Antropología
DPE
 

SUMARIO: 1. La persona es" (y no sólo "tiene") cuerpo y alma: el no al monismo. - 2. La persona hombre es" y no sólo "tiene" cuerpo. - 3. El hombre es" y no sólo "tiene" alma.


Una correcta interpretación de la persona humana es fundamental para poder desarrollar una correcta pastoral. Si subrayamos de la persona humana su dimensión espiritual, caeremos en un espiritualismo verticalista y desentendido de la realidad social, es decir, en una falta de compromiso. Si subrayamos demasiado lo encarnacional, caeremos en un horizontalismo sin tener en cuenta las dimensiones transcendentes de esa misma persona humana. El Vaticano II (GS 14) y el nuevo Catecismo asevera categóricamente que "el hombre es uno en cuerpo y alma" (corpore et anima unus) y que debemos desarollar una pastoral de atención "para todo hombre y de todo el hombre (de todas sus dimensiones)".

Pero ¿qué significa la afirmación "el hombre es un ser uno"?

1. La persona "es" (y no sólo "tiene") cuerpo y alma: el no al monismo

Hablar del hombre como ser uno no debe equivaler a una concepción unilateralmente monista, que bascula crónicamente entre la doble tentación —ya denunciada por Pascal— del angelismo y el animalismo. El hombre no es ni un ángel venido a menos ni un mono que ha tenido éxito; ni un espíritu degradado ni un animal optimizado. Ninguna de estas dos lecturas antagónicas hace justicia a la complejidad del fenómeno humano. El hombre no es ni sólo cuerpo ni sólo alma. No es tampoco cuerpo más alma, al modo de dos entidades completas y meramente adosadas. Es "todo entero y al mismo tiempo lo uno y lo otro, alma y cuerpo". Mas el alma y el cuerpo no son idénticos entre sí. Nos resta, pues, indagar el contenido (no dualista, pero tampoco monista) adscribible a las proposiciones "el hombre es cuerpo", "el hombre es alma".

2. La persona hombre "es" y no sólo "tiene" cuerpo

El hombre en cuanto cuerpo es:

a) Ser-en-el-mundo. Nótese que ser-en es más que estar-en: el mundo no es para el hombre un complemento circunstancial de lugar, sino un elemento constitutivo. Cuerpo y mundo son magnitudes que se complican mutuamente. El anuncio de los cielos y la tierra nuevos es la expresión creyente de esta mutua y constitutiva implicación; si Dios quiere al hombre para siempre, tiene que querer el mundo para siempre, toda vez que, sin El, el ser humano sería sencillamente impensable.

b) Ser-en-el-tiempo. En tanto que cuerpo, el hombre está inmerso en ese tipo de duración continua y sucesiva que llamamos tiempo. Lo que significa que, en base a su situación de encarnación, el hombre está hecho de tal modo que nunca puede disponer de sí totalmente en un único acto definitivo, realizarse de golpe e irreversiblemente. La condición humana es condición itinerante; el hombre es homo viator; le cabe aprender, rectificar, convertirse, arrepentirse. La realidad del hombre consiste en un ir haciéndose progresivamente, más que en un ser hecho o un hacerse instantáneamente.

c) Ser mortal. La muerte desmundaniza y destemporaliza al hombre, le sustrae del ámbito espaciotemporal que lo constituía. Lo cual quiere decir que la muerte es el fin del hombre entero.

d) Ser sexuado. Ya los dos relatos de creación insistían en el hecho de que la entidad hombre se realiza en la polaridad complementaria del varón y la mujer. Esta diferenciación sexual, implicada en la corporeidad, confiere al ser humano una doble tonalidad afectiva, un doble modo de instalación mundana y de relación social correlativamente diferentes.

e) Expresión comunicativa del yo. Por el cuerpo, el hombre se dice a sí mismo; el cuerpo es, según la conocida sentencia marceliana, la mediación de todo encuentro, el hombre uno manifestándose, el sacramento o el símbolo de la realidad personal. Esta función comunicativa se condensa y quintaesencia en el rostro, donde "rezuma la intimidad secreta en que la persona cercana consiste".

f) Ser histórico y creativo. La historicidad, como estructura transcendental del hombre, lo abre a un compromiso dentro de la historia en la que debe proyectar su existencia personal y comunitaria. El hombre tiene un compromiso histórico-político.

3. El hombre "es" y no sólo "tiene" alma

Con este concepto, en efecto, la antropología cristiana trata de significar, por de pronto, la absoluta singularidad del ser humano y su apertura constitutiva a Dios. El hombre vale más que cualquier otra realidad mundana, dista cualitativamente de lo infrahumano; así lo certifica la categoría bíblica imagen de Dios. Sobre el alma la fe cristiana ha de responder que es "la capacidad de referencia del hombre a la verdad, al amor eterno"; "que el hombre sea alma significa... que en virtud de su naturaleza creada está en grado de encontrar a Dios, de ser para Dios un ser uno, como Dios mismo"; "el espíritu es ese aspecto de la naturaleza humana por el que el hombre debe aprender de Dios cuál es su destino"; "el espíritu humano es participación recibida del espíritu de Dios". Esta idea existencial-soteriológica de lo humano como capacidad de referencia a lo divino (refrendada por el Vaticano II, GS 12, 14) sería incomprensible si se dijese que el hombre es, no ya cuerpo, sino sólo cuerpo, silenciándose su ser alma (o espíritu).

En definitiva, con el concepto de alma se trata de superar tanto el materialismo monista, así como el dualismo griego y el dualismo reencarnacionista.

Los teólogos han recordado los inconvenientes del olvidar el verdadero sentido del alma: fideísmo en el más allá; docetismo o desprecio del cuerpo; falta de bases para una verdadera ética y antropología y, finalmente, no se entendería el verdadero sentido de la resurrección de Cristo.

BIBL. — R. BERZOSA MARTÍNEZ, Como era en el principio. Temas clave de antropología teológica, San Pablo, Madrid 1996.

Raúl Berzosa Martínez