EVANGELIZAR EN TIEMPOS DE INCREENCIA

CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE
PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO, SAN SEBASTIÁN Y VITORIA
PASCUA DE RESURRECCIÓN, 1994


 

IV

LINEAS DE FUERZA

53. Antes de poner en marcha una nueva pastoral de carácter evangelizador, hemos de hacer todos un esfuerzo por ir precisando las líneas de fuerza que orienten hoy la acción evangelizadora de nuestras Iglesias diocesanas, y que impregnen sus planes y programas. Os ofrecemos aquí nuestra reflexión.

1. La salvación cristiana como buena noticia

Vivimos tiempos de crisis y desencanto. La sociedad moderna se ha quedado sin un horizonte claro que permita una verdadera esperanza. Ha disminuido, hasta casi desaparecer, la expectativa misma de que pueda oírse realmente una buena noticia para la humanidad. Se nos invita, más bien, a aceptar lo inevitable del realismo y ser pragmáticos. Nada de utopías ni de buenas noticias.

Una pregunta nace dentro de nosotros: ¿Se puede despertar en el mundo actual la expectativa de que puede haber «algo realmente nuevo y bueno» en lo que anuncia y realiza la Iglesia de Jesucristo? Para bastantes hombres y mujeres alejados de la fe, el cristianismo no tiene ninguna novedad; por otra parte, quizás no guardan buen recuerdo de su propia experiencia dentro de la Iglesia. Al mismo tiempo, comprobamos con frecuencia que nuestra acción pastoral no logra llevar a las nuevas generaciones el Evangelio de Jesucristo como una noticia que pueda ser experimentada como buena. ¿Hemos perdido los creyentes capacidad para presentar la salvación cristiana a los hombres de hoy como una Buena Nueva? No es ésta una pregunta más. La consideramos básica para imprimir una dirección adecuada a nuestra acción evangelizadora.

Comunicar la Buena Noticia de Dios

54. En su sentido más hondo, buena nueva es algo que, en medio de experiencias malas y a pesar, tal vez, de incertidumbres y desconfianzas, trae a la vida del hombre una esperanza nueva. Toca lo más hondo de su ser; aporta luz, sentido y horizonte nuevo a su existencia; genera dignidad y libertad; despierta voluntad de comunión y fraternidad. La buena nueva produce gozo y agradecimiento, aunque exija renuncia, sacrificio y conversión.

Ante todo, hemos de tomar conciencia de que evangelizar no es sólo anunciar una verdad, ofrecer una doctrina, sino comunicar algo que pueda ser recibido como buena nueva. «Evangelizar significa anunciar la Buena Noticia. Y la Buena Noticia que el cristiano comunica al mundo es que Dios, el único Señor, es misericordioso con todas sus criaturas, ama al hombre con un amor sin límites y ha querido intervenir personalmente en su historia por medio de su Hijo Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, para librarnos del pecado y de todas sus consecuencias y para hacernos partícipes de su vida divina» 68. Pero no es lo mismo anunciar una doctrina cuyo contenido es algo bueno para el hombre que hacer que ese anuncio pueda ser recibido y experimentado como Buena Noticia por el hombre de hoy. Si es Buena Noticia se tiene que hacer notar como nueva y como buena. Estamos aquí ante la pregunta, tal vez, más crucial: ¿Cómo puede el misterio de Dios llegar a ser Buena Noticia en nuestra sociedad, algo realmente bueno para los hombres y mujeres de hoy? Es necesario, sin duda, preguntarnos cómo ha de ser la nueva evangelización. Pero, para ello, ¿no hemos de preguntarnos antes cómo va a ser en verdad evangelización, noticia nueva y buena?

Anunciar a Dios como Amigo del hombre

55. Lo primero es anunciar a Dios como Amigo y Salvador del hombre. No es difícil comprobar que Dios está hoy en el fondo de muchas conciencias como un ser amenazador y exigente, que quita libertad y cierra el paso hacia la verdadera felicidad. Para estos hombres y mujeres, Dios sólo será Buena Noticia si pueden captar en nuestro anuncio lo que la gente captaba en la predicación de Jesús: que Dios está siempre del lado del hombre frente a todo mal que lo oprime y esclaviza; que sólo interviene en nuestra vida para salvar, liberar, potenciar y elevar la vida; que sólo busca y exige lo que es bueno para el ser humano.

Evangelizar hoy a estas personas es ayudarles a descubrir que Dios no es un tirano que busca la anulación del hombre, sino el Amigo que le ofrece la verdadera salvación; que la renuncia al pecado, exigida por la acogida de la gracia de Cristo, no es destrucción de la libertad humana sino su verdadera afirmación; que las exigencias dolorosas que implica la conversión a Dios, y la cruz que se deriva del seguimiento fiel a Cristo no son mutilación del ser humano, sino camino de vida más plena y liberada; que el mensaje moral de la Iglesia, rechazado y menospreciado hoy por amplios sectores sociales, no es condena del hombre y de lo humano, sino la defensa más firme de su verdadera dignididad, de su vocación y su destino

- Mostrar con hechos su Bondad 56. Y no basta con anunciar esta Buena Noticia. En lo posible, es necesario verla hecha realidad. Repetir una verdad, por muy verdad que sea, no genera necesariamente su aceptación. Si no hay «hechos buenos» que de alguna manera muestran la verdad de la Buena Noticia de Dios, ese anuncio pierde credibilidad, sobre todo, ante quienes, cansados de oírlo, buscan una mínima verificación de que Dios puede ser así. Es necesario que se pueda ver en quienes creen y anuncian a ese Dios Amigo del hombre, que su acogida genera algo bueno para el ser humano: esperanza, vida liberada, servicio a los necesitados, trabajo incansable por el bien de todo hombre. El anuncio de Jesús resultaba creíble porque las gentes podían ver en él a un hombre que «pasó la vida haciendo el bien» 69. No olvidemos que acudían a él «al oír lo que hacía» 70.

- La experiencia del evangelizador

57. Todo esto presupone que los que evangelizan están convencidos de que la Buena Noticia de Dios lo es, pues ellos mismos la han experimentado así. Por eso, «evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma ... La Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el Evangelio» 71.

Por muchos cambios que introduzcamos en el trabajo y la organización pastoral, nuestras Iglesias no tendrán más fuerza evangelizadora si no experimentan ellas mismas el perdón de Dios en lo que tienen de pecadoras, la esperanza en lo que tienen de cansadas o «establecidas», el poder del Evangelio en lo que tienen de debilidad y cobardía. Si la pastoral evangelizadora de nuestras comunidades no nace del agradecimiento y gozo de quienes han experimentado la fuerza salvadora del Evangelio, siempre será una carga pesada que se hace por pura obligatoriedad pero que ha perdido su motivación e inspiración más profundas.

2. Anuncio con fuerza evangelizadora

58. Creemos detectar en no pocos sacerdotes, religiosos y seglares una especie de conformismo no confesado, como si el hombre de hoy y, sobre todo, las nuevas generaciones estuvieran perdidas irremisiblemente para el Evangelio y la vida cristiana. Han perdido la fe en la fuerza que pueda tener en estos tiempos el anuncio del mensaje cristiano. Piensan que las palabras de la Iglesia están demasiado gastadas y sin revitalización posible. ¿Cómo anunciar hoy como algo nuevo lo que la sociedad cree viejo y sabido?

Nuestra convicción es muy otra. El hombre de hoy está necesitado del anuncio claro y explícito de Jesucristo. Tal vez más que nunca. Al «silencio de Dios» en la sociedad moderna no podemos responder con el silencio los que creemos en él. ¿Cómo creerán las nuevas generaciones en Aquel de quien no oyen hablar? ¿En qué creerán si nadie les predica? 72. Lo que se nos pide es «una nueva calidad de evangelización que sepa proponer de modo convincente al hombre de hoy el mensaje perenne de la salvación» 73.

- Dirigido a despertar la fe

59. El anuncio cristiano ha de estar orientado hoy de manera preferente a despertar la fe de los que no creen o a reavivarla en aquellos para quienes ya no es principio configurador de su vida y de su compromiso real y cotidiano. Son tiempos en los que no hemos de dar por supuesta la fe, al menos como una adhesión viva y operante a Jesucristo. Por eso, no es el momento de dedicarse a explicaciones secundarias. No tiene tampoco mucho sentido exigir compromisos o cambios de comportamiento cuando faltan precisamente la conversión a Dios y la opción inicial por el Evangelio. Sería pedir frutos sin renovar las raíces

El anuncio ha de converger de diversas maneras a que afloren a la conciencia las cuestiones y aspiraciones más hondas del ser humano. acalladas muchas veces por la cultura de la utilidad, la explicación racional o el consumismo. También hoy es posible despertar esa sed de trascendencia que ni siquiera la vida más intranscendente puede apagar del todo, y suscitar la relación personal con el Dios vivo. No hemos de olvidar que la capacidad religiosa es una dimensión radical de la existencia humana; a pesar de una larga y profunda indiferencia, una palabra auténtica, dicha por un testigo de la fe, puede tener eco en su momento.

- Centrado en lo fundamental

60. Aunque la presentación del mensaje y de la vida cristiana ha de tener siempre en cuenta la situación concreta de las personas y los obstáculos que, en cada caso, pueden dificultar la acogida del Evangelio, el anuncio se ha de centrar en el núcleo de la fe cristiana: Dios Creador y Padre, origen y destino último de la humanidad; Jesucristo, Hijo encarnado de Dios, muerto y resucitado por nuestra salvación; la Iglesia, cuerpo visible de Cristo, animada por la acción del Espíritu Santo; los sacramentos, signos visibles donde se ofrece la gracia salvadora de Cristo; el Padre nuestro, oración del cristiano; las Bienaventuranzas y la moral fundamental del Reino.

La insistencia en el desarrollo de las consecuencias individuales, familiares o sociales de la fe, carecerá de eficacia si previamente no son propuestas y acogidas las verdades sencillas pero básicas que constituyen lo sustancial del mensaje cristiano. Muchos necesitan escuchar hoy esa predicación primera, fundante, absolutamente necesaria para suscitar la fe.

- Atención al que busca

61. Hay entre nosotros personas que no saben si creen o no creen. Palabras como «religión», «misa», «pecado», «mandamientos» les evocan un mundo que se pierde en el pasado y apenas tiene algo que ver con su vida real de hoy. Y, sin embargo, muchas de estas personas siguen de alguna manera buscando a Dios. A veces, en lo íntimo de su corazón sospechan que Dios es más grande, más bueno y más amigo que lo que ellas han imaginado. Pero ¿cómo encontrarse con El? ¿Qué hacer cuando son sus dudas que le impiden honradamente sentirse creyente?

Estos creyentes vacilantes o increyentes necesitados de nueva fe renovada están pidiendo un anuncio nuevo del Evangelio. Alguien les tiene que explicar que no es necesario resolver todos los interrogantes y dudas para vivir en verdad ante Dios. Alguien les tiene que enseñar a buscar y confiar sinceramente en El aunque no sean capaces de formular con certeza determinados aspectos del mensaje cristiano. Necesitan escuchar esta Buena Nueva: Dios entiende el corazón de quien duda y está cerca de quien lo busca con verdad.

- Actitud dialogante

62. Cualquier anuncio del Evangelio pierde su fuerza salvadora si pretende utilizar la presión o la coacción para imponerse. Una propuesta autoritaria del Evangelio como amenaza y condena más que como oferta de salvación, no ayudará al hombre actual a abrirse al Dios de Jesucristo. El anuncio cristiano ha de brotar de una actitud amistosa y dialogante que sólo es posible cuando los creyentes sabemos compartir los problemas e interrogantes del hombre de hoy sin colocarnos secretamente al margen o por encima de los que no creen. El incroyente o el que vive acosado de dudas o interrogantes no podrá hoy escuchar un mensaje de salvación si percibe en nosotros arrogancia, secreta superioridad e incapacidad para compartir y comprender su punto de partida, sus preguntas, sus criticas y su búsqueda74.

- El anuncio cristiano de la moral

63. La conversión cristiana no es una adhesión religiosa sin contenido moral. El encuentro con Dios Padre conduce al servicio a los hombres como hermanos; la conversión al Reino de Dios se traduce en compromiso por una sociedad basada en la justicia, la verdad, la solidaridad; la acogida de Dios se plasma en una vida coherente con los valores evangélicos en la familia, en la actividad profesional, en las relaciones sociales, en el ámbito de la economía y la política.

Al mismo tiempo, cuando la adhesión a Cristo crece, se hace más vivo también el rechazo de todo aquello que se opone al mensaje evangélico, y se hace más necesaria la denuncia fraterna y evangélica del pecado personal, social y estructural que atenta contra la dignidad de la persona desde presupuestos y actitudes de injusticia y desamor. También esa denuncia forma parte del anuncio de la Buena Noticia.

Sin embargo, el anuncio de la moral cristiana es objeto hoy de fuertes rechazos y críticas severas. Lo fácil sería decir que el Evangelio, hoy como ayer, siempre será escándalo y necedad para un mundo egoísta y hedonista, marcado por el pecado. Sin duda, esto es así. Pero, al mismo tiempo, hemos de preguntarnos por qué nuestra presentación de la moral no logra convertirse en fuerza atrayente para el proyecto y la existencia del hombre de hoy. Hemos de tomar conciencia de que la resistencia moderna a la moral cristiana es más radical y profunda que el rechazo de alguno de sus contenidos concretos. La moral cristiana tiene a Cristo como centro y punto de referencia y sólo puede ser entendida y acogida desde la adhesión creyente y la conversión a El. Por eso, si no hay aceptación de Cristo como «camino, verdad y vida» 75 ni interiorización de su Espíritu, difícilmente puede haber seguimiento de la moral cristiana.

Tenemos, por ello, ante nosotros una tarea inédita: la de reconstruir de nuevo el sujeto moral cristiano. Y este sujeto cristiano sólo puede nacer de la acogida libre y gozosa del anuncio de Jesucristo, más que de la insistencia en las normas morales. Éstas, separadas del horizonte cristiano que les da fundamentación y sentido, le han de resultar incomprensibles e inaceptables.

Al mismo tiempo, es necesario que en ese anuncio de Jesucristo, Dios aparezca con claridad como garantía de plena humanidad, fuente de sentido y sanación de la libertad humana. Sólo entonces es posible presentar «la forma de vida evangélica» como ideal que no es ajeno ni contrario al proyecto humano, sino su explicitación y realización más cumplida. El hombre de hoy no acepta, sin más, unas obligaciones sólo porque se le diga que son «voluntad de Dios» o «mandamiento divino»; necesita, además, descubrir que son humanas y humanizadoras, que sólo buscan expresar lo que en el hombre hay de recto, de honesto, de verdadero y bueno, y que le ayudan a no dimitir en nada de su auténtico proyecto humano.

A la hora de realizar la propuesta moral al hombre de hoy, nos parece de suma importancia evitar ambigüedades, lecturas reduccionistas que desfiguran la verdad total del mensaje, e interpretaciones de carácter subjetivo hechas al margen de la comunión doctrinal con la Iglesia 76.

3. Testigos de Jesucristo en una sociedad indiferente

64. La fe cristiana es un hecho vital antes que doctrinal, pues brota de la experiencia de habernos encontrado con el Dios de la vida, revelado y encarnado en Jesucristo, y con su gracia salvadora. Por eso, el anuncio de Jesucristo no se realiza tanto por la transmisión de una doctrina cuanto por la comunicación de una vida. Sin embargo, hemos descuidado a veces el testimonio de nuestra propia experiencia de fe y de nuestra vida, convertida y transformada por el Evangelio recibido. Sería una profunda novedad introducir la narración de la propia fe y el testimonio de la propia vida en nuestra pastoral evangelizadora.

Para ser evangelizada, una sociedad como la nuestra necesita, sobre todo, de testigos de una fe viva. Para muchos, la única oportunidad de entrar en contacto con «lo cristiano» es encontrarse con creyentes en cuya vida pueden ver la fuerza de salvar y humanizar que tiene el Evangelio. Sin ese testimonio, el Dios de Jesucristo permanecerá inaccesible para ellos. Todavía no hemos experimentado de manera generalizada la eficacia evangelizadora que puede tener hoy, entre nosotros, el contacto personal, la narración de la propia fe y el contagio de una vida evangélica de calidad.

- No cualquier testimonio

65. Pero no cualquier forma de vivir la fe evangeliza en la sociedad moderna. No todo testimonio en favor del Dios de Jesucristo ni todo de la misma manera. No basta afirmar la pertenencia fiel a la Iglesia ni presentarse públicamente como católico practicante.

Dos rasgos nos parecen hoy indispensables en el testimonio cristiano: Por una parte, en una sociedad donde múltiples dioses se disputan el corazón de los hombres (poder, dinero, sexo, consumo, prestigio, bienestar), nuestra vida sencilla, solidaria y fraterna tiene que testificar que aunque en el mundo hay muchos dioses y muchos señores, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre de quien proceden todas las cosas, y un solo Señor Jesucristo 77. Por otra parte, tendremos que mostrar con nuestro comportamiento práctico que no se puede tomar a ese Dios en serio sin tomar en serio al hombre. Que no se puede acoger el Reino de ese Padre sin comprometerse a construir una sociedad más fraterna y justa.

- El testimonio de cada creyente

66. No se puede creer a escondidas y como de incógnito. «Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino, sin convertirse en alguien que, a su vez, da testimonio y anuncia» 78, Nos parece decisivo para el impulso de la evangelización que recuperemos la conciencia de que ser cristiano es ser testigo, evangelizador, comunicador de la fe. Nos lo recordaba el Vaticano II: «La obligación principal de los seglares, hombres y mujeres, es el testimonio de Cristo, que deben dar con la vida y con la palabra en la familia, en su grupo social y en el ámbito de su profesión» 79.

Nosotros mismos, hace unos años, os animábamos a vivir una «fe confesante» con estas palabras: «Muchos de nosotros convivimos o tenemos contacto con familiares y amigos que se han ido distanciando de la fe. ¿Por qué les hemos de ocultar tanto nuestra experiencia creyente, nuestras convicciones y las motivaciones que animan nuestra fe? ¿Por qué los padres cristianos han de renunciar tan fácilmente a expresar y testimoniar su fe ante sus hijos? ¿Por qué los educadores y profesores cristianos han de ocultar su identidad mientras otros alardean de su ateísmo? ¿Por qué hemos de silenciar los creyentes nuestra visión cristiana de la vida cuando otros manifiestan públicamente su actitud increyente?» 80.

- El testimonio de la comunidad

67. Pero no basta el testimonio de cada creyente.

Ese testimonio individual de algunos puede quedar borrado o neutralizado por la vulgaridad y mediocridad de las comunidades cristianas. No hemos de olvidar que nosotros hablamos con frecuencia de un cristianismo ideal, pero la gente lo que ve es el cristianismo real de las parroquias y comunidades que tiene ante sus ojos. Sin comunidades que irradien vida evangélica, nuestras diócesis se quedan, en buena parte, sin fuerza evangelizadora. Nuestro futuro cristiano se está jugando, sobre todo, en la revitalización de las parroquias y comunidades. Con ser importante, lo más decisivo no es la renovación del trabajo pastoral en sí mismo, sino su conversión y transformación evangélica.

Estas comunidades serán hoy evangelizadoras si realmente son factor de convivencia y vida más humana. Si son lugares donde se promueve la solidaridad, la búsqueda de paz, la sana austeridad, la ayuda al necesitado, el diálogo, el perdón, la oración, la esperanza de vida eterna y tantos valores y actitudes que parecen olvidarse en la sociedad actual. Queremos recordar el valor particular que puede tener hoy el testimonio de comunidades religiosas donde se viva el seguimiento radical a Cristo y el servicio al Reino de Dios con transparencia, desde una vida sencilla y fraterna, de servicio abnegado y gratuito a los más indefensos y olvidados, iluminada por la esperanza cristiana. El seguimiento a Cristo, vivido de manera tan radical, puede ser un interrogante para el hombre nihilista de nuestros días.

4. El compromiso transformador de los cristianos

68. La Iglesia no es sólo una comunidad que anuncia la salvación de Dios, sino un pueblo que continúa la acción salvadora de Jesús; su misión no es sólo confesar a Cristo sino proseguir su historia. Por eso, también hoy hemos de recordar que evangelizar es algo más que decir un mensaje: es hacer que el amor de ese Dios salvador pueda ser percibido en signos y obras reales. Difícilmente los hombres de hoy creerán en el amor gratuito de Dios, si no se sienten amados por quienes dicen creer en El.

- El servicio al hombre

69. La progresiva secularización de la vida, la extensión de un pensamiento In-trascendente, el pluralismo de cosmovisiones hacen difícil establecer un lenguaje sobre Dios comprensible para el hombre de nuestros días. Pero existe un terreno común de entendimiento donde es posible el diálogo y también el anuncio de Dios. Es sencillamente el mismo hombre, con sus preguntas, sus aspiraciones y necesidades, y esa gran tarea que es la realización progresiva de la humanidad. A pesar de tantas injusticias y estructuras de pecado operantes en nuestra sociedad, el hombre sigue siendo el centro de interés de no pocos anhelos y proyectos actuales, y el hombre es la razón de ser de la encarnación del Hijo de Dios hecho hombre «por nosotros los hombres y por nuestra salvación».

Para que el nombre de Dios pueda ser anunciado explícitamente hoy sin producir rechazo o sin caer en el vacío o la insignificancia, ese anuncio ha de ser pronunciado desde el compromiso real por el hombre. Por eso, como ha dicho Juan Pablo II, «la Iplesia no puede permanecer insensible a todo lo que sirva al verdadero bien del hombre, como tampoco puede permanecer indiferente a lo que le amenaza» 81. Imposible anunciar a un Padre bueno «a quien no vemos» y desentendernos del bien del hermano «a quien vemos».

Esto nos exige impulsar la evangelización como un servicio a ese hombre concreto. De ahí la necesidad de aprender a desarrollar de manera más explícita el poder humanizador de la fe tanto en la vida individual y familiar como en el tejido y las estructuras de la convivencia social. Y de ahí también la necesidad de solidarizarnos y colaborar con otros hombres y mujeres en tareas humanizadoras, aportando la fuerza salvadora, la interpelación y la esperanza que se encierra en la fe.

- Promoviendo la justicia

70. Dios está velado en nuestros días no sólo por el silencio cultural de lo religioso, sino también por la injusticia de los hombres. Hemos de tomar conciencia de que la injusticia no es sólo un rasgo de la situación social del mundo, es también un componente de su situación religiosa, pues las diferentes injusticias son consecuencia directa de la idolatría vigente y, al mismo tiempo, sustentan el culto a los diferentes ídolos. Por eso, desvelar a Dios no es sólo anunciar explícitamente su nombre, sino introducir en el mundo su Reino y su justicia. «La acción en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva»82.

El mal, «roca del ateísmo», sigue siendo para no pocos el gran obstáculo para acoger el mensaje de un Dios Bueno y Salvador. Por eso, el anuncio más creíble que los cristianos podemos ofrecer de Dios hoy, tal vez sea el luchar contra los males evitables que tienen su origen en la injusticia de los hombres, y la compasión, el servicio y la solidaridad con los que sufren males inevitables.

No es superfluo recordar algunas de las tareas más importantes en la promoción de la justicia entre nosotros: la defensa de la vida humana desde su origen hasta su muerte; el logro de una paz justa; la defensa de la dignidad y de los derechos de las personas concretas; la solidaridad efectiva con los nuevos pobres y marginados de la sociedad; la creación de un futuro más digno y esperanzado para los jóvenes; la ayuda solidaria a los países pobres de la tierra; la defensa de la naturaleza y el equilibrio ecológico .

- Junto a los pobres

71. La injusticia de los hombres aparece objetivada en el sufrimiento, la marginación, la humillación o desesperanza de todos los que, de una manera o de otra, son víctimas en la sociedad actual. Por eso, son ellos, los pobres, los agredidos en sus derechos más fundamentales, los maltratados, los que están pidiendo más que nadie el anuncio del Dios de Jesucristo y el Reino de Dios y su justicia. Lo ha recordado el Papa en diversas ocasiones: «La nueva evangelización no sería auténtica si no siguiera las huellas de Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres» 83.

Os recordamos las preguntas que os hacíamos hace unos años: Lo que estamos anunciando en esta sociedad y la vida que estamos promoviendo en nuestras parroquias y comunidades, ¿es «Buena Noticia de Jesucristo» para los pobres concretos que viven entre nosotros? ¿Cómo puede ser creíble nuestro mensaje de un Dios Padre y de unos hombres hermanos, si no estamos cerca de ellos, compartiendo sus problemas y sufrimientos, defendiendo sus derechos y comprometidos en sus aspiraciones a una vida más digna y humana? ¿Qué Evangelio se escucha en nuestras Iglesias si no les llega ningún signo salvador a los más pobres y olvidados de la sociedad? 84

5. La llamada a la conversión hoy

72. Aunque todavía son mayoría los que, según las encuestas, se consideran católicos, lo cierto es que sólo se pueden considerar válidos esos porcentajes al precio de rebajar notablemente los indicadores de lo que es ser católico 85 Muchos de ellos están bautizados pero no han sido evangelizados ni han vivido una experiencia de conversión a Jesucristo. El misterio de Dios carece de relevancia tanto en su vida individual como social.

- La «primera conversión»

73. Los motivos y los itinerarios que han seguido estas personas son muy diversos: distanciamiento de la práctica religiosa, crisis moral, situación matrimonial irregular, impacto de ideologias agresivas contra la fe, vida materialista, escándalos o experiencias negativas de la religión, ausencia total de iniciación cristiana... Hoy son personas instaladas en la indiferencia o la incredulidad.

Esta realidad, nueva entre nosotros, es una interpelación para nuestras Iglesias. La acción pastoral que de ordinario desarrollamos no está pensada para posibilitar el re-encuentro con Dios en gentes indiferentes o descreídas. Y, sin embargo, es ésta precisamente la tarea a la que hoy se nos llama. Ayudar a estos hombres y mujeres que no han recibido nunca personalmente la llamada a la conversión a encontrarse con el Dios de Jesucristo. No se trata, pues, de «predicar la conversión a los pecadores», sino de suscitar «la primera conversión», es decir, la acogida de Dios como Amor absoluto e incondicional que da una orientación nueva a la existencia.

Naturalmente, esto no significa descuidar la conversión como proceso permanente de adhesión progresiva a Cristo y renuncia a nuestros pecados, sostenido y estimulado por la celebración del sacramento de la Penitencia.

- Reconstruir la experiencia religiosa

74. La llamada a esa «primera conversión» exige comenzar reconstruyendo la experiencia religiosa desde lo más fundamental, tomando las cosas desde el principio y acompañando a esas personas en un proceso religioso que las lleve a la acogida gozosa y agradecida de Dios corno experiencia decisiva desde donde todo cobra sentido, orientación y esperanza.

No se trata, pues, de un proceso de instrucción ni de enseñanza catequética, sino de suscitar las preguntas, proponer el Evangelio y crear las condiciones que ayuden a cada uno a escuchar la invitación personal de Dios, y que permitan que suceda ese encuentro salvador con Jesucristo, sin el cual no es posible que una persona se sienta verdaderamente cristiana.

Esto exigiría un tipo de encuentros, diferentes del desarrollo normal de la catequesis, donde la comprensión de cada situación personal, la escucha sincera de las dudas y prejuicios, el testimonio de la propia fe del evangelizador, la oración de búsqueda —"Señor, creo, pero socorre Tú mi falta de fe" 86—, la escucha directa de las palabras de Jesús en los evangelios, el análisis de la propia vida «sin esperanza y sin Dios en el mundo» 87 y, sobre todo, el anuncio de un Dios gratuito y liberador, ocuparan el lugar más importante. En todo ello es indispensable el encuentro personal como medio de evangelización, pues, en el fondo, «¿hay otra forma de comunicar el Evangelio que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe?» 88.

- La conversión como buena noticia

75. La crisis del hombre moderno es, en gran parte, crisis de búsqueda de felicidad: el hombre actual no está acertando en su manera de entender y de buscar la felicidad. Lo grave es que, muchas veces, los creyentes no acertamos a ofrecer y comunicar la fe como fuente de vida más plena, más sana y, en su medida, más feliz 89. Por eso, hoy no se nos pide sólo evangelizar de nuevo, sino evangelizar de otra manera, a fin de ayudar a los hombres y mujeres de hoy a que experimenten la conversión a Jesucristo como el paso a un modo nuevo de vivir y de ser, más sano, más verdadero y más gratificante. Convertirse a Dios es bueno, hace bien. Porque nos descubre y nos da fuerzas para aprender maneras nuevas y más humanas de amar, de convivir, de trabajar, de sufrir y de morir.

6. La acogida en nuestras comunidades cristianas

76. A lo largo de estos años hemos visto cómo no pocos bautizados han ido abandonando la comunidad cristiana alejándose de la asamblea dominical y perdiendo cada vez más su vinculación con la Iglesia. Al mismo tiempo, nos entristece ver el número grande de jóvenes que no se incorporan a la comunidad cristiana ni siquiera después de haber recibido el sacramento de la Confirmación. Sin embargo, la fe no se vive en solitario. Ser cristiano es incorporarse a una comunidad y compartir la fe con otros creyentes formando la Iglesia de Jesucristo. Sólo en su interior se enraiza el creyente en el Evangelio, se nutre en la tradición apostólica y se alimenta en la Eucaristía común

- Revitalización de las comunidades

77. La evangelización está pidiendo hoy comunidades vivas donde los creyentes vacilantes o los convertidos de nuevo al Evangelio encuentren el «hogar» que necesitan para que su fe crezca, se purifique y se enriquezca. Por eso, el Papa ha subrayado que «la nueva evangelización ... está destinada a la formación de comunidades eclesiales maduras, en las cuales la fe consiga liberar y realizar todo su originario significado de adhesión a la persona de Cristo y a su Evangelio, de encuentro y de comunión sacramental con El, de existencia vivida en la caridad y el servicio» 90.

Tuvimos ocasión de hablaros hace unos años de la comunidad cristiana 91. Hoy os manifestamos de nuevo una doble preocupación. Nos preocupan las comunidades anónimas o rutinarias, demasiado inertes para ser hogar y soporte de una fe viva. Nos preocupan también los grupos y comunidades excesivamente replegados sobre sí mismos donde se corre el riesgo de vivir la fe buscando inconscientemente los intereses del propio grupo y marcando distancias con los demás.

Construir comunidades vivas de fe ha de ser un objetivo irrenunciable en estos tiempos de incrcencia. Por eso os animamos a continuar e intensificar los esfuerzos, experiencias, tanteos y rectificaciones que estáis haciendo en las parroquias, buscando esa comunidad revitalizada donde los creyentes de hoy puedan vivir de manera gozosa y fraterna la experiencia, el testimonio y el compromiso de su fe.

- Comunidades acogedoras

78. Para promover la evangelización, «consideramos indispensable desarrollar un estilo de parroquia acogedora donde todos puedan encontrarse como en su casa» 92. Esto exige cuidar la acogida amistosa, desinteresada y cálida a todo el que se acerca. La legítima preocupación por celebrar bien los sacramentos no debe ser obstáculo para atender de manera evangélica y evangelizadora a quienes se acercan a la comunidad sólo con ocasión del bautizo o la primera comunión de sus hijos. Las comunidades han de estar preparadas para ofrecerles un camino de clarificación y crecimiento en la fe cristiana con el acompañamiento de algunos miembros de la comunidad que, al tiempo que van ejerciendo el discernimiento necesario, van acercándolos a Cristo y les van ayudando a descubrir los elementos fundantes de la fe.

Son bastantes los que, sacerdotes o seglares, sienten esta demanda religiosa como un impedimento para la evangelización. Sin embargo, ese acercamiento a la comunidad cristiana, aun con toda su impureza y ambigüedad, no es ajeno a una conciencia religiosa latente todavía en esas personas. No es el momento de «apagar la mecha que humea», sino de desarrollar las posibilidades evangelizadoras de ese encuentro.

Queromos también recordaros a todos que los bautizados que viven en situación matrimonial irregular, no por ello dejan de ser miembros de la Iglesia. El hecho de no ser admitidos a recibir la comunión no significa que deban ser excluidos de la comunidad. Como todos los demás cristianos, tienen derecho a escuchar la Palabra de Dios, tomar parte en la asamblea eucaristica y en la oración de la comunidad, y recibir la ayuda que necesitan para vivir su fe y educar cristianamente a sus hijos. Una pastoral evangelizadora no deberá descuidar la atención a los matrimonios fracasados.

V

EL GIRO HACIA UNA PASTORAL EVANGELIZADORA

79. Cuando hablamos de giro hacia una pastoral evangelizadora no estamos pensando en descuidar la atención a los cristianos jóvenes y adultos, que mantienen una relación más o menos estrecha con la Iglesia, a los que la comunidad cristiana debe seguir ayudando a crecer en la fe de una manera adaptada a sus necesidades. Lo que queremos es que nuestras diócesis acentúen la atención al mundo de los alejados, de los que prácticamente han perdido la fe o viven en la indiferencia, y que dirijan sus mejores esfuerzos pastorales al anuncio evangelizador.

Esta pastoral evangelizadora responde a una nueva situación: crisis de fe, abandono de la Iglesia, indiferencia religiosa. Requiere actitudes nuevas: recuperar la conciencia misionera. Tiene objetivos nuevos: anuncio «primero» del Evangelio, llamada a la conversión a Jesucristo, despertar de la fe. Se dirige a nuevas personas: las que han abandonado la comunidad cristiana. Obliga a revisar los contenidos de nuestra pastoral actual: todas las actividades han de adquirir un tono evangelizador y centrarse en lo fundamental del anuncio de la fe. Obliga a revisar la vida y los comportamientos de las comunidades cristianas: revitalización de la comunidad, del testimonio y del compromiso transformador. Obliga a incorporar nuevos métodos: encuentro con personas alejadas y propuesta cordial de la fe. Parte de una experiencia eclesial nueva: una Iglesia que trata de recuperar el espíritu de sus origenes y lo que es esencial a su ser, el anuncio de Jesucristo.

Os proponemos algunos campos en los que creemos necesario iniciar el impulso de esta pastoral de carácter evangelizador. Queremos responder a esta pregunta: ¿qué pasos podemos dar ya ahora y en qué dirección?

1. Recuperar la conciencia misionera

80. La situación socio-religiosa que hemos vivido hasta hace poco nos ha llevado a olvidar, al menos en parte, el compromiso propiamente evangelizador. Hoy se nos pide a todos los creyentes recuperar la conciencia de que somos enviados por Dios a la sociedad actual para introducir en ella el Evangelio de Jesucristo.

- La implicación de la misma Iglesia diocesana

Esto nos interpela, en primer lugar, a los Obispos que presidimos estas Iglesias de Euskal-Herria en el nombre del Señor. Nuestras Iglesias han de sentirse llamadas y urgidas a actualizar su vocación evangelizadora y a hacer converger sus esfuerzos a la misión común.

Nosotros mismos, con aquellos que nos ayudan en el gobierno pastoral de estas Iglesias, queromos alentar este giro hacia una pastoral más evangelizadora y a priorizar aquellos proyectos y actividades que de él se deriven.

- La responsabilidad de los sacerdotes

81. Con el pasar de los años, los sacerdotes corremos el riesgo de olvidar nuestra originaria vocación evangelizadora, y de reducir el ministerio al cumplimiento de una función. Por otra parte, ocupados ya por múltiples trabajos y actividades, podemos no sentirnos disculpados de escuchar nuevas llamadas. Os animamos a todos a reavivar el carisma apostólico y recordar que «lo que constituye la singularidad de nuestro servicio sacerdotal, lo que da unidad profunda a la infinidad de tareas que nos solicitan a lo largo de la jornada y de la vida, lo que confiere a nuestras actividades una nota específica, es precisamente esta finalidad presente en toda acción nuestra: "anunciar el Evangelio de Dios"» 93.

Los retiros y las convivencias sacerdotales, las actividades de las Facultades de Teología y de los Institutos de Teología y Pastoral, los cursos de actualización teológica, la aportación de los teólogos, deben converger hoy hacia ese objetivo: recuperar nuestra misión evangelizadora. Todos los sacerdotes, mayores y jóvenes, nos hemos de preguntar qué cambios hemos de introducir en nuestra vida y trabajo pastoral para responder con más fidelidad a nuestra vocación evangelizadora. Es, sobre todo, urgente que quienes trabajáis en las parroquias y comunidades cristianas entendáis y viváis vuestro servicio con esta conciencia: vuestra primera responsabilidad es revitalizar aquella comunidad despertando poco a poco en ella su vocación misionera.

- El testimonio de los religiosos

82. Los religiosos y religiosas estáis llamados a evangelizar la sociedad actual desde vuestro peculiar modo de seguimiento radical a Cristo. Es muy importante vuestra colaboración en todos los campos de la pastoral, pero no os queremos considerar sólo como una especie de voluntariado disponible para cualquier necesidad. Vuestra aportación más específica se enmarca en el ámbito del testimonio. Nos lo recordaba Pablo VI: «La Iglesia no podria prescindir de estos testigos excepcionales de la trascendencia del amor de Cristo, ni el mundo podría dejar sin daño suyo apagar estas luces que anuncian el Reino de Dios con una libertad que no conoce obstáculos» 94.

Pero no cualquier manera de vivir la vida religiosa tiene el mismo valor evangelizador en la sociedad actual. Los hombres de hoy descubrirán el valor evangelizador de vuestra virginidad, si ven que no es aislamiento cómodo y egoísmo estéril, sino capacidad más amplia para el servicio desinteresado y el amor gratuito. Descubrirán el valor evangelizador de vuestra pobreza, si constatan que no es simplemente una manera diferente de organizaros la vida, sino solidaridad real y liberación para estar junto a los más pobres. Entenderán el valor evangelizador de vuestra obediendia, si ven que no es pérdida de personalidad, iniciativa o creatividad, sino búsqueda exigente de la voluntad de Dios: el bien del hombre.

Nuestras Iglesias diocesanas necesitan vuestro testimonio individual y comunitario de entrega radical a Dios y servicio incondicional a los hombres y mujeres de hoy. Os queremos recordar, que junto con vuestra predilección por los pobres en esta sociedad indiferente y descreída, vosotros estáis llamados, sobre todo, desde esa vida vuestra, sólo inteligible desde la trascendencia y utopía del Reino, a despertar en las personas el sentido de Dios, el gusto por la oración, la necesidad de vida interior, el anhelo de vida eterna. Vuestra presencia en las parroquias es necesaria para despertar y reconstruir la experiencia religiosa. Por otra parte, ¡cuánto podéis aportar hoy las comunidades contemplativas a la evangelización, si sabéis unir a vuestro testimonio de vida consagrada la oración y la alabanza a Dios, la acogida sencilla y cordial a quienes se os acercan buscando «a tientas» al verdadero Dios!

- El compromiso de los seglares

83. No somos todavía conscientes de la anomalía que representa el que muchos cristianos, incluso practicantes, ni siquiera sospechen que están llamados a extender el Evangelio. Cambiaría totalmente el rostro de nuestras comunidades si los cristianos convencidos descubrieran que «la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado» 95.

Es urgente que en las asambleas litúrgicas y en los grupos cristianos se recuerde esta vocación apostólica, y se ayude a los seglares a recuperarla y ser fieles a ella mediante compromisos y acciones de carácter directamente evangelizador. Por otra parte, en los procesos catequéticos no se ha de olvidar que el objetivo de una catequesis completa ha de ser también conseguir verdaderos testigos y comunicadores de la fe. Pedimos a los Secretariados diocesanos que, desde este criterio, revisen los procesos, métodos, enfoques y clima de las catequesis de jóvenes v adultos.

- La familia

84. La Familia actual se ha ido vaciando en pocos años del contenido religioso y cristiano que ha tenido entre nosotros. Hoy, por lo general, la familia no es una «escuela de fe», sino un lugar donde se transmite de padres a hijos indiferencia v silencio religioso. Y, sin embargo, la familia de padres cristianos puede y debe ser «un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia» 96. A pesar del cambio profundo del clima familiar, la familia sigue siendo un lugar privilegiado para la comunicación entre las generaciones, para la expansión y desarrollo de la persona y también, por tanto, para la transmisión de la fe.

2. Desarrollar la parroquia como comunidad evangelizadora

85. Donde sólo hay una agrupación religiosa rutinaria es prácticamente imposible la tarea evangelizadora. Por eso, uno de nuestros primeros objetivos ha de ser entender y desarrollar la parroquia como comunidad viva, sujeto de la acción evangelizadora. Pensamos, como es natural, en una parroquia abierta e integradora donde todos los cristianos, los diferentes grupos, las comunidades religiosas, los movimientos y asociaciones colaboran en un proyecto evangelizador común.

En una parroquia así tienen también cabida las personas y los grupos apostólicos que, en la modalidad de «movimientos especializados» u otras formas reconocidas por la Iglesia, sirven a la evangelización en los diversos ambientes. Las múltiples formas de relación personal o institucional que se dan en estos ambientes, pueden ofrecer la base a una presencia misionera que posibilite el anuncio del Evangelio y haga eficaz su fuerza liberadora.

- La conversión de fondo

86. Son bastantes las parroquias que siguen su marcha sin lograr romper la inercia pastoral. Por diversas razones, no tienen fuerza para reaccionar ante los retos del momento presente. Sin embargo, son más las que ensayan experiencias y tantean nuevos cauces para potenciar la evangelización.

Puede ser el momento en que nuestras parroquias se planteen de manera clara y decidida un objetivo: la conversión pastoral hacia la evangelización. Se trataría de vivir una experiencia de conversión eclesial donde tendría su lugar la revisión pastoral de la parroquia y la concreción de los cambios necesarios, pero donde serfa más importante y anterior la escucha del mandato misionero de Cristo, la invocación al Espíritu, el descubrir juntos la misión evangelizadora de la parroquia y el compromiso gozoso de cada uno. En nuestras parroquias tiene que suceder «algo» para que se desencadene un dinamismo nuevo: la irrupción del Espíritu del Primer Evangelizador. No hemos de pretender que esta experiencia sea inicialmente compartida por muchos. Si quiere ser intensa y comprometida, será de pocos. En algunos lugares nada de esto será posible si las parroquias no se ayudan mutuamente y comparten sus experiencias dentro de un mismo arciprestazgo o zona pastoral. Esta Carta Pastoral os puede servir para la reflexión y sensibilización 97.

- Proyecto misionero

87. Esta conversión pastoral se tiene que plasmar en un proyecto misionero, sencillo, pero concreto, donde aparezca con claridad el nuevo rumbo que quiere tomar la parroquia. No se trataría de hacer una actividad más, sino de elaborar un proyecto con el que se quiere iniciar, de manera modesta pero decidida, una nueva etapa en la historia de la parroquia. Para ello, puede ser útil implicar en su preparación, ejecución y evaluación a los diversos miembros, grupos y servicios de la comunidad Parroquial.

Este proyecto debería ser reflejo de una parroquia que, en adelante, quiere trabajar como un verdadero centro de misión en aquel lugar. Por ello, en el proyecto se plasmaría: a quiénes en concreto se siente enviada la parroquia; las acciones dirigidas a sectores alejados; el desarrollo del testimonio individual y comunitario, la potenciación de una «catequesis evangelizadora»; la evangelización de los jóvenes; el desarrollo de compromisos de carácter humanizador; la solidaridad con los necesitados.

- El Consejo Pastoral para la misión

88. Un paso muy concreto y necesario para el impulso renovador de una parroquia es la creación del Consejo Pastoral cuyo objetivo más importante sea impulsar la misión evangelizadora de la parroquia. No se trata de un organismo que se establece para organizar un poco mejor lo que ya se viene haciendo, sino de un equipo que asume con convicción la tarea de ir despertando la conciencia misionera de la parroquia y de irla poniendo de cara a su quehacer evangelizador.

Los Consejos Pastorales parroquiales no están todavía debidamente arraigados en nuestras diócesis. De ahí la necesidad, tal vez, de pensar en encuentros de Consejos Pastorales dentro de las zonas o a nivel diocesano, para ir compartiendo experiencias e ir consolidando su funcionamiento.

3. Impulsar el anuncio y la catequesis misionera

89. En una sociedad supuestamente cristiana es normal que la catequesis de los niños polarice fuertemente la atención de la parroquia, pues son ellos los únicos que, se considera, no conocen la fe. En una sociedad como la actual, este planteamiento catequctico requiere una profunda revisión. No se trata de descuidar la atención a los niños —en muchos de ellos hay que despertar la fe y la experiencia religiosa que no han conocido en su hogar—, pero es necesario ampliar el horizonte de los servicios catequéticos de la parroquia.

- La catequesis de adultos

90. De la misma manera que nuestras parroquias han implantado la catequesis infantil, con su proceso, sus métodos y su estructura de catequistas, hemos de dar pasos concretos para establecer la catequesis de iniciación cristiana para adultos como un servicio permanente en cada parroquia.

Se trataría de un proceso abierto a cristianos de fe vacilante (practicantes o no), orientado a suscitar un proceso de conversión y con elementos dirigidos a despertar una fe más personalizada, más vivida y experimentada, mejor compartida en la comunidad, más encarnada en el mundo y más confesante. Los primeros pasos serán modestos. Nos faltan catequistas. No sabemos convocar. Necesitamos aprender métodos nuevos. Pero no dudamos de que éste es un objetivo claro que ha de perseguir toda parroquia responsable de cara al futuro.

- La evangelización de los jóvenes

91. La pastoral evangelizadora tiene que dirigirse también a las nuevas generaciones, sin dar por supuesto que son cristianas o que pueden iniciarse por si mismas a la fe. Si no logramos llevar el anuncio cristiano hasta esos jóvenes, muchos de ellos quedarán para siempre sin Evangelio.

Conocemos todos los esfuerzos y experiencias que venís haciendo en no pocas parroquias en torno al sacramento de la Confirmación. Es el momento de recoger esa experiencia, revisar los resultados e incidir con nuevo entusiasmo en lo esencial. Es el momento tambien de dejar a un lado recelos o malentendidos y aunar esfuerzos, parroquias y escuelas cristianas, catequistas y educadores, con un objetivo común: evangelizar a los jóvenes.

Por nuestra parte, os proponemos tres objetivos precisos para impulsar esa evangelización: Concentrar los esfuerzos en una llamada clara y explícita a la conversión a Jesucristo: en algún momento han de tomar los jóvenes la decisión fundamental que oriente su vida en una dirección cristiana o no. Introducir de manera más efectiva la experiencia religiosa (oración, escucha de la Palabra, testimonio de otros creyentes, Eucaristía, interiorización del Padre nuestro): al joven posmoderno no se le evangeliza sólo con una proposición de verdades cristianas. Iniciarlos en la Eucaristía de la comunidad y facilitarles su participación en la celebración cristiana del domingo: sin una vinculación a la comunidad cristiana, su fe no logrará enraizarse.

También los centros escolares no confesionales, sean públicos o de iniciativa social, ofrecen una plataforma importante y válida para realizar el anuncio cristiano a los jóvenes que libremente así lo deseen. Hemos de ser conscientes de que, para muchos de estos jóvenes, en las actuales circunstancias, tales centros pueden ser el medio casi único de entrar en comunicación con el mensaje cristiano y de tener acceso a la fe. Queremos, por ello, animar a cuantos educadores prestan este servicio a la evangelización, para que sigan realizándolo con ilusión a pesar de las grandes dificultades con que frecuentemente tropiezan.

- El anuncio a los alejados

92. Hemos de ir aprendiendo y experimentando poco a poco encuentros con personas alejadas donde sea posible una presentación explícita, sencilla, testimonial de la fe cristiana. No hemos de pensar en cosas complejas. Los primeros pasos serán modestos y se moverán, sobre todo, en el terreno del diálogo, la escucha sincera, el testimonio y la narración de la propia fe. En este sentido os animamos a que sigáis cuidando y mejorando el encuentro evangelizador con personas alejadas que se acercan a la parroquia (contactos con padres con ocasión del Bautismo o primera comunión de sus hijos, novios indiferentes que piden recibir el matrimonio, funerales de personas alejadas...). También puede ser oportuno otro tipo de contactos como reuniones domésticas, visitas evangelizadoras, invitaciones a Jornadas dedicadas al anuncio intensivo del Evangelio, encuentros de familias jóvenes.

La experiencia de estos contactos nos enseñará a dar nuevos pasos de manera más sistemática. Pensamos, sobre todo, en procesos para grupos reducidos, con el nombre de catecumenado o sin él, con métodos y espíritu diferentes a los catequéticos, en actitud de escucha sincera de sus planteamientos, formulando las preguntas que ningún ser humano debe eludir, deshaciendo prejuicios y experiencias negativas, despertando la conversión a Jesucristo.

- La preparación de catequistas evangelizadores

93. Todo lo que venimos diciendo exige, ante todo, prepararnos nosotros mismos y preparar catequistas al servicio de la evangelización: cristianos convencidos, que han descubierto su vocación misionera y se capacitan para evangelizar al hombre de hoy. La formación de estos catequistas evangelizadores es decisiva: de ellos depende, en buena parte, el giro catequctico que han de dar nuestras parroquias hacia la evangelización. Por eso os pedimos y animamos a los teólogos y a los Centros Teológicos de nuestras diócesis, a los Institutos de Pastoral, a los Secretariados diocesanos de Catequesis, que asumáis como una tarea primordial en estos momentos esta formación de catequistas evangelizadores. Ayudadles a tener una visión clara del anuncio cristiano en sus contenidos fundamentales (Kerigma apostólico), enseñadles a captar los puntos de encuentro entre las necesidades del hombre moderno y las respuestas que se ofrecen desde la fe, iniciadlos en nuevos lenguajes para proponer fielmente el mensaje perenne de la fe de manera más comprensible y aceptable por los hombres y mujeres de hoy. Puede ser vuestra aportación más eficaz a la evangelización.

4. Potenciar la fuerza evangelizadora de la celebración cristiana

94. La liturgia exige una previa evangelización.

Celebran la fe los que ya son creyentes. «Antes de que los hombres puedan acceder a la liturgia, es necesario que sean llamados a la fe y a la conversión» 98. Por eso, es precisamente en esos momentos de la celebración cristiana cuando actuamos suponiendo más la fe de cuantos participan en la asamblea. Pero lo cierto es que hoy en nuestras celebraciones litúrgicas están también presentes cristianos de fe muy débil o apagada e, incluso, personas alejadas de la fe o no evangelizadas por nadie (funerales, bodas...).

Esto significa que hemos de aprender a presidir y celebrar la liturgia en clave más evangelizadora. No se trata de desvirtuar la celebración ni de instrumentalizarla para fines extraños a la misma, sino de cuidar que esas celebraciones puedan ser anuncio evangelizador.

- Liturgia en clave evangelizadora

95. Ante todo, hemos de diferenciar bien las diversas situaciones, pues no podemos plantearnos de la misma manera la celebración de la fe cuando la asamblea está compuesta por creyentes convencidos, cuando se trata de practicantes rutinarios o cuando muchos de los asistentes son gentes alejadas de la fe.

Cuando se trata de practicantes rutinarios, es desevangelizador seguir alimentando esa rutina con una celebración lánguida y apagada donde la escucha del Evangelio y la comunión eucarística han perdido toda su fuerza interpeladora. Las parroquias y centros de culto tienen que estudiar detenidamente esas celebraciones masivas y ver qué elementos hay que introducir para que resuene en ellas el anuncio del Evangelio: contenido de la predicación, llamada a la primera conversión a Dios, estilo interpelador de las moniciones, silencios significativos, selección de cantos... Una pastoral evangelizadora nos está exigiendo introducir en esas celebraciones una mejora que es posible y puede tener en no pocos una eficacia evangelizadora Por otra parte, hay un dato que no hemos de menospreciar: muchas personas alejadas asisten varias veces a lo largo del año a celebraciones cristianas por razones de vínculos familiares o sociales. Algunas se sienten incómodas y extrañas, otras indiferentes, la mayoría en actitud de respeto. Estamos convencidos de que una celebración vivida de manera auténtica, con una participación sentida por parte de los creyentes, puede tener un impacto evangelizador más fuerte que muchas palabras. No olvidemos en esas celebraciones que «el Espíritu Santo, agente principal de la evangelización, es quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de salvación» 99. Nuestra tarea es preparar con esmero la celebración, extremar la acogida, potenciar la fuerza expresiva de los signos y los gestos, intensificar la participación interna y externa del núcleo de creyentes, cuidar el lenguaje, la homilía, las moniciones y los cantos de manera que conecten con la sensibilidad del hombre alejado y le ayuden a abrirse a Dios.

- La Eucaristía dominical

96. No hemos de descuidar las posibilidades evangelizadoras de la Eucaristía dominical. Según el Concilio Vaticano II, ella es «la fuente y la cumbre de toda evangelización» 100. Esa celebración de la Eucaristía, si es confesión gozosa de la fe en el Resucitado y se cuida la escucha viva de la Palabra, la comunión con Cristo, la profesión responsable del credo, la invocación sincera a Dios, la asamblea fraterna, se convierte en la experiencia religiosa más fundamental de la parroquia, que va creando poco a poco un estilo de comunidad más consciente de su fe, más gozosa y más capaz de testimonio evangelizador.

Domingo tras domingo se van celebrando estas eucaristías en las parroquias y comunidades de nuestras diócesis. ¿Por qué no se convierten en fuente de misión evangelizadora? También aquí hemos de sentir nuestra responsabilidad. Nos hemos habituado a celebrar la Eucaristía sin recordar el mandato evangelizador. Nuestras eucaristias nos «congregan» en asamblea pero no nos «disgregan» hacia la evangelización. Por eso, hemos de preguntarnos qué les falta a esas eucaristías para impulsar la misión: recuerdo del compromiso de cada cristiano, propuesta de campos concretos de acción, consignas misioneras, sensibilización de los padres sobre su responsabilidad educadora...

- Responsabilidad de los sacerdotes

97. Los sacerdotes sabemos que nuestra actuación es decisiva a la hora de preparar la celebración, animar la asamblea y presidir la liturgia. Os animamos a concretar hoy vuestra responsabilidad en un triple compromiso: dedicar más tiempo a preparar las celebraciones, en especial aquellas a las que sabemos acudirá gente alejada; cuidar esa preparación desde una preocupación evangelizadora; orientar nuestra predicación en una línea más misionera, de anuncio fundamental del mensaje cristiano, expuesto de manera sencilla y clara, orientada a despertar la fe y la conversión en conciencias atrapadas por las dudas, los prejuicios o la indiferencia.

5. Promover el compromiso humanizador

98. En una sociedad como la nuestra, la credibilidad del anuncio cristiano, lo hemos dicho ya, no depende sólo de palabras pronunciadas con fe y repetidas con insistencia. Son necesarios los gestos que hagan más creíble el mensaje. De alguna manera, deberíamos poder decir también hoy las palabras de Jesús: Si no me creéis a mí, al menos creed por las obras 101.

La pastoral que queremos impulsar carecería, en buena parte, de su fuerza evangelizadora si la redujéramos a proclamación de un mensaje.

- El compromiso humanizador de la comunidad

99. En general, la pastoral que se desarrolla en nuestras parroquias tiende a privilegiar el anuncio doctrinal, la palabra, la catequesis. Descuida más los gestos, los signos, los hechos que introducen en la sociedad el Reino de Dios y su justicia. Una pastoral evangelizadora pide entender y desarrollar la parroquia como «fermento de nueva humanidad» allí donde está implantada.

Nuestras Iglesias y nuestras comunidades cristianas tienen que desarrollar más una pastoral de gestos evangelizadores que hagan más creíble su mensaje. Los campos de actuación pueden ser diversos. Os sugerimos algunos: defensa de la vida y de los derechos humanos de las personas; búsqueda sincera de convivencia pacífica; creación de un clima más propicio para la paz; gestos de reconciliación y perdón; acciones dirigidas a despertar la conciencia ciudadana ante injusticias y problemas diversos; signos de austeridad ante el consumismo; solidaridad con el Tercer Mundo; colaboración en la misión evangelizadora universal.

- Junto a los «nuevos pobres»

100. Pero no hemos de olvidar el signo evangelizador por excelencia: el amor servicial a los pobres y marginados. Nuestra evangelización no sería fiel a Jesús si lo que promovemos y vivimos hoy en nuestras parroquias y comunidades no puede ser leído como Buena Noticia de Cristo por estos pobres concretos que viven entre nosotros. La variedad y complejidad de las formas de pobreza que genera la vida moderna es grande. Por otra parte, la crisis económica está provocando nuevas situaciones de desamparo y necesidad. Los rostros concretos de los «nuevos pobres» completan una lista larga y creciente: parados hundidos en el empobrecimiento progresivo, ancianos desatendidos, jóvenes drogadictos y desarraigados, extranjeros rechazados, transeuntes inadaptados, enfermos mal atendidos, personas solas y depresivas, parejas rotas. Toda esta realidad no nos ha de hacer olvidar que estamos hablando de evangelización en un área privilegiada desde donde es fácil ignorar a los más pobres y desfavorecidos de la Tierra.

En esta sociedad que se va escindiendo cada vez más en sectores seguros e instalados y sectores excluidos y marginados, la nueva evangelización no puede olvidar a los «nuevos pobres». Una pastoral evangelizadora ha de poner a estos pobres en el centro de la atención y del amor fraterno de la comunidad cristiana.

Por eso, los que colaboráis en Cáritas, Pastoral de la Salud, Pastoral Penitenciaria, o trabajáis en diferentes formas de voluntariado y otros servicios humanitarios, no os debéis sentir apartados de la tarea evangelizadora. Al contrario, tenéis que saber que sois vosotros precisamente los que habéis de ayudar a que crezca el signo más evangelizador de los cristianos: el amor efectivo al pobre y al necesitado.

A vosotros se os pide revitalizar vuestro trabajo e intensificar vuestra acción, promoviendo iniciativas y compromisos que hagan crecer en nuestras Iglesias la solidaridad cristiana. Vuestro campo de acción es amplio: ayuda al parado y su familia, rehabilitación de toxicómanos, atención domiciliaria a ancianos, cercanía a los enfermos más necesitados y desasistidos, defensa y acogida a los extranjeros, lucha contra la soledad e incomunicación, servicio a los encarce]ados, defensa de la mujer maltratada...

- El compromiso de los seglares en la sociedad

101. No hemos de olvidar que es el seglar, convertido por el Evangelio, el que, en medio de la sociedad, «es a la vez testigo e instrumento vivo, de la misión de la Iglesia misma» 102. El contar en nuestras diócesis con un número muy elevado de seglares tomando parte activa en los servicios y estructuras internas de la Iglesia, no nos ha de llevar a minusvalorar o descuidar la presencia y la acción de los cristianos en las estructuras y el dinamismo de la vida social.

Al contrario. Una Iglesia que toma nueva conciencia de su misión evangelizadora en medio del mundo ha de enviar a los seglares a realizar su tarea evangelizadora precisamente en medio de la sociedad. «Es ahí donde Dios los llama a realizar su función propia, dejándose guiar por el Evangelio para que, desde dentro, como el fermento, contribuyan a la santificación del mundo» 103.

Hace unos años, los Obispos señalábamos cuatro campos importantes para esta presencia del seglar en la sociedad actual: la familia; la escuela y el mundo de la cultura; el mundo del trabajo y de las actividades profesionales; el campo de la política 104.

Queremos también urgir, de manera especial, vuestra presencia y participación activa en el proceso pacificador de nuestra sociedad.

Una pastoral evangelizadora ha de atender con solicitud este quehacer de los seglares «al que no podría renunciar sin parcializar y deformar el alcance y contenido de su misión evangelizadora 105. Por ello, nuestras parroquias y comunidades cristianas han de alentar este compromiso de los seglares ayudándoles a descubrir su sentido religioso y su valor evangelizador, ofreciéndoles criterios de actuación y fortaleciendo la comunión eclesial en medio de «la legítima pluralidad de opiniones temporales discrepantes 106

CONCLUSIÓN

102. Al concluir esta Carta Pastoral que nos convoca de nuevo a todos a la tarea evangelizadora, no olvidamos que «no habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu» 107. Por muy generosos que sean nuestros esfuerzos y muy acertados los cambios que introduzcamos en la labor pastoral, nunca podrán reemplazar «la acción discreta del Espíritu» 108. El es «el agente principal de la evangelización» 109 y sólo escuchando su llamada podremos cumplir nuestra misión.

No podemos conocer el futuro de nuestro pueblo. Pero sabemos que la fe y la vida cristiana podrán también crecer y enraizarse en las nuevas condiciones sociales y culturales de los años venideros. Lo que a nosotros se nos pide hoy es impulsar nuestra acción pastoral hacia una Iglesia más evangélica y evangelizadora. Por eso, os invitamos a todos a leer esta Carta escuchando desde dentro la llamada del Espíritu: «¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís 110.

Que María, Madre del Primer Evangelizador, que, con el testimoriio de su fe total en la Palabra de Dios y su actitud de servicio, supo llevar la Buena Nueva de su Hijo a su prima Isabel 111, inspire y sostenga nuestra tarea evangelizadora.

Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria 3 de abril de 1994 Pascua de Resurrección

Fernando, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela Luis María, Obispo de Bilbao José María, Obispo de San Sebastián José María, Obispo de Vitoria


68 Juan Pablo II, Discurso del V Centenario de la Evangelización (Veracruz, mayo 1990).
69. Hch 10,38.
70. Mc 3, 8.
71. Pablo Vl, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, n. 15
72. Cfr. Rm 10, 14.
73. Juan Pablo II, Carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales de Europa (2-1-1986). n. 6.
74. Ver nuestra Carta Pastoral Creer en tiempos de increencia (Cuaresma-Pascua, 1988), no. 72-73, en Al servicio de la Palabra, pp. 709-710.
75. Jn 14,6.
76. Ver, sobre todo, la Exhortación apostólica de Juan Pablo II, Veritatis splendor.
77. Cfr. 1 Co 8, 5-6
78. Pablo Vl, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, n. 24.
79. Ad gentes, n. 21.
80. Ver nuestra Carta Pastoral Creer en tiempos de increencia (Cuaresma-Pascua, 1988), n. 65, en Al servicio de la Palabra, p. 705.
81. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Redemptor hominis, n. 13.
82. Sínodo de los Obispos 1971, La justicia en el mundo, Introducción
83. Juan Pablo II, Homilía durante la celebración de la Palabra en Viedma (Argentina) (7-lV-1987), n. 3, en Ecclesia 2.317 (1987), p. 637.
84. Ver nuestra Carta Pastoral Los pobres: una interpelación a la Iglesia (Cuaresma-Pascua, 1981), en Al servicio de la Palabra, pp. 256-300.
85. Ver Congreso: Evangelización y hombre de hoy (Madrid, 1986), p. 542.
86. Mc 9, 24.
87. Ef 2, 12.
88. Pablo Vl, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, n. 46.
89. Felicidad y fe cristiana. Estudio del Consejo Pontificio para el diálogo con los no creyentes, Herder (Madrid, 1992).
90. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Christifideles laici, n. 34.
91. La Iglesia, comunidad evangelizadora (Cuaresma-Pascua, 1983), en Al servicio de la Palabra, pp. 357-406.
92. Congreso: Parroquia evangelizadora. Edice (Madrid. 1989), p. 163.
93. Pablo Vl, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, n. 68.
94. Pablo Vl, Exhortación apostólica Evangelica testificatio, n. 3.
95. Apostolicam actuositatem, n. 2.
96. Pablo Vl, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, n. 71.
97. Puede servir también la obra Congreso: Parroquia evangelizadora, Edice (Madrid, 1989).
98. Sacrosanctum Concilium, n 9.
99. Pablo Vl, Exhortación apostólica, Evangelii nuntiandi, n. 75.
100. Presbyterorum Ordinis, n. 5.
101. Cfr. Jn 10, 38.
102. Lumen gentium, n. 33.
103. Ibid., n 31.
104. Los católicos en la vida pública. Instrucción pastoral de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, no. 150-171.
105. Ibid., n. 175.
106. Gaudiam et spes, n. 75.
107. Pablo Vl, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, n. 75.
108. Ibid.
109. Ibid.
110. Ibid., n. 76.
111. Lc 1, 41-45