Vuestro ministerio del altar es un auténtico servicio santo

 

Queridos hermanos y hermanas; queridos jóvenes: 

1. La plaza de San Pedro es hoy la plaza de la juventud. Hace casi un año, en el corazón del gran jubileo del año 2000, aquí fueron solícitamente acogidos los jóvenes procedentes de todo el mundo que vinieron para la celebración de la Jornada mundial de la juventud. Hoy esta plaza, en la que tiene lugar la milésima audiencia general desde que la Providencia divina me ha llamado a ser Sucesor del apóstol san Pedro, se abre a los miles de muchachos y muchachas que han acudido de toda Europa en peregrinación a la tumba del Príncipe de los Apóstoles.
Queridos monaguillos, ayer habéis cruzado en una larga procesión la plaza de San Pedro para llegar hasta el altar de la Confesión de la basílica. Así, en cierto modo, habéis prolongado el camino que los jóvenes del mundo comenzaron durante el Año santo. El lema de vuestra peregrinación a la ciudad eterna, "En camino hacia un mundo nuevo", es signo de vuestro deseo de tomaros en serio la vocación cristiana.

2. Os saludo muy cordialmente, queridos muchachos y muchachas, y me alegro de celebrar este encuentro. En particular, agradezco a monseñor Martin Gächter, obispo auxiliar de Basilea y presidente del Coetus internationalis ministrantium, las cordiales palabras que me ha dirigido en vuestro nombre.

Saludo con particular alegría a los monaguillos de los países de lengua alemana, que constituyen el grupo más numeroso. Es hermoso que tantos jóvenes cristianos hayan venido de Alemania.

Vuestro ministerio del altar no sólo es un deber, sino también un gran honor, un auténtico servicio santo. A propósito de este servicio, deseo proponeros algunas reflexiones.

El hábito del monaguillo es particular. Recuerda el traje que cada uno usa cuando, en nombre de Cristo, es acogido en la comunidad. Me refiero al hábito bautismal, cuyo significado profundo expone san Pablo:  "En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo" (Ga 3, 27).

Vosotros, que ahora lleváis el hábito de monaguillo, habéis recibido antes el traje bautismal. Sí, el bautismo es el punto de partida de vuestro "auténtico ministerio litúrgico", que os sitúa al lado de vuestros obispos, sacerdotes y diáconos (cf. Sacrosanctum Concilium, 29).

3. El monaguillo ocupa un lugar privilegiado en las celebraciones litúrgicas. Quien desempeña el servicio durante la misa, se presenta a una comunidad. Experimenta de cerca que en cada acción litúrgica Jesucristo está presente y operante. Jesús está presente cuando la comunidad se reúne para orar y alabar a Dios. Jesús está presente en la palabra de la sagrada Escritura. Jesús está presente, sobre todo, en la Eucaristía, bajo las especies del pan y del vino. Actúa por medio del sacerdote que, in persona Christi, celebra la santa misa y administra los sacramentos.

De este modo, en la liturgia sois mucho más que simples "ayudante del párroco". Sobre todo, sois servidores de Jesucristo, el sumo y eterno Sacerdote. Así, vosotros, monaguillos, estáis llamados en particular a ser jóvenes amigos de Jesús. Esforzaos por profundizar y cultivar esta amistad con él. Descubriréis que habéis encontrado en Jesús a un verdadero amigo para la vida.

4. El monaguillo a menudo sostiene en la mano una vela. Eso nos hace pensar en lo que dijo Jesús en el sermón de la Montaña:  "Vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5, 14). Vuestro servicio no puede limitarse al interior de una iglesia. Debe irradiarse en la vida de todos los días:  en la escuela, en la familia y en los diversos ámbitos de la sociedad, dado que quien quiere servir a Jesucristo en el interior de una iglesia debe ser su testigo por doquier.

Queridos jóvenes, vuestros contemporáneos esperan la verdadera "luz del mundo" (cf. Jn 1, 9). No tengáis vuestro candelero sólo en el interior de la iglesia; por el contrario, llevad la antorcha del Evangelio a todos los que están en las tinieblas y viven un momento difícil de su existencia.

5. He hablado de la amistad con Jesús. Me gustaría que de esta amistad brotara algo más. ¡Qué hermoso sería si alguno de vosotros descubriera la vocación al sacerdocio! Jesucristo tiene necesidad urgente de jóvenes que se pongan a su disposición con generosidad y sin reservas. Además, ¿no podría el Señor llamar también a cualquiera de vosotras, muchachas, a abrazar la vida consagrada para servir a la Iglesia y a los hermanos? También a quienes quieran unirse en matrimonio, el servicio del monaguillo enseña que una auténtica unión debe incluir siempre la disponibilidad al servicio recíproco y gratuito.