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SUMARIO: Camino histórico del Apostolado del Mar: 1. Primeras disposiciones y normas canónicas. 2. Pío Xll:: Primera regulación general del Apostolado del Mar.. 3.- El Concilio Vaticano II y la legislación postconciliar. 4. Motu Proprio •Stella Maris- y consideraciones finales. 5. Nuestras primeras raíces. – La Iglesia y el mundo del mar hoy: 1. El mundo de la pesca. 2. El mundo de la marina mercante. 3. La familia. El hombre de mar. 4. Planteamiento y respuesta del Apostolado del Mar.


"La Obra del Apostolado del Mar, es la organización que promueve la acción pastoral específica dirigida a las gentes del mar y está orientada a sostener el esfuerzo de los fieles llamados a dar testimonio en ese ambiente con su vida cristiana." (Motu Proprio "Stella Maris" Título 1).

Este Motu Proprio del Papa Juan Pablo II fue promulgado el 31.1.1997 y constituye el último gran documento emanado de la Santa Sede hasta el término del siglo XX.

Camino histórico del Apostolado del Mar

1. Primeras disposiciones y normas canónicas

La actual organización formal del Apostolado del Mar (AM) fue fundada el año 1920 en la ciudad escocesa de Glasgow por un grupo de laicos católicos encabezados por Petar F. Anson.

Dos años después, el obispo de la diócesis, que estaba vivamente interesado en los objetivos del grupo, obtuvo la bendición y aprobación del Papa Pío XI, quien dijo entonces estas históricas palabras: "1 marittimi apostoli dei marittimi".

Los orígenes del AM radican en las asociaciones que surgieron años antes por iniciativa de laicos y sacerdotes; en un principio para acompañar con la oración a los que trabajaban en la mar, después también con el fin de promover entre ellos la formación religiosa y espiritual, a semejanza de los grupos análogos ya existentes en los ámbitos protestantes.

El objetivo preferente de estas asociaciones fue unificar, impulsar y apoyar el apostolado de los marinos en sus propios ambientes a través de los centros católicos llamados clubs "Stella Maris", creados en los principales puertos marítimos.

Antes del "Apostolatus Maris" hay que destacar instituciones de pastoral marítima tales como la "Societas Apostolatus Catholici" y la "St. Raphaelverein" de Alemania.

La evolución de la personalidad jurídica del AM tiene sus antecedentes en la regulación de algunos asuntos relacionados con la administración de los sacramentos en situaciones peculiares, durante los viajes marítimos, ya desde 1869 y hasta seis disposiciones en la primera década de este siglo.

La iniciativa apostólica surgida en Glasgow se extendió a otros países y se apresuraron a afiliarse varios clubes de marinos. En el espacio de 10 años se implantó el AM en Barcelona con el P. Brugada y en Bilbao con D. Trinidad García bajo el nombre de Patronato del Apostolado del Mar.

En 1928 fue establecido un Consejo Conjunto del AM y la Sociedad de San Vicente de Paúl y la dirección pasó a Londres. En 1931 se celebró el primer encuentro internacional de sacerdotes y laicos en Londres, del que nació el "Apostolatus Maris Internationale Concilium" (AMIC). Durante la II Guerra Mundial la sede central volvió a Glasgow. Pero desde aquí se pedía el traslado de la dirección a Roma con el fin de conseguir los criterios que garantizaran la continuidad y una mejor coordinación de la labor apostólica. Al mismo tiempo se solicitaba la formalización del status jurídico. La respuesta de la Santa Sede fue inicialmente limitada sólo a Italia; allí se instituyó la Consulta General del "Apostolatus Maris", sometida a la alta dirección de la Sgda. Congregación Consistorial y desde la cual se asesoraba a los Ordinarios en su tarea de dirigir este trabajo.

2. Pío Xll: Primera regulación general del Apostolado del Mar

El 1.VI11.1952 se promulga la Constitución Apostólica Exsul Familia, documento ya clásico por su decisiva importancia en la historia de la pastoral que llamamos de la movilidad: prófugos, emigrantes, navegantes, etc. Las exigencias pastorales ocasionadas por la segunda guerra mundial exigieron estructuras flexibles que llevaran a una necesaria organización y coordinación supradiocesana. La Exsul Familia constituyó el primer documento de gran solemnidad formal que afrontaba de modo global y sistemático, especialmente desde el punto de vista canónico, la pastoral de los emigrantes y navegantes. Entre otras obras de apostolado se nombraba al "Opus Apostolatus Maris". Hay que destacar aquí que por medio de este documento la Iglesia asumió algunas iniciativas apostólicas de los fieles, otorgándoles la cobertura legal y organización adecuada, con el fin de mejorar la eficacia del apostolado especializado. La Iglesia asumía la responsabilidad y la alta dirección de los esfuerzos de carácter privado. Así, dentro de la Sgda. Congregación Consistorial se creó un comité especial para dirigir la pastoral marítima y luego, en 1953, el Secretariado General Internacional "ad moderandum Opus Apostolatus Maris".

A esto siguió la promulgación en 1954 de las Normae et facultates por parte de la misma Congregación para los sacerdotes dedicados a la pastoral marítima.

Las continuas gestiones con el fin de obtener el reconocimiento internacional del Apostolado, conseguir el arreglo de su posición jurídica en la Iglesia y la determinación clara de competencias, un estatuto peculiar acorde con las características de la Obra que permitiera la armonización de las ideas fundacionales de la asociación con las exigencias prácticas de la realización de su labor pastoral, lograron finalmente la legalización formal de su actividad. El 21.X1.1957 se aprobaron y promulgaron las Legas "Operis Apostolatus Maris", lo cual fue considerado con satisfacción como el término del proceso jurídico del AM.

3. El Concilio Vaticano II y la legislación postconciliar

La concepción eminentemente pastoral del Concilio y la profundización en la misión propia de la Iglesia incidieron en una mayor sensibilidad a la hora de discernir las necesidades de los fieles, conforme a las condiciones en que se desenvuelve su vida en cada lugar y tiempo histórico. Se destaca el aspecto ministerial de los pastores de la Iglesia. La autoridad en la Iglesia es un auténtico servicio respecto a los fieles, los cuales tienen derecho "de recibir con abundancia de los sagrados Pastores los auxilios de los bienes de la Iglesia, en particular de la Palabra de Dios y los sacramentos." En este contexto de enseñanza conciliar, la especialización pastoral se muestra como una exigencia que fluye de la misma misión de la Iglesia entendida en su sentido más radical y pleno, correspondiendo al derecho de los fieles a ser atendidos según sus necesidades propias y específicas, en conformidad con la llamada universal a la santidad solemnemente proclamada en el Concilio.

El decreto "Christus Dominus" insta a los obispos a manifestar su preocupación especial en esta materia; así lo hace también de manera genérica el Nuevo Código de Derecho Canónico en el canon 383.

Vuelve a tratar este tema el Motu Proprio de Pablo VI Pastorales migratorum (1969) con la Instrucción de la Sgda. Congregación de los Obispos Nemo est del mismo año.

A partir del Motu Proprio Apostolicae Caritatis deI 19.111.1970 el Secretariado de la Obra del Apostolado del Mar pasó a depender de la Pontificia Comisión para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, constituida en el seno de la Congregación para los Obispos. El Decreto Apostolatus Maris dictado por la nueva Comisión el 24.IX.1977 señaló que se había procedido a examinar de nuevo toda la materia (pastoral y legislativa) "ad mentem novissimi Oecumenici Concilii". El deber principal de ofrecer la asistencia pastoral a todos los marítimos y navegantes correspondía al ordinario del lugar en cuyo territorio residían aquellos, aunque fuera por un tiempo limitado (art.6). Los capellanes recibían el nombramiento del ordinario del lugar y no de la Santa Sede como antes.

La mentalidad propiciada por el Concilio abría paso a soluciones flexibles y ágiles, constituyendo la respuesta de la Iglesia a la movilidad humana, según las palabras de Paulo VI:

"A la movilidad del mundo moderno debe corresponder la movilidad pastoral de la Iglesia".

En 1978 la Comisión Pontificia para las Migraciones y el Turismo dirige una Carta a las Conferencias Episcopales sobre la "Iglesia y la Movilidad Humana" en la que se recogen reflexiones e instrucciones específicas sobre el AM. En el art. 6 se lee: El Ordinario del lugar tiene el derecho y el deber de ofrecer con celo solícito la asistencia pastoral a todos los marinos que, aunque sea por un tiempo limitado, viven en el ámbito de su jurisdicción.

A partir de la Constitución Apostólica Pastor Bonus del 28.VI.1988 la citada pasó a llamarse el actual Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. Este Consejo pasó a convertirse en Dicasterio autónomo y dejó de depender de la Congregación de los Obispos.

4. Motu Proprio "Stella Maris" y consideraciones finales

El cambio de clima que se puede observar a través del recorrido histórico del AM está también en las bases del último Motu Proprio del Papa Juan Pablo II Stella Maris, promulgado el 31.1.1997, que ha actualizado las normas emanadas por la Sede Apostólica a lo largo de este siglo, para salir al encuentro de las exigencias de la peculiar asistencia religiosa que necesitan los hombres de mar y sus familias.

En este documento se designa por primera vez a todo el amplio grupo humano del mar de la siguiente manera:

- Navegantes. Los que se encuentran en barcos mercantes o de pesca, y los que, por cualquier motivo, han emprendido un viaje por mar.

- Hombres de mar. a) Los navegantes. b) Los que, por razón de oficio, se encuentran de ordinario en un barco. c) Los que trabajan en las plataformas petrolíferas. d) Los jubilados que proceden de los oficios citados en los números anteriores. e) Los alumnos de los institutos naúticos. f) Los que trabajan en los puertos.

- Gentes del mar. a) Los navegantes y los hombres de mar. b) El cónyuge, los hijos menores de edad y todas las personas que habitan en la misma casa de un hombre de mar, aunque ya no sea un navegante (por ejemplo, un jubilado). c) Los que colaboran de forma estable con la Obra del Apostolado del Mar.

La gente de mar forma un pueblo determinado, el "populus maris", cuyo concepto se ha ido perfilando a lo largo de los años. Lo que une esta gente son los valores y su patrimonio propio, con tradiciones peculiares, mentalidad, cultura y problemas específicos. Todos estos factores piden un trato pastoral peculiar y adecuado.

La naturaleza del apostolado especializado del mundo marítimo no se reduce a satisfacer las exigencias básicas de la asistencia espiritual, ofreciendo unos "mínimos", sino que ha de orientarse hacia el desarrollo integral de la persona humana, "conseguir la madurez de la persona humana y al mismo tiempo conocer y vivir el misterio de la salvación" (canon 217).

El caso del Apostolado del Mar demuestra claramente que el fenómeno asociativo y las iniciativas de origen privado o carismático, por muy ardiente que sea el fervor apostólico que las acompañe y por mucha eficacia, históricamente demostrada, que tengan en la vida eclesial, son insuficientes para abarcar las labores apostólicas que reclama la naturaleza misma del apostolado especializado, con mayor motivo si su amplitud requiere una actuación a escala mundial. La Iglesia, acogiendo estas iniciativas, que superan los fines y posibilidades de las estructuras asociativas, les ofrece una organización jerárquica para que puedan prestar su servicio con mayor eficacia.

La legislación en la Iglesia tiene un rasgo destacado y es el de la llamada universal a la santidad. Pues es aquí donde se centran, hacia ella se orientan, y en ella encuentran su justificación y razón última todas las leyes de la Iglesia. Es la llamada divina a participar activamente, según la propia condición, en la misión redentora de Jesucristo. Toda la actividad pastoral de la Iglesia está dirigida a hacer posible la realización plena de la vocación cristiana. De esta manera el objetivo primordial de la Obra del Apostolado Marítimo ("Apostolatus Maritimi Opera") es el apoyo al compromiso de los fieles llamados a dar testimonio de su vida cristiana en el ambiente marítimo (Art. 1 del Motu Proprio Stella Maris).

5. Nuestras primeras raíces

Muchos siglos antes de que el nombre "Stella Maris" estuviera asociado en todo el mundo marítimo al de los centros católicos de marinos, la Iglesia designó así a la Virgen María en el canto litúrgico con antífonas como "Alma Redemptoris Matar" e himnos como "Ave, maris stella". Si hay un nombre mariano popular en nuestro litoral (y fuera del mismo) es, sin duda, el de María del Carmen. Este nombre (Carmen - Carmelo) nos lleva hasta Palestina, al monte Carmelo, que (lodo un símbolo!) se adentra en el mar y allí hasta el gran profeta Elías.

Las primeras frases del Motu Proprio "Stella Maris" nos recuerdan la estrecha relación de Jesús con los pescadores Pedro, Andrés, Juan y Santiago. Con ellos salió a la mar, utilizó sus barcas para ir a la otra orilla del lago Tiberíades, les acompaño y ayudó en sus afanes, calmó la tempestad y les anunció, además, que serían con el tiempo "pescadores de hombres".

Si los apóstoles citados representan el mundo de la pesca bien podemos decir que S. Pablo, el apóstol de los Gentiles, representa el mundo de la navegación mercante por los muchos viajes que realizó en barco. Baste recordar la II Corintios (v. 25): "tres veces naufragué; un día y una noche pasé en el mar..."

La Iglesia sigue el ejemplo del Maestro y quiere estar cerca de este mundo de la mar. El pueblo cristiano marinero honra la memoria de santos como San Telmo (Beato Pedro González) del que recuerdan su ejemplo y milagros y al que veneran como a su patrón. Nuestras cofradías de pescadores, algunas de ellas muy antiguas, se inspiraron en valores cristianos.

El papel histórico del mar en la propagación de la fe es evidentemente fundamental.

Toda nuestra costa está llena de iglesias y santuarios dedicados a la Virgen y es en ellos donde grandes navegantes nuestros quisieron que se celebraran misas en sufragio de sus almas.

La Iglesia y el mundo del mar hoy

El Apostolado del Mar tiene el reto de evangelizar un mundo marítimo de enorme, compleja y grave problemática. La actividad del AM se desarrolla especialmente en dos campos: la Pesca y la Marina Mercante. La marina de guerra tiene su propia pastoral y la marina de recreo no entra tampoco dentro de la actividad ordinaria del AM.

1. El mundo de la pesca

Este mundo de la pesca ha sufrido en los últimos 50 años unas dramáticas convulsiones sin parangón en la historia. De una pesca en gran parte artesanal se ha pasado a una pesca industrial de amplísima capacidad tecnológica, cuya ambición y falta de control ha originado una temible crisis global de los recursos pesqueros.

En este tiempo los países ribereños se han creído amenazados por la pesca de otros países y se han adueñado por ello de una extensa zona marítima (200 millas de zona económica exclusiva) sobre la que ejercen un riguroso control.

Países como el nuestro se enfrentan a la paradoja de tener una gran capacidad pesquera y de no poder acceder a los caladeros tradicionales que la mantenían. La flota de altura no es hoy ni la tercera parte de lo que era hace veinte años.

La crisis mundial de los caladeros de pesca, muchos de ellos ya agotados, reclama urgentemente un cambio radical de actitud. El pescador-cazador debe dar pa-so al pescador-agricultor. Ya no se puede pescar todo lo que se quiera y pueda, sino lo que permita la renovación y conservación de los recursos pesqueros, que, respetándolos como a un ser vivo, servirán para alimentar un mundo cada vez más necesitado de comida y, más aún, de una justa distribución de la misma.

En nuestro mundo de la pesca tenemos una problemática humana digna de mención. La legislación pesquera es a menudo inadecuada o inefectiva.

El trabajo se prolonga sin control y sin la retribución debida. El riesgo y el cansancio laboral son causa de un elevado número de accidentes y muertes en la mar. La asistencia sanitaria es muy deficiente. El pescador alega con pasión que el pescado vale más que una vida humana.

La convivencia a bordo es en algunos barcos difícil: se realiza en espacios reducidos, no pensados para largas campañas de pesca, con meses sin ver tierra, con camarotes insalubres, unas relaciones laborales ásperas, con el recuerdo constante del propio hogar, del que no se tienen noticias. Todo ello puede llevar por acumulación a desequilibrios psicológicos, a la soledad moral, a actitudes claustrofóbicas y agresivas.

Estas situaciones varían según barcos y circunstancias, pero hay una gran base real que pesa sobre los pescadores hasta el punto de que la gran mayoría de ellos ni quiere ni permite que sus hijos sigan sus pasos.

2. El mundo de la marina mercante

Los países industrializados utilizan "banderas de conveniencia", es decir, de países extraños con poca carga fiscal y menor control laboral. Estos barcos ("piratas", en la jerga marinera) permiten contratar marineros más baratos y manejables, mezclar diferentes nacionalidades y culturas dentro del mismo barco, incumplir normas internacionales de seguridad, etc. Todo ello ha hecho cambiar el panorama humano del mar. Hoy en día la inmensa mayoría de los marinos lo son de países del Tercer Mundo. Muchos de estos barcos son viejos e inseguros y causan un desproporcionado número de tragedias humanas. Los gigantescos petroleros actuales, muchos de ellos con estas banderas de conveniencia pueden originar catástrofes naturales de enorme impacto ecológico, como las famosas "mareas negras".

Nuestra flota mercante ha bajado enormemente estos años y con ella el número de los profesionales de la mar. Todo ello ha incidido, asimismo, de manera muy negativa en la industria naval.

En este mundo de la mercante se da el caso peculiar de los grandes buques trasatlánticos que han pasado de ser buques de pasajeros (de "pasaje" trasatlántico) a buques de crucero turístico. Esta industria es, actualmente, muy floreciente y mira con optimismo el futuro. Sin embargo, debajo de las relucientes cubiertas de pasajeros hay todo un mundo abigarrado de tripulantes del tercer mundo en condiciones laborales muy penosas, aislados entre sí y cuya situación, muy poco romántica, pasa desapercibida totalmente a los ojos de la sociedad "turística".

Muchas de las situaciones señaladas arriba para la pesca se dan también en la mercante. La permanencia en la mar hace imposible la participación del marino en los órganos decisorios de la vida comunitaria (ayuntamiento, parroquia, asociaciones, etc..) lo cual le lleva a una actitud indiferente respecto a la sociedad, sabedor que se piensa y se decide sin él. El marino está "de paso" en tierra y no se integra ni se compromete en acciones responsables y duraderas que no puede asumir.

3. La familia. El hombre de mar

La relación con la familia adolece también de falta de integración, debido a las largas ausencias y cortas estancias en el hogar del marido y padre, con todo lo que ello supone de negativo para la vida matrimonial: falta de relación conyugal, soledad, infidelidad...

En lo que atañe a la relación con los hijos, el marino se encara con el dilema de ser el "ogro" que viene a castigar ("ya verás cuando venga tu padre...") o el "padrazo" que todo lo consiente ("no voy a amargarme los pocos días que estoy en casa"). Las esposas ("viudas de vivos" al tener que asumir el doble papel de madre y padre en la ausencia de éste último, pueden terminar por anular o inhibir en gran medida la acción paterna cuando éste vuelve a casa. El marino, hecho ya a una vida tan distinta como es la de un barco, puede encontrarse como un extraño en su propia casa, lo que trae consigo problemas que a veces pueden ser muy graves.

La personalidad del hombre de mar queda indeleblemente marcada por su vida en la mar, que le da un profundo sentido de identidad de clase. Los marinos clasifican corrientemente a las personas en dos clases fundamentales: "los de la mar" y "los de tierra". No toleran fácilmente las complicadas reglas de éstos últimos. Su lenguaje, en la mar sobre todo, es directo y rotundo. Lo mismo que es su valoración de las personas. Hay pocos entre ellos que sean fríos de carácter, pero sí muchos que son impulsivos, emocionales y generosos. (¿No era así S. Pedro?).

4. Planteamiento y respuesta del Apostolado del Mar

La difícil situación del mundo marítimo ha tenido un reflejo en la propia marcha del AM. La transición socio-política y eclesial que hemos padecido tras el Concilio ha herido al AM con un largo período de tensión interna, radicalismo social y de sensación de ir a la deriva.

Sin embargo, en nuestra memoria quedan encomiables servicios que recibieron los marinos. En tiempos nada fáciles ocupó primeros puestos en el campo social a través de sus hombres y publicaciones; luchó, como nadie, apoyado en equipos de esposas de marinos, por hacer verdad el lema "menos días de mar y más de hogar". Agentes del AM fueron los creadores del "Sindicato Libre de la Marina Mercante". A destacar igualmente la presencia cristiana a bordo de los marinos militantes de la JMC (Juventud Marítima Cristiana) y la labor realizada por el AM en puertos lejanos donde recalaban nuestros pesqueros de gran altura, sobre todo los 30 años (1961-1990) de presencia continua en Terranova, especialmente en la diminuta isla de St. Pierre et Miquelon. Sin olvidar la numerosa presencia, hoy añorada, de los capellanes que, en número cercano a los 20, embarcaron en pesqueros y mercantes de todo tipo.

Actualmente el AM es un movimiento que, dentro de su debilidad, va creciendo. Escasean personas, capellanes o laicos, comprometidas y liberadas. Falta no poca sensibilización en muchas diócesis costeras, que apenas han secundado los deseos y mandatos explícitos de la Iglesia. Demasiadas parroquias costeras, que incluyen en su seno a familias marineras, llevan una pastoral que ignora al marino, que en sus cortas estancias en tierra frecuenta poco o nada la iglesia.

La presencia más conocida del AM en todas partes es, sin duda, la de los bien conocidos clubes "Stella Maris". Su labor tiene varias facetas: asistencia social y laboral (ésta última muy bien organizada en Barcelona), actividades culturales varias: servicio de biblioteca, juegos de mesa, deportes, excursiones, etc.

Mención especial merece el servicio del teléfono. El ansia de todo marino por hablar de manera privada con los suyos, que están lejos, es algo que hay que vivirlo para poder apreciarlo. Recuerdo en los años que estuve en Terranova que bastaba la entrada de una pareja de bacaladeros (unos 50 hombres) para que el gasto del teléfono pasara de las cien mil pesetas en un solo día.

Pero no se puede poner en cifras la acogida humana y fraterna de los "Stella Maris" que se dispensa a todo marino, sin distinción alguna.

La asistencia específicamente religiosa se realiza de diversa forma: las visitas a los barcos en puerto, distribución de material religioso, celebraciones litúrgicas a bordo y en el Stella, que se convierte en la parroquia misionera del puerto y el "corazón" humano del mismo.

El Apostolado del Mar cuenta desde hace una docena de años con un magnífico "Proyecto Evangelizador del Apostolado del Mar", editado por la Comisión Episcopal de Migraciones, que constituye un documento excepcional de referencia de nuestro AM.

No hay duda (la misma experiencia ya nos lo ha demostrado) de que siempre tenemos que volver a las raíces sólidas de la fe para que no perdamos el rumbo y andemos al garete, desvirtuando nuestro proyecto evangelizador por una descafeinada organización humanitaria o en un dañino radicalismo socio-político.

Sí, podemos decir como los apóstoles que "hemos estado bregando toda la noche", nos hemos afanado desplegando una gran actividad, pero "no hemos pescado nada", no salimos de este marasmo pagano, apenas vemos resultados raquíticos. Y es que fallamos en la segunda parte de las palabras de Simón (Lucas, 10, 5: "pero, en tu palabra, echaré las redes"), cambiando de lado: "echad la red a la derecha de la barca (a estribor, diríamos, porque trabajaban por el lado izquierdo, por babor) y encontraréis" (Juan, 21, 6).

José Beobide