MENSAJE "URBI ET ORBI" DEL PAPA JUAN PABLO II AL FINAL DE LA MISA DEL DOMINGO DE RESURRECCIÓN, 15 DE ABRIL DE 2001

En Cristo hemos resucitado todos

El Vicario de Cristo felicitó las Pascuas a todos los pueblos de la tierra en 61 idiomas

El domingo 15 de abril, la Iglesia entera (tanto la de Oriente como la de Occidente) celebró la primera Pascua de la resurrección del Señor del tercer milenio. A las 10.30, Juan Pablo II presidió la misa en la plaza de San Pedro. Como en los años anteriores, los floricultores holandeses regalaron miles de flores con las que se adornaron el altar, el presbiterio, la fachada de la basílica y las escalinatas.
Concelebraron con el Romano Pontífice los cardenales Pio Laghi, protodiácono, prefecto emérito de la Congregación para la educación católica, y Agostino Cacciavillan, presidente de la Administración del patrimonio de la Sede apostólica. Asistieron quince cardenales, numerosos arzobispos, obispos y prelados de la Curia romana. Al pie de la escalinata se hallaban dos escuadrones de las Fuerzas armadas de Italia y de la Guardia Suiza pontificia, acompañados de la banda musical de los Carabineros y de la pontificia, que al final de la ceremonia interpretaron el himno pontificio y el italiano.

La liturgia comenzó con el rito antiguo del "Resurrexit", restaurado ya el año pasado, con ocasión del jubileo. Después del saludo del Vicario de Cristo, dos diáconos mostraron la imagen "acheropita" (no pintada por mano de hombre) del Salvador, muy venerada desde la antigüedad:  se trata de una pintura de los siglos VI-VII, cubierta casi totalmente con plata repujada, que se conserva en la Scala santa y que, según la tradición, reproduce la verdadera imagen de Cristo. El diácono cantó:  "Surrexit Dominus de sepulcro, qui pro nobis pependit in ligno"; la asamblea entonó gozosa el "Aleluya"; el diácono, vuelto hacia el Papa, prosiguió:  "Surrexit Dominus vere et apparuit Simoni", y de nuevo la asamblea entonó el "Aleluya".

Juan Pablo II veneró la imagen e introdujo la celebración. Siguió el rito de la aspersión y el Gloria. La primera lectura se proclamó en castellano, la segunda en inglés, el salmo responsorial y la secuencia en latín y el evangelio en italiano. A continuación, el coro del Pontificio Colegio Ruso de Roma cantó ante el Papa un himno del siglo VI-VII, que en la liturgia bizantina antigua se entonaba ante el Romano Pontífice para celebrar la resurrección de Cristo. La oración de los fieles se hizo en francés, polaco, chino, portugués, alemán, árabe e italiano.

Al terminar la celebración eucarística, ya al mediodía, el Santo Padre, desde el altar, leyó el mensaje "Urbi et orbi", que ofrecemos en esta página. Lo escuchó con gran atención una asamblea de más de cincuenta mil fieles, que llenaban la plaza de San Pedro, la de Pío XII y parte de la vía de la Conciliación; además, fue transmitido en directo por radio y televisión a casi todos los países del mundo.

Antes de impartir la bendición y conceder la indulgencia plenaria, que anunció el cardenal protodiácono Pio Laghi, Su Santidad felicitó las Pascuas a los pueblos de la tierra en 61 idiomas:  italiano, francés, inglés, alemán, español, portugués, holandés, luxemburgués, griego, albanés, rumano, húngaro, checo, eslovaco, croata, esloveno, serbo, serbo-lusacio, búlgaro, macedón, bielorruso, ruso, mongol, ucranio, lituano, letón, estonio, sueco, finlandés, irlandés, romanche, maltés, georgiano, turco, árabe, etiópico-eritreo, hebreo, arameo, armenio, suahili, kirundi y kinyarwanda, malgache, hindi, tamil, malayo, bengalí, urdú, chino, japonés, coreano, vietnamita, singalés, tailandés, indonesio, camboyano, tagalo, maorí, samoano, esperanto, polaco y latín. En español dijo:  "Felices Pascuas en la alegría de Cristo resucitado". Juan Pablo II concluyó, en latín:  "In eius resurrectione vita omnium resurrexit. Alleluia!".


1. "En la resurrección de Cristo
hemos resucitado todos
" (cf. Prefacio pascual II).
Que el anuncio pascual
llegue a todos los pueblos de la tierra
y que toda persona de buena voluntad
se sienta protagonista
en este día en que actuó el Señor,
el día de su Pascua,
en el que la Iglesia, con gozosa emoción,
proclama que el Señor
verdaderamente ha resucitado.
Este grito que brota del corazón de los discípulos
en el primer día después del sábado,
ha recorrido los siglos, y ahora,
en este preciso momento de la historia,
vuelve a animar las esperanzas de la humanidad
con la certeza inmutable
de la resurrección de Cristo, Redentor del hombre.

2. "En la resurrección de Cristo
hemos resucitado todos".
El asombro incrédulo de los Apóstoles y las mujeres
que acudieron al sepulcro al salir el sol
hoy se convierte en experiencia colectiva
de todo el pueblo de Dios.
Mientras el nuevo milenio da sus primeros pasos,
queremos legar a las jóvenes generaciones
la certeza fundamental de nuestra existencia: 
Cristo ha resucitado
y en él hemos resucitado todos.
"Gloria a ti, Cristo Jesús,
ahora y siempre tú reinarás".
Vuelve a la memoria este canto de fe,
que tantas veces,
a lo largo del reciente periodo jubilar,
hemos repetido alabando a Aquel
que es "el alfa y la omega, el primero y el último,
el principio y el fin" (Ap 22, 13).
A él permanece fiel la Iglesia peregrina
"entre las persecuciones del mundo
y los consuelos de Dios" (san Agustín).
A él dirige la mirada y no teme.
Camina con los ojos fijos en su rostro,
y repite a los hombres de nuestro tiempo
que él, el Resucitado,
es "el mismo ayer, hoy y siempre" (Hb 13, 8).

3. En aquel dramático viernes de Pasión,
en que el Hijo del hombre
"obedeció hasta la muerte
y muerte de cruz" (cf. Flp 2, 8),
terminó la vida terrena del Redentor.
Una vez muerto,
fue depositado de prisa en el sepulcro,
al ponerse el sol. ¡Qué ocaso tan singular!
Aquella hora oscurecida
por el avanzar de las tinieblas
señalaba el fin del "primer acto"
de la obra de la creación,
turbada por el pecado.
Parecía el triunfo de la muerte,
la victoria del mal.
En cambio,
en la hora del gélido silencio de la tumba,
comenzaba el pleno cumplimiento
del designio salvífico,
comenzaba la "nueva creación".
Al obedecer por amor hasta el sacrificio extremo,
Jesucristo es ahora "exaltado" por Dios
que "le otorgó el nombre
que está sobre todo nombre" (Flp 2, 9).
En su nombre
recobra esperanza toda existencia humana.
En su nombre el ser humano
es rescatado del poder del pecado y de la muerte
y devuelto a la Vida y al Amor.

4. Hoy el cielo y la tierra cantan
"el nombre" inefable y sublime
del Crucificado resucitado.
Todo aparenta ser como antes,
pero, en realidad, nada es ya como antes.
Él, la Vida que no muere, ha redimido
y ha devuelto la esperanza
a toda existencia humana.
"Pasó lo viejo, todo es nuevo" (2 Co 5, 17).
Todo proyecto y plan del ser humano,
esta noble y frágil criatura,
tiene hoy un nuevo "nombre"
en Cristo resucitado de entre los muertos,
porque "en él hemos resucitado todos".
En esta nueva creación se realizan plenamente
las palabras del Génesis:  "Y dijo Dios: 
"Hagamos al hombre a nuestra imagen
y semejanza"" (Gn 1, 26).
En la Pascua, Cristo, el nuevo Adán
que se hizo "espíritu que da vida" (1 Co 15, 45),
rescata al antiguo Adán de la derrota de la muerte.

5. Hombres y mujeres del tercer milenio,
para todos es el don pascual de la luz
que ahuyenta las tinieblas
del miedo y de la tristeza;
para todos es el don de la paz de Cristo resucitado,
que rompe las cadenas de la violencia y del odio.
Redescubrid hoy, con alegría y estupor,
que el mundo no es ya esclavo
de acontecimientos inevitables.
Este mundo nuestro puede cambiar: 
la paz es posible también en los lugares
donde desde hace demasiado tiempo
se combate y se muere,
como en Tierra Santa y Jerusalén;
es posible en los Balcanes, no condenados ya
a una preocupante incertidumbre
que corre el riesgo
de hacer vana toda propuesta de entendimiento.
Y tú, África, tierra martirizada
por conflictos en constante acecho,
levanta la cabeza con confianza
apoyándote en el poder de Cristo resucitado.
Gracias a su ayuda tú también, Asia,
cuna de tradiciones espirituales seculares,
puedes vencer la apuesta
de la tolerancia y de la solidaridad.
Y tú, América Latina,
depósito de jóvenes promesas,
sólo en Cristo encontrarás capacidad y valentía
para un desarrollo que respete a todo ser humano.
Vosotros, hombres y mujeres de todo continente,
en su tumba, ya vacía para siempre,
hallad el vigor necesario para vencer
las fuerzas del mal y de la muerte,
y poner toda investigación
y progreso técnico y social
al servicio de un futuro mejor para todos.

6. "En la resurrección de Cristo
hemos resucitado todos".
Desde que tu tumba, oh Cristo,
fue encontrada vacía
y Cefas, los discípulos, las mujeres,
y "más de quinientos hermanos" (1 Co 15, 6)
te vieron resucitado,
comenzó el tiempo en que toda la creación
canta tu nombre, "que está sobre todo nombre",
y espera tu retorno definitivo, en la gloria.
En este tiempo, entre la Pascua
y la venida de tu Reino sin fin,
tiempo que se parece
a los dolores de un parto (cf. Rm 8, 22),
sostennos en el compromiso
de construir un mundo más humano,
fortalecido con el bálsamo de tu amor.
Víctima pascual,
ofrecida por la salvación del mundo,
haz que no decaiga este compromiso nuestro,
aun cuando el cansancio haga lento nuestro paso.
Tú, Rey victorioso,
danos a nosotros y al mundo
la salvación eterna.