Jóvenes 1
DPE
 

SUMARIO: 1. El contexto sociocultural y la fe. 1.1. Tipología de jóvenes. 1.2. Características de la religiosidad de los jóvenes. 1.3. Principales problemas de los jóvenes. 1.4. Propuestas educativas. – 2. Educarla actitud religiosa. 2.1. Los dos ejes simbólicos de la experiencia religiosa. 2.2. La experiencia religiosa como experiencia de sentido. 2.3. La actitud religiosa madura celebra la fe y se compromete con lo cotidiano. – 3. La importancia del proceso evangelizador en la pastoral de juventud. – 4. Metodología de la educación de la fe. 4.1. Relación entre los dinamismos humanos y cristianos. 4.2. Pasos metodológicos en la educación de la fe. 4.3. La síntesis fe-vida requiere proceso y mediaciones. – 5. Una propuesta creyente al liderazgo juvenil. 5.1. Liderazgo en una sociedad en cambió. 5.2. Liderazgo de los jóvenes entre los jóvenes. 5.3. Características del líder creyente. 5.4, Liderar una nueva praxis de fe. – 6. Orientaciones pastorales.


Estamos ante un tema de vital importancia porque afecta a lo nuclear del ser cristiano: la maduración en la fe a través de las cambiantes situaciones sociales y psicológicas por las que pasamos los creyentes. Además, hace especial referencia al mundo que nos toca vivir, así como a la incidencia de éste en las creencias, actitudes y comportamientos de los jóvenes. Los educadores de la fe conscientes de nuestra misión nos preguntamos: cómo hacer entre el Bautismo y la incorporación a la comunidad cristiana adulta para que los niños, adolescentes y jóvenes vayan progresivamente descubriendo y vinculándose efectivamente a Jesucristo y a todo lo que Él significa. Esta pregunta es más acuciante si se trata de adolescentes y jóvenes por la situación familiar y socio-ambiental en que se encuentran. En consecuencia, tendremos que partir de una mirada critica al mundo en que nos encontramos, retomar los principios fundamentales de la pedagogía religiosa y concluir con las exigencias que comporta la animación de proyectos evangelizadores. La tarea que nos espera no es fácil, pero sí apasionante, a pesar de las muchas dificultades que encontramos en el camino.

1. El contexto sociocultural y la fe

Son muchos los factores de todo tipo que apuntan a un cambio de época, a una nueva sociedad que todavía no vislumbramos con claridad, pues el presente está dominado por luces y sombras que a veces nos impiden tener una mirada esperanzada. En este contexto están nuestros jóvenes tratando de encontrar su identidad personal, así como un lugar adecuado en la vida laboral y social. Tienen y tenemos la impresión cierta de que no son sencillas ninguna de las dos cosas (cfr. J. SASTRE, Cómo educar en la fe a los jóvenes de hoy, Surgam (1998) 7-19).

También sabemos que la realidad juvenil no es homogénea y que más que hablar de juventud tendríamos que hablar de jóvenes muy distintos y variados; con todo, existen algunas características comunes, tal y como reflejan los estudios psicosociológicos. Lo que parece colorear el mundo de jóvenes son las expectativas de una agradable convivencia familiar, la consecución de un puesto de trabajo y el compartir el ocio con los amigos. Los valores dominantes están difundidos y alimentados por los medios de comunicación. que nos hacen creer que lo que presentan es lo mejor, o al menos lo m s apetecible. Los soportes para sobrevivir dignamente están en lo afectivo primario (familia y amigos) y en la posibilidad de un trabajo que posibilite las relaciones y el consumo.

1.1. Tipología de los jóvenes según las investigaciones sociológicas

Según los últimos estudios realizados, los jóvenes españoles se pueden clasificar en cinco grupos distintos. Las variables utilizadas por el equipo investigador son de dos tipos: a) Religiosas: concepción de la divinidad y características para que una persona se considere religiosa; b) Nómicas: justificación de una serie de comportamientos. Dos hipótesis han orientado el trabajo: la correlación entre las variables religiosa y los valores, y la correspondencia entre las creencias y los valores y las actitudes y conductas que generan (J. Elzo, Jóvenes españoles 99, ISM, 1999).

Tipo n° 1: Irreligioso (5,94%). Justifican en gran medida el vandalismo y el terrorismo. Escasos valores socio religiosos: no saben si Dios existe o no, pero tienen motivos para no creer o pasar de El. Son irreligiosos. Hay correlación entre la justificación del terrorismo y la violencia, el rechazo de Dios y la permisividad moral en temas de bioética. Lo contrario no se puede afirmar.

Tipo n° 2: Nominalista, normativista (21 %). Piensan conceptualmente que para que una persona pueda ser considerada religiosa tiene que seguir las normas de la Iglesia y casarse por la Iglesia; esta postura la compatibilizan con el no cumplimiento de otras normas morales en relación a la sexualidad, la droga, el aborto, la eutanasia, etc: Este grupo sociológicamente es eclesial y conceptualmente normativista; en la práctica no sigue lo que dice la Iglesia. Este grupo acepta el Dios cristiano menos que la media, y ayudar al prójimo, ser honrado y buscar el sentido de la vida no lo ve como elementos constitutivos del ser religioso.

Tipo n° 3: No religioso, humanista (33,19%). Después del grupo 1° es el grupo menos religioso de los cinco. La tercera parte de la juventud española claramente no es religiosa ni eclesial. Este grupo define la religiosidad en términos humanistas: la ayuda al prójimo, la honradez personal y la búsqueda del sentido de la existencia; no necesita sentirse parte de la Iglesia ni cumplir sus normas, ni rezar o cumplir con la práctica religiosa. Podemos hacer una constatación de los resultados de este grupo y de los otros; los jóvenes que aceptan más la moral religiosa son más rigurosos en comportamientos sexuales, diversiones e interrupción de la vida. Los más alejados de la cosmovisión religiosa son más exigentes en el rechazo de la pena de muerte.

Tipo n° 4: Moralista religioso (6,96%). Es el grupo que más exigencias pone para que alguien sea considerado como religioso, de manera especial en cuestiones de ética sexual y bioética. Tiene un sentido moral primario y la imagen de Dios es cosmopositiva (ser superior que pide determinados comportamientos). Un 40% de este grupo cree en la reencarnación. En este grupo hay más adolescentes y más chicos de clase social baja, y menos estudiantes que en la media. El doble de estos jóvenes en relación a otros grupos, se autoposiciona en la extrema derecha; valoran la religión, la moral y el ganar más dinero; les preocupa la seguridad ciudadana y confían mucho en las FF.AA. y en la Policía, no en los Parlamentos y en los voluntariados. También son los que menos participan en actividades culturales.

Tipo n° 5: Católico autónomo (32,91 %). Es el grupo más religioso; son los que más aceptan la imagen del Dios cristiano (creador, Padre, revelado en Jesús de Nazaret, y juez), y los que dicen que creer, rezar y practicar son los elementos que hacen que una persona sea religiosa. Es el grupo que refleja más práctica religiosa (26% católico practicante y un 66% católico no muy practicante o no practicante); es el que m s reza y el que más cree en el Dios revelado en Jesucristo (94%), y el que en mayor medida tiene conciencia de pertenencia eclesial (75%). El 75% de este grupo se considera católico de forma clara y explícita, y un 90% de forma indirecta; además, uno de cada dos dice confiar en la Iglesia. Con todo, estamos ante unos católicos autónomos, que no valoran la pertenencia, ni las normas de Iglesia, ni ven en la Iglesia el lugar donde se dicen cosas importantes para la vida. Con todo, son los que "de hecho" se aproximan más a las normas éticas de la Iglesia en cuestiones de sexualidad y de bioética. En el grupo hay más adolescentes y más chicas que chicos; también son los que tienen menos distancia respecto de sus padres en temas que suelen ser conflictivos. Están por debajo de la media en la importancia dada al ocio, el tiempo libre y a la sexualidad; y por encima de la media en la importancia dada a la moralidad. Es el grupo que más se posiciona en la derecha, votan bastantes al PP, menos al PSOE y con menos presencia en los tramos extremos del espectro político. Dan más importancia al problema de la droga y del sida, y menos a la corrupción en la vida socio-política; son los que valoran más las instituciones y han causado menos violencia que la media.

A modo de conclusión, el factor Iglesia y su posicionamiento ante ella (aceptación de normas, importancia de sus orientaciones, aceptación de sus mediaciones, etc.) es importante en la configuración de los grupos "religiosos" (2°, 4° y 5°). El joven con perfil más cercano a lo católico estaría en la convergencia de los grupos 4° y 5°, y los del 5° son los más próximos a pesar de sus contradicciones.

1.2. Características de la religiosidad de los jóvenes

En la evolución de la religiosidad en los países occidentales aparecen unos fenómenos comunes. Afectan a toda la sociedad, pero tienen una incidencia mayor en los jóvenes (cf. J. Eizo, o.c.; R. DíAZ SALAZAR, La religión vacía. Un análisis de la transición religiosa en'occidente, en AAW (eds), Formas modernas de religión, Alianza Universal). Son los siguientes:

- Mayoritariamente creyentes, pero poco practicantes. Las tres cuartas partes de los jóvenes se confiesan católicos y 7 de cada 10 dicen creer en el Dios manifestado en Jesucristo. El 23% de las chicas y el 13% de los chicos tiene una práctica religiosa regular. Unicamente la quinta parte cree en la resurrección de Jesucristo y las consecuencias de la misma para las personas.

- Experiencia religiosa subjetiva más que vinculada a las instituciones. La forma de creer, sentir y practicar de los jóvenes, en muchos casos no tienen relación con los credos, normas éticas y prácticas reguladas por una confesión religiosa. Es importante que 8 de cada 10 jóvenes digan que tienen momentos de interiorización y que el cincuenta por ciento de los jóvenes sientan que Dios les acepta incondicionalmente; también admiran la grandeza y belleza de la naturaleza como signo de trascendencia. Hay un grupo significativo de jóvenes participando en grupos eclesiales, con búsqueda personal, siguiendo itinerarios de maduración de la fe, con experiencia afectiva de Dios y compromisos sociales asumidos desde la fe, así como con criterios éticos iluminados por el Evangelio.

- Los jóvenes siguen haciendo preguntas por el sentido de la vida. "Es preciso concluir que los jóvenes no son mayoritariamente irreligiosos. Existe entre los jóvenes como denominador común una demanda de significado, de utilidad, de respuesta a requerimientos personales y sociales que se sitúa en la esfera de lo específico y primariamente religioso, en la esfera del sentido, más allá y más acá de una normativa moral específica cuyo contenido se les aparece caduco, irrelevante y poco plausible. La demanda a la Iglesia la sitúan los jóvenes claramente en el ámbito de lo religioso como eco y respuesta a las preguntas primeras Y últimas, tanto a nivel individual como colectivo. Y no como instancia normativa de códigos de conducta" (CEAS. Subcomisión de juventud, Ideario para grupos parroquiales de jóvenes, Edice 1996, 15).

Esta es la situación que nos toca vivir, y éste es el panorama ante el que resuenan con fuerza esperanzada las palabras de Juan Pablo II: "ha llegado la hora de emprender una nueva evangelización" (ChL 24).

1.3. Principales problemas de los jóvenes

Hay que partir siempre del joven en situación y de su problemática; bastantes datos importantes en los aspectos religiosos y éticos los podemos deducir de la tipología de jóvenes presentada. Sabemos que los problemas más importantes que siguen padeciendo los jóvenes son (S. MONILLA, Juventud, Conceptos fundamentales de pastoral, Cristiandad, 1983, 528-533):

- El paro. El crecimiento económico no asegura el que haya trabajo para todos por la influencia de las nuevas tecnologías. El tener o no trabajo y la mayor o menor posibilidad real de conseguirlo van a configurar la vida de los diferentes grupos de jóvenes (integrados y satisfechos, integrados críticos, integrados frustrados y marginados) en los aspectos importantes del cotidiano vivir.

- La marginación social. El tipo de sociedad, los barrios periféricos en décadas pasadas, la falta de futuro, el fracaso escolar, el pluralismo divergente, el predominio del deseo y la inmediatez, la falta de auténtica solidaridad, familias y escuelas que no educan a niños y preadolescentes, la poca ejemplaridad de la vida pública, etc., condicionan las actitudes y valores morales de no pocos jóvenes que terminan en la delincuencia, la droga o con sida. Las ayudas sociales y médicas no alcanzan a los tres problemas fundamentales que tienen: la desestructura de la personalidad, la falta de trabajo estable que les proporcione recursos y un ambiente familiar adecuado. Estos jóvenes necesitan proyectos evangelizadores muy específicos y pensados para que en ellos se pueda dar una liberación integral y se sientan los preferidos de Dios y de la comunidad cristiana.

- El pluralismo divergente y una información no manejable. Los jóvenes se encuentran con propuestas, opciones y referencias variadas y contradictorias, apoyadas por una información muy superior a las posibilidades de uso. Sin modelos y referencias fijos y significativos, los jóvenes terminan siendo nómadas, eligiendo o dejándose llevar, sin haber madurado la identificación personal y la capacidad de elegir. Tenemos la juventud más nocturna del mundo; el tipo de diversiones consumistas y despersonalizadas fomentan la evasión de la realidad y la falta de motivación. Al final "todo da igual", depende del momento y triunfa lo más fácil, con lo que tiene de fracaso vital a medio y largo plazo. La suma de estas situaciones produce un joven instalado en la adolescencia que se prolonga mucho más de lo normal.

- Proyectos educativos bien formulados, pero escasamente eficaces. Es una manera de constatar cómo las instituciones que tradicionalmente educaban y socializaban la fe han perdido peso específico. La familia, la escuela y la parroquia son poco referenciales a partir de edades tempranas; el medio ambiente, el grupo de iguales y las nuevas tecnologías han tomado el relevo. Los mismos educadores se sienten inseguros y procuran evitar los conflictos; para ello obvian temas y orientaciones importantes en la formación humana. Estamos en un momento histórico en el que se necesitan "propuestas fuertes" y certezas ofertadas desde la cercanía y el testimonio de vida. Algo pasa en nuestras comunidades cristianas (parroquias, colegios, etc.) que vinculan a pocos niños, adolescentes y jóvenes que con motivo de los sacramentos siguen pasando por ellas. Los itinerarios de iniciación cristiana y de evangelización de jóvenes necesitan mayor presencia, cuidado y preparación por parte de los educadores de la fe.

1.4. Propuestas educativas

El contexto socio-cultural en que vivimos y que llamamos postmodernidad viene marcado por una forma de vivir caracterizada por la inmediatez, la fragmentación y el emotivismo. La consecuencia más grave de lo anterior es la ruptura de la unidad personal que armoniza el pensar, el sentir y el actuar. También hay una forma de vivir lo cristiano que podemos llamar postmoderna. Es "una mezcla de buena voluntad, de religiones orientales, de explicaciones supuestamente más científicas, con una mezcla de cristianismo-agnosticismo en la que no hay que creer nada fijo, dado que todas las verdades son oscilantes. El hombre no puede llegar a poseer ninguna. sino, cuando más, a girar lejanamente en torno a ellas" (J. L. Martín Descalzo). ¿Qué hacer como educadores en esta situación? Sintiendo que en el plan de Dios todo momento histórico está llamado a ser historia de salvación, y con un talante esperanzado, nos atrevemos a hacer las siguientes propuestas educativas:

- Educar es ayudar a caer en la cuenta: ver, juzgar y actuar. La falacia que a todos nos tienta consiste en confundir lo existente con lo bueno. Estamos inclinados a pensar que lo que nos rodea es normal y natural; y así se nos inculca una mentalidad hedonista, liberal e insolidaria que poco tiene que ver con lo profundo del ser humano ni con los valores del Evangelio. Una vez más nos vemos abocados a recuperar en la educación el análisis crítico-creyente de la realidad, fundamental en el momento presente. Unicamente las personas con visión y postura ante la realidad pueden apostar por alternativas sociales; y sin olvidar que la primera revisión que hay que hacer es la de uno mismo, pues el cambio de relaciones y estructuras no es posible sin un cambio previo del corazón.

- Educar es ayudar a construir la unicidad del yo. El fragmentarismo que nos impone la cultura social que todo lo invade hace que, sin darnos cuenta, vivamos en cada momento (fragmento) o faceta de la vida una sola dimensión, la que toca en ese ámbito, y que tiene sus propias exigencia y condicionamientos poco acordes con otras convicciones personales, en no pocas ocasiones. ¿Cómo hacer para que la persona como totalidad esté presente en cada fragmento? ¿Cómo recuperar el sentido ético que penetra todos los aspectos de la existencia? ¿Cuál es lo que da coherencia al pensar, el sentir y el actuar? ¿Cómo ser uno mismo en cada momento, por distintos que éstos sean? Estamos convencidos que la lógica interna que da unidad a la persona tiene mucho que ver con el equilibrio y el sentido de la felicidad personal. Lo contrario, la fragmentación, produce sensación de vacío existencial, ruptura e infelicidad. Estamos ante algo que, en definitiva, afecta a la salud de la persona como estado de equilibrio y coherencia.

- Trabajar los componentes de una personalidad sana. Según el catedrático español de psiquiatría E. Rojas, los componentes de una personalidad sana son:

Primero, contenido: la vida no es sólo movimiento, ir y venir, trasiego y ajetreo, sino que implica el estar llena, marcada de ingredientes que pesan y valen; son su fuerza y su consistencia.

Segundo, dirección: voy de aquí hacia allá, me encamino hacia una meta, tengo un punto de referencia, un norte. Atravieso las diferentes etapas de mi devenir porque tengo unos objetivos y apunto hacia una fidelidad que me resume y me abarca.

Tercero, el sentido de la vida tiene que tener una unidad por dentro, en medio de sus cambios, oscilaciones y vaivenes. Eso significa que hay un despliegue, una concordancia, un común denominador que se mantiene por debajo de sus cambios y movimientos. Hay una secuencia de conexiones entrelazadas que terminan formando una estructura" (Tribuna Abierta, ABC, 26-111. 1982, 52).

- Recuperar los "grandes relatos". Estamos viviendo una época en la que los grandes alientos históricos que han movido a la humanidad en los últimos siglos han perdido impulso; el ideal de libertad, el pueblo como sujeto histórico y la fuerza de la razón se han visto reemplazados por un capitalismo de nuevo cuño, la globalización desde lo económico y las nuevas tecnologías de comunicación y el neoliberalismo que todo lo invade. La vida personal y social se ha coloreado por el escepticismo, la búsqueda de la felicidad pequeña e inmediata, el "todo vale" y una existencia que gira desde el deseo en el ámbito de lo privado. Los relatos que parecen funcionar (ecología, pacifismo, feminismo y voluntariado), siendo valiosos y significativos, por su propia concepción y dinamismo, no llegan a cuestionar el conjunto de la sociedad ni proponen modelos alternativos.

Estamos en una nueva cultura con la que el joven tiene que dialogar para asumir lo positivo que aporta, ser crítico con lo negativo y buscar solidariamente alternativas globales que sean algo más que un voluntariado fragmentado de conjunto de la vida y de la historia personal. La recuperación del sentido vocacional y militante de lo cristiano es urgente en las mismas ONGs y voluntariados surgidos y alentados por las comunidades cristianas; por consiguiente la iniciación al compromiso cristiano debe cuidar mucho más la conexión entre la fe en Jesucristo y el compromiso con el hermano, y viceversa.

El trabajo personal aquí descrito, además de ayudar a formar una personalidad sana, previene de una serie de influencias negativas que pueden perjudicar el desarrollo normal de la personalidad. El mejor cauce para cultivar la personalidad es tener un proyecto de vida que nos recuerde los fundamentos de nuestra existencia y llene de contenidos y de medios los ámbitos de la vida, para que no nos despistemos de los ideales que queremos alcanzar. Las metas no se consiguen sin fuerza de voluntad. superración personal y vigilancia constante.

2. Educar la actitud religiosa

La experiencia religiosa abarca a la persona entera: conocimiento, afectividad y comportamientos. El acto personal de fe consiste en el asentimiento a lo que Dios es, al estilo de vida que se descubre desde la fe y a su proyecto salvador. "La actitud religiosa se estructura desde la apertura a la realidad por medio de las "imágenes parentales" de gran repercusión en la afectividad profunda... En consecuencia, las motivaciones profundas son un momento importante, en el surgimiento y estructuración de la actitud religiosa. pero no se reducen a ellas. La experiencia del Dios de los deseos profundos ayuda a la persona a sentir que puede alcanzar a Dios porque ya lo posee, no sólo en el nivel de conocimientos, sino en el existencial. El verdadero rostro de Dios está a la vez manifiesto y oculto en las aspiraciones profundas del corazón humano. La psicología de las motivaciones plantea a la psicología religiosa una cuestión fundamental: ¿puede darse una experiencia de Dios que aúne al tiempo la fusión, la reflexión y la relación interpersonal?" (J. SASTRE, Fe en Dios Padre y ética, SPx, 1995, 34-35).

2.1. Los dos ejes simbólicos de la experiencia religiosa

Las relaciones paterno-filiales tienen carácter estructurante e influyen decisiva

mente en la actitud de confianza de los hijos/as, así como en la apertura a la realidad, en el modo de configurarse las relaciones interpersonales y en la forma de situarse ante el futuro. La experiencia de sentirnos aceptados y amados incondicionalmente (amor maternal) y la experiencia de sentirnos amados si respondemos a las condiciones y exigencias de la realidad (amor paternal) van estructurando el crecimiento humano; la vivencia del amor condicionado debe darse sobre la experiencia del amor incondicionado, pues lo que nos constituye básicamente como personas sanas y responsables es el sentirnos queridos incondicionalmente por lo que somos.

"El símbolo de la paternidad de Dios está mediatizado por el simbolismo familiar y la percepción de la existencia como don gratuito; la purificación de la imagen de Dios de todo antropomorfismo y la vivencia plena de la actitud religiosa exigen superar adecuadamente la problemática del sentido de la vida y el descubrimiento de la autonomía humana. En el Nuevo Testamento invocar a Dios como Padre es la expresión m s plena de la fe en Dios; el Dios bíblico comparte la vida e historia de los hombres, asume sus problemas y cuestiona su vida" (J. SASTRE, o.c., 35). Por lo mismo. el verdadero rostro de Dios está, al mismo tiempo, escondido y manifiesto en los deseos y aspiraciones más profundas del corazón humano (cf. A. VERGOTE, Psicología religiosa, Tau rus, Madrid 1973, 183). La revelación de Dios en la persona de Jesús de Nazaret es un dato decisivo; la "misericordia entrañable" que Jesús acerca y realiza invita al hombre a entrar en relación personal con Dios que es la mayor cercanía y la absoluta trascendencia.

2.2. La experiencia religiosa como experiencia de sentido

La experiencia religiosa tiene. por su propia naturaleza, un carácter totalizante, ya que afecta a la persona entera y llega, si se vive de forma auténtica, a influir decisivamente en todos los ámbitos de la vida humana. En este sentido la experiencia religiosa se hace experiencia de sentido. Las experiencias de sentido valen por sí mismas, pues revelan el significado profundo de lo real y comparten valores; el lenguaje simbólico, las relaciones interpersonales y el compromiso con lo que nos rodea son los elementos que mejor nos aproximan a la comprensión de por dónde puede ir la existencia. "La experiencia de sentido es radicalmente valorativa y simbólica; valorativa porque logra coimplicar a la persona, incluyéndola en un campo de significación y riqueza que no puede objetivizarse de forma mental; es simbólica porque dirige a la persona a lo profundo, desplegando ante ella unos valores de realidad no objetivable" (H. G. GERDAMER, Verdad y método, Salamanca 1977, 434).

La base de la existencia humana es la confianza radical que mantiene la esperanza; en esta protoexperiencia se apoyan todos los demás aspectos de la vida. "El Dios bíblico se revela según la tradición judeo-cristiana como amor sin límites, como ley transformadora de la vida y como vida compartida en fraternidad y promesa de plenitud escatológica. La fe se encarna en realidades plenamente humanas, pero más allá de la naturaleza y cultura experienciamos a Dios en el misterio que nos transciende, fundamenta y anima; desde Dios el hombre se descubre como gracia, entrega y eternidad. De esta manera la revelación cristiana rompe los estrechos límites en los que nos desenvolvemos contando sólo con nuestras posibilidades" (J. SASTRE, O.C., 53; A. VERGOTE, O,C., 187-256)

3. Importancia del proceso evangelizador en la pastoral de juventud

Pablo VI, en EN nos dice que la evangelización es una realidad "rica, compleja y dinámica" (n. 17) y que hay que "abarcar de golpe todos sus elementos esenciales, pues el Evangelio trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos" (n. 18). El mensaje cristiano pretende "alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación" (n. 19). Estos objetivos no se pueden alcanzar si no se parte de la situación concreta de los jóvenes y se hace con ellos el camino apropiado. La Iglesia ofrece a los jóvenes un itinerario que consta de tres etapas, que son cronológicas y metodológicas, pues pueden coincidir, según las capacidades y posibilidades de los destinatarios (cf. OPJ 34). El Directorio General de Catequesis "postula que las dos acciones, el anuncio misionero y la catequesis de iniciación, se conciban coordinadamente y se ofrezcan en la Iglesia particular, mediante un proyecto evangelizador misionero y catecumenal unitario" (n. 277).

Los animadores de grupos de jóvenes pueden encontrar en el capítulo IV del RICA una serie de orientaciones para la educación de la fe de adultos bautizados que no han ido a la catequesis ni han recibido los sacramentos de la Confirmación y Eucaristía. "En realidad, la situación exige a menudo que la acción apostólica con los jóvenes sea de índole humanizadora y misionera como primer paso necesario para que maduren unas disposiciones más favorables a la acción estrictamente catequética" (DGC 185). ¿Cómo suscitar en tantos jóvenes alejados la primera adhesión a la persona de Jesucristo y a la comunidad eclesial?

Este reto es de gran trascendencia, pues las etapas del proceso evangelizador que vienen a continuación dependen de este primer interés por profundizar el sentido de la vida desde la fe. Es un paso de la indiferencia y la superficialidad a la aceptación de Dios en la vida como único Señor; este cambio de actitud conlleva el reconocimiento del propio pecado y el deseo de cambiar de vida. El inicio de este camino se hace normalmente con otros y en el seno de una comunidad cristiana donde el joven pueda experimentar el "ven y verás". Esta primera etapa tiene como finalidad conocer e interesarse por la propuesta cristiana que se desarrolla en la etapa siguiente, llamada catecumenal. Tiene como finalidad "poner a uno no sólo en contacto, sino en comunión, en intimidad con Jesucristo" (DGC 80) para que se descubra como hijo de Dios Padre, como miembro de la comunidad eclesial y como hermano. Es un tiempo de fundamentación y de sistematización de la fe; el catecúmeno crece en madurez de fe y aprende a dar motivos y razones de porqué es creyente.

La inspiración catecumenal entiende esta etapa como un proceso de iniciación cristiana integral (AG 14), desde el seguimiento de la persona de Jesús y a través de las enseñanzas del mensaje cristiano y de la experiencia de vida cristiana (DGC 87). Los cometidos de la etapa catecumenal son: el conocimiento de los contenidos de la fe, la iniciación a los valores evangélicos, el significado de la oración y de los sacramentos, la iniciación a la vida de la comunidad y el sentido del compromiso cristiano. Estos aspectos de la iniciación cristiana están relacionados, tienen pedagogía propia y se aprenden por la experiencia personal y comunitaria. Esta etapa capacita para "la confesión de la fe hecha con el corazón, capaz de estructurar la persona, de conferirle identidad y de capacitarle como testigo del Evangelio en las situaciones y ámbitos que le toca vivir" (J. C. CARVAJAL, Nuevo diccionario de catequetica, San Pablo 1999, 1320).

La madurez cristiana se expresa en la capacidad de mirar los acontecimientos con los ojos de la fe, en compartir la vida con otros creyentes, en orar cada día, en testimoniar el Evangelio donde transcurre la vida cotidiana y en plantearse la vida desde los más necesitados. "Que el joven descubra en Cristo la plenitud de sentidode su vida y el sentido de la totalidad de su vida, y busque la más plena identificación con El" (Cad 30).

En la tercera y última etapa del proceso evangelizador se aprende a vivir de manera permanente la comunidad cristiana y su misión evangelizadora. Según los estudios de psicología religiosa y los resultados de las investigaciones sociológicas, la pertenencia/referencia eclesial es un dato de decisiva importancia para la vida de fe. ¿Cómo llegar a descubrir a la Iglesia como sacramento universal de salvación?" La catequesis ayudará a hacer el paso del signo al misterio. Llevará a descubrir, tras la humanidad de Jesús, su condición de Hijo de Dios; tras la historia de la Iglesia, su misterio como "sacramento de salvación"; tras los "signos de los tiempos", las huellas de la presencia y de los planes de Dios. La catequesis mostrará así el conocimiento propio de la fe, "que es un conocimiento por medio de signos" (DGC 108 d).

En este descubrimiento la talla humana y cristiana de los animadores juveniles, así como de las comunidades cristianas locales son una referencia decisiva. El agente de pastoral juvenil hace de mediación con la comunidad y con la sociedad; la síntesis vital que tenga es lo que mejor puede educar al grupo de jóvenes que anima. La cercanía y el acompañamiento personal complementan lo que se hace en el pequeño grupo. "Además de ser un elemento de aprendizaje, el grupo cristiano está llamado a ser experiencia de comunidad y una forma de participación en la vida eclesial, encontrando en la más amplia comunidad eucarística su plena manifestación y su meta" (DGC 159).

2.3. La actitud religiosa madura celebra la fe y se compromete en lo cotidiano

La síntesis fe-vida a la que venimos refiriéndonos desde la experiencia de Dios Padre, tal como nos lo reveló Jesús de Nazaret, se expresa en la celebración de la fe y en el compromiso por el Reino. Toda afirmación sobre Dios tiene que ver

con la vida de las personas, como dijo Hans Urs von Baltasar, "sólo el amor es digno de fe". "Dios es el sujeto que se autocomunica como la luz de conocimiento y amor integrador, posibilitando en su transparencia toda comunicación interhumana. Entre Dios y el hombre no hay rivalidad sino comunicación y analogía. Por ello el hombre puede ser con su existencia y comportamiento referencia hacia Dios. Por eso Jesús, punto máximo de ese poder referenciador es la imagen y el camino que revela y conduce al Padre" (J. M. ROVIRA, Revelación de Dios, salvación del hombre, Salamanca, 1979). Si entendemos así la fe cristiana, ésta será profética, comprometida y fundamentará la antropología; este modo de entender lo humano se ofrecerá como el mejor camino para ser feliz, libre y solidario. La fe cristiana no es una ética. pero implica una forma de vivir que redimensiona los valores humanos existentes y nos ayuda a vivir otros que no son tan evidentes en nuestra sociedad.

4. Metodología de la educación de la fe

Método es aquello que contempla y relaciona dinámicamente todos los elementos que intervienen en un proceso para llegar a una meta. Si la meta de la educación de la fe es el encuentro con Dios, la pregunta metodológica es: ¿qué tiene que pasar por dentro de una persona para que ésta llegue a encontrarse con Dios y su proyecto? La correlación entre experiencia humana y experiencia de fe es la clave metodológica de la educación de la fe. La experiencia religiosa tiene mucho que ver con las inquietudes, búsquedas y preguntas de la persona; las limitaciones humanas que estos deseos encierran encuentran en Dios respuesta y plenitud. El Dios bíblico nos ayuda y enseña a buscar de la mejor manera posible, y nos da las respuestas más verdaderas. La mejor aproximación al misterio de Dios es por medio de las características humanas del hombre redimido, y no la del hombre natural. Sólo quien asume este supuesto puede adentrarse con seguridad en el camino de la maduración de la fe.

4.1. Relación entre los dinamismos humanos y cristianos

El éxito en nuestra tarea de educadores cristianos tiene mucho que ver con la forma en que vivimos como creyentes adultos, y sepamos descubrir en nuestra labor catequética o de formación religiosa escolar la relación entre los principales dinamismos humanos y cristianos. Nos referimos a los siguientes:

-Aceptación incondicional por parte de los demás / Dios nos ama incondicionalmente.

- La autoestima y la confianza existencial / Jesucristo como "revelación del hombre al hombre".

- La necesidad básica de amar y ser amado / Dios ama a todos y nos perdona siempre.

- La vida humana como proyecto / El Evangelio de Jesucristo como estilo alternativo de vida nueva.

- Las relaciones en igualdad, justicia y solidaridad / El Reino como forma de vivir como hijos y hermanos.

- La aceptación de las limitaciones y frustraciones / La cruz de Cristo como sabiduría que habla de resurrección.

Estas correlaciones nos llevan a poder afirmar que las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) constituyen el dinamismo fundamental de las virtudes cardinales. La vida de Dios en nosotros (somos "imago Dei") es el origen de la vida en verdad y justicia.

4.2. Pasos metodológicos en la educación de la fe

Para que la correlación entre las experiencias humanas y las experiencias cristianas pueda avanzar adecuadamente hay que respetar los pasos del método propio de la educación de la fe:

Interior/zar. Consiste en incorporar al núcleo de nuestra persona lo que hemos descubierto como valioso para que pueda influir en nuestras decisiones cotidianas. Nada se puede incorporar si antes no se ha encontrado, y nada se encuentra si antes no se busca. Qué fácil es educar a personas que no están plenamente satisfechas de sí y, en consecuencia, buscan nuevas respuestas. Buen educador de la fe es el que presenta el mensaje cristiano al tiempo que suscita las preguntas adecuadas para que aquel sea valorado y acogido.

Jerarquizar. Las sensibilidades, las relaciones y los ideales que vamos descubriendo no se incorporan de forma aditiva, sino estructurada. Lo valioso de la vida suele incluir un criterio de opción preferencial, que nos hace anteponer una cosa a la otra, o incluso prescindir de algo en nuestro perspectiva ética. La jerarquización se expresa en la ordenación de los valores conforme a la axiología evangélica. Sabemos que los valores que Jesús presenta como liberación personal y fermento del mundo son: el ser frente al tener, el servir frente al dominar, y el compartir frente al competir. Para que estos valores sean posibles es necesario fundamentar la existencia en el Padre de todos, poner los ojos en la utopía de que algún día todos seremos hermanos, y optar por el compromiso con los más necesitados.

Socializar Es la manifestación celebrativa y comprometida de lo que hemos interiorizado y ordenado. Lo que hemos descubierto nos ha dado tanta alegría y nos sentimos tan plenamente humanizados que no podemos menos de alabar y bendecir a Aquel de quien todo viene, y de mirar comprometidamente a aquellos que podemos ayudar a sentirse como nosotros. Cuando el corazón está lleno de novedad y sentido, la boca habla, los ojos miran con novedad al futuro y las manos se agarran a la tarea. Celebrar y comprometerse son dos caras de la misma realidad: la expresión de que hemos encontrado el "tesoro o la perla escondida", de que habla el Evangelio.

4.3. La síntesis fe-vida requiere proceso y mediaciones

La educación de la fe es un proceso con sus etapas propias. Partimos de la realidad del sujeto al que educamos (de dónde), y nos orientamos hacia los objetivos que pretendemos alcanzar (a dónde). El fin de la "iniciación cristiana" es la conversión a la persona de Jesucristo, la incorporación a la comunidad cristiana adulta y el compromiso en la transformación de la realidad. No se trata de una cuestión conceptual, voluntarista o moralizante. Por el contrario, el hilo conductor de este proceso es el "estar" con Jesucristo y el "entrar en comunión" con El, tal como lo define acertadamente el Directorio General para la Catequesis (DGC, Edice 1997, Cap. lii: Naturaleza, finalidad y tareas de la catequesis).

El encuentro con Jesucristo tiene un carácter afectivo; podemos decir que si tenemos fe es porque la persona de Jesús de Nazaret, su mensaje y su causa nos han cogido el corazón, nos han seducido. Para que esto sea posible es imprescindible pasar por las mismas experiencias que tuvo el grupo de los doce apóstoles: dejar entrar la novedad de Dios en la vida, mirar la realidad con nuevos ojos, seguir al maestro, llamar a Dios Abbá (Padre), formar una comunidad de vida y revisión, descubrir en los más pobres la llamada de Dios y estar en disponibilidad para lo que Dios quiera.

Todas estas experiencias son personales e intransferibles, pero el "humus" adecuado para su cultivo es el pequeño grupo donde se puede dialogar y compartir. Ahora bien, el grupo no es el único lugar pedagógico de la maduración de la fe; junto al grupo necesitamos la personalización de la fe por medio del acompañamiento personal y la relación de ayuda. No se trata de contraponer estos dos elementos, grupo y acompañamiento sino de relacionarlos de forma complementaria. En el futuro próximo los educadores tendremos que dedicar más tiempo al encuentro personal con aquellos que nos están confiados, si queremos que los mensajes que reciben en el grande, mediano o pequeño grupo pasen por el corazón y terminen haciéndose vida.

En el funcionamiento del pequeño grupo, llamado grupo de profundización en la fe o catecumenal, deben darse de forma proporcional y relacionada los cuatro aspectos que le constituyen. Nos referimos al conocimiento de los temas del mensaje cristiano, a la revisión de vida, a la oración celebración sacramental y al compromiso. Con frecuencia nuestros grupos se escoran y privilegian uno de estos elementos sobre los restantes. El acierto en la maduración de la fe está en la presencia armónica de los cuatro elementos y la relación entre lo que creemos, lo que vivimos, lo que celebramos y en lo que nos comprometemos. La coherencia vital da unidad al yo y tiene como efecto la síntesis fe-vida como expresión de la fe adulta. Esta labor de grupal, juntamente con el acompañamiento personal, piden educadores de la fe que, a modo de orfebres, trabajan el detalle con mimo y paciencia. además de dedicar tiempo a cada uno de los componentes del grupo.

La presencia y el estar cercano y atento educa más que lo que decimos y hacemos; además, únicamente si hay presencia podrán aparecer otros aspectos confidenciales que se retomarán posteriormente de forma más sistemática. Las prisas y la burocratización de las tareas pastorales no permiten aflorar las dimensiones más profundas de las relaciones humanas con la confianza necesaria para poder pedir la ayuda correspondiente.

La obra de la evangelización supone, en el evangelizador, un amor paternal siempre creciente hacia aquellos a los que se evangeliza; un modelo de evangelizador como el que el Apóstol San Pablo proponía a los tesalonicenses con estas palabras, que son todo un programa para nosotros: "Así llevados de nuestro amor por vosotros, queremos no sólo daros el Evangelio de Dios, sino aún nuestras propias vidas; tan amados vinisteis a sernos" (1 Tes. 2,8). "¿De qué amor se trata? Mucho más que el de un pedagogo: es el amor de un padre; más aún, el de una madre (iTes 2,7). Tal es el amor que el Señor espera de cada predicador del Evangelio, de cada constructor de la Iglesia" (EN 79).

5. Una propuesta creyente al liderazgo juvenil

El liderazgo social es algo que tiene sentido en sí mismo, es decir, desde la conciencia ciudadana y desde el sentimiento ético. En este título se habla de propuesta creyente y de liderazgo juvenil. Por eso nos preguntamos: ¿Qué aporta lo cristiano al liderazgo juvenil? Este es el objetivo básico de las siguientes reflexiones.

5.1. Liderazgo en una sociedad en cambio

Estamos en una sociedad en permanente cambio en todos los órdenes; además, los cambios son profundos, rápidos y significativos. Ante este panorama surgen dos preguntas fundamentales a la hora de realizar un liderazgo crítico y alternativo: ¿Hacia dónde van los cambios?, y ¿cómo repercuten en la vida humana? Es necesario analizar y descubrir para después poder actuar adecuadamente. En un mundo que tiende a funcionar en mayor medida como un gran mercado, las propuestas de liderazgo podrían ir por estos caminos:

- Potenciar en los grupos cristianos la iniciación al análisis crítico-creyente de la realidad.

- Buscar las necesidades profundas del hombre de hoy.

- Luchar por los valores de libertad, justicia y solidaridad.

5.2. Liderazgo de los jovenes entre los jóvenes

Años atrás se acuñó y repitió mucho la frase "jóvenes evangelizadores de jóvenes". ¿Cómo ejercer un liderazgo entre los jóvenes con los que se comparte el aula, el trabajo, la vecindad, los fines de semana, las vacaciones, la amistad, el tiempo libre, etc.? B. Brech decía: "nunca digáis es natural", pues las apariencias y la realidad no suelen coincidir. Algo que cuesta al joven de hoy es el análisis en profundidad de la cultura juvenil en la que se encuentra inserto, pues le parece normal, universal y propio de la juventud.

El líder cristiano debe hacer necesariamente un análisis documentado de los criterios, valores y comportamientos del sector juvenil para ver sus características, problemas, claves de lectura y posibles propuestas. En cierto sentido el ejercicio del liderazgo juvenil cristiano implica una opción por los jóvenes, y un talante creativo y esperanzado al abordar la tarea evangelizadora. El Evangelio conlleva una manera de seguir a Jesús, de ser Iglesia y de construir el reino marcado por lo joven, pues comporta ilusión, riesgo y utopía. Y aquí los jóvenes pueden aportar mucho si tienen un corazón convertido y abierto a la novedad desbordante del Dios revelado en Jesús de Nazaret.

5.3. Características del líder creyente

El Concilio Vaticano II supuso una nueva visión y valoración de la vocación laical, propia de los bautizados y los confirmados que se sienten llamados por Dios a informar evangélicamente el orden temporal (AA 7) y a dar "razón de la fe y de la esperanza" (1 Pe. 3,15). Con este marco referencia) podemos precisar más las características del líder cristiano:

- Ha hecho la iniciación cristiana en el catecumenado vive su fe comunitaria y vocacionalmente.

- Se inserta en los entornos sociales en los que vive y trabaja; en el ser y el hacer como laico se siente pueblo de Dios al servicio del Reino.

- Vive la fe proféticamente: Dios y los hermanos necesitados son sus referencias principales.

- Para poder hablar y hacer en nombre de Dios necesita ser persona de oración.

- Valora el tiempo que le toca vivir, es optimista y transmite esperanza.

- Analiza los signos de los tiempos e interpreta el paso de Dios por la historia en la liberación integral de las personas.

- No actúa como francotirador; se siente en comunión y en comunidad con otros. El discernimiento comunitario está en la base del liderazgo cristiano.

- Desde la relación fe-cultura promueve los valores evangélicos, anima procesos de maduración creyente, potencia el sentido comunitario de la fe y opta decididamente por los marginados.

- No cae en fáciles voluntariados y participación en ONGs deudoras del llamado pensamiento postmarxista (ideología conservadora con vocabulario y estética de izquierdas).

- Se forma teológica y pastoralmente; participa y anima Escuelas de Formación socio-política.

- Armoniza en su vida la reflexión, el compromiso y la celebración de la fe; es un experto en el Ver-Juzgar-Actuar y Celebrar.

- Busca con otros líderes, grupos y movimientos sociales propuestas alternativas.

- Concientiza a su comunidad cristiana de los compromisos socio-políticos de la fe.

5.4. Liderar una nueva praxis de la fe

Las religiones universales han aportado a las sociedades un horizonte significativo desde el que entender y vivir lo humano, Una de las principales aportaciones del mundo contemporáneo es la afirmación de que es necesario comprometerse para poder conocer adecuadamente al hombre y a la sociedad. Toda forma de enfoque militante de la vida parte de la acción y termina en la praxis comprometida; entre la realidad existente y aquella que buscamos como ideal se da la reflexión y la propuesta de alternativas posibles. En el nivel del método, C. Marx afirmaba que la praxis es el criterio de la verdad.

Algunos datos teológicos importantes:

Propuestas concretas para potenciar el liderazgo juvenil cristiano:

1° Se necesitan jóvenes cristianos que sean líderes. Esta urgencia no es una simple cuestión coyuntural; es algo que pertenece a la esencia misma del Evangelio, al sentido misionero de la Iglesia y al deber y derecho de crear cultura conforme a los valores del Reino. La relación fe-cultura no es fácil, hay que "saber estar" y "saber hacer", pero también hay que perder los miedos y las excusas, y dar la cara en el contexto que nos toca vivir. Se trata de ofrecer a los demás de forma sugerente, creativa y eficaz lo que para nosotros constituye el sentido de la vida y lo que nos hace feliz. Recordemos una vez más las palabras del Concilio Vaticano II: "El futuro será de los que sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y motivos para esperar" (GS 31).

2° El liderazgo cristiano es básicamente comunitario. Esta propuesta no excluye la figura del líder y la validez de sus actuaciones, pero desde el punto de vista de la fe cristiana son las comunidades el lugar donde vive el líder, y desde ellas es enviado a cumplir su misión profética. Para que una comunidad pueda hacer esta función de liderazgo necesita:

- Vivir presente y encarnada en un lugar o barrio concreto.

- Captar las ilusiones, problemas, sufrimientos y esperanzas de sus convecinos.

- Trabajar de forma convergente con otras personas y grupos que apuesten por lo renovador y solidario.

- Explicitar con palabras y obras "el plus" de sentido que aporta la fe a la vida humana.

- Situarse de forma ejemplar, crítica y alternativa en el lugar de trabajo, el sindicato, el partido, la asociación vecinal, el colegio profesional, etc.

- Organizar la vida personal y comunitaria de forma que ella misma sea una propuesta alternativa de cómo es posible vivir lo cotidiano de otra forma.

- Crear conciencia en los que nos rodean para suscitar unas nuevas actitudes frente a las desigualdades, la violencia, la injusticia, la marginación, etc.

- Atender significativamente a aquellos grupos marginales y marginados que no tienen ayuda y no se insertan en las redes estatales de atención social.

Realizar el liderazgo desde la identificación eclesial. Esta afirmación es el recuerdo de la importancia de fundamentar el compromiso cristiano en la comunión eclesial, y el subrayado de la referencia de lo que se hace. No podemos olvidar el primer capítulo de Juan, para que los que ejercen el liderazgo cristiano puedan decir a los jóvenes: "Venid y veréis" que es posible lo que se os propone, que otros ya lo están viviendo, y que os podéis sentir más felices.

La meta última del liderazgo cristiano es la incorporación activa a la comunidad eclesial, como también lo es la meta de la evangelización. No significa que otras metas intermedias no tengan validez en sí mismas, y como tales necesiten ser cuidadas. Estamos convencidos que lo que cambia la sociedad es la mejora del entramado social, es decir, de los grupos y las relaciones humanas. Lo que genera dinamismo fraterno y comunitario es lo que libera, humaniza y posibilita una mayor implicación de las colectividades en los procesos socio-políticos. Lo vivido en América Latina desde el enfoque de la teología de la liberación y el compromiso de las comunidades populares es un buen ejemplo de lo que estamos diciendo.

La formación de los líderes. El liderazgo requiere preparación que facilite al lider la identificación con lo que hace y la dedicación apasionada a sus tareas. Hablar de formación es algo complejo, pues incluye muchos aspectos. Los podríamos sintetizar en los siguientes, y por este orden: el catecumenado de la vida cristiana, la formación teológico-pastoral básica, la formación socio-política y la metodología para la acción social. La formación de cuadros es previa al planteamiento de las acciones. Esta preparación ayudaría a no pocos jóvenes a superar esa etapa de actividades y voluntariados en la que se inician y permanecen años y años. El compromiso cristiano y el liderazgo juvenil es bastante más que actividades comprometidas; supone entender el compromiso como vocación y vivirlo como praxis transformadora de la realidad. Se van apuntando intentos desde las Escuelas de Formación Socio-Política, pero estamos ante una realidad en potencia y que no encaja mucho en la sensibilidad con que se vive lo cristiano a principios del segundo milenio (J. SASTRE, Una propuesta creyente al liderazgo juvenil, JMV, 1999, 6-9).

6. Orientaciones pastorales

1 a Las características culturales de nuestro mundo piden propuestas alternativas a nivel social, político, económico y también educativo. En caso contrario, los jóvenes que vayan saliendo de los centros educativos serán engullidos por el sistema, terminarán viviendo según los valores de la moral prevalente y con un cristianismo sociológico, en caso de que no abandonen la fe para pasar a engrosar el número de increyentes. Los tiempos actuales piden educadores que hagan propuestas claras, exigentes y motivadoras.

2a Los niños, adolescentes y jóvenes de hoy necesitan adultos cercanos (padres, educadores y catequistas) que sean coherentes con sus convicciones, testigos de su fe y que quieran de verdad a sus alumnos y/o catequizandos. El amor es lo que mejor educa, pues todos tendemos a fiarnos de los que nos quieren y buscan nuestro bien por encima de todo, aunque a veces nos contrasten y corrijan. La labor educativa traspasa los límites de los horarios laborales y se extiende mucho más allá. La vida debe estar presente en el aula y el aula debe llevar la vida. El diálogo de corazón a corazón entre educador y educando es lo que forma en mayor medida la conciencia, pues más que hablar dos personas de temas, se están comunicando entre ellas.

3a La educación de la fe de los adolescentes y jóvenes necesita pequeñas comunidades cristianas que sean referencia. El educador de la fe se refiere siempre a Jesucristo vivo y.actuante en el mundo desde la experiencia de fe que vive en la comunidad eclesial. El hombre postmoderno es poco sensible a los grandes relatos, pero muy sensible a los pequeños relatos; cada comunidad educativa o religiosa está llamada a ser un pequeño relato, es decir, hogar, taller y laboratorio en el que se vive, comparte y anticipa la humanidad nueva. Aquello que decimos y proponemos debe ser "vivido, tocado y experimentado"; el mensaje evangélico sólo es eficaz si va acompañado de ámbitos experinciales. Ojalá a nuestros jóvenes les pase lo que a los apóstoles con Jesús: fueron, vieron y se quedaron.

4a La maduración cristiana requiere procesos sistemáticos y flexibles. Educa el que sabe de dónde parte (realidad concreta) y a dónde quiere llegar (meta). Sólo cuando quedan definidos el punto de partida y el punto de llegada podemos definir el por dónde y los cómos de la acción evangelizadora. En nuestros grupos solemos tener muy bien formulados los proyectos conforme a las técnicas de programación. Esto es necesario y positivo; con todo, nuestros proyectos deberían ir acompañados por la descripción de los procesos (qué tiene que ir pasando por dentro) de los destinatarios de las programaciones. Más aún, los proyectos se deberían formular desde los procesos que se van a suscitar y están al servicio de los mismos. En las formulaciones podríamos incluir, en mayor medida, los aspectos afectivos de la persona y las relaciones, sin descuidar los referidos a la inteligencia y a la voluntad.

5a La personalización de los procesos de fe es lo que más asegura la perseverancia. Al decir personalización nos referimos a la relación personal de ayuda. El educador forma la personalidad cuando ayuda al educando a desbloquearse, a ganar en confianza, a "dar nombre a las cosas", a solucionar problemas y conflictos, a crecer en uno u otro aspecto, a plantearse nuevas cuestiones y a asumir compromisos. En esta apasionante tarea hay que ayudar a los que se acompaña a asumir su pasado, a clarificar el presente y a proyectar el futuro. En definitiva, se trata de educar desde dentro de la persona de cada uno; la personalización de la fe es garantía de continuidad, pues se ha ido madurando desde lo profundo del propio ser y desde la historia concreta de la persona.

Terminamos estas reflexiones de evangelizador a evangelizadores con las palabras de Juan Pablo II en el Año Internacional de la juventud (31-3-1985): "La Iglesia mira a los jóvenes; es más, la Iglesia de manera especial se mira a sí misma en los jóvenes, en todos vosotros y, a la vez. en cada una y en cada uno de vosotros. Así ha sido desde el principio, los tiempos apostólicos: "Os escribo, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijos míos, porque habéis conocido al Padre. Os escribo, jóvenes, porque sois fuertes y la Palabra de Dios habita en vosotros" (1 Jn 2, 13ss.) Son eco de las palabras del mensaje del Vaticano II a los jóvenes: "La Iglesia os mira con confianza y con amor... Ella es la verdadera juventud del mundo... miradla y encontraréis en ella el rostro de Cristo" (JUAN PABLO II, Mensaje a los jóvenes, 8-XII-1985).

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Jesús Sastre