Homilía
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SUMARIO: 1. Aportaciones del Vaticano II. — 2. Pasos en la homilía: 2.1. Homilía y anuncio gozoso. 2.2 Homilía y memorial. 2.3. Homilía y el hoy de la comunidad.


Dentro de la teología pastoral y de la teología kerigmática actuales, la homilía posee un sentido muy concreto. Es la predicación que tiene lugar en el interior de la liturgia y de modo muy especial, en el marco de la eucaristía.

Es cierto que, desde muy antiguo, se denominó homilía a la predicación cristiana en general. Como verbo («homilein») aparece ya en Hechos 20, 21. Y como sustantivo lo encontramos en Ignacio de Antioquía (Poi. 5, 1), en Eusebio de Cesarea (H.E. VI, 19) y en Gregorio Magno (Ep. 10, 52).

1. Aportaciones del Vaticano II

El sentido más particular y específico de predicación litúrgica se va imponiendo a partir de la época de las Luces. Lo consagra el Vaticano II con la Constitución «Sacrosanctum Concilium» en su número, 52 que afirma: "Se recomienda encarecidamente, como parte de la misma liturgia, la homilía, en la cual, durante el ciclo del año, litúrgico, se exponen, a partir de los textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana. Más aún, en las misas que se celebran los domingos y fiestas de precepto con asistencia del pueblo, nunca se omita, si no es por causa grave».

La mejor ejemplificación de esta doctrina conciliar la tenemos en uno de los textos más antiguos de la Iglesia apostólica sobre la liturgia primitiva, a saber, la Apología 1 de san Justino escrita en torno al año 153. Ahí hallamos el siguiente relato descriptivo: "El día llamado del sol, se tiene una reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en las ciudades o en los campos. Y se leen las memorias de los apóstoles o las escrituras de los Profetas mientras el tiempo lo permite. Luego, cuando el lector ha acabado, el que preside hace una invitación y una exhortación a imitar es estas cosas excelsas. Después nos levantamos todos a una y recitamos oraciones. Y ... cuando hemos terminado de orar, se presenta pan y vino y agua, y el que preside eleva ... acciones de gracias... Y el pueblo aclama diciendo: Amén» (4). El término usado por Justino para aludir a la homilía (exhortación o «próklesis») es una variante del empleado para describir la predicación de Pablo tras Pentecostés (Hechos 2, 41 »paráklesis»). En este último pasaje va unido como un sinónimo, al verbo «dar testimonio» que conocemos como termino habitual para la predicación o ministerio kerigmático.

Queda claro, tras los textos anteriores, que la homilía es parte de la liturgia. ¿Cómo? Según la SC 52, a través de la relación que esta predicación tiene, y debe tener, con el año litúrgico y con la misa; más en concreto, con sus textos sagrados o lecturas bíblicas.

Pues bien, la cuestión concreta es: ¿cómo se puede realizar esta enseñanza conciliar?; ¿Qué significa propiamente eso de ser parte de la liturgia o estar dentro de la liturgia? Porque, evidentemente, el estar dentro o formar parte no debe ser entendido de una manera extrínseca, exterior, como una mera circunstancia externa, sino como algo interno e intrínseco. ¿La homilía no puede ser un cuerpo extraño dentro del conjunto litúrgico, sino un elemento sintonizado desde dentro con el conjunto de la celebración. Esta no debe ser mero contexto sino concausa determinante de su realidad interior.

2. Pasos en la homilía

Analicemos los pasos que debe dar el predicador homilético para realizar esta tarea.

Ante todo mostrará las relaciones concretase que hay entre la Palabra de Dios proclamada en las lecturas y el comentario a esta Palabra, por un lado, y la liturgia por otro. Estas relaciones son tres: el anuncio gozoso o pregón, el memorial y el hoy. Veámoslo.

2.1. Homilía y anuncio gozoso

No sólo la predicación cristiana es una evangelización, es decir, el anuncio y pregón de la Buena Noticia. También lo es la liturgia, concretamente la liturgia eucarística. Efectivamente, San Pablo, al terminar de describir la eucaristía, de acuerdo con la tradición que él había recibido, hace una especie de síntesis final de lo que es y lo que hace la celebración eucarística. Dice entonces: "Pues siempre que coméis este pan y bebéis este cáliz anunciáis la muerte del Señor hasta que vuelva» (1 Cor. 11, 26). El verbo que encontramos en la oración principal de esta afirmación paulina es el verbo «kataggellein", sinónimo de «evangelizar». Los dos tienen la misma raíz «proclamar la Buena Noticia". Por tanto, Pablo afirma que la eucaristía es una proclamación gozosa como lo es la predicación cristiana. Coinciden y tiene en común este carácter kerigmático, evangelizador (no hay que olvidar que kerygma significa también proclamación, pregón).

Pero no queda aquí el paralelismo. No sólo el acto es semejante a sino sobre todo el objeto del acto (o complemento directo): lo que anuncia la eucaristía es la muerte del Señor. Explicitando lo que dice san Pablo, podríamos traducir: "anunciáis la muerte y señorío de Jesús», es decir, su ser hecho Señor, su glorificación y resurrección. Por tanto, lo que se anuncia en la eucaristía es el misterio pascual o la muerte y resurrección de Cristo. Tal es el contenido del kerygma o de la Palabra en su versión cristológica. Por tanto, la coincidencia entre liturgia (eucaristía) y predicación es clara.

¿Cómo realiza la eucaristía esta proclamación? A través de sus gestos, sus símbolos y textos oracionales. Sus gestos son los del banquete sacramental: la reunión de la asamblea litúrgica en torno a una misma mesa, la comunión del pan partido y del vino repartido transformados en cuerpo y sangre de Cristo que se entrega y se hace presente con su persona y su acción salvífica, tanto en la asamblea reunida como en cada uno de sus miembros, y así hace a todos partícipes de su muerte, su perdón su redención y su nueva vida, símbolos sacramentales del misterio pascual en su realidad tanto cristológica como eclesiológica.

Luego están las anáforas, los prefacios, que son la proclamación del misterio de Cristo, bien en su unidad, bien en cada uno de sus diversos momentos y aspectos. Aquí el destinatario se diversifica; no es sólo el pueblo, como en la predicación, sino Dios mismo como meta de la alabanza y la acción de gracias. Se anuncian los misterios cristológicos para alabar por ellos al Padre al que están dirigidos estos textos oracionales. Por tanto, la homilía deberá mostrar esta importante convergencia, esta semejanza profunda entre la Palabra de Dios y la liturgia eucarística. Deberá presentar el kerigma, no sólo con los textos de la Palabra, sino con las imágenes, los signos y las expresiones tanto del rito eucarístico como de las plegarias eucarísticas. Es lo que dice la SC: «Por ser la predicación (homilética) parte de la acción litúrgica, se indicará en las rúbricas el lugar más apto... Sus fuentes principales serán la Sagrada Escritura y la Liturgia ya que esta predicación es la Proclamación de las maravillas obradas por Dios en la historia de la salvación o misterio de Cristo, que está siempre presente y actuante en nosotros, particularmente en la celebración de la liturgia» (35,2).

2.2. Homilía y memorial

Un segundo punto de convergencia entre la Palabra de Dios y la Liturgia que mostrará la homilía es el carácter de memorial. No sólo la predicación es memorial en cuanto relato narrativo sino también la liturgia en cuanto "anamnesis". Para comprobarlo basta con que volvamos al texto paulino de ICor.11, 25. Ahí ya no es Pablo sino el mismo Jesús el que, concluyendo el rito encarístico, es decir, la última Cena dice: «Cada vez que bebáis (de este cáliz) hacedlo en memoria mía". Antes, a propósito del comer el pan, su cuerpo, ha dicho lo mismo: «Haced esto en memoria mía» (1 Cor. 11, 24). En consecuencia, la eucaristía, en su núcleo ritual de comida y bebida sacramentales, es un memorial, una «anamnesis» del Cristo que se entrega, es decir, de su persona y su acción salvíficas. Pero no sólo en su núcleo ritual, también en la plegaría, la anáfora, constatamos lo mismo. La anáfora es una gran plegaría doxológica que apoya su alabar a Dios y su acción de gracias al Padre en un motivo fundamental: las grandes acciones por él realizadas a lo largo de la historia salvífica. Para ello hace memoria siempre de esta historia salvífica, bien en su conjunto, bien en sus etapas fundamentales, bien en alguna otra de sus etapas. Así se convierte en relato narración. La anáfora es la «haggadá» cristiana.

Es sabido que la liturgia judía, en su celebración de la Pascua, tiene un relato central de lo sucedido en esta noche y en todas las noches salvíficas de la historia de Israel. Tal relato se denomina "haggadá". Pues bien, los cristianos tenemos nuestra "haggadá» en la que, mediante una narración hacemos memoria de lo sucedido en nuestra historia como pueblo de Dios y, sobre todo, en la noche de la Ultima Cena, núcleo de la historia centrada en Cristo y su Misterio Pascual. Un ejemplo muy claro de esto lo tenemos en la IV anáfora o plegaria eucarística del Misal Romano. En ella se va haciendo un recorrido de las etapas del Antiguo Testamento, de la encarnación, de la vida del Jesús histórico, de los misterios últimos de su existencia terrestre; todo culmina en el relato de la Ultima Cena. Hay otro ejemplo muy interesante que a veces pasa desapercibido. Son los prefacios (una de las partes de la anáfora) asignados a cada uno de los domingos de cuaresma. En ellos se recoge el relato de los evangelios que han sido proclamados en la Liturgia de la Palabra, concretamente: las tentaciones de Jesús en el primer domingo (Mt 4, 1-11 -ciclo A; Mc 1,12-15 -ciclo B-; Lc 4, 1-13 -ciclo C-), la transfiguración de Cristo en el segundo domingo (Mt 17, 1-9 -ciclo A-, Mc 9, 1-9 -ciclo B-, Lc.9, 28b-36 -ciclo C-), el episodio de la samaritana en el domingo tercero (Jn 4, 5-42 para los tres ciclos); la curación del ciego en el cuarto domingo (Jn 9, 1-41 para los tres ciclos) y la resurrección de Lázaro en el quinto domingo (Jn 11,1-41, también para los tres cielos). Igualmente el prefacio propio el domingo de Ramos alude muy directamente al relato de la pasión proclamado ese día como lectura evangélica. Y un último ejemplo a tener en cuenta es el texto litúrgico del pregón de la Vigilia pascual que, en forma de himno, contiene una admirable síntesis de la historia santa tal como la narran las Escrituras. Tenemos pues que el relato hecho en la liturgia de la palabra reaparece en la liturgia sacramental eucarística. Pues bien, la homilía debe recoger esa semejanza, mostrar ese común carácter de relato, memoria o anamnesis, exponerlo con los elementos que le ofrecen tanto las lecturas como los oraciones centrales de la Eucaristía.

2.3. Homilía y el hoy de la comunidad

El tercer elemento que nos muestra la relación entre Palabra de Dios y Liturgia es el hoy. Sabemos que la predicación de Jesús culmina en la sentencia: "Hoy se cumple ante vosotros esta Escritura» (Lc, 4, 21). Pues bien, la liturgia gravita también en torno al hoy, al presente a la actualidad. Cuando llegan los tiempos litúrgicos, sus textos no se cansan de repetir esta hodiernidad. Lo tenemos sobre todo en los ejes del año litúrgico: Navidad, vigilia pascual. Recuérdense los introitos o antífonas del canto de entrada en las diversas fiestas navideñas, por un lado, y el pregón de la Vigilia pascual, por otro. (Lo mismo que la Palabra anuncia no solo el pasado sino el presente de la acción de Dios, igualmente la liturgia no es nunca mero recuerdo sin actualización presencialización de la historia santa. He aquí la convergencia que debe mostrar la homilía.

A modo de síntesis última digamos que la homilía debe mirar por un lado a las lecturas y, por otro, a la acción sacramental (con sus símbolos, ritos, gestos, oraciones, cantos...). Pero debe tener una tercer mirada o dimensión: debe prestar una real atención a la realidad extralitúrgica, a la vida concreta de los fieles con sus problemas, sufrimientos, también alegrías y valores positivos («signos de los tiempos»). En la hábil confección de esta tríada consiste el arte y el logro de una buena homilía.

BIBL. —VARIOS. El arte de la homilía C.P.L. Barcelona 1979; COMISIÓN EPISCOPAL DE LITURGIA, Partir el pan de la Palabra. Orientaciones sobre el ministerio de la homilía. PPC. Madrid 1985; P. GRELOT.- M. Y,. DuMAS. Homilías sobre la Escritura en la época apostólica. Herder. Barcelona 1991; J. COMES, La homilía ese reto semanal. EDICEP. Valencia 1992; J. RAMOS. Retórica-Sermón-Imagen. Universidad Pontificia Salamanca 1997; L. MALDONADO. Anunciar la Palabra hoy. Ed. San Pablo, Madrid 2000.

Luis Maldonado