Mujer y pastoral en América Latina
DPE
 

SUMARIO: Introducción — 1. La discriminación de género. — 2. El desarrollo de la conciencia y movimiento feminista. — 3. La problemática de la mujer. — 4. Perspectiva pastoral en L.A.: a) La visión sociológica del problema; b) La conciencia y los movimientos feministas; c) La teología feminista; d) La praxis eclesial: Las organizaciones sociales. La catequesis familiar. Las comunidades eclesiales de base. Los grupos de lectura bíblica. La mujer en los servicios ministeriales.


Introducción

En los albores del siglo XXI, y después de más de 52 años de vigencia de la Declaración de los Derechos Humanos, donde se reconoce la igualdad de todos los hombres y la negación de toda discriminación, todavía su cumplimiento está en el terreno de la utopía. Hoy, esa Ley, firmada y asumida por la mayoría de los países, permanece, en muchas ocasiones, más en el papel y en la manifestación de intenciones, que en la realidad

Estamos ciertamente en un mundo donde la discriminación es un factor común. Por desgracia todavía discriminamos por raza, color, sexo, religión, economía, enfermedad, entre otras cosas. Aunque, ciertamente, también debemos reconocer con alegría, que crece permanentemente la conciencia de superar esta negra problemática y, lo que es más positivo, se realiza también esta transformación en las mismas personas que son objeto de discriminación.

El tema que nos ocupa nos va a ayudar a entrar, aunque sea de forma sintética, en uno de los más graves problemas: la discriminación de la mujer. Discriminación que se da en todo el mundo, pero en especial en los países de ese mundo que denominamos «SUR» al que pertenece América Latina.

Conocemos bien, por otra parte las mujeres que han logrado surgir, con esfuerzo y tenacidad, desde este mundo popular y destacar a pesar de este ambiente discriminatorio. Son ciertamente ejemplos admirables y ellas mismas las primeras defensoras de la dignidad y los derechos de toda mujer, luchadoras incansables contra cualquier tipo de discriminación.

Nos ocuparemos también de la preocupación de la Iglesia alrededor de este aspecto de discriminación de la mujer. De esa Iglesia Latinoamericana que se ha distinguido por su práctica de evangelización liberadora y que encuentra en esta situación no sólo un reto y compromiso, sino también el desafío y la oportunidad de reconocer desde el interior de su pastoral, una participación activa y principal de la mujer.

Esta visión desde la práctica pastoral nos lleva a visualizar aspectos importantes en los que destaca la participación de la mujer como centro de la acción pastoral de la Iglesia en muchos aspectos. Mujer y evangelización tienen una amplia y necesaria relación en la Iglesia de América Latina.

1. La discriminación de género

Partimos del supuesto, que presentamos como una verdad aceptada, de que, en ninguna sociedad las mujeres tienen las mismas oportunidades que los hombres. Esto es precisamente lo que se llama: discriminación de género; que significa, en resumidas cuentas, que del hecho de haber nacido hombre o mujer se derivan en nuestras sociedades una serie de condicionamientos, los cuales conllevan a que se cuente con más o menos oportunidades, que se abran o se cierren puertas, o a que, como recientemente sale demasiado a la luz, la mujer sea la víctima principal en la denominada «violencia doméstica». Todo esto sucede simplemente por ser mujer.

Decimos que ocurre en todos los países, aunque con matizaciones y una gravedad mucho más fuerte en los países del «Sur». No es lo mismo, ciertamente, ser una mujer blanca, de clase alta y de estudios superiores, -blanca, rica, cultivada-, que ser una mujer de raza negra, perteneciente a una clase humilde y analfabeta o con pocos estudios, -negra, pobre, analfabeta.

Pero nuestra perspectiva ya da esto por supuesto e injustamente admitido, nuestro razonamiento va más lejos: decimos, tampoco es igual en femenino: blanca, rica, cultivada; que en masculino blanco, rico, y cultivado. Es decir, aún en las mismas circunstancias, no es lo mismo ser hombre o mujer. A esto nos referimos cuando decimos, discriminación de género.

Es cierto que la discriminación de género se agrava cuando se añaden otros factores, como es el caso del color y más todavía el de la cultura o el de la pobreza, que hacen de esta situación algo mucho más trágico, ya que de alguna forma hay todavía sociedades en la cuales el ser mujer llega a ser un factor de esclavitud, (si por esclavitud entendemos no contar con poder de decisión sobre su propia vida) «ser tratada como una propiedad de una u otra manera».

En el informe del PNUD de 1998 denuncia la especial situación de la mujer en la pobreza generalizada que se da en el mundo, y llega a decir que: «la pobreza tiene rostro de mujer, puesto que de los 1.300 millones de personas que viven en el mundo en medio de un modo de absoluta pobreza, el 70% son mujeres».

Y Amnistía Internacional, insistiendo en la discriminación de género recuerda que: «la discriminación de género es una enfermedad mortal. Las mujeres y las niñas que mueren cada día como consecuencia de las diversas formas de discriminación y violencia en razón de su sexo son más que los que mueren por cualquier tipo de abuso contra los derechos humanos».

Esta especial vulnerabilidad de la mujer se apoya tristemente en pilares ancestrales, de componente legal, cultural, social, político y aún religioso. Quizá por eso, a veces y en ciertas culturas o países, no choque tanto las vejaciones y las violencias a que son sometidas mujeres y niñas, desde la cuna hasta la tumba, simplemente por ser mujeres.

Ciertamente hay todavía en el mundo, claras deficiencias en aspectos legales que reducen a la mujer a condiciones de inferioridad en relación al hombre, y establecen fuertes discriminaciones en relación a la consideración de ciudadanas de pleno derecho, restringen su capacidad de decisión política, en el aspecto laboral no gozan de los mismos salarios y se les reduce muchas veces a sus labores domésticas, tienen mayores dificultades para la educación, en la que se prefiere primero educar a los varones, y son sometidas a una mayor esclavitud sexual.

De ahí que en el informe del PNUD se diga taxativamente: «El reconocimiento de la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer y la decisión de combatir la discriminación basada en el sexo, son adelantos de importancia equiparable a la abolición de la esclavitud, la eliminación del colonialismo y el establecimiento de la igualdad de derechos para minorías raciales y étnicas».

2. El desarrollo de la conciencia y movimiento feminista

La mujer cada vez está tomando una mayor conciencia de su realidad y de sus derechos y en todo el mundo se destapan con mayor fuerza los abusos y vejaciones mayores que la mujer (por ser mujer) recibe en diversos lugares.

Charlotte Buch, coordinadora de la campaña mundial sobre los DD.HH. de las mujeres, en la Conferencia Mundial de Viena (1993), hablaba de la situación de la mujer en forma dramática pero a la vez llena de fuerza interpeladora:

«Imaginemos un conjunto de personas sometidas regularmente a agresiones físicas, violaciones, servidumbre sexual, encarcelamiento arbitrario, tortura, abusos verbales, mutilaciones, e incluso asesinato, todo ello por el simple hecho de haber nacido dentro de un grupo particular. Imaginemos además que sus sufrimientos se vean redoblados por la humillación y la discriminación sistemática en el hogar y en el lugar de trabajo, en las aulas y en los tribunales de justicia, en el culto religioso y en el esparcimiento. Pocos negarían que este grupo ha sido seleccionado para ser objeto de graves violaciones de los derechos humanos. Este grupo existe. Sus miembros representan a la mitad de la humanidad».

En los países del Norte ya la situación tiende a mejorar en algunos aspectos, aunque realmente hay todavía mucha distancia entre la realidad y el derecho, y surgen aún dificultades para que esta igualdad pregonada sea efectiva en todos los campos. Cuando esto llegue realmente podremos beneficiarnos de una riqueza extraordinaria, de una participación plena que sólo debe depender de las cualidades o aptitudes de cada uno, sín discriminación de género, y válida para todos los campos de la política, de la ciencia, de la técnica, de la administración, de la cultura.

Pero en los países del Sur, sobre todo, ya hemos dicho, entre las clases más populares, la distancia todavía es abismal, y la discriminación de género una violencia grave y cotidiana. Si esto es así, ¿por qué habría de sorprendernos que se esté desarrollando una creciente conciencia entre las mujeres, principalmente entre las mujeres de los países del «SUR», en los que entra América Latina y también en aquellas otras mujeres que sienten la necesidad de ser solidarias principal aunque no únicamente entre las personas de su mismo sexo que padecen mayores injusticias?

Ciertamente se ha iniciado un movimiento feminista que seguirá creciendo y ayudará a que las cosas ya nunca puedan ser igual. Es lento como todo desarrollo de transformación cultural y social e incluso tiene diversas perspectivas según el concepto de sociedad, los valores éticos, la perspectiva cultural, etc. los valores religiosos, que hace que a veces las diferentes organizaciones en torno a este movimiento feminista tengan a la vez aspectos de encuentro entre ellas, pero también aspectos de profundos desencuentros, a veces de tal magnitud que parecen tener distintos signos y objetivos. Pero hay un aspecto importante, están ahí y tienen un eje común: la reivindicación de los derechos la mujer.

Si nos situamos en A.L. también este movimiento tiene su fuerza. En primer lugar se está desarrollando una creciente conciencia entre la mujer popular latino americana de su realidad de opresión. Se sienten oprimidas en cuanto desempleadas, trabajadoras, campesinas, indígenas, consumidoras (al igual, pero más fuerte, que muchos de sus padres, maridos, novios, hermanos), pero también se sienten oprimidas desafortunadamente como mujeres (incluso también a manos de sus propios padres, maridos, novios, hermanos, amigos).

Esta conciencia de opresión ya no se queda en conciencia de resignación impotente, de víctima, sino que va acompañada de la convicción de que esa opresión discriminatoria es injusta y tiene que ser perecedera, y que ellas mismas, las propias mujeres, son las primeras que deben constituirse en sujetos de sus propias luchas para superar la injusta situación.

Quizá todavía algunos no lleguen a ver la verdadera dimensión que tiene que alcanzar esta nueva revolución que ya ha comenzado en la historia. Sin embargo, esta rebeldía y conciencia activa de la mujer en la lucha por la igualdad es de tal importancia y tiene una perspectiva tan transformadora que de ella, la eminente antropóloga social Margareth Mead, hizo ya hace unos años una afirmación realmente importante: «En la humanidad sólo hay cuatro períodos, después de los cuales nada ha sido igual sobre la tierra: la evolución, la era glaciar, la revolución industrial y el movimiento feminista».

3. La problemática de la mujer

Nos vamos a referir en este apartado a la problemática de la mujer en la forma de ser recibida y tratada tanto por Organizaciones de Mujeres a nivel internacional (ONG), como por Organismos Internacionales dependientes de instancias ofíciales (fundamentalmente los dependientes de la ONU).

Esta dura problemática que recae sobre la mujer víctima de la discriminación de género, es percibida con acentos diversos en las dos clases de organismos, por una parte se percibe en perspectiva del género, es decir, en lo que respecta a la «mujer», y por otra también en la perspectiva más amplia del desarrollo de la humanidad,

Las Conferencias mundiales están más vinculadas especificamente a la situación de la mujer sobre todo considerada como víctima de la discriminación de género (México 75, Nairobi 85, Beijing 95 y New York 2000); y sin embargo las Conferencias dependientes del PNUD se refieren más al desarrollo, hablando de la situación de la mujer dentro de la perspectiva de Población y Desarrollo (PNUD), entre las que destacan la Conferencia del Cairo (1994) y la de Copenhague (1995).

Refiriéndonos a las Conferencias sobre la Mujer, en las cuales destacan organizaciones de mujeres de la mayoría de los países, y se desarrollan con participación casi exclusiva de mujeres, se aprecia en general aspectos muy positivos tanto de denuncia de la situación de la mujer como de exigir mejores condiciones y, sobre todo, adquirir compromisos revisables en todos los países participantes.

Por eso la reunión de New York tomó el nombre de Beijng + 5 en el sentido que el compromiso fue revisar las 12 áreas de preocupación establecidas en Beijing, para ir evaluando los logros. Aunque su evaluación la sitúa más en pocos logros (advirtiendo sin embargo que no hay tampoco retroceso), hay incidencias firmes en relación a problemas significativos: la violencia doméstica, el tráfico de mujeres, la proclamación de la igualdad en salud y educación, y la eliminación de la pobreza en la mujer, incluso con pequeños proyectos productivos. La dificultad mayor surgió en el aspecto de la salud reproductiva, campo de batalla de difícil solución.

Por su parte las Conferencias sobre Población y Desarrollo asumen otra perspectiva: ya que vinculan claramente sus objetivos de forma preferencial a la niñez, a la mujer y a los proyectos educativos y productivos, pero a la vez, vinculan la posibilidad del desarrollo en los países del «Sur» al establecimiento de claras políticas de «salud reproductiva» bajo cuyo título esconden toda la problemática que contiene métodos impuestos de forma compulsiva y los objetivos claros de alcanzar unos logros en el control de la natalidad, vinculando no sólo los gastos que generen los programas, sino otras ayudas económicas al establecimiento de esta política de población.

En ella la mujer, por una parte se ve claramente beneficiada en el sentido de que es objeto prioritario de atención, e incluso de que la salud en torno a la reproducción se cuida más y con ello se pueden evitar muertes y enfermedades graves tanto de la mujer como del niño; pero a la vez hay otros aspectos claramente discriminatorios, al incidir con fuerza inusitada en los métodos anticonceptivos, la gran mayoría reservados a la mujer, y algunos de ellos, insultantes y vejatorios, como la esterilización proyectada y realizada en algunos países de forma arbitraria y en contra de la libertad y aún a veces del conocimiento de la mujer.

A esto se añade la fuerte polémica levantada en torno al aborto, que se quería introducir de forma algo solapada, y que por el voto contrario tanto de algunos países católicos y del Vaticano, como de los países árabes ha sido repetidas veces rechazado.

Por lo tanto en todo el aspecto concerniente a la mujer se dan actitudes contradictorias, por un lado beneficiosas en sentido de ver que se desea atender su marginalidad, su injusta situación, su sufrimiento social, cultural, económico y aún religioso, así como la eficacia de la mejora de su situación sobre todo pensando también en su efecto multiplicador sobre todo en la infancia (tesis de Unicef), razón por la cual se constituye con toda justicia en eje prioritario en los programas de desarrollo.

Pero, por otra parte, al vincular fuertemente la mayoría de estos programas al control de la natalidad, con especial injerencia en los sectores más populares de los países menos desarrollados, y pretender realizarlos de forma arbitraria, sin contar con el derecho de las personas, abusando más de la mujer e imponiendo (a veces sin un discernimiento claro ni libertad) métodos que van incluso contra sus mismos deseos personales y sentido moral, se convierten de esta forma, de nuevo, en sujetos de otra forma de esclavitud y de opresión.

Estas agresiones han sido tan fuertes en algunos países que conocemos en A.L. que no sólo han levantado firmes protestas del episcopado, sino que incluso han merecido investigaciones y denuncias de importantes medios de comunicación y aún un rechazo público de organizaciones feministas radicales, que aún admitiendo en teoría estos medios de control de la natalidad, han rechazado la política de utilización por ir contra la libertad de la mujer, e incluso con la existencia de donación de alimentos a las personas que sometían a estas prácticas.

4. Perspectiva pastoral en L.A.

La Iglesia L.A. hace una clara opción pastoral por la mujer y una opción que determina la priorización de la situación de la mujer de los sectores populares, es decir, la mujer que arrastra esa situación especial de pobreza, de injusticia, de opresión y aún de esclavitud por ser víctima de costumbres, de normas, y aún de, todavía alguna ley discriminatoria.

La opción por la mujer es, por lo tanto, una concreción de la opción por el pobre. La mujer es «el pobre por antonomasia», ser pobre y ser mujer es ser doblemente pobre en la situación actual de la mujer popular de A.L. Incluso ya dijimos que, a nivel de los países del Sur, se puede decir también que «la pobreza tiene un especial rostro femenino».

Como opción por el pobre está inserta en lo más profundo de la esencia evangélica y en ella radica también una de las principales opciones de la Iglesia Latinoamericana. Hay importantes documentos de los obispos, se han desarrollado muchos aspectos pastorales e, incluso, tiene ya una fuerte significación los estudios, reflexiones y encuentros en torno a una teología específica de la mujer: la teología feminista, que está ayudando a abrir horizontes y presentar interesantes aportes.

La acción pastoral sobre la mujer en primer lugar se apoya en la visión sociológica de su problemática, los planteamientos de las ciencias humanas y las aportaciones de grupos feministas, especialmente los más afines en la coincidencia de valores y objetivos. Todo esto es un primer paso que se toma como mediación para establecer con mayor claridad la reflexión teológica y promover una eficaz acción pastoral.

a) La visión sociológica del problema

La mujer en cuanto mujer sufre unas especiales agresiones que procuraremos sintetizar en algunos puntos más esclarecedores:

En primer lugar está, en la raíz de los problemas, la realidad de una menor valoración de la mujer en relación al varón. Valoración que se da a lo largo de su vida: desde el mismo nacimiento (todavía en varios países, se obliga a inscribir a los varones antes de los cinco días de su nacimiento, mientras para las mujeres hay un tiempo mucho mayor), hasta el final de sus días: abusos sexuales, objeto de mercancía, mayor dificultad para el estudio y el trabajo, problemas para el liderazgo político u económico...

Un segundo problema lo situamos en torno al machismo legal y cultural del que está formada la sociedad. El varón es el que tiene la primacía en todo, la mujer sigue siendo secundaria. Aún en el matrimonio: la mujer es la que debe seguir al varón y establecerse en su domicilio, y aún debe tener permiso de él para poder ejecutar a veces las más mínimas cosas. Su mundo se reduce a su hogar.

En lá década de los 80, realizamos en una zona rural del valle de Huaura en Perú, varios encuentros con mujeres de centros de madres; los realizamos en una casa de campo en régimen de internado. Muchas de estas mujeres era la primera vez que dormían fuera de casa, y llevaban algunas 20 y 30 años de matrimonio, y una de sus mayores felicidades fue el comer durante tres días sin tener ni que comprar, ni que hacer la comida.

La mujer sigue convertida en esclava de la casa, y no sólo por el trabajo que le absorbe dentro de ella, sino por las normas culturales que la sujetan: no puede o no debe salir de ella «sin pedir permiso»; y además en las zonas urbano marginales, por las circunstancias de la situación de sus viviendas alejadas, cuando sale, lo hace con peligro o inseguridad. Todavía «una mujer no puede andar libre y tranquilamente sola por la calle».

Un tercer marco de problemática es el relacionado a las políticas estatales de control de la natalidad. La mujer se constituye no en beneficiaria, sino en víctima de esta política. Lo primero que la problemática se trata sin el menor respeto a las decisiones personales y además en la práctica toda la politica restrictiva va alrededor de métodos para la mujer (actualmente la esterilización es uno de los más graves problemas. El estado no busca el bienestar de la mujer, simplemente busca, por las obligaciones contraídas con Organismos Internacionales, el que disminuya la natalidad, por ello ejerce acciones (principalmente coercitivas) hacia la «mujer reproductora» (recordamos las denuncias que se hicieron contra la vacunación obligatoria, de la población femenina del Perú en edad fértil, por sospechas fundadas de elementos esterilizantes temporales).

Finalmente hay otro aspecto central y más amplio, es el relacionado con la mujer y su verdadero rol social, que apenas es reconocido, pero que sin embargo es trascendental, se refiere a la importancia de la mujer en la construcción del tejido social: con sus organizaciones populares, con sus aportaciones de pequeños trabajos productivos, con el cuidado de la educación de sus hijos, está haciendo posible que puedan superarse situaciones de emergencia, y tienen un protagonismo en la esperanza de mejora, que muchas veces se desconoce.

Por ello el mayor de los errores e injusticias no es sólo desconocer el valor de estas acciones sino posibilitar, de una vez por todas, que la mujer pueda ir accediendo, en igualdad de condiciones y capacidad, a los espacios económicos, sociales y políticos donde el país se juega su destino.

b) La conciencia y los movimientos feministas

Entre los movimientos feministas en el mundo hay algunos, los denominados liberales, que se dan más bien en tos países ricos, donde la mujer no sufre las condiciones de pobreza. Estos movimientos sostienen en general que la liberación de la mujer consiste en alcanzar una libertad en escoger sus vidas para poder competir libremente con el hombre, tanto en aspectos profesionales como políticamente.

Sin embargo en América Latina los movimientos feministas se centran casi totalmente en las ínfimas condiciones de pobreza que padece la mujer en la sociedad, pero también toma aspectos de las relaciones patriarcales, de la división sexual del trabajo, se interesa asimismo por la cuestión sexual y reproductiva, y, en su conjunto, busca una necesaria transformación social para que sea posible el reconocimiento efectivo y práctico de sus derechos y la superación de las diferencias de género.

Reconociendo que la diferencia de sexo, es algo natural determinado por la biología que da fundamentalmente unos condicionamientos físicos y aporta una forma de entender la vida que hay que valorar. Sin embargo, se insiste con fuerza en que contra lo que se va es contra la discriminación de género que es algo determinado social, cultural y aún psicológicamente. Es por lo tanto un producto social, histórico y perecedero que se refiere a las características sociales y culturales que la sociedad atribuye a los hombres y mujeres.

En A.L. estas características se traducen en multitud de limitaciones y discriminaciones contra las que hay que luchar, puesto que se trata de una situación injusta y superable. Por eso el feminismo reconociendo la riqueza y diversidad de la sexualidad intenta superar y vencer los condicionamientos económicos, culturales y sociales que establecen esta injusta y aún esclava dependencia de la mujer.

Las propias mujeres pueden generar procesos de superación, pero el feminismo, reclamando el derecho de la mujer y el reconocimiento a su igualdad social esencial, sin embargo, no reclama algo exclusivo para la mujer. Lucha contra el machismo, en cuanto que es un factor que hay que superar para lograr la liberación de la mujer, pero no lucha contra el varón ni contra su lugar en la sociedad, sino que busca compartirlo con el, en un modelo de sociedad justo y solidario.

No podemos hablar de un sólo tipo de feminismo, ni siquiera de objetivos forzosamente coincidentes. En el movimiento feminista y los objetivos que se buscan, hay coincidencias, generalmente cuando se trata de superar la situación de pobreza, o las formas culturales patriarcales, pero sin embargo hay también grandes dificultades de encuentro en lo que se refieren al problema del tipo de sociedad y de mujer que diseñan los mass media, a los valores eticos y religiosos, y a la valoración de la sociedad hedonista y de consumo.

c) La teología feminista

Dentro de la perspectiva de la teología de la liberación se está dando en A.L. un amplio trabajo de desarrollo de la teología feminista, teología fundamentalmente hecha por mujeres y, que por lo tanto, aporta no sólo una especial sensibilidad, sino también nuevas miradas y nuevas enriquecedoras orientaciones.

A este aspecto añade la importancia y trascendencia de que se trata de una teología ecuménica, que traspasa los limites de una elaboración teológica de mujeres católicas, y que significa un encuentro real de Iglesias en un problema concreto que reúne y congrega en el análisis y estudio sobre la mujer a teólogas de diversas denominaciones e Iglesias.

Es un movimiento que tiene ya una dimensión notable y que sigue avanzando no sin dificultades. Sintetizamos algunos aspectos básicos en orden a una mejor comprensión de sus planteamientos:

— Las raíces se inscriben en la misma teología de la creación desde la perspectiva de la igualdad del hombre y de la mujer y de su dignidad radical. Parten de la cadena de la vida, e insisten en el respeto al más mínimo ser; de aquí que sea una opción que defiende también la dignidad de la creación entera y el respeto profundo a la ecología como praxis humana y cristiana.

El marco. La teología feminista busca hacer explícita la conexión entre el mundo de Dios -caracterizado por la abundancia de salvación, de gracia y de vida integral- y la vida injusta de la mujer «imagen viviente de la pobreza». Su texto de referencia clave es el de Juan 10,10 «yo he venido para dar vida a los hombres y que la tengan en plenitud». Por ello esta teología específica se comprende a sí misma como una reflexión crítica sobre la vivencia que hombres y mujeres tenemos de Dios dentro de nuestras prácticas transformadoras de instituciones y sistemas que producen el empobrecimiento y la violencia contra hombres y principalmente contra las mujeres. Reflexión que intenta introducir también dentro de la Iglesia.

El contexto. Está ya señalado, se refiere con claridad a la configuración de las relaciones sociales en la sociedad latino americana que muestra profundas desigualdades en la capacidad de acceso a los derechos básicos y a los recursos mínimos. Señala la situación de la mujer que vive en una realidad social asimétrica y antagónica, que hunde sus raíces en un orden indígena patriarcal y que culmina con la perspectiva de una sociedad neoliberal productora de miseria y de acumulación excluyente de riqueza y a la vez generadora de antivalores sociales.

Los contenidos. Desde la teología feminista se proyecta con fuerza una teología de liberación donde resalta el valor pleno y radical de la vida, la perspectiva de esperanza, las raíces evangélicas de la dignidad de la persona, del respeto a la autonomía y no dependencia de la mujer, y, asimismo, de la proyección evangélica hacia un desarrollo integral que incluye la participación activa en el desarrollo de la sociedad y de la Iglesia.

Se refuerzan también las convicciones en la fuerza liberadora del pobre (en este caso de la mujer), en la confianza en sus organizaciones y en la proyección liberadora de sus prácticas religiosas.

Y se buscan también nuevos paradigmas que permitan estudiar y profundizar sobre aspectos que envuelven hoy la experiencia de vida de la mujer: sociedad y sexualidad; poder y autodeterminación, salud y derechos reproductivos, placer y descanso, estética y política, fe religiosa y espiritualidad. (2° Encuentro L.A. de Mujeres Teólogas. Río de Janeiro 1993).

La pluralidad. Evidentemente dentro de estas perspectivas teológicas no hay una uniformidad total de criterios, sino que hay acentos, hay búsquedas, hay dudas, hay certezas dentro de la perspectiva general señalada.

Pero es que, además en América Latina hay otros tipos de teología feminista que se diferencian ya más en planteamientos y en contenidos, en cuanto que el marco social y cultural es más diverso; nos referimos a la teología feminista indígena (que intenta iluminar desde la realidad de la mujer en las etnias indígenas) y la teología feminista negra (que hace lo mismo desde la realidad de la cultura afroamericana).

— Los encuentros. Las teólogas de Latinoamérica han encontrado espacios significativos en encuentros periódicos donde se dedican a sistematizar las experiencias de fe vivida en los compromisos con la justicia y con la dignificación de la mujer en A.L.

El primero de ellos fue en México en 1979 con el tema: «Mujer latinoamericana, Iglesia y Teología», que se inscribió con claridad en el marco de la teología de la liberación. A este encuentro han sucedido otros varios: Buenos Aires 1985: «Encuentro latinoamericano de teología desde la perspectiva de la mujer»; México 1986: «Hacer teología desde la perspectiva de las mujeres del tercer mundo» y Río de Janeiro 1993: «Espiritualidad por la vida: Mujeres contra la violencia».

d) La praxis eclesial

Nos referimos exclusivamente a la praxis eclesial que parte de considerar a la mujer como sujeto de acción pastoral, y, más todavía, como sujeto insustituible en la práctica liberadora de la acción evangelizadora de la Iglesia. Esta acción es central en el campo de la dignificación de la mujer y de la liberación de sus esclavitudes, cuestión que abordaremos dentro de la óptica del trabajo de la mujer como sujeto de su propia liberación.

La mujer, al reclamar su puesto de sujeto en la evangelización, no sólo reclama un derecho que es inalienable sino que a la vez, enriquece a la Iglesia, puesto que, repetimos, es en la praxis de la Iglesia de América Latina, un sujeto tan transcendental, que, sin ella, la Iglesia de A.L. no sería como es, ni hubiera podido asumir una serie de importantes trabajos.

La importante labor de la mujer es realizada no de forma individual, el verdadero sujeto sabemos que es la comunidad. Y es precisamente también desde el amparo y con la fuerza de las organizaciones, comunidades o movimientos, donde la mujer adquiere formación, dinamismo y fortaleza para su compromiso. De ellas tratamos ahora:

Las organizaciones sociales. - La mujer en América Latina está encontrando una forma sencilla pero útil a la vez para ir ganando formación, espacios sociales y a la vez adquirir un mayor protagonismo y fuerza social.

Se trata sobre todo de las organizaciones barriales, de las pequeñas empresas artesanales productivas, de los centros de madres, de las escuelas de alfabetización y de capacitación en labores.

Esto ha permitido a la mujer salir de su único entorno doméstico y es a la vez una buena forma de acceso social de la mujer a los estamentos más básicos de la sociedad, y una forma de ir capacitándose más. Así mismo aportan aspectos tanto para una reflexión colectiva acerca de la problemática social, como para constituir una fuerza social a la hora de reivindicar sus derechos.

Todas sin duda tienen una cierta importancia pero relativa. Es una buena plataforma para comenzar un proceso de mayor integración, mayor responsabilidad, mayor significación en las decisiones fundamentales del Estado; pero serían sencillamente retardatarias e incluso de fácil utilización política por los Gobiernos de turno, si se quedan simplemente en este tipo de acciones. La dignidad de la mujer, su capacidad y la necesidad y el beneficio social de una mayor integración, reclaman cuotas más altas.

La catequesis familiar. - Aporta una visión de fe sobre la realidad de la familia, su estructura, el papel de la mujer, la necesidad del diálogo entre los esposos. La mujer se siente protagonista, y a veces de forma casi exclusiva, porque el varón delega en ella, es más reticente a este tipo de reuniones.

Los grupos de padres de familia (insistimos que a veces son sólo o principalmente madres), examinan también a la luz de la fe el entorno del barrio, sus problemas, y, dependiendo de las orientaciones de los diversos grupos, abordan a veces también la problemática económica, social, laboral, e incluso estructural.

Es una labor de discernimiento que ayude a que la mujer participe con soltura y desde la fe en los problemas comunes, que se atreva a contar sus propias dificultades y ver en conjunto los problemas de todos. Así se tiene una mayor conciencia colectiva de la importancia de ver cómo los problemas no son individuales, sino que la mayoría son «problemas de género» o que, por lo menos el «género» los agudiza.

Las comunidades eclesiales de base. - Dentro de este contexto de aproximación a la problemática de injusta situación de pobreza en que vive la mujer, y a la vez, de iluminación y vivencia comunitaria de la fe, en orden a buscar unos compromisos eficaces que transformen estructuras de opresión, en las CEBS encuentra la mujer uno de los mejores ambientes. En las CEBS, como en la mayoría de los movimientos eclesiales, las mujeres han tenido y tienen un papel primordial, y por medio de ellas, las mujeres se han unido a toda una serie de movimientos y grupos que han tomado tanto de la defensa de los derechos de la mujer como los derechos humanos en general, uno de sus principales compromisos.

La mujer ha encontrado primero en las CEBS, un modo útil y sano de ensanchar su mundo doméstico, y además ha encontrado también un lugar inmejorable de relación y dinámica interpersonal que le ha permitido una gran libertad de expresión, y la participación activa en las discusiones y aun en el aprendizaje. La mujer a la que siempre o se le había negado el derecho a participar o lo hacía de forma temerosa, ahora lo puede ir participando de forma normal sin sentirse disminuida ante los demás.

También han sido para ellas, un lugar de fuerte reflexión, comprensión y vivencia de la fe. Han visto el Evangelio más cercano a los problemas de la vida, y han podido comprender cuáles son los verdaderos valores del Reino predicados y vividos por Jesús, y cuál el camino que se está marcando en la pastoral de la Iglesia L.A.

Un tercer aspecto en que las CEBS y los movimientos anexos han permitido a la mujer entrar más de lleno en la problemática de las estructuras sociales:

Tanto los que surgen a nivel del entorno barrial: la lucha por mejorar sus sectores con bibliotecas, mejores escuelas, parques deportivos o botiquines comunales, la lucha por obtener los servicios de luz, de agua potable, de alcantarillado; como los problemas ya más estructurales y de ámbito nacional, pero tratados tanto localmente como en su proyección, nacional: los problemas de los «sin tierra», las organizaciones indígenas, los grupos de defensa de los derechos humanos, las acciones contra la represión, los comités de búsqueda de desaparecidos, los análisis de la problemática de la deuda externa.

Los grupos de lectura bíblica. — El gran desarrollo que tiene en A.L. el estudio y lectura popular de la Biblia, tiene también una principal incidencia en lo que concierne a la mujer. Nos referimos aquí de forma única a este tipo de grupo de estudio de la Biblia cuando se hace por mujeres y desde la perspectiva de la mujer.

Estos grupos forman parte de un movimiento ecuménico que promueve la lectura de la Biblia desde grupos específicos: promotores bíblicos, agentes pastorales, mujeres, etc. en orden a hacer más fácil la relación Vida-Biblia.

En lo que se refiere a la mujer, en Argentina, por ejemplo, estos grupos de mujeres se reúnen a leer la Biblia modelada con la expresión: «con ojos de mujeres»; es decir, hacen una lectura desde su realidad de mujer y mujer popular. De esta forma recrean la mirada sobre sus vidas y sobre el actuar de Dios en la Historia. Buscan y encuentran a la vez en la Biblia y en la riqueza que ella guarda «un eco para su ser de mujeres».

El eje de su valoración se encuentra en que algunas feministas han dejado de leer y valorar la Biblia como si ella reforzara la subordinación y la postergación de la mujer, y después de la Biblia, dejan la Iglesia, y después de la Iglesia también prescinden de Dios.

En respuesta a esta realidad, la lectura popular de la Biblia por la mujer (LPBM) plantea que la Biblia es un instrumento eficaz para vivir nuestra fe como mujeres, siempre que estemos atentas a los indicios de liberación que de ella misma surjen. «¿No es, acaso, la Biblia el testimonio de liberación de un pueblo que ha sufrido opresión, cautiverio y descalificación? ¿no han encontrado en ella, los que sufren, un camino, una salida, un éxodo?»

La LPBM advierte con claridad, por un lado, la manipulación del mensaje, pero también advierte y resalta el dato de que la Biblia, por tener también un autor humano, guarda en su interior «voces extrañas», es decir, textos o discursos que, desde su misma producción, atraviesan paradigmas culturales o religiosos de carácter sexista, dominantes en el contexto de la Antigüedad. De ahí establece la necesidad de una buena metodología.

La mujer en los servicios ministeriales. — Nos vamos a referir, finalmente, a la labor que la mujer realiza en la Iglesia, en especial a los ministerios referidos a la liturgia, a la catequesis y a las obras de amor y solidaridad.

La mujer no sólo es en general, y eso en todos los estratos sociales y en todo el mundo, la primera y principal receptora de los ministerios cultuales y catequéticos de la Iglesia, (cuestión también que merece un estudio serio buscando causas y consecuencias), sino que también es, sin duda, y en todos los ámbitos, la principal colaboradora seglar en las tareas eclesiales.

Tampoco abordamos el tema, espinoso por cierto, del derecho y oportunidad de que la mujer accediera a alguno de los ministerios ordenados, tema que se sigue estudiando, pero sobre el que Roma ha querido dejar ya zanjado.

Asimismo, no sólo no desconocemos, sino que valoramos profundamente la inmensa labor de las religiosas, tanto individualmente como en comunidad, tanto alrededor de este especial apartado como en muchos de los contenidos del presente artículo, pero, siguiendo el propósito inicial, no tratamos tampoco de ellas aquí, nos seguimos refiriendo a la mujer de estrato social popular en el Continente de América Latina.

Nos atenemos, por tanto, a la realidad de la mujer popular en el servicio ministerial no ordenado dentro de la Iglesia. Una cosa es cierta: que la mujer ha despertado en buena parte del alejamiento social en el que estaba sumida y ha adquirido un liderazgo fuerte tanto en las organizaciones sociales como los servicio eclesiales, que es ahora de lo que brevemente tratamos. Sabemos que todavía es muy poco, que la mujer reclama más dirigencia y está preparada para ello, pero nos ceñimos con brevedad a algunos aspectos que encontramos en la actualidad.

Ciertamente se debe a las CEBS y a otros tipos de grupos y comunidades y movimientos eclesiales el haber capacitado a la mujer en Biblia, en análisis social, en catequesis, y a la vez de haberla también posibilitado para ejercitar roles especiales de liderazgo, de coordinación, de animación, de monitoreo. De aquí pasaron a ejercerlo en las comunidades parroquiales, barriales, en zonas rurales, e incluso en diversos niveles de la estructura diocesana.

En las celebraciones litúrgicas que preside el sacerdote, la mujer tiene un puesto clave participando activamente, como monitora, lectora, presentando ofrendas, peticiones, dirigiendo el canto; y cuando se trata de celebraciones de la Palabra en lugares rurales o barriales, también es la mujer la que asume una presencia más activa. La mujer es la que preside muchas veces la Celebración de la Palabra, y también la que hace las lecturas, o las explicaciones, ocupa, pues un puesto central.

En lo que respecta a la catequesis, de igual forma, el importante ministerio catequético en la Iglesia es ejercido fundamentalmente por mujeres; no importa que se trate de parroquias constituidas en el casco urbano como si están diseminadas por los ámbitos rurales, la mujer es fundamental en el desarrollo catequético.

Lo mismo tenemos que decir si recorremos las comunidades o movimientos que integran el espectro eclesial, y que, por su compromiso con la realidad, han llamado la atención en la Iglesia del mundo entero, que las reconoce como una obra principal; nos encontramos con lo mismo: la mujer es central y eje en el desarrollo de estas comunidades y, a la vez, integrante mayoritaria de las mismas.

Finalmente destacar también su estimable aportación en lo relacionado al ministerio de la caridad, en lo concerniente a la salud: visita a enfermos, atención material a los más necesitados, confortarles espiritualmente, acompañarles en la oración de petición, incluso estar atentas a los momentos más difíciles y también cercanas a la familia.

Ciertamente su acción ministerial en la Iglesia es mucha o poca, relevante o insignificante, según el prisma como lo veamos. No es el objeto de este artículo. Creemos que la Iglesia en A.L. (y en el mundo) no podría ser la misma sin la mujer, muchas cosas fallarían en ella, pero también es claro, que todavía la mujer tiene fundamentos radicales en su ser de cristiana y cualidades específicas en su ser de mujer, que, si se reconocieran y estimularan en toda su extensión, iluminarían la cara de la Iglesia.

BIBL. —AQUINO, MARÍA PILAR, «Nuestro clamor por la vida» Teología latinoamericana desde la perspectiva de la mujer. Departamento Ecuménico de Investigación 1992. San José. Costa Rica; EQUIPO «SELADOC», «La mujer». Panorama de la teología latinoamericana. Ediciones Sígueme. Salamanca 1990. Informe anual de 1998 del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD), Tomado de «Vida Nueva». Informe especial núm. 2190. PPC. Madrid; HUAMÁN, MARÍA JOSEFINA, «La dimensión de género en las políticas y programas urbanos». Documento mimeografiado. Año 2000. Lima. Perú; VARIOS AUTORES, «Desigualdad de oportunidades». En el Boletín de «Manos Unidas», núm. 135. Número monográfico. Junio 1999. Madrid; VARIOS AUTORES, «Mujer<, en la Revista «Medellín», número monográfico núm. 101. Itepal. Bogotá. Colombia; VARIOS AUTORES, «Teología feminista desde América Latina». En la Revista «Cristianismo y Sociedad» núm. especial monográfico, 135-136, año 1998. Editorial Tierra Nueva Guayaquil. Ecuador; VARIOS AUTORES, «Mujer y Misión». En «Misiones Extranjeras», número 108. Número monográfico. Diciembre 1988. TEME. Madrid.

Daniel Camarero