DISCURSO Al final de la misa presidida por Juan Pablo II con ocasión del jubileo de los trabajadores, 1 de mayo

 

Es preciso globalizar la solidaridad

 

El Vicario de Cristo saludó a los participantes en inglés, francés, español, alemán y polaco

 

1. Al término de este encuentro jubilar, quisiera una vez más dirigiros a todos mi más cordial saludo. Gracias a cuantos han organizado esta importante manifestación en este lugar, en el que se celebrarán otros encuentros durante el jubileo, sobre todo con ocasión de la Jornada mundial de la juventud.

Agradezco de modo especial al señor Juan Somavia, director general de la Organización internacional del trabajo, y a la doctora Paola Bignardi, presidenta nacional de la Acción católica italiana, las amables palabras que me han dirigido en nombre de todos. Saludo a todas las autoridades presentes, entre las cuales se encuentra el presidente del Gobierno italiano, profesor Giuliano Amato.

Por medio de vosotros, aquí presentes, quisiera enviar mi cordial saludo a todo el mundo del trabajo.

Cumplir el mandato de Dios creador

2. La fiesta del trabajo trae a la memoria la laboriosidad de los hombres que, cumpliendo el mandato del Señor de la vida, quieren ser constructores de un futuro de esperanza, justicia y solidaridad para la humanidad entera. En este camino de civilización, gracias a las nuevas tecnologías y a la telemática, se abren hoy posibilidades inéditas de progreso. Sin embargo, surgen nuevos problemas, que se añaden a los anteriores y suscitan una legítima preocupación. En efecto, perduran, y a veces se agravan en algunas partes de la tierra, fenómenos como el desempleo, la explotación de menores y la insuficiencia de los salarios. Es necesario reconocer que la organización del trabajo no siempre respeta la dignidad de la persona humana, y que no se tiene debidamente en cuenta el destino universal de los recursos.

El compromiso de resolver, en cada región del mundo, estos problemas, implica a todos: a vosotros, empresarios y dirigentes; a vosotros, financieros; y a vosotros, artesanos, comerciantes y trabajadores dependientes. Todos debemos colaborar para que el sistema económico, en el que vivimos, no altere el orden fundamental de la prioridad del trabajo sobre el capital, del bien común sobre el privado. Como acaba de recordar el señor Juan Somavia, es muy necesario constituir en el mundo una coalición en favor del «trabajo digno».

La globalización es hoy un fenómeno presente en todos los ámbitos de la vida humana, pero es un fenómeno que hay que gestionar con sabiduría. Es preciso globalizar la solidaridad.

Reducir o condonar la deuda externa

3. El jubileo ofrece una ocasión propicia para abrir los ojos a la pobreza y la marginación, no sólo de las personas individualmente sino también de los grupos y los pueblos. En la bula de convocación del jubileo recordé que «muchas naciones, especialmente las más pobres, se encuentran oprimidas por una deuda que ha adquirido unas proporciones que hacen prácticamente imposible su pago» (Incarnationis mysterium, 12). Sería de desear que se realizara un gesto jubilar de reducir o incluso condonar esta deuda.

Este llamamiento se dirige a las naciones ricas y desarrolladas; se dirige, asimismo, a quienes poseen grandes capitales, y a cuantos tienen la capacidad de suscitar solidaridad entre los pueblos.

Que resuene en este histórico encuentro, en el que se hallan unidos en un mismo empeño trabajadores creyentes y organizaciones laborales no confesionales.

Queridos trabajadores, empresarios, cooperadores, agentes financieros y comerciantes, unid vuestros brazos, vuestra mente y vuestro corazón para contribuir a construir una sociedad que respete al hombre y su trabajo. El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Cuanto se realiza al servicio de una justicia mayor, de una fraternidad más vasta y de un orden más humano en las relaciones sociales, cuenta más que cualquier tipo de progreso en el campo técnico.

Amadísimos hermanos y hermanas, el Papa tiene muy presentes vuestros problemas, vuestras preocupaciones, vuestras expectativas y esperanzas. Aprecia vuestro esfuerzo, vuestro apego a la familia y vuestra conciencia profesional. Está cercano a vosotros en vuestro compromiso en favor de una sociedad más justa y solidaria, os anima y os bendice de corazón.

Al concluir, quisiera saludar a los organizadores de esta celebración. Doy las gracias a la universidad de Tor Vergata, al Ayuntamiento de Roma, al Vicariato de Roma y al Gobierno italiano por la preparación de esta vastísima área, que ya desde ahora veo llena de jóvenes de todo el mundo en agosto. Sobre todo os doy las gracias a vosotros, aquí reunidos. Doy las gracias al señor presidente del Gobierno, al señor alcalde y a todas las autoridades. He sabido que muchos de vosotros habéis tenido que hacer un largo camino para llegar hasta este lugar. Lo siento, pero esperamos que en el futuro también se resuelvan estas dificultades para el bien de todos, especialmente de los peregrinos. Estoy seguro de que Roma seguirá siendo hospitalaria y acogedora para todos, en particular para los peregrinos del gran jubileo del año 2000.

(En inglés)

Saludo a los peregrinos de lengua inglesa que han participado en la celebración del jubileo de los trabajadores. Por intercesión de san José, a través de cuyas palabras y ejemplo Jesús aprendió el valor del trabajo honrado, pido a Dios todopoderoso que bendiga y fecunde el trabajo de vuestras manos: que todos contribuyáis a la promoción de la dignidad humana de los trabajadores y de sus familias. Sobre todos invoco la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo.

(En francés)

Saludo cordialmente a los trabajadores de lengua francesa que han venido para celebrar la fiesta del trabajo. Que Dios bendiga vuestro trabajo y vuestros esfuerzos. En este día toda la Iglesia se une a vuestra oración, rindiendo homenaje a vuestro trabajo en lo que tiene de noble y meritorio. La Iglesia cree que la actividad humana, tanto individual como colectiva, se inscribe en el plan de Dios, prolongando la obra del Creador. En nombre de Cristo, trabajador divino, os imparto la bendición apostólica.

(En español)

En el día de san José obrero os saludo a todos los peregrinos de lengua española que estáis participando en este encuentro jubilar. Que vuestro trabajo cotidiano, tantas veces duro y costoso, sea medio de realización personal, participación en el proyecto de Dios, que creó al hombre para que continuase su obra, y camino de santificación para vuestra vida. Muchas gracias.

(En alemán)

Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua alemana. Cada día cruzáis varias puertas en vuestros lugares de trabajo: en las fábricas y en las oficinas, en las empresas y en los negocios. La Puerta santa, que este año permanece abierta, es una puerta particular: representa a Cristo, que es la puerta de la vida. Os deseo la vida en abundancia, que Cristo nos ha traído.

(En polaco)

Saludo cordialmente a los trabajadores que han venido de Polonia para este encuentro jubilar en Roma. Dirijo un saludo particular a los miembros y responsables de «Solidaridad» con el presidente dr. Marian Krzaklewski. Os agradezco vuestra participación en esta reunión tan numerosa. Saludo, asimismo, a los diversos grupos de profesionales, trabajadores y empresarios. Me complace vuestra presencia y quisiera deciros que estáis cerca de mí de un modo particular. Deseo fervientemente que en nuestra patria todos tengan trabajo, que puedan ganarse el pan con el esfuerzo de sus manos y gocen de condiciones de empleo dignas. Que vuestro trabajo esté al servicio del bien común, del bien de la persona y de la sociedad; que una y no separe; que sea fuente de alegría y de bendición. Llevad mi saludo a todos los trabajadores que se encuentran en la patria.