EL CAMINO NEOCATECUMENAL
Por Kiko Argüello
y Carmen Hernández
Tabla de contenidos:
Introducción
Cómo surgieron las comunidades
Cómo se extienden
Catequistas itinerantes
Un camino concreto de evangelización para aquellos que están alejados
Trayendo el Concilio a las parroquias
Carismas y Ministerios
El Espíritu del Camino
¿Dónde nacen estas comunidades?
La misión de la parroquia
Cómo empieza el Camino
Primera etapa: el Kerigma
El Precatecumenado
Segunda etapa: el catecumenado Post-bautismal
Tercera etapa: Elección y renovación de las promesas bautismales
La Familia de Nazaret: imagen del Camino Neocatecumenal
Introducción
El Señor nos ha llamado a vivir un camino de
conversión, a través del cual estamos descubriendo la
inmensa riqueza de nuestra fe en un catecumenado
post-bautismal. Durante este catecumenado,
gradualmente, etapa por etapa, paso a paso,
descendemos a las aguas de la regeneración eterna, de
forma que el bautismo que la Iglesia nos confió en el
pasado, mediante nuestra adhesión a él, se convierta en
sacramento de salvación, en buena noticia para todos los
hombres. A través del Neocatecumenado se abre en el
centro de la parroquia un camino de iniciación cristiana
que desarrolla un trabajo pastoral de evangelización para
adultos. Esta evangelización está trayendo a una fe viva a
muchos de nuestros hermanos quienes hoy viven un
cristianismo de costumbres y hábitos y está permitiendo
que mucha gente sumergida en un mundo secularizado
tenga la posibilidad de encontrarse con Jesucristo a través
de comunidades cristianas que viven su fe en un nivel
adulto del amor en la dimensión de la cruz y en una unidad
perfecta.
Cómo surgieron las comunidades
Para nuestra sorpresa, fuimos testigos de una palabra
que, tomando carne entre estas personas pobres que la
acogían con alegría, produjo el nacimiento de una
comunidad en la oración y en una liturgia sorprendente
como respuesta de todos estos hermanos quienes
bendecían al Señor por haberse acordado de ellos. Por
tanto, en el espacio de tres años, vimos aparecer ante
nuestros ojos un trípode en el cual se basaría el Camino
que el Señor estaba creando: el embrión de un
Catecumenado, en una Iglesia donde la comunión fraterna
fuera tomando entidad, en la cual el amor se tomara en
una dimensión que sorprendía a todo el mundo, en la
dimensión de la cruz, donde es posible morir por el
enemigo.
Cómo se extienden
Este amor, hecho visible en una pequeña comunidad,
fue el signo que llamó a la fe a mucha gente cuyas vidas
estaban alejadas de la Iglesia. El resultado fue que los
sacerdotes de la parroquia de San Frontis en Zamora y de
Cristo Rey en Madrid nos invitaron a traer a sus
parroquias la experiencia de las catequesis que habían
observado. Para nuestra sorpresa, incluso en estas
parroquias donde el entorno social era totalmente distinto
de las chabolas, vimos cómo nacían comunidades en un
camino hacia la conversión después del anuncio del
kerigma y dos meses de catequesis.
Cuando el Arzobispo de Madrid, en aquel momento, el
Reverendísimo Monseñor Casimiro Morcillo, se puso en
contacto con esta realidad, que él apoyó con entusiasmo,
fue él mismo quien nos envió a las parroquias que
deseaban comenzar la experiencia, mientras que nos
exhortaba a actuar siempre en unión con el párroco. Esta
experiencia se extendió rápidamente en Madrid y en otras
diócesis españolas.
En 1968 fuimos invitados a venir a Roma, llevando una
carta del Arzobispo de Madrid para el Cardenal Dell'Acqua,
entonces Vicario de Roma, y empezamos las mismas
catequesis en la parroquia de los Mártires de Canadáa. A
partir de entonces se extendió por toda la diócesis
mediante la predicación de los catequistas elegidos de las
primeras comunidades, y en muchos otros países, en
todos los continentes, incluyendo los paises misioneros.
Catequistas itinerantes
Muy pronto, las peticiones hechas por los párrocos en
otras diócesis dieron origen al carisma de catequistas
itinerantes, quienes dejan su propia comunidad por un
cierto tiempo y se ponen a disposición para llevar el
Neocatecumenado a las diócesis que lo piden.
Muchos equipos de catequistas itinerantes, después de
la experiencia de evangelización en su propio país, han
sido llamados por el Señor a abrir el Camino en otros
países, de donde venían numerosas peticiones - desde
obispos hasta párrocos - particularmente desde 1972 en
adelante.
Una de las mayores experiencias que hoy tenemos y por
la cual bendecimos al Señor, es ver cómo Dios nos permite
anunciar el Evangelio en tantas partes del mundo. Y no
sólo proclamamos el kerigma, sino que aparece un camino
para la gestación de la fe basado en una comunidad, a
través del cual, con el tiempo, el párroco puede pasar de
una pastoral concentrada en los sacramentos a una
pastoral de evangelización.
Un camino concreto de evangelización para
aquellos que están alejados
El Camino Neocatecumenal se vive dentro de la
estructura existente de la parroquia y en comunión con el
obispo, en pequeñas comunidades compuestas por gente
diferente en edad, estatus social, apariencia y cultura. No
es un grupo formado espontáneamente, ni una asociación,
ni un movimiento espiritual, ni una élite dentro de la
parroquia. Más bien es un grupo de gente que desean
redescubrir y vivir la vida cristiana en toda su plenitud, vivir
las consecuencias esenciales de su Bautismo, por medio
de un Neocatecumenado dividido en diferentes etapas, tal
como el Catecumentado de la Iglesia primitiva, pero
adaptado a su condición de personas ya bautizadas.
Como consecuencia, estas comunidades tienen la misión
de ser, en el interior de la parroquia, el signo y sacramento
de la Iglesia misionera (Sínodo de Obispos), de abrir un
camino concreto de evangelización para los alejados,
dando -en la medida en la que la fe se ha desarrollado- los
signos que llaman a conversión a los paganos, esto es, el
amor en la dimensión de la cruz y la unidad. "Amaos los
unos a los otros como Yo os he amado. En esto conocerán
que sois mis discípulos" (Jn, 12, 34-35). "Padre, que sean
uno en nosotros, como Tú lo eres en Mí y Yo en Ti, para
que el mundo crea que eres Tú quien me ha enviado" (Jn,
17,21)
Trayendo el Concilio a las parroquias
A la luz del Concilio Ecuménico Vaticano II, las
Comunidades Neocatecumenales surgieron como un
camino concreto de reconstruir la Iglesia en la forma de
pequeñas comunidades que son el cuerpo visible de Cristo
resucitado en el mundo. Estas comunidades no se
imponen, consideran una obligación no destruir nada, sino
respetar todo. Se presentan a ellos mismos como el fruto
de una Iglesia en renovación, que dice a sus Padres que
ellos han tenido muchos frutos, pues las comunidades han
nacido de ellos.
Carismas y Ministerios
Donde la experiencia se desarrolla, se puede observar
una nueva estructura para la Iglesia local, formada por
pequeñas comunidades cristianas como un cuerpo
orgánico el cual, en la medida en que la fe surge entre
ellos, producen carismas de madurez y requiere ministros
para ayudar, servir, y hacer tal renovación posible, puesto
que ellos son los medios que Dios ha deseado para hacer
construir la Iglesia constantemente (Ef, 4,11; 1Cor 12). Por
tanto estamos viendo los carismas que hacen presente a
Cristo completo, Cristo el Apóstol, el Profeta, el Diácono, el
Pastor, el Maestro, fiel al Padre, unido con su Iglesia,
compadeciéndose de todo aquel que sufre, etc. Y estos
carismas aparecen en cada comunidad en el presbítero,
en el responsable (para quien se pide el diaconado), en
los catequistas locales e itinerantes, en las vírgenes,
viudas, matrimonios, etc.)
El Espíritu del Camino
A/MU: El primer objetivo perseguido en el
Neocatecumenado o iniciación de la fe es la formación de
la comunidad. Lo anterior, al principio, es muy imperfecto,
porque siempre está condicionado por la adhesión
individual a la Palabra. Entonces, poco a poco, nuestros
propios defectos surgen, obligándonos a replantearnos
constantemente nuestra fe. Nuestra incapacidad de amar
a los otros, esto es, de aceptar lo que nos destruye de
ellos, es decir, sus fallos, hace surgir una gran pregunta
para nosotros. Amar empieza a aparecer como la
destrucción de nosotros mismos, esto es, de lo que es
nuestra seguridad. Amar significa morir y nuestra tragedia
es precisamente que no queremos morir. Amar al otro
cuando es diferente de lo que yo deseo siempre significa
un salto en la oscuridad, significará superar la muerte.
El capítulo segundo de la carta a los Hebreos (Hb, 2,
14s) dice que toda su vida el hombre es esclavo del mal y
del pecado por su miedo a la muerte: por esta razón
Jesucristo ha venido "a destruir a través de Su muerte al
señor de la muerte, el diablo, y a liberarnos de todo
aquello que nos esclavizaba antes en nuestra vida por
miedo a la muerte" (/Hb/02/14-15)
A-H/SIGNO-RS: Si amar significa realmente pasar de
nosotros mismos al otro, esto es, morir a nosostros mismos
(y todos nosotros estamos sujetos al pecado durante
nuestra vida por el miedo a la muerte), esta claro que si la
muerte no ha sido vencida por la resurrección de
Jesucristo, nosotros no podemos amar. ¿Cual será
entonces el signo de que nosotros hemos resucitado con
Cristo? El amor por encima de la muerte, el amor en la
dimensión de la cruz, amar al enemigo, "como Yo os he
amado" (/Jn/13/34-35). "Por este amor todos conocerán
que sois mis discípulos". Para esto es necesario nacer de
Dios, recibir a través del Espíritu Santo la nueva vida de
Cristo resucitado de la muerte. "Nosotros sabemos que
hemos pasado de la muerte a la vida, y podemos estar
seguros de esto porque amamos a nuestros hermanos"
(/1Jn/03/14).
¿Dónde nacen estas comunidades?
¿Dónde nacen estas comunidades que hacen presente
a Jesucristo resucitado irradiando el amor que han
recibido gratuitamente? La respuesta es: en la parroquia,
que es el lugar más adecuado para que aparezca la Iglesia
local como "sacramento de salvación", sin crear una Iglesia
paralela, sin destruir nada, tomando gradualmente la
realidad de la Iglesia hoy y el período de transición en que
está actualmente.
La misión de la parroquia
Hoy, los cristianos más tradicionales viven su fe en un
nivel infantil, como se muestra claramente por la
separación entre religión y vida en ellos. Por tanto, existe
la necesidad absoluta de un proceso de conversión serio,
que tome lugar en nuestra experiencia de cada día. Es un
tiempo, guiados por la Palabra de Dios y la celebración de
la Penitencia y la Eucaristía, y vivido dentro de un marco
concreto de una comunidad, para experimentar a Cristo el
Salvador, para experimentar el Reino de Dios que nos está
alcanzando y experimentar la alegría de la paz.
Para llegar a esto es necesario dar signos de fe en la
situación que nos rodea, signos que hacen a Cristo
presente y creíble, y signos que muestren claramente al
hombre de la calle que Cristo le ama a él y está dispuesto
a liberarlo de su alineación, de su sufrimiento, de la
muerte.
"Amaos los unos a los otros como Yo os he amado. En
esto conocerán que sois mis discípulos" (Jn 12, 34-35).
"Padre, que sean uno en nosotros, como Tú lo eres en Mí
y Yo en Ti, para que el mundo (el hombre de la calle) crea
que eres Tú quien me ha enviado" (Jn, 17,21).
Los signos de fe llaman a la parroquia a conversión. A
través del amor y de la unidad de estas comunidades la
parroquia en su totalidad es llamada a conversión, de
forma que puede verse que donde se han formado estas
comunidades, la parroquia ha sido revolucionada de una
forma positiva. Los signos que crean alrededor de ellos
hacen surgir preguntas y como resultado llama a mucha
gente que estaba alejada de la Iglesia a entrar en
comunidades similares en la parroquia. De esta forma, una
nueva estructura parroquial empieza a aparecer, sin
destruir la existente, hace a todos los hermanos
conscientes de la absoluta necesidad hoy de una
profundización en la fe.
Esto es la vuelta a la comunidad, a la gente de Dios de
las comunidades de la Iglesia Primitiva en las cuales el
amor en la dimensión de la Cruz y de la unidad perfecta
actúa como levadura, luz y sal, en el entorno que les
rodea. Una vez de nuevo, el grito "Ver cómo se aman unos
a otros" surge, llamándolos a conversión.
Cómo empieza el Camino
Cuando un párroco desea iniciar el Camino
Neocatecumenal en su parroquia, contacta con otra
parroquia donde ya existan Comunidades
Neocatecumenales. Una vez que conoce lo que es el
Camino, si desea implicarse él mismo pide que le envíen
catequistas. Estos catequistas supervisan el comienzo del
Catecumenado, y lo dirigen en comunión con el párroco.
Los catequistas también hablan con todos los sacerdotes
de la parroquia, exponiéndoles a ellos la necesidad de
supervisar un trabajo pastoral de evangelización en la
parroquia, a través de un catecumenado post-bautismal.
Entonces ellos tienen encuentros con los diversos grupos
de la parroquia y finalmente invitan a todos los fieles
durante la Misa Dominical. El equipo de catequistas está
formado por un sacerdote, quien garantiza la ortodoxia y el
magisterio de la Iglesia en el anuncio, un matrimonio y una
persona joven, quienes forman una pequeña comunidad
de evangelización.
Primera etapa: el Kerigma
La primera etapa en el Camino es el kerigma, la
proclamación de la salvación, que se desarrolla mediante
un diálogo existencial y directo, que se centra en el
impacto del Cristianismo en la vida de las personas. Las
catequesis se basan en un trípode sobre el cual se basará
todo el catecumenado: Palabra-Liturgia-Comunidad.
El Precatecumenado
Una vez se ha formado la comunidad, empieza la
segunda etapa; el precatecumenado. Este es un período
de conocimiento en el cual cada uno de los hermanos ve
probada su fe caminando junto a los otros, también
imperfectos, pecadores, en la novedad de una comunidad
concreta que funciona como un espejo, para mostrar a
cada uno claramente su propia realidad, llamándolos, por
tanto, a conversión.
En este tiempo, la comunidad necesita una palabra para
iluminar su realidad y ayudarla. Por tanto, celebra la
Palabra de Dios, una vez por semana, en temas
apropiados - palabra, cordero, novia, etc. - como una
iniciación en el lenguaje de la Biblia. La Eucaristía del
domingo se celebra el Sábado por la noche. Una vez al
mes se celebra el sacramento de la Penitencia. Un
domingo cada mes hay una convivencia donde se da a
cada uno la oportunidad de hablar libremente en la
comunidad sobre su propia experiencia de la Palabra, para
decir cómo está influenciando su vida en el trabajo, familia,
sexualidad, relaciones sociales, en relación al dinero, etc.
Después de dos años, los catequistas que han
supervisado el inicio de la comunidad, vuelven, y en una
convivencia de tres días, preparan la comunidad para el
primer escrutinio para el paso al catecumenado. En este
escrutinio, en la presencia del Obispo, la primera parte del
Bautismo se pone ante la persona, de forma que puedan
decir "Amén" y así la gracia que este sacramento otorga
en ellos pueda crecer y desarrollarse. Por tanto, la puerta
del catecumenado se abre para ellos.
Segunda etapa: el Catecumenado post-bautismal
El catecumenado consiste en dos períodos. Durante el
primero, la comunidad persevera con la Palabra, la
Eucaristía y la comunión entre los hermanos,
experimentando el poder de Cristo, dirigiendo el
Neocatecumenado a poner a Dios como el centro de sus
vidas, gradualmente desnudándose ellos mismos, pero sin
esfuerzo, de todos los ídolos (dinero, carrera, afectos)
mientras continúan vigilando como vírgenes en espera del
novio. Después de otro año, los catequistas vuelven para
preparar el escrutinio para la entrada final en el
catecumenado, de forma que si el primer escrutinio se
podía comparar con una puerta que se abre, en el
segundo escrutinio las puertas de cierran. Los
catecúmenos son ahora iniciados por los catequistas en
una oración individual, diaria y profunda, con la entrega de
los salmos. Entonces, a través de la Traditio y la Reditio
Symboli, descubren como el Bautismo que se les dio una
vez en la Iglesia, los convierte en personas enviadas,
testigos de su fe allí donde trabajan, en sus familias y
sobre todo trabajando en la parroquia en un apostolado
hecho explícitamente en el anuncio del Evangelio, de dos
en dos, por todas las casas de su vecindario, y en el
trabajo como catequistas de la parroquia, etc.
En esta etapa del Camino, los miembros de la
comunidad se vuelven responsables de transmitir la fe a
sus hijos. Por tanto, tres tipos de actividades tienen lugar:
primero en la familia, con la participación de los hijos,
segundo en la comunidad y finalmente hay encuentros de
todas las comunidades parroquiales con motivo de las
grandes fiestas, como la Vigilia de Pascua. Hemos
descubierto que la alegría mayor y el centro de nuestra
vida está en la celebración de Pascua, en una gran vigilia
que dura hasta el amanecer.
Después de esto, el descubrimiento de cómo el
Bautismo nos hace hijos de Dios, tiene lugar a través del
redescubrimiento y el estudio del Padre Nuestro en el
contexto de una oración maravillosa y profunda, en la cual
se nos enseña a gritar "¡Abba, Padre!"
Tercera etapa: Elección y renovación de las
promesas bautismales
El período del catecumenado post-bautismal lleva a los
catecúmenos a la simplicidad, a hacerse ellos mismos
pequeños, abandonarse a la voluntad del Padre. Esto los
permitirá -siempre guiados por los catequistas en unión
cercana con el párroco- a pasar, por medio de este
abandono, a una espiritualidad de alabanza y acción de
gracias. Están entonces listos para empezar la última
etapa del Camino: la elección y la renovación de las
promesas bautismales. Por tanto, han pasado a través de
las tres etapas fundamentales de la vida cristiana:
humildad (precatecumenado), simplicidad (catecumenado
post-bautismal) y alabanza (elección y renovación de las
promesas bautismales).
La Familia de Nazaret: imagen del Camino
Neocatecumenal
Nicodemo preguntó a Jesús: "¿Cómo puede un hombre
nacer de nuevo si ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por
seguna vez en el seno de su madre y nacer?" (Jn 3,4).
Esta frase ilustra el espíritu de las Comunidades
Neocatecumenales, volver al seno de la Iglesia, volver a
nuestra Madre, la Virgen, de forma que ella regenere en
nosotros la semilla que llevamos dentro por el Bautismo, y
hacer que esta semilla crezca.
Llamamos a este tiempo de gestación y crecimiento, el
Neocatecumenado. María, la imagen de la Iglesia y de
cada cristiano, recibe el anuncio de una buena noticia: el
Mesías nacerá en ti. Después de que ella aceptó estas
palabras, el Espíritu Santo la cubrió con su sombra y dio
comienzo la gestación de una nueva criatura: Jesucristo,
quien gradualmente se formará hasta el día de su
nacimiento en Belén. Anuncio, gestación, nacimiento y vida
escondida en la pequeña comunidad de Nazaret donde el
niño crecerá hasta que alcance la edad en que pueda
tomar la misión que su Padre le había confiado: estas son
las etapas a través de las cuales nosotros mismos también
deseamos pasar, convencidos de que, a través de ellas, la
Iglesia puede ser renovada, para dar una respuesta a los
nuevos tiempos y servir al mundo moderno.
Cristo, quién ha sido constituido por Dios espíritu dador
de vida, el primer nacido de una nueva creación, hace su
obra de salvación accesible al mundo en el Koinomia, en el
Agape de la gente que ha resucitado por Él en una Iglesia,
una comunidad de personas quienes se aman unos a
otros porque el Espíritu se ha derramado sobre ellos, el
Espíritu Santo.
El Neocatecumenado se presenta a sí mismo como un
período de gestación, en el seno de la Iglesia. En estas
personas quienes, como María, dicen su "Así sea" al
anuncio del Salvador, la Palabra empieza a generar una
nueva creación, la obra del Espíritu Santo.
La Iglesia se presenta como una Madre que engendra,
da nacimiento y cuida de sus hijos hasta que ellos
alcanzan la estatura de un nuevo hombre, de quien San
Pablo dice: "Ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive
en mí" (Gal, 2,20).
Y esta comunidad, en la cual Cristo se hace visible, vive
en humildad, simplicidad y alabanza, como la Sagrada
Familia de Nazaret, conscientes de que tienen una misión;
dar tiempo a Cristo para que nazca en ella, para poder
realizar la misión confiada a Él por Dios, la misión del
Siervo de Yahveh.