Caritativa y social, Pastoral
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SUMARIO: 1. Qué es la pastoral caritativa y social. — 2. Presupuestos y contenidos de la pastoral caritativa y soda/. 2.1. Lo social es ámbito de gracia y de pecado. 2.2. El ejercicio de la caridad no se agota en la limosna; se abre a la llamada caridad política" 2.3. El servicio al mundo como signo de una Iglesia evangelizadora y misionera. 2.4. La promoción de la justicia es parte constitutiva de la evangelización. 2.5. Una correcta relación entre escatología e historia. 2.6. Desde un concepto de "salvación integral" 2.7 La fe exige la presencia evangélica (desde la opción preferencial por los pobres) de los cristianos en la vida pública. 2.8. La conversión social" — 3. La mediación institucional. 3.1. Radicación edesial. 3.3. "Que cada cual se ponga al servicio de los demás" La animación comunitaria. 3.4. 'Da fruto en su sazón': Las acciones sociocaritativas. 3.5. Manteneos unánimes, en un mismo sentir': La coordinación. — 4. A modo de conclusión.


1. Qué es la pastoral caritativa y social

Entendemos por pastoral caritativa y social el conjunto de la actividad pastoral que tiene por objeto el ejercicio de la caridad y la promoción de la justicia, según los planes de Dios, en la línea de la fraternidad, fruto de la filiación acogida y vivida como gracia. No se trata, por tanto, de una simple acción caritativa y social de la Iglesia, como actividad superpuesta a su misión; ni de la realización de acciones de suplencia respecto a las carencias y limitaciones de las políticas sociales de la sociedad civil. La pastoral caritativa y social es, más bien, la expresión concreta de la responsabilidad de la misión eclesial, cuando ésta se confronta con el mandato de anunciar y realizar la salvación en su integridad, no quedando la realidad mundana y material al margen de la transformación evangélica, que el conjunto de la acción pastoral intenta realizar.

La importancia de la pastoral caritativa y social y la necesidad de ser implanta-da en los diferentes niveles eclesiales vienen dadas por el hecho de ser una de las dimensiones troncales de la acción pastoral que, sin ella, quedaría esencialmente desequilibrada. Un paso decisivo en la clarificación de esta conciencia, lo dio la firme declaración del Sínodo de los Obispos de 1971. "la acción a favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presentan como una dimensión constitutiva de la predicación del evangelio, es decir, de la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva". "Parte constitutiva", "parte integrante", "parte esencial" son expresiones que se han ido repitiendo desde entonces. Se apoya así, desde una renovada concepción de la misión de la Iglesia y no desde otros presupuestos una ver-tiente de la pastoral, cuya existencia práctica no había faltado nunca en la Iglesia, pero cuyo estatuto no había sido asumido al menos en la práctica a la par con las vertientes de transmisión (catequesis) y celebración de la fe (liturgia).

No puede decirse que la caridad y sus obras hubieran estado ausentes, antes, en la praxis eclesial. Al contrario, hay que decir que el amor cristiano ha escrito las páginas más hermosas en toda la historia de la Iglesia y ha dejado testimonios que son un tesoro no sólo para la Iglesia, sino para la humanidad entera. Quizás, el paso más importante que hayamos podido dar recientemente ha sido el entronque de toda la actividad caritativa y social con la evangelización. Lo aclaraba así Pablo VI en Evangelii Nuntiandi: "entre evangelización y promoción humana, desarrollo, liberación existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico..., de orden teológico..., de orden eminentemente evangélico, como es el de la caridad" (n. 31). En toda la reflexión posterior fue quedando muy claro que, aunque la salvación cristiana no se reduce a la liberación humana, porque la sobre-pasa y la transciende, ésta no queda fuera de una salvación que, por ser integral, la incluye, al tiempo que la abre a realizaciones insospechadas y absolutamente gratuitas.

2. Presupuestos y contenidos de la pastoral caritativa y social

Una pastoral caritativa y social viva y significativa en la comunidad cristiana es fruto de una serie de convicciones, que forman parte del acervo doctrinal de la Iglesia, y están llamadas a configurar el estilo de su misión, profundamente humanizadora. Enumeramos algunas de esas convicciones, y sus consecuencias para la pastoral.

2.1. Lo social es ámbito de gracia y de pecado

Entre persona y sociedad se da una interrelación tal que no se puede primar la persona sin incluir necesariamente su ámbito social: "la persona humana tiene una originaria y estructural dimensión social...; se da así una interdependencia y reciprocidad entre las personas y la sociedad: todo lo que se realiza a favor de la persona es también un servicio prestado a la sociedad, y todo lo que se realiza a favor de la sociedad acaba siendo en beneficio de la persona" (ChL, 40). Lo social no es un añadido, sino una necesidad de la persona, para llegar a ser. Se deduce de aquí que no se puede interpretar en términos de bondad o maldad ética, de gracia y de pecado, únicamente el mundo interior de las intenciones, o los componentes de la conducta individual. También los hechos, las realidades y las instituciones sociales, como todo lo humano, deben ser interpretados bajo categorías éticas, religiosas y cristianas: las hay que favorecen la vida justa; las hay que la frenan. Aquéllas son gracia; éstas son pecado.

Dos consecuencias importantes para la identidad de la Pastoral caritativa y social: la ampliación del concepto de pecado, que abarca también la ruptura de compromisos con la realidad social (cfr. n°s 36 y 37 de Sollicitudo rei socialis), por lo que hay que hablar, junto al pecado personal, de un pecado social o pecado estructural; y la pastoralidad del compromiso a favor de una sociedad más justa: "para la Iglesia, enseñar y difundir la doctrina social pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensa-je cristiano, ya que esta doctrina expone consecuencias directas en la vida de la sociedad y encuadra incluso el trabajo cotidiano y las luchas por la justicia en el testimonio de Cristo Salvador" (CA, 5).

2.2. El ejercicio de la caridad no se agota en la limosna; se abre a la llamada "caridad política"

El término "caridad" y su ejercicio aparecen, con frecuencia, gravados por una serie de prejuicios, que tienden a su relegación en ámbitos excesivamente individualistas, asistencialistas y teñidos, con frecuencia, de paternalismo, creador de dependencias. Esto ha hecho que, con frecuencia, se opongan caridad y justicia. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la vida teologal se realiza en las mis-mas dimensiones en que acontece la vida humana: la dimensión individual y la social.

La dimensión social y política de la caridad reside, por tanto, en ser un amor eficaz a las personas, actualizado en la búsqueda sincera del bien común, por encima del bien individual o corporativo. Son, por tanto, falsas concepciones de la caridad las que la entienden como suplencia de las deficiencias de la justicia, o como encubrimiento de un orden establecido en la explotación y la dominación.

De manera positiva, podríamos dar esta definición de la "caridad política": el compromiso vivo y operante, fruto del amor cristiano a los demás hombres considerados como hermanos, a favor de un mundo más fraterno, con especial atención a las necesidades de los más pobres.

Juan Pablo II, hablando de la solidaridad como virtud, la describe "no como un sentimiento de vaga compasión o enternecimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Es, al contrario continúa, la determinación firme y perseverante de comprometerse por el bien común, por el bien de todos y de cada uno, porque todos somos responsables de todos... Las actitudes y 'estructuras' de pecado sólo se vencen presupuesta la gracia divina mediante una actitud diametralmente opuesta: el compromiso por el bien del prójimo, con la disponibilidad, en sentido evangélico, a 'perderse' a favor del otro, en lugar de oprimirlo para el provecho propio" (SRS, 38).

La pastoral caritativa y social debe, por tanto, tender a superar la tensión entre la caridad y la justicia. Lo hará sólo en la medida en que la virtud de la caridad sea presentada y vivida como exigencia de soluciones radicales, aquellas que van a la raíz de los problemas, y no se quedan atendiendo tan sólo a su superficie. Una opción por un ejercicio de la caridad preventivo y no sólo curativo; un ejercicio de la caridad que sabe moverse con facilidad en el nivel de las causas y no se queda sólo en el de los efectos. Nos los recuerdan nuestros obispos en La caridad en la vida de la Iglesia: "el servicio de la caridad a favor de los pobres no puede ser entendido como algo ajeno a la obligación que tienen las personas, los grupos sociales y las instituciones públicas y privadas, de promover relaciones de justicia auténtica-mente humanas. Mucho menos ha de verse en la acción caritativosocial la intención de ocultar las múltiples formas de injusticia arraigadas en la sociedad (Introducción a las Propuestas).

De ahí la necesidad de una estructura parroquial, arciprestal y diocesana que, expresando el compromiso de toda la comunidad, integre bien la necesaria asistencia inmediata con la promoción y la formación en la justicia. Cuando estas dos realidades se dan institucionalmente por separado, se corre el riesgo de crear organismos de sola asistencia inmediata, sin calado social y transformador; y, por otra parte, organismos sólo "pensantes", sin la necesaria referencia a la acción transformadora.

2.3. El servicio al mundo como signo de una Iglesia evangelizadora y misionera

Así lo afirma Juan Pablo II, refiriéndose, en concreto al tema del desarrollo: "esta visión de fe explica claramente por qué la Iglesia se preocupa de la problemática del desarrollo, lo considera un deber de su ministerio pastoral y ayuda a todos a reflexionar sobre la naturaleza y características del auténtico desarrollo humano. Con su compromiso desea, por una aparte, servir al plan divino que ordena todas las cosas hacia la plenitud que reside en Cristo (cfr Col 1,19) y que Él comunicó a su Cuerpo, y, por otra, responde a su vocación fundamental de 'sacramento', o sea, 'signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano"' (SRS, 31).

Revela así la Iglesia el amor universal de Dios, que tiene una preferencia especial por los más pobres y necesitados, al tiempo que, en su acción pastoral, produce signos de salvación. En el conjunto de la evangelización, estos signos dan credibilidad a la palabra que anuncia y a la celebración de la fe. Lo recuerda Juan Pablo II: "la Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de sus obras antes que por su coherencia y lógica internas. De esta consciencia deriva también su opción preferencial por los pobres" (CA, 56).

La pastoral caritativa y social tiene así una auténtica envergadura teológica: verifica en la práctica la imagen de Dios que transmite la teología. De ahí la pregunta que se hacen nuestros obispos, tomando pie de la afirmación conciliar acerca de la falta de testimonio como causa de ateísmo: "¿qué imagen daríamos de Dios, si los cristianos calláramos ante la injusta situación de tantos millones de hombres en el mundo? ¿No facilitaríamos así, como dijo el Concilio, el ateísmo de tantos hombres de buena voluntad, que no pueden comprender un Dios que permite que algunos derrochen mientras otros mueren de hambre? Para evitar este silencio, que sería culpable y blasfemo, la Iglesia debe hablar y debe obrar, bien sea luchando por la justicia, cuando la pobreza sea causada por la injusticia, bien actuando por caridad aún en los casos en que la situación sea ocasionada por los mismos que la padecen" (La Iglesia y los Pobres, 20).

2.4. La promoción de la justicia es parte
constitutiva de la evangelización

La pastoral caritativa y social es la vertiente práctica de la Doctrina Social de la Iglesia, de la que afirma Juan Pablo II: "la enseñanza y difusión' de la Doctrina Social de la Iglesia forma parte de la misión de la Iglesia. Y, como se trata de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas, tiene como consecuencia el 'compromiso por la justicia', según la función, vocación y circunstancias de cada uno" (SRS, 41). Y nuestros Obispos afirman: "el servicio a los pobres... es una expresión irrenunciable de la acción evangelizadora de las comunidades cristianas. La llamada 'diakonía', o servicio de la caridad, se hace así parte integrante del anuncio de la obra salvadora y liberadora de Jesús" (La Caridad en la vida de la Iglesia. Introducción a las Propuestas). Los dos textos son un desarrollo de la lapidaria afirmación del Sínodo de los Obispos de 1971: "la promoción de la justicia es parte constitutiva de la evangelización".

Afirmaciones tan claras, referidas a la integralidad de la evangelización, nos hacen descubrir un auténtico desequilibrio pastoral cuando, a la transmisión y celebración de la fe (catequesis y liturgia) no acompaña, ni en objetivos, agentes e instrumentos, el testimonio de la caridad y de la justicia. Se puede afirmar que este equilibrio sí está conseguido en el nivel doctrinal y de los principios, pero está lejos de ser una realidad en el nivel de la práctica pastoral. Ésta está mucho más volcada a la liturgia y a la catequesis que a la acción caritativa y social.

2.5. Una correcta relación entre escatología e historia

Sin este presupuesto, la pastoral caritativa y social no pasará del organigrama. Se trata, en efecto, de saber calibrar desde la fe la relación entre la transformación cotidiana de la historia y su plenitud escatológica, que esperamos como don de Dios. Basándose en Gaudium et Spes, recuerda Juan Pablo II: "la Iglesia sabe muy bien que ninguna realización temporal se identifica con el Reino de Dios, que esperamos al final de los tiempos, cuando el Señor vuelva. Pero la espera no podrá ser nunca una excusa para desentenderse de los hombres en su situación personal y concreta, y en su vida social, nacional e internacional... Aunque imperfecto y provisional, no se habrá perdido ni habrá sido en vano nada de lo que puede y debe realizar el esfuerzo solidario de todos, y la gracia divina, en un momento de la historia, para hacer 'más humana' la vida de los hombres" (SRS, 48).

La pastoral caritativa y social, que intenta entrañar el evangelio en la historia, para irla abriendo progresivamente al Reino, da al conjunto de la pastoral en anclaje encarnatorio e intramundano, que aleja a la escatología de la pura ilusión, y a la esperanza, de la pasiva espera de lo que vendrá sin la responsabilidad y el esfuerzo humano. Al servicio de una buena relación entre escatología e historia, la pastoral caritativa y social debe ayudar a quitar fundamento a la acusación de alienante, que con frecuencia se vierte sobre la experiencia religiosa.

2.6. Desde un concepto de "salvación integral"

Evangelii Nuntiandi estableció magistral y magisterialmente la relación entre salvación cristiana y liberación humana, no identificándolas, pero sí entrelazándolas teológicamente, de tal modo que no pueden aparecer como realidades extra-ñas o paralelas las que están relacionadas por lazos indisolubles (cfr n. 31). Y es que la raíz de todas las esclavitudes es el pecado; sean esclavitudes personales o sociales son expresión o manifestación del pecado. El hambre, la miseria, la incultura, la falta de participación sociopolítica, las carencias económicas, la falta de participación real en los bienes cuyo destino es universal, todo tipo de injusticia, de explotación, de dominio opresor..., todo es manifestación del pecado, como desviación histórica del hombre respecto al plan de Dios sobre la historia del mundo y de la humanidad. Tal como se nos ha manifestado en la historia de la salvación.

El anuncio salvador de Cristo y su realización, históricamente iniciada en la comunidad de los creyentes, han de abarcar todos estos aspectos del pecado. La salvación integral del hombre exige planteamientos pastorales que asuman esta tarea global de lucha contra el pecado del mundo. Desde un concepto de salvación integral, todo este campo de intervención pastoral no habría que relegarlo a la así llamada "preevangelización"... El evangelio y su anuncio (evangelización) afectan al hombre concreto, históricamente situado, ofreciéndole la posibilidad de salvación en Cristo Jesús, "único nombre en el que el hombre puede salvarse", del grado de esclavitud que históricamente está viviendo. Como fruto del pecado personal y social. La trascendencia de la salvación no significa que ésta comienza donde acaba la historia, sino que, inserta ya en la historia, supera una salvación puramente intramundana, abriéndola a una plenitud gratuita.

La pastoral caritativa y social debe tender a crear una conciencia crítica frente a todas las esclavitudes, contrarias al plan salvador de Dios. Ante la resignación pasiva que muchas veces invade las con-ciencias, es tarea evangelizadora promover la sincera búsqueda de liberación. Todo lo que en la historia contradice la paternidad de Dios y la fraternidad universal, no es querido por Dios: "Dios no quiere la pobreza, que impide a los seres humanos ser libres y vivir de acuerdo con su dignidad" (La Caridad en la vida de la Iglesia. Introducción a las Propuestas).

2.7. La fe exige la presencia evangélica (desde la opción preferencial por los pobres) de los cristianos en la vida pública

Contra toda privatización de la fe, la conciencia de los creyentes y de las comunidades cristianas tiene que mover-se en la línea de ser luz del mundo y sal de la tierra: iluminar y salar la realidad en la que están insertas.

Pero la presencia de los cristianos en la vida pública ha de ser evangélica. No se trata de una simple presencia sociológica en busca del poder, del prestigio o del dominio. Su modelo es la presencia de Jesús, que toma el lugar de los pobres. La opción preferencial por los pobres es, en efecto, la contraseña del talante evangélico de toda presencia pública del creyente.

Al impulsar la presencia de los cristianos en la vida pública, la pastoral caritativa y social ha de subrayar la referencia de toda la comunidad al estilo de presencia del Jesús histórico, desde su preferencia por los más pobres. Desde Cristo, que opta por los pobres desde la pobreza, la pastoral caritativa y social comprende que ha de estimular a los creyentes y a las comunidades cristianas a una presencia salvadora desde los pobres y con los pobres más que a una salvación entendida simplemente como una acción "para" los pobres. Los documentos de la Iglesia son fuertes en su crítica del paternalismo. Recordemos sólo el ámbito vital que da Juan Pablo II a la opción preferencial por los pobres: "se refiere a la vida de cada cristiano, en cuanto imitador de la vida de Jesús, pero se aplica igualmente a nuestras responsabilidades sociales y, consiguientemente, a nuestro modo de vivir y a las decisiones que, en coherencia, se deben tomar en lo que se refiere a la pro-piedad y al uso de los bienes... Nuestra vida diaria, así como las decisiones en el campo político y económico, deben estar marcadas por estas realidades (las realidades de pobreza y marginación) (SRS, 42).

2.8. La "conversión social"

La pastoral caritativa y social está llamada a promover la dimensión social de la conversión. Y, siendo la conversión un auténtico "cambio de dirección" (el verbo "sub" en hebreo, y "metánonia" en griego son dos maneras muy fuertes de hablar del nivel radical en donde se dan los cambios profundos, personales y sociales, que supone la conversión) exige, en el ámbito de lo social, cambios audaces que toquen la reorientación misma del orden social. Esta necesaria audacia parte de una constatación creyente: "las desigualdades inicuas y las opresiones de todo tipo... están en contradicción con el Evangelio de Cristo y no puedan dejar tranquila la conciencia de ningún cristiano" (Libertad cristiana y Liberación, 57). La pastoral caritativa y social ha de tender a suscitar la creación de un "orden social justo", que sea fruto de un corazón con-vertido, ciertamente, pero sin olvidar que "la prioridad reconocida a la conversión del corazón, en ningún modo elimina 'la necesidad de un cambio de estructuras injustas" (ibidem, 75). Hay que ponerse humildemente al lado de los pobres, acompañando sus procesos de liberación, su lucha "para conseguir estructuras e instituciones en las que sean verdadera-mente respetados los derechos humanos" (ibidem). Y no sólo hay que pensar en los casos extremos de pobreza y opresión en tantos países del Tercer Mundo; también entre nosotros, "determinadas situaciones de grave injusticia requieren el coraje de unas reformas en profundidad y la supresión de privilegios injustificables" (ibidem, 72).

Es una constante en el magisterio de Juan Pablo II la invitación a los cristianos a ser socialmente transformadores pro-fundos y audaces. Un primer paso para ello es descubrir el egoísmo y la insolidaridad en la base de muchas estructuras sociales ("el excesivo afán de ganancia y la sed de poder", en palabras del Papa). Pero se necesita, además, iluminar esa realidad desde la luz del Evangelio, para descubrir su dimensión de pecado y, una vez que la conciencia de pecado existe, iniciar un proceso de auténtica conversión. La generosidad del compromiso cristiano no se mide, en efecto, sólo por la esplendidez de las limosnas, sino también, y principalmente, por la implicación práctica en la transformación de la sociedad. La pastoral caritativa y social debe ayudar a ampliar el campo de la conversión, e introducir todos los aspectos de la ética social cristiana, a los que hay que atender con la misma seriedad y compromiso con que justamente atendemos otros campos de la moral.

3. La mediación institucional

La pastoral caritativa y social, en cual-quiera de sus niveles eclesiaies, demanda una estructuración básica que pueda constituirse en vehículo organizativo de la dimensión pastoral que representa. Ninguna de las dimensiones de la única misión de la Iglesia puede desarrollarse, en efecto, sin una institucionalización, que la preserve de ser únicamente "pensamiento inoperante". Por tanto, la pastoral caritativa y social debe tener en la comunidad cristiana, en toda comunidad cristiana, no sólo planteamientos teóricos, sino cauces operativos, que le den visibilidad en el conjunto de la pastoral. Presento algunos aspectos de esta "visibilidad institucional" de la pastoral caritativa y social:

3.1. Radicación eclesial

A partir, sobre todo, del Vaticano II, se ha desarrollado la conciencia teológico-pastoral en el sentido de que la acción caritativa y social no es un añadido a las exigencias de la misión de la iglesia, sino elemento integrante de la misma. El punto de arranque de la pastoral caritativa y social hay que buscarlo, por tanto, en la rica complejidad de la misión de la Iglesia particular. Su propia identidad es la que le exige emplearse a fondo en esta dimensión de su acción pastoral. Por tanto su organización práctica (cauces, agentes, actividades, programaciones...) no puede quedar librada solamente a opciones carismáticas particulares o a organismos nacionales o internacionales que plantaran sus "delegaciones" en la diócesis. Del ministerio episcopal en cada diócesis nace no sólo el impulso general que el obispo tiene que dar a la pastoral caritativa y social de su propia Iglesia, sino la necesidad de una eficaz "episcopé" (vigilancia) para que existan todos los cauces concretos de trabajo pastoral en este campo, y para que la legítima diversidad de carismas e instituciones que en él trabajan confluyan armoniosamente en la comunión eclesial, de la que el obispo, en su propia Iglesia, es origen y garantía.

La estructuración de la pastoral caritativa y social desemboca en un servicio pastoral con el que el Obispo promueve y garantiza aurtorizadamente la responsabilidad de su Iglesia particular en la promoción, armonización y actualización de una dimensión irrenunciable de la Iglesia que preside.

3.2. "Como el árbol al borde de la acequia": la motivación

La pastoral caritativa y social no es la "cara profana" de la misión religiosa de la Iglesia. No puede entenderse, en efecto, sin una motivación creyente profunda, que le da su identidad específica. El peligro de "fundonarización", que acecha a toda institución eclesial, cobra especial intensidad cuando se refiere a las instituciones que se mueven en el campo de la pastoral social. Es preciso, por tanto, una atención especial para que las personas, instituciones, objetivos, programaciones..., que se mueven en este campo de la pastoral:

• Promuevan su acción como manifestación visible del amor preferencial de Dios por los pobres, creando, con la fuerza del Espíritu, en toda la comunidad cristiana, una inclinación constitutiva al mundo de la pobreza, como dimensión y verificación privilegiada de toda su tarea pastoral. Sin este anclaje, desde la pastoral caritativa y social se promoverá una acción social meritoria, pero no una auténtica pastoral social.

• Estimulen una auténtica espiritualidad de la pastoral caritativa y social, alimentada en la misericordia entrañable del Padre, en el "abajamiento" (kénosis) del Hijo, y en la unción y envío del Espíritu para el anuncio de la Buena Noticia a los pobres. Esta espiritualidad es la entraña de la "pasión testimonial" que exige el trabajo en este campo de la pastoral.

• Al no ser la pastoral caritativa y social la "cara profana" de la misión religiosa de la Iglesia, no puede obviarse la motivación de fe de quienes la promueven, la integran y la desarrollan. "Profanizar" la pastoral caritativa y social, haciéndola puramente técnica, sería un atentado contra su identidad. Su dimensión "misionera", sin embargo, la hace especialmente apta como plataforma para sumar voluntades que se integran en determinados niveles de las acciones, aún sin compartir el núcleo de fe que las pone en marcha, las mueve y las alimenta.

La tendencia a la aconfesionalidad en algunas expresiones concretas de la pastoral caritativa y social revela una comprensión inadecuada de su dimensión confesante. Esta no equivale, en efecto, a aislamiento y selección de destinatarios, inadvertencia a las exigencias de una intervención social seria y actualizada, o cerrazón respecto a quienes ofrecen su disponibilidad o profesionalidad, aún sin compartir la íntima motivación de fe.

• No puede perderse la "reflexión creyente" como parte integrante de la pastoral caritativa y social, tanto para el discernimiento evangélico de la realidad como para calibrar el talante de las respuestas, La dimensión "operativa" de este campo de la pastoral puede, en efecto, llevar a un "activismo" vacío de pensamiento y, por tanto, insignificante en el nivel de las res-puestas. Esta reflexión creyente es muy importante para los voluntarios, que tienen siempre la tentación de confundir su aportación con la espontaneidad de !a buena voluntad, y para que los profesionales no lleguen ni a sospechar que la motivación es cosa de "poca monta" para el resultado de la acción.

En general, el tema de la "motivación" es de especialísima importancia y actualidad en la pastoral caritativa y social. Las tensiones que su presencia o ausencia produce provienen, con frecuencia, de la confusión de una "acción creyentemente motivada" con una acción excluyente, mal realizada y orientada de manera proselitista. Prácticas erróneas aparte (de las que nadie estamos libres), es ésta una confusión lamentable.

3.3. "Que cada cual se ponga al servicio de los demás". La animación comunitaria

Toda dimensión de la pastoral de la Iglesia, y la pastoral caritativa y social más, tiende a una especie de autocomplacencia, que le hace desarrollarse pensando sólo en sí misma, descuidando al conjunto de la comunidad cristiana que es, sin embargo, su razón de ser. Los equipos de personas (sacerdotes, religiosos/as y seglares) que, en los diferentes niveles eclesiales, tienen encomendada alguna dimensión troncal de !a misión de la Iglesia (y la pastoral caritativa y social lo es) no forman una "asociación", cuyo fin fuera alimentarse a sí misma, para asegurar su crecimiento y pervivencia, sino un servicio pastoral, para que toda la comunidad crezca en dimensiones que, desde el punto de vista cristiano, no son optativas, sino fundamentales.

Por eso, hay que plantearse la tarea de animación comunitaria de la pastoral caritativa y social. Los equipos responsables de !a misma son esencialmente "funcionales", están en función del crecimiento de toda la comunidad en el compromiso sociocaritativo de su fe. No pueden ser equipos cerrados, autosuficientes y a la defensiva respecto a cualquier idea, iniciativa o perspectiva de trabajo que les venga de la comunidad misma. Precisamente porque, desde su tarea animadora, deben ejercer el ministerio de la inquietud. Tarea suya es mantener vivo en toda !a comunidad el compromiso con los pobres, el discernimiento creyente de las situaciones de injusticia, la propuesta de acciones que sean asumidas por todos, aunque no intervengan todos directamente en su realización.

La pastoral caritativa y social debe ayudar a toda la comunidad a hacerse una idea completa de la misión de la Iglesia. Y lo ha de hacer con paciencia y constancia, porque es frecuente en nuestras comunidades una concepción del quehacer de la Iglesia, donde no entra lo que la pastoral caritativa y social representa. La divulgación y popularización de la Doctrina Social de la Iglesia, la promoción de un voluntariado serio y comprometido, la presentación constante de las exigencia sociales de la fe, la organización de campañas especiales de sensibilización... son otros tantos medios de animación comunitaria.

Es importante que el equipo responsable de la pastoral caritativa y social, en cualquiera de sus niveles, no se considere como el origen y la meta de lo que es y lo que hace, sino que se vea permanente-mente remitido hacia la comunidad; de toda ella ha de hacer "una comunidad para los demás".

3.4. "Da fruto en su sazón": Las acciones sociocaritativas

La pastoral caritativa y social, ¿debe o no impulsar acciones propias en su campo específico? No se trata de un dilema teórico. Hay, en efecto, quienes piensan que las "acciones propias" no son competencia de esta dimensión de la pastoral, que debería centrarse solamente en la tarea de animación, dejando el campo de la acción a las mediaciones civiles, sobre todo en los contextos del Estado de Bienestar.

Mi opinión personal, creo que suficientemente contrastada, no es la de mantener o, incluso, tensionar más el dilema, sino caminar hacia una buena integración de la animación y la acción, de modo que las acciones propias de todas las instituciones y grupos de Iglesia que trabajan en la pastoral caritativa y social ayuden eficazmente a la creación de una conciencia nueva, en la línea de la solidaridad y la justicia en el conjunto del tejido social. Este encuadre de la acción en la animación plantea una serie de exigencias a las acciones promovidas por las instituciones y grupos de pastoral social.

No pueden ser colocadas en la línea de la competencia o la suplencia. Lo expresan así nuestros Obispos en La Iglesia y los Pobres: "la acción caritativa y social de la Iglesia no puede entenderse como una competencia imposible y pretenciosa con otras instituciones sociales del Estado, de las Autonomías o de otras organizaciones no gubernamentales, ni tampoco como una suplencia en aquello que por cualquier causa no esté cubierto por la Administración, ni siquiera como una aportación más de una ONG cívica, neutra y anónima".

La acción caritativa y social no le viene exigida a la Iglesia desde fuera: suplir; es una exigencia que arranca de dentro: expresar la totalidad de su misión, "que no se reduce a la predicación y a los sacramentos, sino que se extiende también al mandamiento de la caridad, en especial a los más pobres y necesitados. Con San Agustín podríamos decir que así como los sacramentos manifiestan la presencia de Cristo dentro de la comunidad de los creyentes, la acción caritativa y social es como el sacramento para los no creyentes" (IP, 110).

Deben, por tanto, ser acciones integradas en el conjunto de la pastoral de las diócesis y de las parroquias. Es preciso un esfuerzo de integración pastoral de todas las instituciones y grupos eclesiales de pastoral caritativa y social en una doble dirección: en ser consideradas eclesialmente como propias y, por tanto, ser pro-movidas, acompañadas, apreciadas y conjuntadas con el resto de la acción pastoral; y, en otra dirección, las mismas instituciones y grupos eclesiales de pastoral caritativa y social, tentados con frecuencia de autosuficiencia, aislamiento y cerrazón institucional, deben imponerse una especie de "autocontrol" eclesial y pastoral, para no marchar por libre.

Acciones que estén siempre arraigadas en opciones éticosociales y teológicas profundas: la persona humana y su dignidad inviolable de imagen de Dios; su libertad y sus derechos; su imprescindible protagonismo; un concepto humano y humanizador del desarrollo; el destino universal de los bienes de la tierra...

Acciones transmisoras de un proyecto de sociedad basado en el compartir, como alternativa al basado en el tener. Con incidencia en el cambio estructural y cultural: las actitudes consumistas, la asociación de la posición social con la acumulación material; las que definen los objetivos del hombre en términos de "obtener más" en lugar de "tener lo suficiente"...

Acciones integradas siempre en un proceso educativo de solidaridad y justicia. Significativas del modelo de sociedad y de hombre que está en juego. Creadoras de esperanza: cambiadas determinadas actitudes subjetivas y situaciones objetivas la vida podría ser diferente para todos. Estimuladoras de procesos de integración, promoviendo la autodependencia y el acceso a la sociedad por parte de los empobrecidos y excluidos. No se trata, en efecto, de hacer "llevadera" la exclusión mediante medidas de protección social, sino de crear una sociedad accesible para todos.

3.5. "Manteneos unánimes, en un mismo sentir": La coordinación

En la pastoral caritativa y social, el tema de la coordinación es importante y delicado. Porque al reconocimiento de la abundancia de instituciones. Grupos, acciones, programas... en el contexto eclesial, hay que añadir inmediatamente la constatación de su disgregación. La impresión es que cada institución trabaja por su "cuenta y riesgo", sin un diseño global en el que poder encajar las realizaciones concretas, que son muchas. La misma palabra "coordinación" levanta recelos y sospechas. Temor a ser absorbidos, a desaparecer, a perder la identidad específica que dio origen a la congregación religiosa, a la institución, al grupo, o a la genialidad personal. Con frecuencia, la coordinación es percibida más como amenaza que como posibilidad y desafío.

Pero en la pastoral caritativa y social la falta de coordinación provoca duplicaciones, repeticiones e incidencias múltiples y dispersas en los mismos problemas y en las mismas personas, produciendo una merma de la creatividad y un plus de ineficacia.

En la pastoral caritativa y social, la coordinación viene exigida:

• Por el reconocimiento práctico de la Iglesia particular como realización y expresión de la comunión y participación en la misión de la Iglesia en el mundo. La variedad legítima de instituciones y realizaciones no puede ni debe obviar el hecho del sujeto eclesial de esta dimensión pastoral. Lo mismo que en la transmisión y en la celebración de la fe, también en el testimonio de la caridad y en la promoción de la justicia, el sujeto sustentador es la comunidad eclesial. Esta se convierte en el núcleo teológico-pastoral de armonización de una acción que, más que ninguna otra en la pastoral, tiende a la dispersión y al aislamiento, cuando no a la rivalidad.

• La renovada concepción de la misión de la Iglesia permite una mejor integración de la pastoral caritativa y social en el conjunto de la acción pastoral. Lo que, en otros tiempos, podría aparecer como un apéndice más o menos obligado en la acción pastoral, es, hoy, percibido como parte integrante de la misma y, por tanto, llamado a armonizarse íntimamente con los grandes pilares de la evangelización: el anuncio de la palabra y la celebración de la fe.

• La gravedad y complejidad de los problemas sociales, en la medida en que es percibida como reto por los actores de la pastoral caritativa y social, produce un saludable sentido de impotencia, que empuja a trabajar estrechamente unidos, para dar envergadura y realismo a las res-puestas. Suscita así, en la práctica, la necesidad y el gozo de la complementariedad, que viene a sustituir al orgulloso sentimiento de autosuficiencia.

• Afirmada la especificidad de la pastoral caritativa y social, tanto en su inspiración original como en sus realizaciones, su trabajo concreto la pone en relación con realizaciones sociales de las Administraciones públicas y de otras instituciones y grupos de la sociedad civil. La superación de todo tipo de competitividad o de vano sentimiento de monopolio, abre también el cauce para una coordinación extraeclesial, exigida, sobre todo, por los mismos destinatarios de las acciones.

• La pastoral caritativa y social pro-mueve, por tanto, la coordinación en estos tres niveles: al interior de ella misma; con el resto de la pastoral de la Iglesia, y con todas aquellas manifestaciones de la sociedad civil, públicas o priva-das, que tienen también en los más pobres y necesitados el campo de su intervención.

4. A modo de conclusión

Unas afirmaciones conclusivas podrían resumir lo expuesto:

4.1. La pastoral caritativa y social es parte integrante de la pastoral de la Iglesia.

4.2. Lo que da origen y contenido a la pastoral caritativa y social procede de la misma fe, que debe verificarse en el amor.

4.3. La estructuración de esta dimensión de la pastoral de la Iglesia ha de armonizar las múltiples y variadas formas de testimonio de la caridad y promoción de la justicia, que el Espíritu suscita en la Iglesia, con la irresponsabilidad jerárquica, respecto a una dimensión de la misión eclesial que no es puramente carismática u optativa.

4.4. La eclesialidad, como inspiración y como referencia, es inherente a todas las manifestaciones de la pastoral caritativa y social. La consideración socio-lógica, como ONGs, para su encuadre en el concierto de una sociedad plural, no debe incidir en los planteamientos de la identidad.

4.5. La promoción y acompañamiento de la pastoral caritativa y social es parte del estímulo de la dimensión testimonial de la evangelización y, bien desarrollada, contribuye a dar credibilidad al mensaje anunciado y a la fe celebrada. De ahí su carácter específicamente misionero.

4.6. Dado su carácter eclesial, no puede considerarse como un atentado a la libertad de acción carismática, la existencia de un "cauce autorizado" que pro-mueva la convergencia y estimule la conjunción de la multiplicidad.

4.7. Ninguna realización concreta de la Iglesia puede verse privada de los medios humanos y materiales necesarios, para que la pastoral caritativa y social tenga, en el conjunto de la pastoral, la visibilidad necesaria, propia de una pastoral encarnada.

Pedro Jaramillo Rivas