Una oportunidad extraordinaria para iluminar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía

Carta circular de los obispos de Puerto Rico con ocasión del I Congreso eucarístico nacional

Amados sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles del Señor:

La gracia del Año jubilar

La celebración del Año jubilar despertó en su prolongada preparación muchas expectativas espirituales y eclesiales. Todo el mundo cristiano va renovando su fe en Cristo, Hijo de Dios, encarnado de María Virgen y presente por su resurrección entre nosotros. La fuerza de su gracia ha suscitado en tantos lugares y comunidades inquietud por los valores sustanciales de la vida humana y de su vocación a la eternidad.

Los distintos grupos humanos y eclesiales se han puesto en marcha, buscando a Dios y encontrando a los demás hombres. De ahí una serie grande de empresas de solidaridad con los pobres y las naciones endeudadas con préstamos internacionales. Un esfuerzo de vastas dimensiones en el encuentro ecuménico. Y, sobre todo, la renovada ilusión de purificación espiritual y crecimiento en gracia de tantos hijos de la Iglesia.

Las celebraciones en Puerto Rico

En Puerto Rico son muy variadas las iniciativas de parroquias, decanatos, vicarías y diócesis. Cada Iglesia particular ha peregrinado ya a Tierra Santa y a Roma; y la que falta, tiene su calendario e itinerarios comprometidos. Muchos han acudido a las catedrales y demás iglesias jubilares. Nuestras feligresías no se han olvidado tampoco de la peregrinación hacia los pobres y los enfermos, los presos y los ancianos. Pero, mucho más todavía, han peregrinado a su propio interior para hallar y esclarecer cada día más la imagen y la presencia espiritual de la Trinidad en el fondo de nuestras almas. Pensamos que muchos de nosotros vamos alcanzando aquella experiencia de Dios que el Papa cree ser «el objetivo principal de todas las actividades del Año jubilar».

Primer Congreso eucarístico nacional y sus objetivos

Nuestra Conferencia episcopal consideró, desde un principio, la posibilidad de un Congreso eucarístico, siguiendo la sugerencia del Santo Padre, y con el auxilio del Comité nacional para el año 2000 ha ido visualizando los contenidos, los objetivos, los protagonistas y el calendario de la actividad que más apropiadamente concentra los misterios y los gozos del Año jubilar.

El Congreso eucarístico es una oportunidad extraordinaria para iluminar la fe en la presencia real de Jesucristo, de su sacrificio por nuestros pecados, de su entrega al Padre en acto de obediencia y de su adoración e intercesión a la majestad infinita de Dios. La comunidad cristiana unida por la gracia divina, al renovar el sacrificio de Jesús, se identifica con la vivencia de Cristo y añade su humilde vida y ofrenda al acto infinito de Jesús.

El misterio de la Eucaristía

El Cenáculo, el Calvario y el altar son lugares y misterios totalmente conectados y figuras sacramentales de la vida y redención de Jesús. Cada creyente que participa en la Eucaristía logra su identificación con Cristo, que es alimento que da vida eterna, llena la mente con su gracia, reproduce la memoria de la Pasión y anticipa los signos de la futura gloria. Con Cristo vamos dando en la tierra pasos de santidad, luchando contra las tentaciones, creciendo en las virtudes, testimoniando a Cristo y su Evangelio, desarrollando los carismas en el servicio de la comunidad, promocionando la Iglesia y sus ministerios, dando pleno sentido a los distintos momentos de la vocación personal, ayudando a llevar la cruz propia y la ajena, acrecentando la urgencia de la «caridad de Cristo derramada en nosotros por el Espíritu Santo que se nos ha dado».

Esta es la realidad del maná que simbolizó el alimento que da vida eterna; es la fuente en el camino del desierto espiritual; es la vida, pasión, muerte y resurrección y vuelta final de Cristo actualizados como «memorial».

En este alimento celestial encuentran los hijos de la Iglesia su plena y universal unión y caridad. De este pan se alimentaron los mártires, se fortalecieron los misioneros y pastores; de aquí derivaron su ilusión y energía las personas consagradas, los sacerdotes, tantos padres y madres de familia que han transmitido a sus hijos la fe católica. La Eucaristía ha sido el secreto de tantas vidas abnegadas en el trabajo humilde y en el servicio profesional.

Signo de un pueblo peregrino

«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» (Lc 14, 15)

Esta visión tan amplia y tan íntima de la Iglesia está ante nuestros ojos al programar estas jornadas de fe y encuentro. Hemos deseado que las celebraciones visiten cada día una diócesis distinta, que se convierte en esa ocasión en «statio insulae», el lugar de la vigilancia y concentración para todos los creyentes de la isla.

Junto a la convocatoria general, cada día se dedica más especialmente a un estamento eclesial distinto.

El día 12 de octubre establecemos la «estación» en Arecibo, acogiendo especialmente a los sacerdotes, religiosos, religiosas y diáconos. Llevarán como lema: «Nosotros somos testigos de esto» (Hch 3, 15; cf. Jn 24, 40).

El día 13 de octubre, la diócesis de Ponce será la anfitriona del mundo de la cultura. universidades v colegios católicos y demás entidades intelectuales. Los jóvenes estudiantes, los profesores y maestros, toda persona inquieta y envuelta en la búsqueda y transmisión de la verdad, proclamarán a Cristo con el lema: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6), «Les abrió la inteligencia para que comprendieran la Escritura» (Lc 24, 45).

La tercera «estación» del Congreso eucarístico nacional se constituirá en Mayagüez, toda la jornada del sábado, 14 de octubre. Convocarán especialmente a todos los «ministerios» seglares, movimientos y actividades apostólicas de oración, de enseñanza catequética y predicación kerigmática, de la administración de la comunión, de sanación y consuelo de los enfermos, etc. Sus asambleas y manifestaciones públicas en torno al Santísimo repetirán como lema las palabras de los discípulos de Emaús: «¿No enardecía nuestro corazón, mientras nos hablaba por el camino?» (Lc 24, 32).

Finalmente la isla entera acudirá a San Juan el domingo, día 15 de octubre, para consagrar a Cristo la familia cristiana y encomendar en sus manos los graves problemas de nuestros hogares. En torno a la Eucaristía resonarán para ellos, como lema, las palabras de Jesús: «No os dejaré huérfanos» (Jn 14, 18).

En cada una de estas celebraciones estará presente nuestra Conferencia episcopal en pleno, como signo de unidad del pueblo creyente y de comunión eclesial entre los pastores.

Animamos a los distintos comités diocesanos, organizados para esta máxima actividad del Año jubilar en nuestra isla, a que asuman el reto de preparar y ofrecer a todos los hermanos de las Iglesias particulares los medios para mentalizar, facilitar y exponer los objetivos y los contenidos del Congreso en general y de cada jornada en particular, según el itinerario señalado.

Vamos todos al banquete

Dos capítulos importantes urgen en torno a esta programación: ¿cómo preparar el ambiente y las personas concernidas en las fechas previas a las celebraciones? Y ¿qué ofrecemos en las parroquias y comunidades religiosas para aquellos que se vean en la imposibilidad de acudir a las distintas sedes?

Sin duda, el acontecimiento espiritual del Congreso eucarístico nacional debe comenzar apenas se termine el período de las vacaciones. Las comisiones diocesanas se responsabilizarán de aportar a cada obispo su propia programación, de tal forma que la palabra de Dios, la participación en la Eucaristía y en la sagrada comunión y el signo de unidad entre los creyentes invadan, iluminen y renueven la vitalidad capilar de nuestras Iglesias particulares. En esta ocasión debe quedar meridianamente clara la figura del sacerdote y los ministerios de los diáconos y ministros extraordinarios de la comunión. Las personas consagradas, los apóstoles seglares, los padres y madres de familia, aquellos que han sido elegidos por el Señor para llevar -al estilo y en unión con Cristo- la cruz de la enfermedad, de la ancianidad y de las grandes responsabilidades, etc., tienen la urgencia de saturar sus motivaciones y su autoestima con la conciencia de su identidad en el Cuerpo de Cristo, de consagrar al mundo una ofrenda espiritual en cada santa misa participada.

La expectativa de la gracia que ha de comunicarse en los días del Congreso eucarístico abarca también a cuantos por motivos personales no pueden acudir a las celebraciones nacionales. Cada párroco, siguiendo las directrices de su curia diocesana, organizará horas santas, celebraciones de la Palabra con la santa comunión, etc., de forma que todo Puerto Rico se convierta en esos días en un solo altar, en una sola asamblea, en un solo Cenáculo, en un solo Calvario, significando el mismo cielo y gloria en que culminaremos la permanente celebración de la santa Eucaristía.

Invitación

Les dirigimos, amados hermanos sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles del Señor, estas palabras en la inmediata preparación de este acontecimiento cumbre de nuestro Año jubilar. Les invitamos a adentrarnos en los misterios con la mente y el corazón. Finalmente, les invitamos y urgimos a acudir a todas las celebraciones de nuestro programa del primer Congreso eucarístico nacional de Puerto Rico.

Los bendecimos de corazón en el Señor Jesús.

Puerto Rico, 23 de agosto de 2000

Los obispos de Puerto Rico