Oración
DPE
 

1. Para situarnos

Alguien se ha atrevido a afirmar que hablar de oración, hoy, es una ingenuidad o un atrevimiento. Y sin embargo, miles de hombres y mujeres, particularmente jóvenes, buscan y aman cada vez más la oración.

Es cierto que no podemos hacer oídos sordos a sospechas como éstas: "La oración es tan sólo un monólogo con uno mismo porque ¿cómo podemos estar seguros de que Alguien nos escucha al otro lado? ¿No es la oración un lujo y una pérdida de tiempo? ¡Dios ya sabe lo que necesitamos; por tanto, lancémonos a la acción!; la oración es una mera proyección de nuestros deseos y necesidades primarias e infantiles: miedos, impotencias, dudas, etc. que no somos capaces de resolver nosotros; la oración es una manera fácil de huir de las situaciones difíciles y de los demás, de aislarnos y no querer afrontar los problemas reales de la vida".

Sin embargo, la oración siempre estará de moda porque no es un invento humano sino de Dios. Es el medio privilegiado para llegar a un fin: la unión con Dios. Y, de rebote, desplegar todo lo que somos y estamos llamados a ser, personal, colectiva y cósmicamente. Se puede definir la oración como la fe viva, en activo. Sólo se comienza a ser creyente de verdad cuando la relación con Dios es personal. "La oración eres tú mismo orando" (Andrew). Por eso, " ora como puedes orar, no como no puedes orar" (J. Chapman). "La oración nos hace llegar a ser lo que somos en verdad" (Pirandello). "En esta sociedad que destruye al hombre, la oración viene a garantizar la dignidad del ser humano" (Mohana). "En la oración no se trata de decir muchas palabras, sino de dejarse "coger" por la Palabra" (Gandhi). "La oración es `dejar que Dios ore en mí': orar como Jesús oró; con lo que Jesús oró; por lo que Jesús oró; donde Jesús oró; cuando Jesús oró; con quienes Jesús oró; para lo que Jesús oró; para quien Jesús oró" (R.B.M.).

1.1. Necesidad de la oración

Comenzamos con unas palabras de Fernando Prat: "Jesús era el único capaz de realizar plenamente el ideal que proponía a sus discípulos: Es necesario orar siempre sin cansarse jamás". Le vemos orar en el bautismo, en Getsemaní, en el Calvario; es sobre todo en el momento de tomar una decisión grave cuando le hallamos en oración. Empieza su vida pública con un retiro de cuarenta días; ora toda la noche que precede a la elección de los Doce; la víspera de su gran discurso sobre la Eucaristía huye a la montaña para orar; el día mismo en que confiara a Pedro, con las llaves del reino de los cielos, la dignidad de jefe de la Iglesia, se le halló orando en los alrededores de Cesarea. Mientras los apóstoles duermen, Jesús ora en el Tabor y en el huerto de los Olivos...

La oración: nos hace movernos en el orden del ser, y no del hacer o tener; salva el cerebro y el corazón; nos hace más presentes a nosotros mismos; nos reconcilia con los demás; es el tiempo "verdaderamente" vivido desde Dios; hace crecer en nosotros energías interiores; nos ayuda a redescubrirnos en profundidad; hace ver la vida con otro color; ayuda a descubrir a Dios allí donde Él está; hace que demos una nueva oportunidad a los demás, y nos la demos a nosotros mismos; hace que valoremos el silencio, la interioridad, la gratuidad, el salir de nosotros mismos; hace posible que recuperemos el tiempo, los años y las experiencias perdidos.

1.2. ¿Definiciones de la oración?

Recordamos algunas ya conocidas y, otras, no tanto.

"Estar a solas con quien sabemos que nos ama; sacar lo mejor de nuestro pozo interior, de nosotros mismos; ver todo desde Dios; dejar que Él ore en ti y se haga presente a través de ti; vivir con plenitud el momento presente; ser con Dios y los hermanos vasos comunicantes; vivir y compartir la fe, la esperanza y el amor; alabar continuamente las maravillas de Dios; comprobar que Dios es un Dios vivo, el Dios de mi historia y de la Historia; vivir desde el centro de nosotros mismos; hacer realidad el primer mandamiento: dejarse amar por Dios y que El sea el dueño de nuestra existencia".

1.3. Pilares básicos de la oración

- Reconocer el designio de Dios: Él es el primero en todo, y El, Dios, quiere que nos encontremos con Él (nuestra vida está marcada, no es un cheque en blanco) y participemos de su eterna felicidad y amor.

- La fuerza del Espíritu: la oración es don, no conquista; es dejarnos seducir por el Espíritu, para que El ore en nosotros ("Pero ¿cómo te vas a enterar, Señor, de lo que te estoy diciendo si ni siquiera yo mismo me entero de lo que estoy diciendo", K. Rahner).

- Limpieza de corazón: rectitud de intención, voluntad de orar ("Oramos para pasar del amor a Dios, a los "negocios" de Dios y al encuentro con el mismo Dios", Sta Teresa).

- Densidad de la propia vida: captar la realidad como es y no como me gustaría que fuera; entrañas de misericordia y empatía con lo creado y los demás; fidelidad, perseverancia y constancia ("todo orante tiene una familia a sus espaldas... y los contemplativos, la humanidad entera", Y. Congar).

- Actitudes clave: amor, solidaridad, humildad, sentido de gratuidad, asombro y admiración, silencio, paciencia, capacidad de sufrimiento ("ver la vida con ojos de búho, sentirla con corazón de niño, hacer con manos de madre, caminar con pies de peregrino").

2. Tres formas de orar principalmente

Existen tres formas de orar como existen tres formas, al menos, de acercarse a lo religioso: institucional, intelectual y mística (Barón von Hugel). Tres formas de orar: palabra, meditación, silencio o mística.

Pasemos a describir un poco más las tres formas de orar.

2.1. Oración vocal

Utilizo palabras de otro, como una partitura. Hay que intentar hacerlas propias e improvisar en algún momento. En cualquier caso, necesitamos equilibrar las diversas partes de la oración: Adorar y alabar; contrición de los propios pecados y ajenos; acción de gracias; súplica o petición para ti y los demás (oración de intercesión).

En esta oración vocal, debemos privilegiar las oraciones consagradas por la tradición (Padre nuestro, Ave maría, Salve, etc) y la Liturgia de las Horas.

2.2. Oración de meditación

Es mezcla de lectura, reflexión, imaginación y escucha. Es más un diálogo que un monólogo. Los frutos: paz, alegría, fortaleza.

Pasamos a reseñar las diversas fo mas:

a) Con un texto: elijo un texto no muy largo. A veces basta un versículo de la Biblia. Pedir al Espíritu Santo que infunda vida en las palabras que lees, que te llene de su amor. Se puede invocar con una oración expresamente al Espíritu Santo. Lectura muy despacio del pasaje. Interrogantes que ayudan: -¿De qué trata? (recréate en ellos) (Ver: Jesús en los ojos); -¿Qué me dice a mí? (Juzgar: Jesús en el corazón); -¿Qué me exige, qué me pide? (Actuar: Jesús en las manos.)

b) Desde la vida: me pongo en la presencia de Dios. Bombardeo de inquietudes de cabeza y corazón. Me centro en una inquietud, problema, preocupación, ansiedad. Pido luz. Acojo el mensaje. Acepto un compromiso. Acción de gracias.

c) Desde el otro (amores, desamores, intercesión): me pongo en la presencia de Dios. Represento el otro (no sólo pido a Dios por él). Siento a Dios en medio de nosotros. Escucho el mensaje. Lo acojo. Compromiso. Acción de gracias

d) Oración afectiva: en presencia de Dios, elijo frases que enciendan y enardezcan el corazon. Gustarlas y repetirlas una y otra vez. Dejar que iluminen la mente y el corazón, que me inflamen en afectos y enardezcan la voluntad. Acción de gracias.

e) Con un icono: en la presencia de Dios, contemplo el icono, mirándole a los ojos. Le escucho -le hablo- le escucho. Compromiso y acción de gracias.

2.3. Con el silencio (Oración de Contemplación)

En presencia del Señor, sereno mi mente y mi corazón. Puede servir una jaculatoria o una oración breve. Entro en su misterio. Me abandono en fe.

No importan las distracciones de la mente y del corazón o de la imaginación. No darles importancia: "No trates de pensar ni de no pensar. Deja que los pensamientos y sentimientos vayan y vengan. Tú quédate simplemente donde estás, centrado en Dios".

Sí ayuda, y mucho, introducir palabras: "Dios, vida, amor" pero sin pensar en ello; sencillamente, como ayuda para centrarte.

Puede ser que en este tipo de oración aflore el subconsciente. ¡Es bueno! En la oración silente puede surgir la escoria de la vida, mi realidad y las cosas que no he comprendido de mí mismo, mi lado oscuro. Dios lo permite para aceptarlo e integrarlo.

Otra tentación frecuente puede ser la desesperación o la sensación de que no hacemos nada, que es pérdida de tiempo. Pero en esa inactividad, en esa nada desnuda, vacía y desolada, obtenemos a Aquel que lo es todo y se derrama inadvertidamente.

Un triple efecto o señales de estar en la verdadera oración contemplativa:

A medida que se avanza en la oración concluimos en la oración incesante (presencia de Dios continua), jaculatorias existenciales y permanentes (oración de Jesús): Dios se hace presente en todo y toda actividad, de noche o de día es continuada.

2.4. La oración incesante

Es la presencia de Dios continua en nosotros, porque el corazón siempre está

levantado hacia el Señor. Es la experiencia de oración del peregrino ruso: "Señor Jesús, ten piedad de mí". Es adquirir un ritmo de oración vital, hasta cristianizar incluso nuestro subconsciente. Es levantarse, acostarse, trabajar, caminar, conversar, con el nombre de Dios en los labios y en el corazón...

Los frutos de esta oración incesante son:

- Se alcanza la pobreza espiritual auténtica: al sentirte en manos de Dios, en todo momento, se pierde la sola confianza en uno mismo. Cualquier acción, cualquier éxito, no nos lo atribuimos a nosotros mismos, sino a la misericordia de Dios, que, aun viendo nuestra miseria y pecado, se compadece de nosotros.

- Nos hace adquirir la verdadera fe: la fe no es creer en algo, sino en Alguien; experimentar a Dios, y ver todo-sentir todo-hacer todo desde El.

- Nos hace entrar en la verdadera dinámica de la providencia: el mundo está en manos de Él, Él es dueño de su futuro...

- Capaz de vencer en todo momento la negatividad, el mal, y abrir a la esperanza... Fruto de ello es la paz, el equlibrio, el no acumular rencor, envidia, odio... El discernimiento sereno en las cosas... Llega un momento en que es lo mismo hacer que no hacer, si antes no se ve la voluntad de Dios en ello.

- Nos hace niños espirituales según el Evangelio. Que no es ser tontitos, sino haber experimentado a dónde conduce la lógica de hacer todo por nosotros mismos, por los demás, por el trabajo o el éxito... y no por los verdaderos valores... Dios no quiere tu hacer, o tu tener o aparentar, sino tu ser en verdad... y tu ser es pobreza y humildad.

- La oración incesante acaba centrándonos de verdad en lo esencial: rompe la dispersión, superficialidad, la curiosidad, la desconfianza, la sospecha, la amargura, la tristeza y hasta el fracaso, el dolor y la enfermedad: todo se ve con ojos nuevos, y con la novedad de cada día...

- Finalmente, fruto de ello, es un corazón misericorioso, lleno de amor a los más necesitados y pobres, porque vemos la vida y la valoramos no desde nosotros, sino desde Dios.... Y apostamos y vivimos por lo que Él vivió y apostó.

3. Algunas dificultades más importantes en la oración

a) En relación a Dios:

- No tomarle en serio, y colocarle como una "cosa más" entre otras, y no como el centro de nuestra vida ni el valor más importante y decisivo.

-,No tener una relación "personal" con El.

b) En relación al orante:

- No tomarme en serio. No valorarme como persona: superficialidad, dispersión.

- Amor propio (egocentrismo, narcisismo).

- Ruidos exteriores e interiores espontáneos o buscados.

- Incoherencia o inconsistencias entre fe y vida.

- Falsa apertura: no escucho.

- Beatería: idolatrizo las formas, me conformo con la apariencia y la rutina.

- Falta de unificación interior.

- No se vive el momento presente.

- No se tiene una actitud de asombro, escucha, acción de gracias.

- Hemos caído en la trampa de ver la vida sólo con sentimientos de acción y eficacia o, lo que es peor, con necesidad de respuestas, compensaciones y satisfacciones inmediatas.

- Impedimentos "naturales": mal temperamento, mal genio, falta de equilibrio y consistencia, pesimismo, desilusión, resentimiento y desconfianza.

Recordemos que "un pajarillo puede estar atado por un hilo o por una soga. No importa. De ambos hay que soltarlo para que sea libre" (S. Juan de la Cruz); "No hay mayor crueldad que identificar a las personas sólo por sus defectos... y no decirles que ellas no son sólo esos mismos defectos".

c) En relación a la oración misma:

No nos hemos tomado en serio que la oración "es un arte", requiere, al principio, sus técnicas, y, siempre, un cultivo:

Debemos prestar atención a la "voluntad y deseo" de orar, y preparar el lugar, el tiempo, las actitudes exteriores e interiores.

La oración no se improvisa: necesita preparación, como cuando esperamos la venida de un amigo; necesitas estar presente en lo que haces; necesitas compromiso de renovación de la fidelidad; necesitas el alimento que la Iglesia te da.

No nos cerremos a diversos estilos y formas de oración personal y comunitaria. Hay que saber respetar el ritmo de crecimiento de cada cual en la vida espiritual y de oración: catedrales, rocas, semillas, conchas...

La oración, como la madurez espiritual, tiene sus propios ritmos: sé orar; no sé orar; oro a Dios; Dios ora en mí. O, en otras palabras: sé quién soy; no sé quién soy; ordeno mi vida desde el Amor; vivo el Amor en mí y en todo.

Hay que alimentar la oración: desde la Vida, desde la Liturgia, desde la Palabra, desde lo que Dios mismo nos vaya inspirando, desde las búsquedas y ansiedades-encuentros y desencuentros de los demás, y desde nuestras propias tentaciones.

Las dificultades de concentración, son normales. No desesperarse. Si son superficiales, volver al centro. Si son más serias y con ansiedad, ofrecerlas al Señor: "Padre, me pongo en tus manos". En enfermedad y vejez, más paciencia contigo mismo. No enfadarse y tener sentido común: buscar el lugar y momento más propicio.

En cuanto a los sentimientos en la oración, ojo con un peligro: orar sólo cuando nos apetezca. Es necesaria la constancia y la perseverancia.

No medir el fruto de la oración por lo que hayamos sentido o dejado de sentir. La oración es una expresión de fe, no de sentimientos. Es Dios quien ora en mí; no yo en Él. La oración transforma interiormente y el mejor fruto no son los sentimientos o los fenómenos externos (hablar lenguas, éxtasis, etc.), sino el cambio que va produciendo en ti (modificación de carácter, relación más positiva con los demás, actitud vital, abandono en manos de la Providencia, positividad, etc.). Por sus frutos los conoceréis.

En cuanto a la aridez o hastío espiritual, hay épocas en que lo único que experimentamos es oscuridad y aridez. No hay luz: Dios se ha desvanecido y nos sentimos abandonados y rechazados ("Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado"). Sentimientos agostados, sensación de desgana y hastío espiritual, sin deseo fuerte de Dios.

Cuando se produce aridez, preguntarnos ¿es sólo en la oración o sucede en otros campos de la vida? Si sólo es en la oración, tal vez se necesite modificar la forma o método de la oración. De la contemplativa a la meditación o a la vocal, o viceversa.

Tal vez la aridez sea una llamada a profundizar: de los sentimientos a la voluntad. Edificar sobre roca y no sobre arena. A amar a Dios sólo por sí mismo y no por los sentimientos que pueda inspirarte. Orar cuando estamos carentes de deseos puede ser la prueba de estar buscándole sólo a Él y no otras recompensas o compensaciones.

En cuanto a la oscuridad o apagón espiritual, puede ser por causas físicas.

Si es espiritual, es una llamada de atención para cambiar tu forma de oración, llamada para cambiar tu centro de atención de Dios: del Padre al Hijo, o viceversa, o al Espíritu Santo.

Como resumen, en la aridez y oscuridad física, moral o espiritual, ver las causas y no culpabilizarnos. Perseverar en la fidelidad al lugar y tiempo; mantener confianza y abandono. Saber esperar y experimentar otras formas de oración.

"A partir de la oscuridad, Dios produce luz y fuerza, sosiego mental en medio de la tempestad de pasiones, paciencia en medio de la impaciencia, resignación en medio de la desesperación" (A. Barker, siglo XVII).

BIBL. -AA.W., Oración cristiana para tiempos nuevos, Espiritualidad, Madrid 1976; N. SILANES, La oración en Pablo VI, Trinitario, Salamanca 1974; J. LOEW, En la escuela de los grandes orantes, Narcea, Madrid 1977; R. BERZOSA, Orar con el cantar de los cantares, Monte Carmelo, Burgos 2000.

Raúl Berzosa Martínez