DISCURSO  A los miembros del club «Serra internacional» que acudieron a Roma con ocasión del jubileo, 7 de diciembre

Vuestro compromiso es una oración constante, inquebrantable y llena de confianza

Dos mil quinientos miembros del club «Serra internacional», fundado hace sesenta y cinco años en Estados Unidos con la finalidad específica de promover las vocaciones sacerdotales y religiosas, extendido en la actualidad a treinta y cinco naciones, vinieron a Roma en peregrinación jubilar. El miércoles 6 de diciembre pasaron por la Puerta santa de la basílica de San Pablo extramuros y tuvieron en ella una liturgia penitencial. El jueves día 7 atravesaron la Puerta santa de la basílica de San Pedro y participaron en una misa, que presidió el arzobispo Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la educación católica. Terminada la celebración eucarística, bajó el Santo Padre al templo vaticano y, después de escuchar las palabras que le dirigió mons. Justin Francis Rigali, arzobispo de San Luis (Estados Unidos), pronunció en italiano e inglés el discurso que publicamos.

 

Queridos socios del club «Serra internacional»:

1. Me alegra vivir con vosotros este intenso momento espiritual, con ocasión de vuestra peregrinación jubilar a las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo.

Saludo a monseñor Justin Francis Rigali, arzobispo de San Luis, y le agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Extiendo mi saludo a todos vosotros, que habéis venido aquí desde varias naciones.

Traéis a esta celebración el signo espiritual que os distingue: me refiero a la percepción particularmente viva de la existencia cristiana como «vocación». «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros» (Jn 15, 16): estas palabras que Cristo dirigió a los Apóstoles se extienden a todos los bautizados. Debemos tomar conciencia de ellas con alegría y gratitud. Al venir a implorar la gracia jubilar, habéis venido precisamente a abriros con nueva disponibilidad a la, llamada fundamental recibida en el bautismo, renovando la opción radical de coherencia cristiana y de santidad.

CR/TESTIMONIO/MISION
2. Vuestra vocación bautismal os impulsa hacia los demás: es esencialmente una vocación misionera, como habéis aprendido del ejemplo del beato Junípero Serra, el gran evangelizador de California. Siguiendo sus pasos, compartís la sincera preocupación de Cristo mismo: «La mies es mucha y los obreros pocos» (Mt 9, 37; Lc 10, 2). No podemos por menos de percibir la oportunidad y la urgencia de estas palabras. En efecto, el horizonte de la «mies» del Señor es ilimitado si no consideramos sólo las necesidades pastorales de la Iglesia misma, sino también el inmenso número de personas que aún esperan la proclamación del Evangelio. En medio de la complejidad del tiempo actual, ahora, en el alba de un nuevo milenio, debemos reconocer que la búsqueda de significado -una búsqueda real, pero a menudo silenciosa- se está extendiendo en la sociedad. En los jóvenes, en el mundo de la cultura y en los grandes desafíos éticos y sociales de nuestro tiempo, existe un sentido implícito de la necesidad de Cristo. Para responder a esta necesidad, toda la Iglesia debe llegar a ser totalmente ministerial, una comunidad de heraldos y testigos, llena de
obreros de la mies.

3. Es realmente Dios mismo, el «Dueño de la mies», quien elige a sus obreros; su llamada es siempre inmerecida e inesperada. Y, sin embargo; en el misterio de la alianza de Dios con nosotros, estamos llamados a cooperar con su providencia, y a emplear el poderoso instrumento que ha puesto en nuestras manos: la oración: Jesús mismo nos pidió que lo hagamos: «Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38).

oracion/vocaciones
Queridos socios del club «Sena internacional», os habéis comprometido de un modo especial a promover las
vocaciones. No olvidéis que vuestro compromiso debe ser, ante todo, un compromiso de oración, una oración constante, inquebrantable y llena de confianza. La oración mueve el corazón de Dios. Es la clave poderosa para resolver la cuestión de las vocaciones. Pero, al mismo tiempo, la oración por las vocaciones es también una escuela de vida, como subrayé recientemente: «Al orar por las vocaciones se aprende a mirar con sabiduría evangélica al mundo y a las necesidades de vida y de salvación de todo ser humano; además, se vive la caridad y la compasión de Cristo para con la humanidad» (Mensaje para la XXXVIII Jornada mundial de oración por las vocaciones, n. 6, 14 de septiembre de 2000: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de diciembre de 2000, p. 3).

4. Además de la oración, la obra de promoción de las vocaciones requiere también un esfuerzo constante, mediante el testimonio personal, para atraer la atención de la gente hacia esta necesidad, de modo que la llamada de Dios sea realmente escuchada y encuentre una respuesta generosa por parte de aquellos a quienes se dirige. Este es el objetivo de vuestros esfuerzos encaminados a difundir una auténtica cultura de vocaciones.

La comunidad cristiana necesita urgentemente comprender que la promoción de las vocaciones es algo más que una mera cuestión de «programas». Afecta al misterio mismo de la Iglesia. De hecho, las vocaciones están relacionadas con el auténtico significado de la iglesia como cuerpo de Cristo, formado y animado por el Espíritu Santo con toda la riqueza de sus dones. Nos lo recordó el concilio Vaticano II: «En la construcción del cuerpo de Cristo existe una diversidad de miembros y de funciones. Es el mismo Espíritu el que, según su riqueza y las necesidades de los ministerios, distribuye, sus diversos do-

 

 

ciencia ae cuas con alegría y grautua. Al venir a implorar la gracia jubilar, habéis venido precisamente a abriros con nueva disponibilidad a la llamada fundamental recibida en el bautismo, renovando la opción radical de coherencia cristiana y de santidad.

2. Vuestra vocación bautismal os impulsa hacia los demás: es esencialmente una vocación misionera, como habéis aprendido del ejemplo del beato Junípeio Serra, el gran evangelizador de Cali-

gar a-ser totalmente ministerial, una comunidad de heraldos y testigos, llena de obreros de la mies.

3. Es realmente Dios mismo, el «Dueño de la mies», quien elige a sus obreros; su llamada es siempre inmerecida e inesperada. Y, sin embargo, en el misterio de la alianza de Dios co4 nosotros, estamos llamados a cooper con su providencia, y a emplear ¿poderoso instrumento que ha puesto en nuestras manos: la oración. Jesús mismo nos pi-

curia evng.Clica al mundo y a las nece-

sidades de 'vida y de salvación de todo ser humana; además, se vive la caridad y la compasión de Cristo para con la humanidad>,- (Mensaje para la XXXVIII Jornada "Wndial de oración por las vocaciones, r1- b, 14 de septiembre de 2000: L'Osservatore Romano, edición en lengua espMola, 1 de diciembre de 2000, p. 3).

4. Además de la oración, la obra de promoción de las vocaciones requiere

 

Promover la dignidad de los refugiados

Mensaje del Papa a la alta comisaria de las Naciones Unidas Para los refugiados

A la señora SADAKO OGATA

Alta comisaría de las Naciones Unidas

para los refugiados

Le escribo para agradecerle su amable carta acerca de la celebración del 50° aniversario de la oficina de .la Alta Comisaría de las Naciones Unidas para los refugiados.

En esta importante ocasión; le envío mi más cordial felicitación a usted, a su equipo en Ginebra y a sus colaboradores en todo el mundo, la mayoría de los cuales, como usted misma ha escrito, se encuentra «en primera linea». Para muchas personas obligadas a huir de la guerra.o de la persecución, estos abnegados hombres y mujeres de la ACNUR son a menudo la única fuente de esperanza y de ayuda.

Por muchas razones, la Santa Sede se siente cercana a ustedes en la celebración de este aniversario. Durante los últimos cincuenta años, la Iglesia católica y sus organizaciones han trabajado frecuentemente con la ACNUR en situaciones difíciles e, incluso, peligrosas en todo el mundo. La Santa Sede ha compartido muchas alegrías y tristezas de la

ACNUR, incluyendo los hechos trágicos que han ensombrecido este aniversario.

Este aniversario coincide con el gran jubileo que están celebrando los católicos y otros cristianos en todas las partes mundo. Las raíces bíblicas del jubileo recuerdan el «año de gracia del Señor» proclamado por Jesús cuando anunció la buena nueva a los pobres con sus Dalabras y acciones (cf. Lc 4, 16-30; Tértio millennio adveniente, li). A los refugiados y a otras personas obligadas a vivir lejos de sus hogares debemos incluirlos entre los miembros más pobres de la familia humana, y tanto la Iglesia como la ACNUR están comprometidas a su servicio.

Hace algunos años me referí a la condición de los refugiados en el mundo como a «una herida vergonzosa de nuestro tiempo». Desde entonces, por desgracia, su número ha aumentado y su situación ha llegado a ser más trágica. El alba de un nuevo milenio llama a todos los hombres y mujeres responsables a poner nuevo empeño para hacer realidad el gran ideal humanitario que es el corazón de la misión de la ACNUR: la protección de los refugiados y la defensa y promoción de su dignidad. La Santa Sede comparte plenamente las preocupaciones de la ACNUR a este respecto, y seguirá haciendo todo lo posible para garantizar que, en medio de las profundas transformaciones- que afectan a la vida internacional, no se olvide a los refugiados y a las personas desplazadas. Seguirá promoviendo la asistencia a los países que soportan la pesada carga, a menudo prolongada, de la acogida de las poblaciones desplazadas.

Este 50° aniversario es también un momento de transición Dara usted. se-

ñora alta cQmisaria, pues entrega la administración de la ACNUR a su sucesor. Su presencia y su actividad han dejado una hueDa indeleble en el último decenio de hstbria de la ACNUR, uno de sus períodos más difíciles hasta ahora. Sus contactas con diferentes organismos de la Santa Sede y conmigo personalmente han sido muy apreciados y han mostrado cuán importante es para usted la causa de los refugiados. Un signo de la importancia que usted ha atribuido a nuestra cooperación es el nombramiento, durante su mandato, de un delegado de la ACNUR ante la Santa Sede.

Usted ha cumplido su ardua tarea con discreción y sensibilidad ante las convicciones políticas, filosóficas y religiosas de muchos pueblos y Estados con los que ha ziantenido contactos. Al mismo tiempo, .su generoso compromiso personal por las preocupaciones humanitarias de la ACNUR ha sido inseparable de su testimonio de que la promoción del bien de la persona humana y de la sociedad está íntimamente unida a la vivencia de nuestra fe en Jesucristo.

Al celebrar el 50° aniversario, me complace asegurarle el compromiso constante de la Santa Sede en la defensa de la dignidad y los derechos de los refugiados, y su contribución a la búsqueda de soluclones justas para los desafíos planteados por las personas que se ven obligadas a emigrar. Sobre usted y soare todas las personas dedicadas a la noble misión de la ACNUR invoco cordialmente abundantes bendiciones divinas.

Vaticano, 22 de noviembre de 2000

dos a difundir una auténtica cultura de vocaciones.

 

Nos lo recordó el concilio Vaticano II: «En la construcción del cuerpo de Cristo existe una diversidad de miembros y de funciones. Es el mismo Espíritu el que, según su riqueza y las necesidades de los ministerios, distribuye sus diversos dones para el bien de la Iglesia» (Lumen gentium, 7). A cada miembro del pueblo de Dios le corresponde una misión específica. Dado que las necesidades de la «mies» son tan grandes, todos los miembros del pueblo de Dios deben ser cada vez más conscientes de «haber sido llamados». Son significativos los dones y las tareas relacionados con la participación de los cristianos en el orden temporal. Estas tareas son, sobre todo, responsabilidad de los laicos. Pero tienen una importancia particular los ministerios destinados a la guía y al crecimiento de la comunidad eclesial en la santidad, es decir, el sacerdocio y la vida consagrada. Como miembros del club Serra lo comprendéis muy bien, y, como seglares, os comprometéis a fomentar estas vocaciones.

5. En este marco eclesial se sitúa, queridos socios del club Serra, vuestro compromiso en favor de la pastoral vocacional. Al dedicaros a ella, hacéis que el problema de las vocaciones no sea una preocupación exclusiva de los pastores, sino que encuentre respuesta en la sensibilidad de todos, implicando en particular a las familias y a los educadores. Y esto es de vital importancia.

Para lograr este objetivo, seguid dando vuestra contribución, en plena sintonía con vuestros obispos. Sed personas de comunión, acompañando con empeño y afecto a vuestros sacerdotes. Afrontad, con la caridad que os distingue, las exigencias de las vocaciones pobres. El bien que de ello redunda para la Iglesia será prenda de abundantes dones celestiales, que invoco de buen grado sobre cada uno de vosotros y sobre vuestro movimiento por la intercesión materna de María, Virgen Inmaculada.

Con estos sentimientos, os bendigo a todos de corazón