo ilumina, dinamiza y es garante de la salvación de Dios. La pastoral de la Iglesia comporta la limitación humana y la contradicción del pecado, pues los que componemos la Iglesia somos libres e intervenimos con nuestras decisiones. En las acciones sacramentales está asegurada la actuación eficaz del Espíritu Santo; al mismo tiempo, la Iglesia se siente «santa y pecadora» y necesitada de permanente conversión.

2) Criterios referentes a la relación Reino-Iglesia

- Principio histórico - salvífico. - La Iglesia está en el mundo y participa de los acontecimientos humanos, pero se siente insertada en la historia de la salvación hacia la plenitud escatológica que se hace presente en la historia, pero no de manera plena. La Iglesia existe para el Reino, es decir, para hacer una humanidad reconciliada y en comunión con Dios y con los hermanos. La Iglesia no es el Reino, pero sirve al Reino que gozosamente ha recibido, que celebra eclesialmente y entrega a la humanidad; como dice el Concilio, la Iglesia es el Reino de Cristo «presente ya en misterio» (L.G.3). La distinción, la relación y la tensión entre la Iglesia y el Reino lleva a ésta a revisar su presencia y sus actuaciones, a estar atenta a la acción de Dios en la historia, a trabajar de forma convergente con todos aquellos no creyentes que apuestan por los valores que liberan al ser humano, a ser creativa en las propuestas según las situaciones, y a esforzarse en todo porque también será juzgada por su Señor.

- Principio de discernimiento de los signos de los tiempos. - El Reino de Dios se hace presente de muchas maneras. Dios ofrece su gracia salvadora en los acontecimientos históricos, y la Palabra de Dios nos interpela constantemente. Este principio se refiere a la sensibilidad para captar la búsqueda de humanización, de justicia y de solidaridad, al mantenimiento de la esperanza en la acción de Dios y a la búsqueda de los valores evangélicos. Para que esto sea posible hay que pasar los acontecimientos por el corazón, contrastar la realidad con el Evangelio y discernir las llamadas de Dios a hacer más real y concreto su proyecto salvador. El descubrimiento de los signos de los tiempos lleva a la Iglesia a revisar sus opciones, a trabajar de forma convergente con otros grupos y a empeñarse en transformar la realidad.

- Principio de universalidad misionera. - Cristo Resucitado envía a los Apóstoles por el mundo entero a anunciar la Buena Noticia y a formar comunidades eclesiales que vivan en el horizonte del Reino. Por la misión la Iglesia quiere llegar a todos los lugares y permanece en el devenir histórico hasta la consumación escatológica. Las acciones pastorales buscan la conversión personal, la incorporación a la comunidad cristiana por los sacramentos de la iniciación, la vivencia vocacional de la fe y el compromiso con los más desfavorecidos. La apertura eclesial a la corresponsabilidad y la cercanía afectivo y efectiva a los pobres son el termómetro que miden el talante universal y misionero de las comunidades cristianas.

3) Criterios referentes a la relación Iglesia-mundo

- Principio del diálogo. - La revelación de Dios es de carácter gratuito. Él ha tomado la iniciativa de salir al encuentro del hombre y de autocomunicarse en un diálogo de amor y de entrega incondicional. Este diálogo que parte del amor desbordante del Padre se dirige a cada hombre y a todos los hombres. Si la Iglesia está al servicio del encuentro del hombre con Dios, el diálogo con el mundo en todas sus dimensiones es un aspecto constitutivo del ser de la Iglesia (E.S. 29). La preocupación fundamental de la Iglesia es ser mediación de la Palabra y de la salvación de Jesucristo para el hombre de hoy. El diálogo de la Iglesia hacia fuera se sustenta en su capacidad de vivir lo que es, Pueblo de Dios, Misterio de comunión y sacramento de salvación, y de la capacidad de diálogo a todos los niveles entre sus miembros, comunidades e instituciones.

- Principio de inculturación. - Pablo VI afirmaba que el drama de nuestro tiempo es «la ruptura entre fe y cultura» (E.N. 20). Si la fe es un modo de vida, necesariamente se vive en una determinada cultura, y es creadora de cultura. Con la palabra cultura designamos el modo de ver la realidad, los valores, los centros de interés, las sensibilidades, y los usos y costumbres en la familia, el trabajo, la justicia social, la sexualidad humana, la solidaridad internacional, etc. El Verbo se encarna en una cultura concreta para manifestar a la humanidad que el sentido de la vida está en la comunión con Dios y con los hermanos; Pentecostés universaliza la experiencia del Resucitado para que desde las divisiones y rupturas apunten a la unidad. El proceso de evangelización va unido al proceso de inculturación de la fe; el Evangelio asume, interpela, transforma y enriquece los valores culturales (cf. G.S. 58). Las comunidades cristianas no sólo deben saber estar críticamente en una cultura, pues también les corresponde, por la misión recibida del Maestro, ser creadoras de cultura con lo que esto conlleva de propuesta alternativa en no pocas ocasiones.

- Principio de unidad en la misión. - La Iglesia tiene como única misión el continuar y hacer presente la salvación de Jesucristo; el Espíritu Santo es el garante de la eficacia y universalidad de esta misión. La diversidad de ministerios, carismas y servicios que existen en las comunidades cristianas vienen de la única misión de la Iglesia y a ella sirven. El pluralismo es rico, positivo y eficaz cuando parte de la misión, se encamina a la comunión y está sustentado en la pastoral de conjunto. Este planteamiento evita tanto el estéril repliegue sobre lo intraeclesial, como una dispersión que termina en cansancio y abandono por no acertar en lo fundamental. El reto de cada comunidad cristiana es poder ofrecer lo que vive y ser ámbito de experiencia de lo que anuncia.

Estos principios configuran algunos «imperativos» o líneas-fuerza que orientan la acción pastoral de la Iglesia. Según C. FLORISTÁN y M. USEROS (o.c., 116-135), los imperativos son los siguientes: conocimiento del mundo contemporáneo y acercamiento realista y positivo al mismo, prioridad de lo profético (denuncia / anuncio) y «polaridad eucarística», pues «la Eucaristía aparece como la fuente y cima de toda la evangelización» (RO. 5). R M. Zulehner desarrolla la pastoral fundamental por medio de tres conceptos: la criteriología (los objetivos internos y externos de la acción pastoral), la kairología (el análisis de la «situación pastoral»» existente y la proyección de la situación futura) y la praxeología (la conversión de los miembros de la Iglesia y las modificaciones en la práctica pastoral).

6.3. Dinámica pastoral de la Iglesia

Los principios y las líneas-fuerza generan una dinámica en las acciones pastorales, que parte del mismo Jesucristo y continúa en la Iglesia por el ministerio ordenado y por el sacerdocio universal de los fieles laicos. ¿Cómo debe estar presente la Iglesia aquí y ahora?; ¿cómo hacer para ser fiel al ser y misión de la Iglesia? Apenas acabado el Concilio, K. Rahner hizo aportaciones muy importantes que están en la base del desarrollo posterior de la teología pastoral fundamental (AA.W., Handbuch der Pastoraltheologie, I, Herder, Friburgo 1964-72, 124 ss). Veamos los dinamismos más importantes de la acción eclesial:

- Iglesia salvada e instrumento de salvación. - Lo que la Iglesia anuncia, celebra y comparte con el género humano a su vez lo ha recibido, y ella, en primer lugar, debe acoger, convertirse y creer. La Iglesia vive en alianza y fidelidad al que es su Señor y a las personas a las que es enviada para comunicarles el amor de Dios por los sacramentos, la Palabra y el testimonio comprometido de la caridad. En su caminar histórico la Iglesia vive del encuentro con Dios como misterio inefable para poder ser signo eficaz de la acción salvadora de Dios. La Buena Noticia que la Iglesia proclama y celebra es que Dios ha salvado al mundo y que ella misma es una realización del triunfo de Dios sobre el pecado, el dolor, el sinsentido y la muerte; por lo mismo, la presencia eclesial se autoactualiza constantemente en la historia en fidelidad a sus orígenes y con la creatividad que le pide cada situación histórica.

- Los agentes de la autorrealización de la Iglesia. - La autorrealización de la Iglesia depende de la colaboración de ésta al proyecto salvador mediante las acciones eclesiales (ministerio profético, ministerio celebrativo y ministerio del servicio). La praxis pastoral se realiza en una situación socio-histórica concreta, que es valorada como algo propio, y analizada desde la perspectiva teológico-pastoral. El Pueblo de Dios es el responsable de que la Iglesia entera sea mediación de la salvación, y que el quehacer pastoral se realice por los ministerios de la institución jerárquica y de la bautismal (cf. L.G. 10) que se fundamentan en la inserción en Cristo. La misión de la Iglesia no es su autoconservación, sino la fidelidad al mandato de Jesús de comunicar, con palabras y obras, la vida desbordante de la Trinidad, que inaugura el Reino de Dios transformando la historia humana en comunión intersolidaria.

- El modelo referencia) de la pastoral es el catecumenado. - La Iglesia «existe para evangelizar» (EN. 14); y la evangelización consiste en «llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad» (E.N. 18). El mandato misionero de Jesús comporta varios elementos íntimamente unidos que funcionan como cauces y elementos constitutivos de la evangelización. El decreto A.G. (n° 11-18) secuencializó la dinámica y las etapas del proceso evangelizador: 1°) testimonio, presencia y diálogo; 2°) anuncio del Kerigma y llamada a la conversión; 3°) catecumenado e iniciación cristiana; 4°) formación de la comunidad (sacramentos y ministerios). (Cf. D.G.C. 48). «La 'misión ad gentes', sea cual sea la zona o el ámbito en que se realice es la responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado a su Iglesia y, por tanto, es el paradigma del conjunto de la acción misionera de la Iglesia. La «nueva evangelización» no puede suplantar o sustituir a la «misión ad gentes», que sigue siendo la actividad misionera específica y tarea primaria» (D.G.C. 59; cfr. R.M. 31.34). El catecumenado bautismal inherente a la acción misionera de la Iglesia es el paradigma y el modelo inspirador de toda la acción pastoral de la Iglesia, y especialmente de la acción catequizadora. R.A. Duffy, desde estos supuestos, plantea una teología pastoral que parte del catecumenado: «Una cura de almas pastoral efectiva es el modelo catecumenal en acción dinámica» (R. A. DUFFY, A Roman Catholic Theology of Pastoral Care, Filadelfia 1983), que lleva a los agentes de pastoral a hacerse tres preguntas fundamentales: ¿cómo se llega a ser cristianos?, ¿cómo se renueva una comunidad cristiana?, y ¿cómo se crece en la vocación a la santidad?

- El dinamismo de la fe es el dinamismo de la conversión. - «Convertíos y creed el Evangelio» (Mc. 1,15) es la invitación de Jesús que alienta la evangelización de la Iglesia. La respuesta de fe es adhesión afectiva a la persona de Jesús y a todo lo que Él significa y conlleva. «La fe es un encuentro personal con Jesucristo, es hacerse discípulo suyo. Esto exige el compromiso permanente de pensar, de juzgar y de actuar como Él lo hizo. Así, el creyente se une a la comunidad de los discípulos y hace suya la fe de la Iglesia» (D.G.C. 53; C.E.C. 166-167). La fe lleva a un cambio de criterios, sensibilidades, actitudes y comportamientos que se expresa en todos los aspectos de la vida humana, y que implica a la persona entera. El sí a Jesucristo es el inicio de un proceso de conversión permanente. «El ministerio de la Palabra está al servicio de este proceso de conversión plena. El primer anuncio tiene el carácter de llamar a la fe; la catequesis el de fundamentar la conversión, estructurando básicamente la vida cristiana; y la educación permanente de la fe, en la que destaca la homilía, el carácter de ser el alimento constante que todo organismo adulto necesita para vivir» (D.G.C. 57; cf. DV 24; EN 45). La pastoral tendrá en cuenta las diferentes situaciones socio-religiosas y la conexión entre las acciones evangelizadoras para no perder de vista la fidelidad a la realidad y al dinamismo interior del proceso evangelizador.

- El método de la teología pastoral como teología práctica (C. FIORISTÁN, Teología práctica, Sígueme 1991, 193-211). - La teología es «conciencia crítica de la praxis eclesial y mundana a la luz de la Palabra de Dios» (B. FORTE, La teología como compañía, memoria y profecía, Salamanca 1990, 157). La fe es una manera de entender la realidad que añade un «plus» de sentido a la vida humana como totalidad. La teología «es la ciencia de la Palabra de Dios revelada en Jesús de Nazaret y aceptada en la fe, en correlación o en confrontación con la experiencia histórica humana. Su lenguaje es paradójico, simbólico, confesional, profético y práctico» (C. FLORISTÁN, o.c., 195). En consecuencia, las dos referencia de la reflexión teológica son la revelación y la condición humana en sí y en sus concreciones socioculturales. La teología tiene cuatro dimensiones fundamentales: bíblica (norma normativa), histórico-ontológica (la humanidad de Jesús como fundamento de la humanidad), sistemática (teología fundamental, teología dogmática y teología moral) y pastoral (autorrealización de la Iglesia al servicio del Reino). «Una formulación teológica de la fe verdadera que al mismo tiempo no tenga también como meta el verdadero obrar (ortopraxis) de la liberación amorosa de las personas oprimidas (cfr Jn.8,32), no sólo resulta sospechosa de ideología, sino que objetivamente tiene también un efecto alienante y por ende cristiano» (K. FüsSEL, Teología de la liberación, en P. EICHER (ed), Diccionario de conceptos sociológicos, Barcelona 1990, II, 505). La teología práctica tiene como referencia la fe, parte de la praxis de la comunidad, y propone la renovación del ser y hacer de la comunidad desde la referencia a Jesucristo, a la sociedad y al Reino. El método de la teología pastoral como teología práctica consiste en confrontar la realidad existente con la Escritura y la vida teologal para dar origen a una nueva praxis pastoral. «Modelo o paradigma, en la acción pastoral, es un proyecto operativo o plan concreto de actuación que relaciona de modo dinámico todas las tareas que intervienen en el proceso de la praxis» (C. FLORISTÁN, Modelos de acción pastoral en la Iglesia española: Iglesia Viva 112 (1984), 293-302). Los objetivos que se pretenden conseguir al formular la nueva praxis pastoral dependen de la visión eclesiológica que se tenga, del análisis de la realidad, de los criterios empleados y de su interrelación. En este sentido podemos hablar de modelos de acción pastoral (cf. F. RODRIGUEZ, Modelos de Iglesia. Perspectiva histórica y problemática actual: Salmanticensis 41 (1994) 365-395; J. RAMOS, o.c., 124-146). La planificación pastoral sería el último paso en la aplicación del método; la pastoral de conservación no sirve, pues no alcanza a responder a los retos de la cultura actual a la comprensión y vivencia de la fe. La planificación se hace hoy día desde la evangelización y la nueva evangelización; llegados a este punto, nos tiene que preocupar la consecución de resultados, es decir, la adecuación óptima, en lo que de nosotros depende, entre los medios empleados y los resultados obtenidos (cf. EN 4). Al análisis sociológico y teológico de la actuación eclesial (ver-juzgar desde el Evangelio), le sigue la propuesta ideal de configurar una nueva situación que oriente de forma práctica los proyectos concretos que aproximen lo que tenemos al ideal deseado. Los resultados dependen, en gran medida, del trabajo conjuntado de los agentes de pastoral y de la revisión constante de las realizaciones proyectadas.

- La psicología pastoral. - Es un aspecto de la teología pastoral que empieza a estudiarse y a aplicarse. Parte de la utilización de principios y datos de la psicología profunda a la práctica pastoral y, en consecuencia, a la teología pastoral. Según se acentúe uno u otro de los dos polos manejados, la psicología y la teología, se puede hablar de «psicologismo» o de «teologismo». Situándonos en una posición de equilibrio podernos decir que «la psicología pastoral es una rama de la psicología que estudia los procesos psicológicos inherentes a las situaciones pastorales... Esta(s) puede(n) ser descrita(s) como una relación interpersonal entre el agente pastoral y uno o más sujetos pastorales, abierta a la presencia de la trascendencia» (M. SZENTMÁRTONI, Introducción a la teología pastoral, Verbo Divino 1994, 75). Los problemas abordados en la práctica pastoral llevan a M. Szentmártoni a hacer una doble distinción que concreta de la siguiente manera: a) «La cura pastoral es la acción pastoral más cumplida de todas y consiste en las diferentes tareas más o menos estructuradas con los jóvenes, los esposos, los adultos o los grupos. Esta cura pastoral abarca al mismo tiempo perspectivas éticas y psicológicas y tiene como finalidad que la comunidad cristiana se haga capaz de dar testimonio de su fe». b) «La consulta pastoral pone el acento en los problemas del individuo, como pueden ser, por caso, un conflicto, una decisión, una depresión» (M. SZENTMÁRTONI, o.c., 76). En la cura pastoral la aportación de la psicología es complementaria, en tanto que en la consulta pastoral la psicología ocupa un lugar más nuclear y estructurante. La consulta pastoral se sitúa dentro de la misión de la Iglesia que, en última instancia, pretende llevar a los hombres al encuentro con Dios, a la conversión del corazón a una relación de hermano con el prójimo; la consulta pastoral se constituye como relación de ayuda que posibilite a la persona un mejor conocimiento de sus problemas y posibilidades para acoger y vivir más plenamente la salvación cristianas.» S. M. Natale parte del hecho teológico que la encarnación es en realidad un «proceso terapéutico» de Dios, porque es la aceptación ontológica del hombre por parte de Dios. El punto de encuentro entre la teología y la psicología es éste: la convicción de que el hombre es, en el fondo «aceptable» (M. SZENTMARTONI, O.C., 87; cf. S. M. NATALE, Pastoral Counseling, Nueva York 1977, 18; J. SASTRE, El acompañamiento espiritual, San Pablo 19942). La relación de ayuda que se realiza en la consulta pastoral se justifica desde el punto de vista teológico por los siguientes argumentos: es un servicio eclesial, ayuda a personalizar la fe para alcanzar la síntesis fe-vida, y los temas abordados hacen relación a las grandes cuestiones de la antropología teológica (autonomía / asentimiento, libertad / gracia, realización humana / revelación, limitación (pecado) / salvación, etc.).

7. Orientaciones pastorales desde la pastoral fundamental

- Recuperar el lugar de la teología pastoral fundamental. - La teología pastoral estudia con rigor científico (reflexión teológica) las presencias y acciones eclesiales para precisar de acuerdo con la naturaleza sacramental de la Iglesia y las características de la sociedad actual, la mejor comprensión y actuación pastoral de las mismas. Estamos ante una cuestión básica que fundamenta las actuaciones de muchas comunidades y agentes de pastoral. Una adecuada comprensión de la teología pastoral fundamental es imprescindible en la formación de los agentes de pastoral. Sin esta preparación no se conseguirá dar respuesta a los retos que se exponen a continuación.

- La teología pastoral está al servicio del encuentro del hombre con Dios. - La pregunta religiosa tiende a desaparecer del horizonte existencial de muchos jóvenes españoles y europeos según afirman los comentaristas de la Encuesta Jóvenes 99 publicada por la Fundación Santa María. Esto no es así en otros ámbitos eclesiales, como puede ser en América Latina. La experiencia auténtica de Dios, es decir, afectiva, convincente y comunitaria es el supuesto, el hilo conductor y la meta de las acciones pastorales de la Iglesia. En caso contrario, se podrán hacer muchas cosas significativas en sí mismas, pero la resultante final de cada una de ellas y de su conjunto no es el encuentro con el Dios revelado en Jesús. Estamos convencidos que el sentido de pertenencia eclesial y de compromiso con el Evangelio no son posibles sin una experiencia personal de Dios como el que fundamenta el origen, el sentido y el final de la vida ; y viceversa, el camino más seguro del encuentro con el misterio de la Trinidad es el del seguimiento de Jesús en la comunidad eclesial. O respondemos a este reto o hemos fallado en lo fundamental. Para los creyentes convencidos, el primer compromiso consiste, sin lugar a dudas, en ser cristianos confesantes en los ambientes donde transcurre el día a día; testimoniar al Dios vivo es también denunciar los ídolos como el poder, el dinero, la violencia, el engaño, etc.

- La teología pastoral ilumina y alienta la intercomunión solidaria. - El otro gran reto que tenemos los creyentes es el de confesar la fe en un mundo injusto, poco solidario en lo estructural y donde las distancias entre pobres y ricos se agranda cada vez más. ¿Cómo creer en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en un contexto de desigualdad, marginación y pobreza? ¿Cómo vivir la comunión con Dios en la comunión con los hermanos excluidos? ¿Qué aporta a lo concreto de la vida el llamar a Dios Padre y el sentirse hermano del prójimo necesitado? ¿Qué podemos hacer los creyentes para que la historia humana se parezca un poco más al designio salvador del Padre? ¿Cómo la Iglesia entera y cada comunidad concreta encarnan respuestas significativas a las preguntas anteriores? El «plus» de sentido que aporta la fe a lo humano tiene que notarse mucho más; la capacidad humanizadora y liberadora de la fe es uno de los argumentos que más pueden llevar al ser humano a confiar en el Dios que salva; el ganar espacios para la utopía que supone el Reino como forma nueva de relación interhumana es lo que puede dar a la Iglesia un mayor reconocimiento y presencia social. Las nuevas pobrezas que aparecen en las sociedades opulentas piden a los cristianos actitudes proféticas y respuestas eficaces, además de significativas.

- La teología pastoral potencia la creación de ámbitos comunitarios. - La apertura al misterio trinitario, la comprensión de la Iglesia como misterio de comunión y el compromiso con la historia como itinerario de reconciliación y unidad del género humano, pasa por un modo de ser persona y ciudadano que potencia los valores relacionales. Los cristianos sabemos que la iniciación al misterio cristiano se hace en los grupos catecumenales, y que una de las metas de la iniciación es la incorporación a la comunidad cristiana. El plan de salvación revelado en Jesucristo manifiesta que el Dios cristiano es comunidad de vida, amor y misión, y que la historia humana es salvada en la comunión y por la comunión de Dios con nosotros y de la humanidad entre sí y con Dios. Este misterio que da unidad a la vida humana es lo que la Iglesia comunica, celebra y construye. Los espacios comunitarios tienen poca cabida en una sociedad marcada por el individualismo, el neoliberalismo y la globalización; en esta misma dificultad está la alternativa para un futuro nuevo y mejor. No se trata de retoques, sino de alternativas. En este sentido, «el modelo pastoral de la realización de la Iglesia no es otro que el de la comunidad bajo la categoría imprescindible de pueblo de Dios al servicio de los más necesitados» (C. FLORISTÁN, O.C., 715).

- La teología pastoral se piensa desde el modelo catecumenal e ilumina el proceso de conversión. - La revelación de lo que la Iglesia es depositaria y la misión que ha recibido del Señor Resucitado comporta el transmitir lo recibido de tal manera que el hombre de hoy llegue a experienciar lo que el credo formula. La gran intuición pastoral de la Iglesia de los primeros siglos fue el catecumenado; esta institución es el instrumento pastoral más importante de la Iglesia. Como subrayó el IV Sínodo de los Obispos: «No se trata tanto de adquirir nuevos conocimientos cuanto de una iniciación en la verdadera experiencia comunitaria de la vida cristiana; es decir, en la experiencia de comportarse cristianamente, de obrar, de celebrar litúrgicamente, de reflexionar comunitariamente sobre el mensaje cristiano y en la experiencia de integrarse en la totalidad de la vida de la Iglesia» (IV Asamblea del Sínodo de los Obispos, 1977. Proposición 30). El catecumenado bautismal, por el lugar que ocupa en la Iglesia y por los elementos que la constituyen, es inspirador de toda la pastoral de la Iglesia. «El catecumenado bautismal recuerda constantemente a toda la Iglesia la importancia fundamental de la función de iniciación, con los factores básicos que la constituyen: la catequesis y los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía. La pastoral de la iniciación cristiana es vital en toda la Iglesia particular» (D.G.C. 90). Podemos decir que en la misión de la Iglesia todo se orienta a la madurez de fe, la conversión, y todo deriva de ella: la vivencia vocacional de la fe, la pertenencia referencia eclesial y el compromiso cristiano.

- La teología pastoral presenta como nuclear la personalización de la fe. - Hasta no hace mucho tiempo, hablábamos de pasar de la fe sociológica a la fe personal; hoy día se trata, en gran medida, de cómo hacer para trabajar desde niños una educación en la fe personalizada. Este proceso adquiere importancia singular en la adolescencia y juventud, y funciona como el elemento necesariamente complementador del grupo cristiano. Se refiere básicamente a una educación que trabaja desde dentro de la persona , sus búsquedas, preguntas y experiencias; esto requiere necesariamente la atención personal a través de la consulta pastoral o el acompañamiento espiritual. La identidad cristiana es un proceso lento, con dificultades interiores y exteriores, y en referencia a la revelación cristiana y a la acción del Espíritu. Supone un aprendizaje lleno de novedad en el que la cercanía de otro creyente maduro se hace imprescindible. Llegar a decir con gozo y con toda la persona: Yo creo, yo espero, yo amo, yo soy pueblo de Dios, yo creo en el Reino, etc, supone haber descubierto el Evangelio y haberse dejado seducir por la persona y la causa de Jesús. El resultado final es una fe vivida como vocación, es decir, disponibilidad total a la voluntad de Dios para descubrir cómo y dónde, desde la Iglesia, construir el Reino de Dios. La personalización de la fe es el cauce necesario y más seguro para llegar a ser creyente adulto, identificado eclesialmente y comprometido con el hermano necesitado.

- La teología pastoral fundamenta la pastoral de conjunto. - En 1961 se tuvo el Primer Congreso Internacional de Pastoral; allí se definió la pastoral de conjunto con estas palabras: «un esfuerzo paciente para poner en marcha libremente, de cara al mundo al que salvar, a todos los hijos de la Iglesia en todas sus instituciones y recursos, bajo la autoridad del obispo, que tiene la misión de coordinarlos y dirigirlos, y que así puede ejercer con plenitud su carga pastoral» (E BOULARD, Proyectos y realizaciones de la pastoral de conjunto, en Pastoral de conjunto, Madrid 1966, 296). Se trata de descubrir los problemas que presenta la nueva evangelización en un lugar o situación, ver cuáles son las «opciones pastorales fundamentales» y cómo llevarlas a la práctica por medio de una «pastoral planificada». «La acción pastoral planificada es la respuesta específica, consciente e intencional, a las necesidades de la evangelización. Deberá realizarse en un proceso de participación en todos los niveles de las comunidades y personas interesadas, educándolas en la metodología y análisis de la realidad, para la reflexión sobre dicha realidad a partir del evangelio; la opción por los objetivos y los medios más aptos y su uso más racional para la acción evangelizadora»» (Puebla 1306-1307). En la práctica es una buena conjunción de los proyecto operativos y de las estructuras de pastoral a todos los niveles. La pastoral de conjunto no consiste sólo en que los programas, los agentes y las estructuras funcionen con agilidad y buen tono; es necesario que el funcionamiento apunte a la consecución de los objetivos previstos: una fe más experencial y comprometida en los bautizados practicantes, la reiniciación cristiana para los cristianos no practicantes, y el anuncio del Kerigma a los alejados y no creyentes. En resumen, la pastoral de conjunto busca que el itinerario evangelizador se puede llevar a cabo en todas sus etapas, y que los procesos de maduración de la fe estén suficientemente atendidos. Una vez más, la iniciación cristiana, que culmina en la formación de comunidades maduras y en creyentes vocacionados, es lo que mejor define la pastoral de la Iglesia.

BIBL. — A. GONZÁLEZ MONTES, Tesis sobre el alcance práctico de una teología del Reino de Dios: Diálogo ecuménico 25 (1990) 459-462; B. SVESO, Teología pastoral, Diccionario teológico interdisciplinar 1, Salamanca 1982, 84-95; B. FORTE, Laicado y laicidad, Salamanca 1987; C.E. Clero, Espiritualidad sacerdotal, Congreso, Madrid 1989; C FLORISTÁN, Teología práctica. Teoría y praxis de la acción pastoral, Sígueme 1995; Vaticano II, un concilio pastoral, Salamanca 1990; D. BOURGEOIS, La pastoral de la Iglesia, Edicep 2000; E. BUENO DE LA FUENTE, Eclesiología, BAC 1998; F. DIEZ, Refundar la vida religiosa. Vida carismática y misión profética, Madrid 1994; F. PLACER, Una pastoral eficaz, Bilbao 1993; F. SEBASTIÁN, Nueva evangelización. Fe, cultura y política en la España de hoy, Madrid 1991; F. J. CALVO, Teología pastoral, teología práctica, Conceptos Fundamentales del Cristianismo, 1337-1351; F. RODRÍGUEZ, Modelos de Iglesia. Perspectiva histórica y problemática actual: Salmanticensis 41 (1994) 365-395; F. URBINA, Pastoral y espiritualidad para el mundo moderno. En el espesor de lo real, Popular 1993; J. ALFARO, Las funciones salvíficas de Cristo como Revelador, Señor y Sacerdote, Mysterium Salutis 111 / 1, 721-754; J. M. R. TILLARD, Carne de la Iglesia, carne de Cristo. En las fuentes de la eclesiología de comunión, Salamanca 1994; J. RAMOS, Teología Pastoral, BAC 1995; Cristo, Reino y Mundo, tres referencias obligadas para la acción pastoral de la Iglesia. Salmanticensis 37 (1990) 177-2000; J. SASTRE, Teología Pastoral, Nuevo Diccionario de Catequética, S. Pablo 1999, 2155-2171; M. SZENTMÁRTONI, Introducción a la teología pastoral, Verbo Divino 1994; R. SILVA, Fundamentos teológicos de la Acción Pastoral: Compostellanum 15 (1970) 93-112; R. E. BROWN, Las Iglesias que los apóstoles nos dejaron, Bilbao 1986; R. PRAT 1 PONS, Compartir la alegría de la fe. Sugerencias para una teología pastoral, Salamanca 1988; S. DIANICH, Teología del ministerio ordenado, Madrid, 1988.

Jesús Sastre