ANGELUS

Meditación mariana del Papa Juan Pablo II el día 1 de enero del año 2000, Jornada mundial de la paz

Todos debemos colaborar para que la paz llegue a ser el lenguaje diario de los pueblos

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1 . Demos gracias a Dios, que nos brinda la oportunidad de comenzar otro año. A la vez que invoco su protección y su gracia sobre cada uno de vosotros, os manifiesto a todos mi más cordial deseo de un feliz año 2000.

Durante la noche de Navidad, escuchamos nuevamente el anuncio de los ángeles: «GIoria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres, que ama» (Lc 2, 14). Este es el anuncio de esperanza que quise volver a proponer en el tradicional Mensaje para la actual Jornada mundial de la paz. Dios nos ama y nos da a cada uno la esperanza de un tiempo nuevo, un tiempo de salvación y de paz.

2. Sí, Cristo es nuestra paz. Él nos llama a amar a todo ser humano sin discrimínación, infundiendo en nuestro corazón y en nuestra mente pensamientos de paz, y alejando de nosotros la tentación de la violencia y de la guerra. El jubileo recién comenzado constituye una invitación apremiante al amor, desde la perspectiva de una humanidad reconciliada.

Crucemos el umbral de un nuevo año con el compromiso de dar nuestra contribución para que la paz llegue a ser el lenguaje diario de los pueblos. El Evangelio nos enseña que el diálogo, la cooperación, el respeto a la vida y la solidaridad son instrumentos valiosos para instaurar nuevas relaciones entre pueblos y países, entre ricos y pobres, entre creyentes y no creyentes.

De todos los lugares de la tierra se eleva una intensa invocación de paz. Oremos para que sea escuchada. En este momento, mi pensamiento va a cuantos son víctimas de la violencia, a los que se sienten solos y abandonados.

Cristo, Hijo de Dios encarnado, ilumina el corazón de los hombres con el don de la paz. Tú, Hijo del Altísimo, naciste para todos. Eres el mismo ayer, hoy y siempre.

3. El primer día del año está puesto bajo la especial protección de María. Empezamos el año 2000 bajo la mirada amorosa de la Madre de Dios, que da al mundo a Cristo, Príncipe de la paz. Ojalá que el manto de su matenidad se extienda sobre todos y nos proteja del mal, nos libre del odio y de la violencia. Que ella acompañe a la humanidad por senderos de paz. Que todo hombre descubra en los demás, superando toda frontera, el rostro de hermanos, de amigos, de miembros de una sola familia.

Maria, Madre de Dios, haznos apóstoles de paz.

Al final, Su Santidad deseó a los peregrinos un feliz año nuevo en francés, inglés, español, portugués, alemán, polaco e italiano. En español dijo:

En este día en que comienza el año 2000, deseo a todos muy feliz y venturoso Año nuevo.

 

Antes de despedirse, Juan Pablo II añadió:

Que el nuevo año y el nuevo milenio sean tan hermosos como el día de hoy.

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