Bautismo
DPE
 

SUMARIO: 1. Naturaleza de la pastoral del bautismo de niños. - 2. Agentes. -3. Destinatarios. - 4. Mediaciones edesiales. - 5. Luces y sombras.


1. Naturaleza de la pastoral del bautismo de niños

a) Praxis eclesial inmemorial y constante. El bautismo de niños (cfr. sobre el b. de adultos la voz Iniciación cristiana) es una praxis inmemorial y constante en la vida de la Iglesia. El Nuevo Testamento se refiere a los 'bautismos de las casas', a la predilección de Jesús por los niños y a su propuesta como modelos de apertura y acogida del Reino; lo cual indica, cuando menos, que el bautismo de niños pertenece a la 'lógica neotestamentaria'. Esto explica que la praxis de bautizar a los niños esté atestiguada explícitamente desde el siglo II, y que los primeros rituales bautismales que han llegado hasta nosotros (siglo III), tanto en Occidente como en Oriente, hablen expresamente de ella. Tertuliano -a pesar de sus dudas al respecto- afirma que la Iglesia conoce desde siempre este bautismo; Orígenes dice que es de institución apostólica; san Cipriano critica a los que lo retrasan; y la Tradición Apostólica de Hipólito señala que los primeros en recibir los sacramentos de la iniciación cristiana son los niños, aunque sean infantes. Durante el siglo cuarto se reconoce de modo general el bautismo de niños, aunque la disciplina penitencial provocó el retraso del de adultos. A finales de este siglo san Agustín sentará las bases teológicas de una praxis que llega hasta nuestros días.

b) Fundamentos teológicos de esta praxis. El bautismo de niños, lo mismo que el de adultos, es el sacramento que instituyó Jesucristo para incorporar a los hombres a la obra redentora que El realizó sobre todo por su misterio pascual, haciendo que sean nuevas creaturas e hijos de Dios, se incorporen a la Iglesia -Cuerpo suyo y nuevo Pueblo de Dios-, obtengan el perdón del pecado original y queden destinados radicalmente a la gloria. El bautismo de niños evidencia la absoluta gratuidad del don salvífico, la prioridad de la acción divina, la objetividad de la salvación y el amor universal de Dios. Por eso, además de estar plenamente justificado desde el punto de vista teológico, se convierte en un signo privilegiado -ciertamente, no único- por el que la Iglesia se autorrevela y se autorrealiza como sacramento universal de salvación.

c) "Cuestionamiento" moderno de esta praxis. En el primer tercio de este siglo, el bautismo de niños comenzó a ser cuestionado entre los protestantes y anglicanos y, bajo su influencia teológica, también en ambientes católicos. El teólogo más influyente fue Karl Barth, el cual evolucionó desde una primera posición favorable, a una posterior discusión y a un tajante rechazo, por considerarlo como contrario a la doctrina neotestamentaria y patrística, sin más contenido que el simple reconocimiento de la salvación obrada por la fe y la Palabra. La posición radical de Barth trajo consigo que otros teólogos protestantes de relieve estudiaran a fondo las fuentes bíblicas y patrísticas, llegando a posiciones netamente contrarias. Tal es el caso, sobre todo, de Oscar Cullmann y Joaquin Jeremías, los cuales, aun relativizando su necesidad, afirmaron que el bautismo de los niños está legitimado, pues perdona los pecados gracias a la mediación de la Iglesia, aunque ésta debe responsabilizarse del crecimiento en la fe de los niños. Este estado de cosas incidió en algunos sectores teológicos católicos, los cuales, admitiendo la legitimidad teológica del bautismo de niños, cuestionaron el modo en que venía siendo conferido y reclamaron un nuevo planteamiento pastoral que situara su pastoral en el contexto de la creciente descristianización del mundo moderno.

d) La respuesta del Vaticano ll. Cuando se convocó el concilio Vaticano II, algunos episcopados ya habían tomado posiciones pastorales sobre el bautismo de niños; tal era el caso, por ejemplo, del francés, que en 1951 había publicado un Directorio sobre la pastoral sacramental, que fue muy comentado (Directoire pour la pastorale des Sacraments á l'úsage du clergé, Paris 1951). Eso explica que en el aula conciliar se oyeran voces, reclamando nuevos posicionamientos de la Iglesia en la pastoral del bautismo de niños. En este sentido, se pedía, por ejemplo, tener más en cuenta el ministerio de los padres, dado el papel tan importante que les corresponde en la futura educación y desarrollo de la fe que sus hijos reciben en el bautismo. El texto de la constitución de liturgia no cuestiona la necesidad y legitimidad del bautismo de niños, pero se hace eco de estas propuestas, al reclamar un rito bautismal para los niños en el que se ponga "más de manifiesto en el mismo rito la participación y las obligaciones de los padres y padrinos" (SC 67). Años más tarde, el Código de Derecho Canónico, tras señalar la necesidad del bautismo "para la salvación" (c. 849), establecía, en lógica coherencia, que "los padres tienen obligación de hacer que los hijos sean bautizados en las primeras semanas" (c. 867-1); más aún, que "si el niño se encuentra en peligro de muerte, debe ser bautizado sin demora" (c 867-2). En fechas aún más recientes, el Catecismo de la Iglesia Católica recogía así la doctrina y praxis tradicionales de la Iglesia: "Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento del Bautismo (cf DS 1514) para ser liberados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios (cf Col 1, 12-14), a la que todos los hombres están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hecho hijo de Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento (cf CIC can. 41; GS 48; CCEO can. 681; 696,1) (CIgC 1250). Y daba esta orientación pastoral: "Los padres cristianos deben conocer que esta práctica corresponde también a su misión de alimentar la vida que Dios les ha confiado" (CIgC 1251).

e) Nueva situación eclesial, nueva pastoral bautismal. Ahora bien, desde la conclusión del concilio los diversos episcopados del mundo, especialmente los de países de vieja cristiandad, los teólogos y los pastoralistas no han cesado de señalar que la nueva situación del mundo y de la Iglesia reclaman una pastoral renovada del bautismo de niños. Esta sensibilidad es patrimonio tan adquirido, que ha sido incorporada a documentos eclesiales de tanto relieve como el Ritual del Bautismo de niños, el nuevo Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica. En este sentido, no deja de ser significativo que incluso el Código establezca que "los padres del niño que va a ser bautizado, y así mismo quienes asumirán la función de padrinos, han de ser convenientemente ilustrados sobre el significado de este sacramento y las obligaciones que lleva consigo" (c. 851-2) y que "para bautizar lícitamente a un niño se requiere (...) que haya esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión católica", de modo que "si falta por completo esa esperanza, debe diferirse, según las disposiciones del derecho particular, haciendo saber la razón a sus padres" (c. 868-2).

Enseguida tendremos ocasión de pormenorizar la nueva situación humana y cristiana en que se encuentran los padres y los niños que van a recibir el Bautismo. Señalemos, ya desde ahora, el paso de una sociedad de cristiandad a otra de progresiva secularización e increencia; de una cultura eminentemente rural y cerrada, a otra urbana y plural; de un ambiente mejor que las personas a otro peor que ellas; de una familia que trasmitía la fe como por ósmosis, a otra en abierto contraste con lo que corresponde a una "iglesia doméstica".

A ello se referían recientemente los obispos españoles en un importante documento pastoral: "Cada vez es más escasa la realización del despertar religioso en el seno de las familias, más difícil la educación en la fe de los niños y la perseverancia de los jóvenes en la vida cristiana" (CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La Iniciación cristiana, Madrid 1999, p. 62, n. 71). Parece necesario, por tanto, que -dejando libre de toda discusión estéril la realidad teológica del bautismo: su naturaleza, efectos, necesidad, etc., y afirmando "la urgencia de que los niños reciban cuanto antes la adopción de hijos de Dios"- (CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La Iniciación cristiana..., n. 73-2), se hagan propuestas pastorales renovadas, que encaren la nueva situación en la que viven los padres de los niños que piden el Bautismo para sus hijos y la que vivirán éstos en el momento de su despertar consciente a la vida humana y cristiana. Estas propuestas han de ser plurales, realistas y pedagógicas, pues plurales y bien concretas son las situaciones de fe y vida de los padres y de las comunidades cristianas.

f) Líneas de fuerza de esta pastoral renovada. Sin perjuicio de exponer más adelante las orientaciones concretas de esta nueva propuesta pastoral, señalemos ya desde ahora algunas de sus grandes coordenadas. La más principal novedad de esta pastoral consiste en enmarcar el bautismo de niños en el contexto más amplio de su plena iniciación cristiana. No se trata, por tanto, sólo o primordialmente de preparar el rito del bautismo, con el fin de que los padres puedan participar de modo más consciente y activo y asumir sus obligaciones con mayor responsabilidad; ni de acentuar únicamente la preparación catequética de los padres, padrinos y comunidad cristiana; menos aún, de retrasar o denegar el bautismo de los niños en aras de un rigorismo contraproducente y teórico. Bautizar a un niño ha de comportar tener muy presente que ese niño que ahora es regenerado e introducido en la Iglesia, completará su itinerario cristiano dentro de unos años, cuando reciba la Confirmación y participe por primera vez en la Sagrada Eucaristía.

Es todo este arco de vida el que ha de ser contemplado y el seguimiento de Cristo -no sólo la asistencia a unas catequesis de tipo más o menos doctrinal o existencial, según los casos- el factor básico a tener en cuenta. Otro punto fundamental es el respeto y amor a la libertad de los padres y del niño que ahora se bautiza. Nadie, en efecto, por muchas que sean las precauciones que ahora se tomen, puede predecir el sesgo que seguirá en el futuro la vida del que ahora se bautiza, porque está condicionado al ejercicio, absolutamente imprevisible, de su libertad. Finalmente, siendo la pastoral el arte de lo concreto, nada más contraproducente y estéril que las propuestas rígidas, estandarizadas y maximalistas. Por eso, más que macropropuestas elaboradas en laboratorios de gabinete, la nueva pastoral bautismal ha de estar encarnada y pegada a la realidad de cada persona y de cada comunidad.

2. Agentes

Los agentes implicados en esta nueva pastoral bautismal son el obispo, el clero y comunidad parroquial, los catequistas, los padres y los padrinos.

a) El obispo. El obispo es el principal administrador de los misterios de Dios y moderador de toda la vida litúrgica en la Iglesia que le ha sido confiada (cf. CD 15); por ello, le corresponde "regular la administración del Bautismo" (LG 26), con la colaboración del presbiterio, las Delegaciones diocesanas de Liturgia, Catequesis y Pastoral, y otros organismos o consejos. Una de sus tareas principales es la confección y publicación de un Directorio diocesano de Iniciación cristiana, en el que se contemple la Iniciación de los niños que reciben el Bautismo en su niñez y la Confirmación y Primera Comunión durante la infancia y la pubertad. Este Directorio ha de contemplar, entre otras cuestiones, la de si conviene seguir celebrando la Confirmación después de la Primera Comunión o si, por el contrario, hay que recuperar el orden tradicional de la Iglesia Latina y el que siempre han seguido las Iglesias de Oriente, a saber: Bautismo, Confirmación y Eucaristía; en conformidad con la interpretación del Código de Derecho Canónico (c.) hecha por la Conferencia Episcopal Española y que parece ser la nueva tendencia de la pastoral bautismal. Otra cuestión insoslayable es la de los padres que, encontrándose en situación eclesial irregular, piden el Bautismo para sus hijos.

De todos modos, el Directorio diocesano de Iniciación más que establecer una tabla pormenorizada y rígida de normas, debe fijar una "ley de mínimos" que haga de él un instrumento eficaz y deje un amplio margen a la creatividad pastoral de los párrocos y vicarios parroquiales, tan necesaria en esta época de pluralismo existencial y pastoral. El asunto tiene tanta importancia para la vida de la diócesis, que el obispo puede valorar la conveniencia de celebrar un Sínodo diocesano de carácter monográfico, del que saldrían las líneas directrices del Directorio, las cuales serían revisables periódicamente con el fin de introducir los retoques necesarios.

b) Comunidad y clero parroquial. La preparación, celebración y seguimiento de la Iniciación cristiana es una tarea que incumbe muy especialmente al Pueblo de Dios, es decir, a la Iglesia; que trasmite y alimenta la fe recibida de los Apóstoles y a través de cuyo ministerio los niños son bautizados y educados en la fe. Según esto, la pastoral bautismal no es tarea exclusiva del obispo sino propia de toda la comunidad cristiana parroquial y, dentro de ella, de los sacerdotes y diáconos, de los padres, padrinos y catequistas. La comunidad cristiana, viva representación de la Iglesia madre, ha de sentirse responsable de su crecimiento y hacer que los niños reciban los sacramentos de la Iniciación cristiana y la ayuda necesaria para que se conviertan en miembros vivos y maduros del Cuerpo Místico.

Así se explica que, durante los primeros siglos, los catequistas fuesen principalmente laicos y considerasen esta tarea como algo inherente a su condición de cristianos; y que toda la comunidad cristiana tomase parte activa en la Vigilia Pascual, en la cual se celebraban los sacramentos de la iniciación. Este dinamismo apostólico se ha deteriorado no poco, pero ha de ser impulsado de nuevo por el ministerio de la predicación y catequesis, junto con el testimonio de los miembros más vivos y activos. La celebración del bautismo en la misa parroquial del domingo puede contribuir a potenciar la toma de conciencia de esta responsabilidad, la participación de todos —sobre todo en la profesión de fe y en la renovación de las promesas bautismales- y el gozo de formar una comunidad de hermanos en Cristo.

No es difícil comprender que los principales animadores de esta pastoral son los párrocos y los vicarios parroquiales, ayudados y secundados por los demás presbíteros y diáconos que trabajan en la parroquia o fuera de ella. A ellos corresponde estimular, sostener e impulsar la acción de los catequistas y otros seglares idóneos para preparar a los padres y padrinos; celebrar el Bautismo; catequizar a los fieles sobre su condición de pueblo sacerdotal; instruir a las comadronas, asistentes sociales, enfermeras, médicos y cirujanos sobre el modo de bautizar en caso de urgencia; y cuidar todos los elementos de la celebración: lecturas, cantos, textos elegibles, etc., sin olvidar que la celebración tiene un antes y un después en los que se enmarca y comprende,

c) Los padres. Los padres son los primeros y principales educadores de la fe de sus hijos. En efecto, ellos, en colaboración con Dios, los han engendrado y dado la vida; piden el bautismo con el compromiso expreso -manifestado solemnemente en el mismo rito bautismal- de llevar a plenitud la semilla que despositó el bautismo; tienen la gracia de estado para cumplir su misión de educadores; conviven más tiempo con sus hijos; y ejercen sobre ellos más atractivo e influjo que los demás. En el plan de Dios la familia está llamada a ejercer una especie de biología espiritual, de modo que el don de la vida, que es concedido germinalmente se desarrolle plenamente tanto en lo humano como en lo religioso; y en el caso de la familia cristiana, que sea la "Iglesia doméstica", en la que el niño, lejos de encontrarse abandonado a sí mismo, es llevado a recibir el sacramento que le introduce en la familia de los hijos de Dios y encuentra después los brazos maternales de la Iglesia, gracias a un ambiente cristianamente sano.

La pastoral bautismal de los padres se desarrolla en tres momentos: antes, en y después de la celebración del bautismo.

- a/1. El antes comprende estas acciones: contactar con la parroquia -incluso antes del nacimiento del hijo-, con el fin de que los padres mantengan una conversación amistosa con el párroco -o con quien haga sus veces-, en la que aparezca, junto al deseo de bautizar, su situación humana y cristiana, los motivos que les mueven, las garantías que ofrecen, y la disponibilidad para preparar bien el bautismo. En esa conversación ha de aparecer si la situación matrimonial de los padres es o no regular, si son o no practicantes y en qué medida, qué relación mantienen con la parroquia, y cuál es su comportamiento profesional y social. También es propio de este momento pastoral la elección de los padrinos que les apoyen -o suplan, si fuera el caso- en la educación de la fe de su hijo; y preparar bien la celebración del bautismo.

- b/2. Los padres ejercen un verdadero ministerio en la celebración del bautismo; concretamente: en el rito de acogida manifiestan cómo desean que se llame su hijo, aceptan, consciente y responsablemente, los compromisos que lleva consigo el bautismo, y signan la frente del niño después del ministro; en la liturgia de la Palabra, además de acoger el mensaje de las lecturas y de la homilía para participar más plena y conscientemente, contestan a la letanía de los santos y descubren el pecho del niño (función de la madre, sobre todo) para que pueda ser ungido con el óleo de los catecúmenos; en la liturgia propiamente bautismal hacen las renuncias y profesión de fe, piden públicamente el bautismo para su hijo, encienden una vela en el cirio pascual y la sostienen mientras el ministro explica su simbolismo; y en el rito conclusivo rezan la oración dominical y acogen con gratitud y gozo las bendiciones del ministro.

- c/3. El después de la celebración comporta la educación cristiana del hijo bautizado con el testimonio de vida y la palabra, la incorporación del niño a la catequesis parroquial, la formación de su conciencia y el acompañamiento cristiano

durante el tiempo del segundo tramo del itinerario iniciador, es decir: durante el tiempo que precede a la Confirmación y Primera Comunión.

d) Los padrinos. En la sociedad preindustrial y rural —y sin medios de comunicación de masas— era muy frecuente que una persona viviese en el mismo lugar desde su nacimiento hasta su muerte y que todos los cristianos de una determinada parroquia, salvo en el caso de las macrociudades, se conociesen bien. En esos supuestos es comprensible que los padrinos tuviesen un papel más o menos relevante; sobre todo, teniendo en cuenta el protagonismo ritual que se les había asignado cuando el ritual de los adultos se adaptó, con mayor o menor acierto, a los niños. Ese protagonismo ha desaparecido en el plano sociológico, eclesiológico y litúrgico. La sociedad actual, en efecto, es tan dinámica, que lo normal es que los padres trabajen fuera del lugar donde tienen el domicilio, que pasen los fines de semana y de vacaciones en otro lugar distinto del que trabajan y viven habitualmente y que celebren su fe en una parroquia distinta de la que es su parroquia oficial. Por otra parte, la situación laboral y las distancias motivan que el padre y/o la madre trabajen fuera del hogar, del que parten antes de que los hijos se levanten y al que vuelven cuando ya todos están cansados.

Además, es tan grande la movilidad y tan precaria la estabilidad laboral, que nadie puede asegurar si donde hoy trabaja lo hará dentro de un año. Por otra parte, los miembros de las parroquias urbanas, sobre todo de las macrociudades, apenas se conocen y tratan, incluso si participan habitualmente en la misa dominical. Esta situación ha hecho saltar por los aires la institución del padrinazgo, de tal modo que hoy apenas tiene algún valor. A ello se añade la pérdida de protagonismo en el nuevo ritual, a favor de los padres. No vale remitirse a un pretendido 'padrinazgo institucionalizado' que resolvería estos problemas, pues la práctica demuestra que es inviable, salvo en casos muy excepcionales. Por eso, desde el punto de vista pastoral los padrinos tienen una importancia muy secundaria. Esto no quiere decir que no tengan ninguna justificación, sobre todo si se tiene en cuenta que cada día son más frecuentes las 'ausencias' morales y físicas de los padres, debidas a los divorcios, separaciones, accidentes laborales y de tráfico, etc. De todos modos, "los padres han de tomar en serio la elección de buenos padrinos para sus hijos, a fin de que el padrinazgo no se convierta en una institución de puro trámite y formalismo" (RBN 20).

La pastoral ayudará a los padres a que en su elección no primen los criterios de parentesco, amistad o prestigio social, sino el deseo sincero de asegurar a sus hijos unos padrinos con posibilidades reales —gracias a su edad, proximidad, formación y vida cristiana- de influir en la educación cristiana de aquéllos. Por otra parte, esta pastoral ha de estar atenta a que los padrinos posean las condiciones requeridas por la legislación canónica vigente, sobre todo en lo relativo a la edad (16 años como mínimo), a la iniciación cristiana (haber recibido los tres sacramentos que la integran), y a la capacidad de asumir y cumplir las responsabilidades inherentes al padrinazgo. Finalmente, deberá preparar a los padrinos para que ejerzan su ministerio convenientemente y participen de modo consciente y activo.

e) Los catequistas. Los catequistas tienen también su parte proporcional en la pastoral bautismal. No obstante, su ministerio hay que situarlo sobre todo en el tiempo previo a la Confirmación y Primera Comunión (cf. voz Confirmación, padrinos).

3. Destinatarios

Los destinatarios de la pastoral bautismal, en el caso de niños que son bautizados a los pocos días o semanas de su nacimiento, son la comunidad parroquial, los padres, padrinos, catequistas, el grupo apostólico o de amistad, y la escuela.

a) La comunidad parroquial. "El hecho de que los niños no puedan aún profesar personalmente su fe no impide que la Iglesia les confiera este sacramento, porque en realidad los bautiza en su propia fe" (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, lns. El Bautismo de los niños, 20.X. 1980, n. 14), según la doctrina fijada ya claramente por san Agustín: "Los niños son presentados no tanto por quienes los llevan en sus brazos (aunque también por éstos, si son buenos fieles), cuanto por la sociedad universal de los santos y de los fieles (...). Es la Madre Iglesia entera la que actúa en sus santos, porque toda ella los engendra a todos y cada uno" (Epist. 98, 5, PL 33, 362). La acción pastoral más importante consiste en concienciar a la comunidad parroquial de esta representatividad eclesial, de la que participan -además de los padres y padrinos- los amigos, familiares y vecinos y los miembros de la parroquia. Por otra parte, no puede olvidar que "la celebración del bautismo es el momento culminante de toda una acción pastoral prolongada y compleja, que supone la colaboración de muchos y se desarrolla en varias etapas sucesivas" (RBN 10). La pastoral bautismal -y con mayor razón la celebración del Bautismo-forma parte de toda la acción pastoral de la Iglesia, sobre todo de la profética y sacramental.

b) Los padres. Los padres son los principales destinatarios de la pastoral bautismal, porque son ellos los primeros y principales cooperadores en el desarrollo de las semillas que deposita el Bautismo en el alma de sus hijos. Esta importancia objetiva se ha visto incrementada por la pérdida de protagonismo de otras instituciones sociales y eclesiales y la tendencia es que según las encuestas y prospecciones de futuro sobre la valoración de los padres en la sociedad actual. La Iglesia sigue apostando por este protagonismo de los padres, puesto que, "exceptuado el caso de peligro de muerte, ella no acepta dar el sacramento sin el consentimiento de los padres y la garantía seria de que el niño bautizado recibirá la educación catóica" (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, El sacramento del Bautismo, n. 15. Cfr. CIC, c. 868).

Los padres pueden agruparse en dos grandes bloques: los que ofrecen garantías suficientes y los que ofrecen garantías no serias o incluso nulas. Al primer grupo pertenecen los padres cristianos habitualmente practicantes y con una situación familiar correcta; el segundo grupo, mucho más variado, es el de padres en situación matrimonial irregular, o poco creyentes e incluso no cristianos.

Padres que ofrecen garantías suficientes. El Ritual del Bautismo de niños contempla la pastoral con este tipo de padres en lo que califica como "preparación próxima de padres y padrinos", cuyo quicio es el "diálogo prebautismal" (Ritual Español del Bautismo de niños, n. 57). Este diálogo consiste en un encuentro de los padres -y guardando la debida proporción de los padrinos- "con un sacerdote o con otras personas responsabilizadas en la pastoral bautismal". Su objetivo general es prepararlos adecuadamente para que pidan el bautismo responsable y conscientemente, y participen en su celebración de modo consciente y activo. Más en concreto, "pretende: a) hacerles reflexionar sobre las motivaciones de la petición del Bautismo, ayudándoles a que esa petición sea un verdadero ejercicio de fe; b) preparar el rito, explicando las intervenciones de los padres y padrinos y su significado, para que se asegure la veracidad de sus respuestas; c) en muchos casos, realizar una elemental catequesis del sacramento; d) en otros, incluso una catequesis general que busca una educación de la fe y no sólo una mera instrucción sobre la fe" (Ibídem).

Este "diálogo prebautismal" no debe tener una estructura rígida y uniforme, sino tan plural y realista como la vida misma. Los pastores pueden, ciertamente, encomendárselo a seglares: catequistas, miembros de movimientos apostólicos, etc.; no obstante, parece que la situación actual en que se encuentran los padres y las comunidades cristianas aconseja que sea una acción suya personal. Este "diálogo prebautismal" concluye con la solicitud formal del Bautismo por parte de los padres que, en el caso de formalizarse por escrito, "es un documento que acredita el derecho del niño a ser educado en cristiano" (Ibídem, n. 59). Allí donde sean numerosos los nacimientos, puede complementarse con cursillos o charlas de formación para los padres que esperan un hijo.

Padres que no ofrecen garantías suficientes. La pastoral bautismal con este tipo de padres tiene especiales dificultades, tanto en sí misma considerada como por la dificultad añadida de hacer el discernimiento de las garantías; pues estos padres pueden considerarse discriminados o penalizados en el supuesto de diferir el bautismo que solicitan. La descripción de todas las posibilidades pastorales nos llevaría a una casuística interminable y contraproducente; por eso, nos limitamos a dar algunos criterios generales, remitiéndonos para lo demás a las orientaciones de la Conferencia Episcopal y a los directorios diocesanos sobre la Iniciación cristiana.

En primer lugar, hay que distinguir dos situaciones distintas: la de los padres con fe imperfecta y la de los padres increyentes. La principal dificultad se plantea en el primer supuesto. En segundo término es preciso notar que no se identifican "situación especial" y "no ofrecer garantías suficientes". Situaciones especiales son, por ejemplo, a) los padres divorciados que han vuelto a casarse y, siendo conscientes de su situación irregular, se mantienen en la fe y piden el bautismo para la prole que ha nacido del segundo matrimonio; b) los padres separados o unidos sólo "de hecho"; c) los casados civilmente; d) los padres agnósticos o ateos; e) las madres solteras, voluntarias o involuntarias; y f) los matrimonios mixtos.

Muchos de esos padres pueden ser conscientes de su "situación irregular" y, no obstante, seguir siendo creyentes, pedir el Bautismo y comprometerse, en mayor o menor grado, a educar cristianamente a sus hijos. En tercer lugar, nunca puede darse ni siquiera la impresión de que "se niega" el Bautismo; la caridad pastoral deberá encontrar el modo más adecuado para hacer comprender a esos padres que no se trata de un capricho personal, ni de unas exigencias impuestas por los pastores, ni de un castigo que la Iglesia les inflige por encontrarse en esa situación, ni una negativa total y definitiva, sino que "son ellos mismos los que impiden la celebración que a pesar de todo piden" (JuAN PABLO II, Familiaris consortio, n. 68) y que la Iglesia se sentirá feliz de conceder en un futuro lo que ahora no puede hacer por fidelidad a Jesucristo. Por último, hay que tener en cuenta que sólo "si falta por completo" la esperanza fundada de que el "niño va a ser educado en la religión católica", "debe diferirse el Bautismo, según las disposiciones de derecho particular" (CIC, c. 868-2). En caso de duda razonable, hay que conceder el Bautismo, en atención a la extrema importancia y necesidad del sacramento, a la maternidad y benignidad de la Iglesia, a la inculpabilidad del niño respecto a la situación de sus padres y a la imprevibisibilidad de la libertad humana.

c) Los padrinos. Los padrinos son una extensión espiritual de la familia y una ayuda a los padres para que el niño llegue a profesar y vivir personalmente su fe. Por eso, a ellos se aplica proporcionalmente lo que acabamos de decir de la pastoral con los padres.

d) Los catequistas. Los catequistas tienen un papel muy secundario en la pastoral bautismal en sentido estricto; la importancia de su oficio se remite al momento que precede a la celebración de los otros sacramentos de la iniciación cristiana, con los que el Bautismo forma una unidad orgánica. Algunas funciones que los pastores pueden encomendarlos son éstas: explicar a los padres y padrinos el significado de las partes del rito bautismal y de sus diversos elementos, así como las funciones que realizan en el rito y su significado; y preparar con ellos la celebración.

e) El grupo apostólico y/o de amistad. Una pastoral bautismal adecuada tiene que prestar atención a los grupos de niños y adolescentes en los que se insertará el niño que ahora es bautizado. Esos grupos pueden ser parroquiales o supraparroquiales, de simple amistad o de apostolado o de ambas cosas.Todas las parroquias deberían contar con esta clase de grupos, cultivarlos e interrelacionarlos entre sí y con los de otras parroquias, con el fin de facilitar a los niños y adolescentes una estructura en la que insertarse de modo natural, y un cauce propicio para el cultivo y desarrollo de la amistad, la ayuda fraterna, el desarrollo espiritual y el afán apostólico. ¿Es exagerado afirmar que esta pastoral está subdesarrollada y que cambiarla de signo traería una revitalización parroquial y vocacional?

4. Mediaciones eclesiales

En las páginas anteriores han ido apareciendo las principales mediaciones eclesiales: la comunidad parroquial, la familia, el grupo apostólico y la escuela.

La comunidad parroquial es el lugar donde los padres viven normalmente la vida cristiana. Hasta fechas muy recientes, y todavía hoy en ambientes rurales y ciudades pequeñas y con una población relativamente estable, 'comunidad parroquial' era sinónimo de parroquia en la que está ubicado el domicilio de los padres. En las macrociudades y en el caso de cristianos pertenecientes a las clases media y media alta está surgiendo una nueva situación, pues los padres viven su vida cristiana en una comunidad distinta de la que 'oficialmente' es 'su parroquia': chalé, piso próximo a la playa, casa del pueblo, etc.; y sus hijos pueden estar más vinculados, en la práctica, con otras comunidades humanas que con la parroquia. Se trata de un fenómeno nuevo que conviene tener en cuenta en la praxis pastoral y a la hora de delimitar teológicamente cuáles son los elementos permanentes, cuáles los contingentes que configuran una comunidad parroquial. En cualquier caso, la comunidad cristiana es siempre el referente fundamental en la preparación, celebración y vivencia del Bautismo.

La familia ha sufrido una evolución económica, social, cultural y religiosa muy notable durante los últimos años y parece que ése será el camino que siga transitando en un próximo futuro. Sin embargo, la comunidad familiar es todavía la estructura eclesial más influyente en la trasmisión y educación de la fe. Esta educación se realiza, ante todo, por el testimonio de vida de los padres. Los hijos nada valoran más que "una vida familiar honrada, sincera, que ama la justicia, que respeta la opinión ajena y fomenta el diálogo amistoso, que es iluminada por los criterios evangélicos de pobreza, de amor fraterno, de perdón cristiano, y que alimenta una fe que se expresa tanto en los momentos difíciles de la vida como en los días de júbilo, que tiene su ritmo en la oración comunitaria, familiar y litúrgica, y que, en todo momento, mira hacia Jesucristo como luz, camino, verdad y vida" (ComíSIÓN EPISCOPAL ESPAÑOLA DE ENSEÑANZA, La Iglesia y la educación en España hoy, n. 23). Por otra parte, la experiencia del amor incondicional con que los niños son amados por sus padres y del amor profundo con que éstos se aman entre sí, constituye para los hijos el mejor signo vivo del amor de Dios Padre hacia ellos. Todo esto reclama una pastoral que ilumine, apoye e impulse la acción educadora de la familia, para que cumpla con eficacia su misión de 'iglesia doméstica'. La mediación eclesial de la familia tiene tanta importancia, que sin ella todas las demás resultarán ineficaces cuando no estériles.

La escuela de orientación cristiana es también una importante mediación eclesial en la pastoral bautismal. El decreto "Gravissimum educationis momentum", del Vaticano II, y el magisterio de Juan Pablo II y de los obispos han insistido sobre los objetivos, métodos y agentes de la acción educadora de la Escuela Católica. Es preciso realizar una relectura de estos documentos y encontrar en ellos las luces de fondo capaces de iluminar el perfil de la nueva escuela Católica que está emergiendo.

5. Luces y sombras

a) Luces. Entre los elementos positivos de la actual pastoral bautismal pueden señalarse los siguientes. Ante todo, la publicación del mismo Ritual del Bautismo de niños, puesto que, como se sabe, es la primera vez en su historia que la Iglesia posee un ritual verdaderamente adaptado a la situación de quienes reciben el Bautismo a los pocos días de su nacimiento, dado que el ritual precedente era una adaptación del de adultos. Este ritual ha hecho posible la superación de una situación plurisecular, en la que el bautismo era una celebración en la que no participaba nunca la madre ni frecuentemente el padre, los padrinos tenían más relieve que los progenitores y la comunidad cristiana estaba en actitud pasiva. Por otra parte, el Bautismo no se contempla ya como un sacramento autónomo, sino unido con la Confirmación y Primera Eucaristía, con los cuales constituye la iniciación cristiana; y no se le considera como algo `puntual', sino como un acontecimiento de gracia enmarcado en un antes y un después. A ello se une la acentuación del Bautismo como sacramento de la fe, incorporación a la Iglesia y participación en el Misterio Pascual de Cristo; lo cual ha repercutido en una preparación y celebración más consciente por parte de padres y padrinos, más comunitaria, y más enmarcada en la Eucaristía, en el domingo y en la Vigilia Pascual. Por último, cabe señalar la progresiva tendencia a considerar la pastoral posbautismal en un contexto y orientación catecumenal.

b) Sombras. Los aspectos negativos más destacables —o, si se prefiere, los retos para el futuro— son éstos: a) la atonía creciente en la preparación de los padres y padrinos, que ha dado origen a una situación que difiere muy poco a la anterior; b) una celebración poco cuidada, que se manifiesta, por ejemplo, en bautisterios `improvisados' y `movibles' en los presbiterios o en otros lugares menos aptos de la iglesia; en la no adaptación de los ya existentes o en la creación de otros nuevos que respondan mejor a su naturaleza y simbolismo; en la minusvaloración de la pila bautismal como `útero' en el que son engendrados los nuevos hijos de la Iglesia; en el modo insignificante de las signaciones, unciones, vestidura blanca, cirio, etc.; en la no elección previa y cuidada de las lecturas, cantos y otros textos de acuerdo con la situación concreta, la ausencia frecuente de la homilía; c) una pastoral catequética poco mistagógica y litúrgica tanto con los padres y padrinos como con el resto de la comunidad; d) la escasa importancia concedida a los padres que se encuentran en situaciones irregulares; y e) .la desconexión práctica entre la pastoral prebautismal y la posbautismal, junto con la todavía tímida orientación catecumenal.

Esta situación exige, al menos, las siguientes acciones:

1) Enmarcar la pastoral del Bautismo en un contexto más amplio, en el que, por una parte, se contemple y potencie la acción profética (predicación, catequesis) con los padres, padrinos y comunidad cristiana, y la acción sacramental y comunional y, por otra, se considere parte de un todo la pastoral previa al Bautismo y al que sigue hasta la celebración del último sacramento de la iniciación cristiana, dejándole, además, abierto a un proceso catecumenal.

2) Más en concreto, es preciso potenciar de nuevo el diálogo prebautismal, con estos tres momentos y acciones: el primer encuentro, cuando los padres manifiestan el deseo de bautizar a su hijo, el cual es ya una ocasión para una preparación remota, sobre todo para los que no son practicantes o tienen problemas de mayor o menor importancia; un ulterior momento, en el que el ministro se hace personalmente presente, de forma más o menos informal, en cada una de las familias, donde se conjuguen el sentido común, la acogida de las familias y la caridad pastoral; un tercer momento puede ser una reunión con todos los padres y padrinos de los niños que van a recibir el Bautismo en la misma ocasión, en la que se prepara el rito tanto en los aspectos catequéticos como celebrativos.

3) Urge reorientar y/o potenciar la catequesis bautismal prebautismal, tomando como punto de referencia el mismo rito del Bautismo. En este sentido tienen especial importancia estos tres elementos: la Palabra de Dios que es proclamada en el rito, la plegaria de bendición del agua y los ritos explicativos. El repertorio de textos bíblicos recogidos en el ritual permite comprender mejor la relación del Bautismo con la historia de la salvación y resaltar la perspectiva pascual, eclesiológica, pneumatológica, existencial y misionera del sacramento. La plegaria de bendición del agua es un texto muy rico desde el punto de vista catequético-litúrgico: según el esquema clásico de la bendición, se evocan las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación que prefiguran el Bautismo y se invoca la intervención del Espíritu Santo para que prolongue en el `hoy' de la Iglesia la acción regeneradora de Dios. Entre los ritos explicativos conviene resaltar la unción crismal, para explicitar la función profética-sacerdotal-real que otorga el Espíritu en directa dependencia de Cristo; la entrega de la vestidura blanca, como signo de la nueva criatura originada por el Bautismo; y la entrega del cirio, como símbolo del Bautismo como luz que ilumina y hace testigo de la luz. Tiene también su importancia la catequesis del exorcismo, para que los padres y padrinos comprendan la realidad y consecuencias del pecado original y, consiguientemente, del Bautismo y de la vida cristiana.

BIBL. — COMISIÓN EPISCOPAL ESPAÑOLA DE LITURGIA, Ritual del Bautismo de niños, Madrid 1974; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones, Madrid 1999; CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre el bautismo de niños, Roma 1980, traducción castellana en "Ecclesia" 2010 (1990) 1545-1549.

José Antonio Abad Ibáñez