DISCURSO
En el 90° aniversario de la fundación del seminario teológico
"San Pío X" de Catanzaro, lunes 18 de marzo
Con ocasión del 90° aniversario de la fundación del seminario teológico regional "San Pío X" de Catanzaro (Italia), el Santo Padre recibió en audiencia, el lunes 18 de marzo, a esa comunidad, encabezada por el arzobispo, mons. Antonio Cantisani, y el rector, varios obispos y los superiores del centro. Juan Pablo II en su discurso recordó, entre otras cosas, la visita que había hecho a ese seminario el 6 de octubre de 1984. He aquí sus palabras.
Venerados hermanos en el
episcopado y el sacerdocio; amadísimos seminaristas:
1. Gracias por esta visita,
que habéis querido hacerme con ocasión de las celebraciones del 90°
aniversario de la fundación de vuestro seminario. Gracias por el afecto con que
habéis expresado vuestra adhesión al Sucesor de Pedro.
Saludo con profunda gratitud a monseñor Antonio Cantisani, que con sus palabras
ha querido hacerse intérprete de los sentimientos de sus hermanos en el
episcopado. También doy las gracias al rector del seminario, que ha hablado en
nombre de los superiores y de todos los presentes.
Esta visita me brinda la ocasión
de continuar el diálogo que comenzamos el 6 de octubre de 1984, cuando fui a
visitar personalmente vuestra casa, el seminario regional San Pío X de
Catanzaro. De aquel encuentro, aunque lejano en el tiempo, conservo un recuerdo
vivo y agradable. Fue para mí un momento particularmente intenso. Entonces tuve
la ocasión de meditar junto con los sacerdotes y los seminaristas de Calabria
sobre la gracia de la llamada divina, que compromete constantemente a
convertirse en iconos vivos del buen Pastor en medio de su pueblo.
Un
diálogo ininterrumpido
2. Al recibir como regalo el primer ejemplar de vuestra "Regla de
vida", he descubierto con alegría que el diálogo de fe, iniciado durante
aquel encuentro, no se ha interrumpido jamás. En efecto, el discurso que dirigí
entonces a los seminaristas ha llegado a ser casi un "portal" que
introduce en el proyecto formativo de vuestra comunidad, confirmando la comunión
que desde los comienzos os une al Papa.
¡Cómo no recordar en esta circunstancia a mi venerado
predecesor san Pío X que, con corazón paterno y generoso, quiso erigir un
centro de formación altamente cualificado para el futuro clero de
Calabria! ¡Cómo no recordar los innumerables signos de predilección
que dispensó a la incipiente institución, interesándose personalmente por la
compra del terreno, el proyecto y la construcción del edificio, y ofreciendo
además, con la constitución apostólica
Esa predilección prosiguió solícitamente en la obra de sus Sucesores y, particularmente, del siervo de Dios Papa Pío XII, el cual, tras el funesto incendio de septiembre de 1940, al reconstruir en 1954 el seminario, se convirtió prácticamente en su segundo fundador.
La excelente relación entre el
Sucesor de Pedro y vuestro centro de formación tiene en este encuentro una
valiosa ocasión para reforzarse y constituir un renovado e influyente factor de
la calidad de la formación espiritual y teológica de los futuros sacerdotes en
Calabria.
Una
escuela de fe
3. "Vosotros, ¿quién decís que soy yo?" (Mt 16, 13). Esta es la pregunta que Jesús formula a
aquellos "seminaristas" muy particulares, que fueron los Apóstoles.
Esta misma pregunta os la hace a cada uno de vosotros, llamados a ser los
evangelizadores de la tierra de Calabria. En efecto, ¿no es el seminario una
escuela de fe, en la que se aprende a ofrecer a Jesús con el corazón, la
inteligencia y la vida, la respuesta que él espera de los "suyos"? El
apóstol san Pedro expresó de modo inigualable esa respuesta con las palabras:
"Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16).
"Sobre todo hoy, en una sociedad marcada por el
fenómeno de la secularización, es necesaria claridad de propósitos y firmeza
de voluntad, que se obtienen directamente en las fuentes genuinas del Evangelio.
(...) Cuanto más se descristianiza el mundo, más aquejado está por la
incertidumbre o la indiferencia, más necesidad tiene de ver en la persona de
los sacerdotes esta fe radical, que es como un faro en la noche o la roca en la
que se apoya" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 4
de noviembre de 1984, p. 11). Estas palabras, que dirigí a los sacerdotes
calabreses durante el citado encuentro, siguen siendo actuales e impulsan a
comprometerse en una formación que debe tener como finalidad primera e
irrenunciable la renovada y radical adhesión a Cristo por parte de los
candidatos al sacerdocio. En efecto, la apuesta formativa del seminario depende
totalmente de la capacidad de ofrecer a los jóvenes un itinerario real y
comprometedor de fe que, sin dar nada por descontado, los capacite para acoger
en la verdad el misterio de la persona de Jesús, es decir, para reconocer en él
al Hijo de Dios vivo y al Señor de la historia, y seguirlo cada vez más
generosamente "en el camino a Jerusalén".
Una
intensa experiencia de encuentro y contemplación
4. El episodio de Cesarea de Filipo, que nos transmitieron los evangelistas
san Mateo y san Lucas, y la Tradición viva de la Iglesia nos recuerdan que
"a la contemplación plena del rostro del Señor no llegamos sólo con
nuestras fuerzas, sino dejándonos guiar por la gracia. Sólo la experiencia del
silencio y de la oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y
desarrollarse el conocimiento más auténtico, fiel y coherente de aquel
misterio, que tiene su expresión culminante en la solemne proclamación del
evangelista san Juan: "Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre
nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo
único, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 14)" (Novo millennio ineunte, 20).
No podemos menos de ver en estas sugerencias la invitación a hacer del seminario el "lugar del silencio" y la "casa de la oración", donde el Señor sigue llamando a los "suyos" a "un lugar apartado" (cf. Lc 9, 18) para vivir una intensa experiencia de encuentro y contemplación. Por este camino quiere prepararlos para que sean "maestros de la fe" y "educadores del pueblo de Dios en la fe", y valerse de ellos para "proclamar con autoridad la palabra de Dios", "reunir al pueblo de Dios que estaba disperso", alimentarlo con los sacramentos, signos eficaces de la acción de Cristo, "ponerlo en el camino de la salvación" y conservarlo en la unidad, es decir, "animar sin cesar a esta comunidad reunida en torno a Cristo, siguiendo la línea de su vocación más íntima" (Evangelii nuntiandi, 68).
En este ámbito, el estudio se transforma en momento
irrenunciable de un itinerario pedagógico orientado a la educación en una fe
viva y operante por medio de la caridad, instrumento privilegiado de un
conocimiento sapiencial y científico capaz de fundar y consolidar todo el
edificio de la formación espiritual y pastoral de los futuros presbíteros.
Estos deben prepararse para vivir la caridad pastoral como expresión de su fe
en Cristo, que da su vida por la Iglesia (cf. Ef 5, 25-27), como
modalidad de misión universal (cf. Mt 28, 18-20) y como respuesta plena
a la caridad del Señor (cf. Jn 21, 15-20), juntamente con sus hermanos
del presbiterio, bajo la guía del obispo.
Perspectiva
cristológica
5. El vínculo cristológico, rasgo fundamental de la identidad del presbítero,
y su pertenencia al único presbiterio de la diócesis, a cuyo servicio está
asignado bajo la dirección de su obispo (cf. Presbyterorum ordinis, 8), son elementos
fundamentales que deben marcar la formación de los seminaristas.
Esta deberá llevar a los candidatos a valorar cada una de sus acciones en referencia a Cristo y a considerar su pertenencia al único presbiterio como dimensión previa de la actuación pastoral y testimonio de comunión, indispensables para servir eficazmente al misterio de la Iglesia y a su misión en el mundo.
A partir de estas
perspectivas comprenderemos el período de la formación en el seminario como un
tiempo especial de silencio y espera, de pobreza y comunión, de búsqueda de
Dios y amor a los hermanos, especialmente a los últimos, haciendo de la
comunidad del seminario una expresión privilegiada de la Iglesia, "germen
y comienzo" en la tierra del reino de Cristo y de Dios (cf. Lumen
gentium, 5).
El
ejemplo de san José
6. Queridos seminaristas, nuestro encuentro se celebra en la víspera de la
solemnidad de san José, esposo de la Virgen y custodio del Redentor, el cual
resplandece en la Iglesia por su singular vocación vivida en el silencio, en la
búsqueda atenta del designio amoroso de Dios y en la dedicación total a
Cristo. Él, que estuvo cerca de Jesús en los años de su vida oculta en
Nazaret, os ayude a descubrir cada día el valioso tesoro del amor de Cristo,
convirtiéndoos en heraldos gozosos de su Evangelio.
Con estos deseos, encomiendo vuestros generosos propósitos
y vuestras expectativas a la protección materna de la Virgen santísima, de su
castísimo esposo y de todos los santos que han marcado el camino de fe de la
amada Calabria, y con gran afecto imparto a todos una especial bendición apostólica.