El
kerigma no es en absoluto un sermón, ni una conferencia,
sino una noticia que contiene el poder de realizar aquello que
anuncia. Así sucede en la Santa Virgen María: después de haber
recibido el anuncio del Ángel, fue cubierta por la sombra del Espíritu
Santo y quedó encinta de Cristo, madre del Señor.
Según
los Padres de la Iglesia, la Santa Virgen es imagen del cristiano
que, escuchando el anuncio del kerigma, llega también a
estar embarazado de Cristo y a ser madre de Cristo y lo
pone en práctica.
Este
anuncio en la Iglesia primitiva lo hacían los apóstoles
itinerantes, como Pablo y Silas, y provocaba en aquellos que lo
escuchaban una transformación moral progresiva, gracias a la ayuda
del Espíritu Santo. La noticia era que Cristo, que murió por
nuestros pecados, resucitó de la muerte, ascendió al cielo e
intercede por cada hombre que escucha el kerigma y envía del
cielo la promesa, el Espíritu Santo. Por eso dirá san Pablo: El
Espíritu de Cristo da testimonio a nuestro espíritu de que somos
hijos de Dios.
Así
pues, anuncio del kerigma y cambio de vida venían sellados
por los sacramentos, concretamente por el Bautismo, que se vivía
por etapas, de tal forma que la iniciación cristiana en la Iglesia
primitiva aparece como una gestación de la vida divina. Cuando en
los sucesivos siglos desaparece el catecumenado, esta síntesis kerigma-cambio
de vida-liturgia viene a menos: el kerigma como llamada a la
fe que implica una decisión moral, no existe ya, se transforma en
catecismo, en doctrina. La moral viene a consistir en foro
interno, es decir, en un hecho privado. La liturgia, al margen
de la iniciación cristiana, se convierte en idéntica para todos y
se separa de la vida.
Hoy,
si queremos abrir un camino de evangelización para el hombre
contemporáneo, debemos recuperar esta síntesis entre kerigma,
cambio de vida y liturgia. Ante el peligro de la apostasía de
tantos bautizados y ante la urgencia de anunciar el Evangelio a esta
generación, nosotros —como afirmé durante el Sínodo especial
para Europa— pensamos que sería importante, después del Jubileo
del año 2000, que la Iglesia considerase la posibilidad de
constituir una Comisión Pontificia para ayudar a promover el
anuncio del kerigma y la iniciación cristiana de adultos, a
fin de realizar la nueva evangelización.
Son
necesarios hoy nuevos heraldos del Evangelio que, como los primeros
apóstoles, recorran el mundo sin dinero y sin alforja. ¡Es
necesario que de nuevo san Francisco de Asís, santo Domingo de Guzmán,
san Ignacio de Loyola…, caminen por el mundo anunciando a los
hombres la gran noticia de que la muerte ha sido vencida por Cristo
para todos, mediante el don de la vida eterna en el corazón de los
hombres!
El
Camino Neocatecumenal —reconocido por el Santo Padre como un
itinerario de formación católica, válido para la sociedad y para
los tiempos de hoy— siente la urgencia de ponerse al servicio
de la Iglesia para la realización de la nueva evangelización del
mundo contemporáneo.