HOMILiA

Durante la ceremonia de apertura de la Puerta santa en la basílica de San Juan de Letrán, 25 de diciembre

Un año de gracia y de misericordia

El Papa presidió las segundas Vísperas de Navidad con la comunidad diocesana de Roma

El Santo Padre Juan Pablo II, además de abrir la Puerta santa de la basílica de San Pedro la noche santa del 24 de diciembre, dando así inicio al gran jubileo del año 2000, ha querido abrir también las de las otras tres grandes basílicas. El mismo día de Navidad, por la tarde, Su Santidad presidió la ceremonia de apertura de la Puerta santa en la basílica de San Juan de Letrán, catedral de Roma, "Mater et caput" de todas las iglesias del mundo. La apertura de esta segunda Puerta santa se realizó con una dimensión diocesana, aunque, además de los fieles romanos, participaron numerosos peregrinos procedentes de todo el mundo.

La procesión se inició en el palacio del Vicariato de Roma, adjunto a la basílica, mientras la asamblea cantaba el salmo 121: «¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor!". Encabezaban la procesión los acólitos, alumnos del Pontificio Seminario romano mayor; luego venían los componentes de la comunidad diocesana: laicos, religiosos, religiosas, párrocos y responsables de las oficinas del Vicariato de Roma. A continuación, los penitenciarios de la basílica y los canónigos lateranenses; los cinco obispos auxiliares de Roma, así como los arzobispos Giovanni Battista Re, sustituto de la Secretaría de Estado, y Crescenzio Sepe, secretario general del Comité para el gran jubileo del año 2000; y, por último, el cardenal Camillo Ruini, vicario general del Papa para la diócesis de Roma, y monseñor Cesare Nosiglia, arzobispo vicegerente. Acompañaban a Juan Pablo II monseñor Piero Marini, maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias; el ceremoniero monseñor Renato Boccardo; el arzobispo Oscar Rizzato, limosnero de Su Santidad; y los obispos James M. Harvey, prefecto de la Casa pontificia, y Stanislaw Dziwisz, prefecto adjunto.

El rito de apertura de la Puerta santa se desarrolló como el de la basílica de San Pedro. El Papa se situó junto a la Puerta santa, cuyo marco y jambas se hallaban adornados con guirnaldas de flores blancas y amarillas. Después de la antífona de introducción, Juan Pablo II pronunció la monición. Siguió una breve pausa de silencio y rezó la oración. Luego, subió las dos gradas y con las manos empujó la puerta. Desde el interior, dos ayudantes la abrieron de par en par, mientras la asamblea prorrumpía en un largo y jubiloso aplauso.

También en esta basílica el momento más intenso fue cuando el Papa, arrodillado durante algunos minutos, oró en silencio sobre el umbral de la Puerta santa. Luego, el Romano Pontifice se dirigió al altar de la Confesión, mientras el coro y la orquesta de Roma dirigidos por monseñor Marco Frisiná, cantaba el «Iubilate Deo».

Desde la cátedra, situada al lado derecho del altar, el Santo Padre presidió el rezo de las segundas Vísperas de Navidad. Rezaron las oraciones, que se alternaban con los salmos y los cánticos, el cardenal Ruini y el arzobispo Nosiglia. Después de la lectura breve, tomada de la primera carta del apóstol san Juan, el Obispo de Roma pronunció la homilía que publicamos. Siguió el responsorio breve, el canto del Magníficat, las intercesiones, el padrenuestro y la oración fnal.

La celebración concluyó con la bendición apostólica impartida por el Vicario de Cristo.

Entre las numerosas personalidades presentes en el interior de la basílica se hallaban el señor Francesco Rutelli, alcalde de Roma, y el senador vitalicio Giulio Andreotti.

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1. «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida (...) os lo anunciamos» (1 Jn 1, 1-3).

Amadísimos hermanos y hermanas en este día solemne, en el que recordamos el nacimiento del Señor Jesucristo sentimos la verdad, la fuerza y la alegría de estas palabras del apóstol san Juan.

Sí por la fe, nuestras manos han tocado a la Palabra de vida; han tocado a Aquel que, como hemos rezado en el cántico, es la imagen del Dios invisible, primogénito de toda la creación. Por medio de él y con vistas a él fueron creadas todas las cosas (cf. Col 1, 15-16). Este es el misterio de la Navidad, que percibimos con profunda emoción, sobre todo hoy, comienzo del gran jubileo del año 2000. Dios ha entrado en la historia humana y ha venido a recorrer los caminos de esta tierra, para dar a todos la capacidad de llegar a ser hijos de Dios.

De todo corazón deseo que este misterio de santidad y esperanza inunde con su continuo resplandor el alma de toda la comunidad diocesana de Roma reunida espiritualmente en esta basílica para la solemne apertura de la Puerta santa.

En este momento de fuerte intensidad espiritual, quiero dirigir mi afectuoso saludo y mis mejores deseos al cardenal vicario, mi primer colaborador en la solicitud por los fieles de la Iglesia que está en la Urbe. Saludo, asimismo, al vicegerente y a los obispos auxiliares, que colaboran con él en el servicio pastoral diocesano. Dirijo mi cordial saludo también al cabildo lateranense, a los párrocos, a todo el clero romano, al seminario, así como a todos los religiosos, religiosas y agentes pastorales laicos, que forman la parte elegida de nuestra Iglesia de Roma, llamada a presidir en la caridad y a destacar en la fidelidad al Evangelio.

Saludo al señor alcalde, a las autoridades y a los representantes de la Administración pública que han querido estar presentes. Saludo a los romanos, a los peregrinos y a cuantos, a través de la televisión, se unen a nosotros para este acontecimiento de gran importancia histórica y espiritual.

2. Después de abrir anoche la Puerta santa en la basílica vaticana, acabo de abrir la Puerta santa de esta basílica de San Juan de Letrán, «omnium Ecclesiarum Urbis et orbis Mater et caput» Madre y cabeza de todas las Iglesias de Roma y del mundo y catedral del Obispo de Roma. Aquí, en el año 1300 el Papa Bonifacio VIII comenzó de forma solemne el primer Año santo de la historia. Aquí, en el jubileo del año 1423, el Papa Martín V abrió por primera vez la Puerta santa. Aquí se halla el corazón de la dimensión particular de la historia de la salvación vinculada a la gracia de los jubileos, y la memoria histórica de la Iglesia de Roma.

Hemos cruzado el umbral de esta Puerta, que representa a Cristo mismo, pues sólo él es el Salvador enviado por Dios Padre, que nos hace pasar del pecado a la gracia, introduciéndonos en la plena comunión que lo une al Padre en el Espíritu Santo.

Demos gracias a Dios, rico en misericordia, que ha dado su único Hijo como Redentor del mundo.

3. Podríamos decir que el rito de esta tarde asume una dimensión más familiar. En efecto, hoy la familia diocesana comienza su camino jubilar, en especial unidad con las Iglesias esparcidas por el mundo entero. A este gran evento se ha preparado desde hace tiempo, primero mediante el Sínodo y luego con la Misión ciudadana. La ferviente participación de la ciudad y de toda la diócesis testimonia que Roma es consciente de la misión de solicitud universal y de ejemplaridad en la fe y en el amor que la providencia de Dios le ha confiado. Roma sabe bien que se trata de un servicio que tiene su raíz en el martirio de los apóstoles san Pedro y san Pablo, y que ha encontrado alimento siempre nuevo en el testimonio de los innumerables mártires, santos y santas, que han marcado la historia de esta Iglesia nuestra.

Amadísimos hermanos y hermanas, el Año santo, que hoy comienza, nos invita también a nosotros a proseguir por este camino. Nos invita a responder con alegría y generosidad a la llamada a la santidad, para ser cada vez más signo de esperanza en la sociedad actual, encaminada hacia el tercer milenio.

4. A lo largo del Año santo los creyentes tendrán numerosas ocasiones de profundizar mejor este compromiso religioso, íntimamente vinculado al itinerario jubilar. Ante todo, el jubileo diocesano, que se celebrará, el domingo 28 de mayo, en la plaza de San Pedro.

Otro evento, encomendado de modo peculiar a la diócesis de Roma, es el Congrego eucarístico internacional, que tendrá lugar, Dios mediante, del 18 al 25 de junio.

5. La tercera cita de gran importancia es la XV Jornada mundial de la juventud.

Junto con los jóvenes, las familias. Mi pensamiento va al Encuentro mundial de las familias, que se celebrará los días 14 y 15 de octubre del año 2000. Así pues, son muchas y significativas las citas que nos esperan. Las encomendamos todas a la maternal intercesión de María, Salud del pueblo romano. Que ella nos acompañe y guie nuestros pasos para que este año sea un tiempo de extraordinaria gracia espiritual y de renovación social.

6. Iglesia de Roma, hoy el Señor te visita para abrir ante ti este año de gracia y de misericordia. Cruzando en humilde peregrinación, el umbral de la Puerta santa, acoge los dones del perdón y del amor. Crece en la fe y en el impulso misionero: esta es la primera herencia de los apóstoles san Pedro y san Pablo. ¡Cuántas veces, a lo largo de tu historia milenaria, has experimentado las maravillas de la venida de Cristo, que te ha hecho madre en la fe y faro de civilización para muchos pueblos! El gran jubileo, con el que te dispones a iniciar el nuevo milenio, te vuelva a confirmar, Roma, en la alegría de seguir fielmente a tu Señor y te conceda un deseo siempre ardiente de anunciar su Evangelio. Esta es tu peculiar aportación a la construcción de una era de justicia, paz y santidad. Amén.