NUEVA EVANGELIZACION Y NUEVAS TECNOLOGIAS:
UN DESAFÍO PARA EL PUEBLO DE DIOS
Card. Darío Castrillón Hoyos
Prefecto de la Congregación para el Clero
Auditorio del Pontificio Ateneo Antonianum
29 de mayo de 1998
¿Qué es evangelizar?
Una Nueva Evangelización
¿Por qué una Nueva Evangelización?
Se condensa el secularismo
Se acentúa el pluralismo
Marco de la Nueva Evangelización
Primera respuesta: la fuerza del Espíritu
Segunda respuesta: conocer al hombre, camino de la Iglesia
Tercera respuesta: la experiencia de las Iglesias libres (Moltmann)
Cuarta respuesta: la Palabra de Dios en diálogo con la inteligencia
Quinta respuesta: evangelizar los centros del pensamiento
Respeto e identidad en la sociedad pluralista
Conclusión
En preparación de las grandes solemnidades del Jubileo del año 2000 ha convocado el
Santo Padre a los movimientos apostólicos comprometidos en la acción de la Iglesia.
Estamos aquí para conmemorar desde la fe, con alegría y entusiasmo, el hecho portentoso
de la Encarnación del Hijo de Dios en las entrañas purísimas de la Virgen María. En
incomprensible misterio, Dios ha venido al mundo para revelarnos los secretos escondidos
desde todos los siglos. El Verbo Eterno ha tomado carne para redimirnos, padeciendo por
nuestros pecados y llevándonos consigo a la gloria del Padre.
En su vida y su palabra Jesús nos ha dejado su Evangelio, la Buena Noticia de nuestra salvación. Los Apóstoles, sus sucesores y la comunidad cristiana han llevado hasta los últimos confines de la tierra este mensaje de salvación y millones de hombres de todos los tiempos y todos los espacios han aceptado como norma transformadora de sus vidas la doctrina de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios. Individuos y naciones se han convertido al mensaje de Cristo y las culturas mismas se han transformado según los valores del Evangelio. Sin embargo, hay todavía hombres y pueblos que no conocen el Evangelio o que, conociéndolo y aún habiéndolo vivido, se alejan de él o lo rechazan y organizan su historia en escalas de valores adversos o indiferentes ante el Evangelio.
Ante los umbrales del año 2000, el Papa nos llama a una Nueva Evangelización que traiga las riquezas de la presencia de Cristo a los hombres y las culturas del tercer milenio. Permítanme compartir con ustedes las inquietudes sobre esa Nueva Evangelización y uno de los instrumentos que podemos utilizar con provecho en la nueva tarea evangelizadora. Desde el Sodalicio ustedes cultivan un amplio abanico de intereses y así, en un fiel y generoso intercambio de dones, se enriquece mutuamente la Iglesia. En este espíritu, por la iniciativa del Sodalicio se ha organizado este encuentro para los distintos grupos con la voluntad de celebrar la venida de Cristo que llega a nosotros para comunicarnos la Buena Nueva y el Sumo Pontífice nos invita una vez más a ser permanentes, incansables e inagotablemente entusiastas pregoneros que de nuevo propagan la Buena Noticia. Pedro nos habla de una Nueva Evangelización y de la maravillosa aventura de ser eficaces actores de la misma.
¿Qué es evangelizar?
Evangelización es el anuncio del reino de Dios y del gran don de la salvación en Cristo. Este don es «liberación de todo lo que oprime al hombre... sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por Él, de verlo, de entregarse a Él»[82]. Es, por tanto, un anuncio gozoso, un "buen anuncio".
La Iglesia recibe de Jesús el testimonio y el mandato de evangelizar: «Debo anunciar también el reino de Dios --dijo Jesús-- a las demás ciudades, porque para esto he sido enviado»[83]. Y dijo también Jesús: «Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros»[84]. «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos míos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado»[85].
De este modo, como lo expresa la tradición cristiana en boca de Ireneo de Lyón, a la Iglesia «se confía la luz de Dios, y por consiguiente la sabiduría de Dios que salva a todos los hombres, "grita en las calles, en las plazas levanta su voz. Desde lo alto de los muros llama, a la entrada de las puertas de la ciudad pronuncia sus discursos"[86]. Efectivamente, la Iglesia predica la verdad en todas partes: es el candelabro de los siete brazos, que difunde el esplendor de Cristo»[87]. Es así la Iglesia sacramento de salvación.
Por la evangelización la Iglesia debe entregar a Jesús mismo, «Evangelio de Dios»[88], con la totalidad de su mensaje integral y con todas las riquezas de su gracia salvadora. Éste ha sido siempre el cometido de la Iglesia.
Una Nueva Evangelización
Con motivo de las celebraciones conmemorativas de los 500 años de la evangelización de América, el Papa ha convocado a América Latina y a toda la Iglesia a una Nueva Evangelización. Son ampliamente conocidas las palabras del Pontífice, el 9 de marzo de 1983, en Puerto Príncipe, Haití, en su alocución a los obispos del CELAM: Este centenario debe celebrarse con una «mirada de gratitud a Dios, por la vocación cristiana y católica de América Latina, y a cuantos fueron instrumentos vivos y activos de la evangelización... Mirada hacia los desafíos del presente y a los esfuerzos que se realizan. Mirada hacia el futuro, para ver cómo consolidar la obra iniciada»[89]. Obra que debía ser «una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión»[90]. Esta Nueva Evangelización ha llegado a convertirse en un afortunado lugar común en toda la Iglesia.
¿Qué significa esta novedad? Es evidente que no se trata de nuevos contenidos de la fe, de cambios en la misma, ya que la verdad es eterna, inmutable, porque Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre[91]. Él es la Verdad eterna que se manifiesta en la plenitud de los tiempos. No se trata pues de un "nuevo Evangelio" que se desprendería siempre de nosotros mismos, de nuestra cultura, de nuestro análisis de las necesidades del hombre. Porque esto no sería "Evangelio" sino pura invención humana y en él no habría salvación. Ni se trata de quitar del Evangelio aquello que parece difícilmente asimilable a la mentalidad moderna. El Papa también ha advertido que «no es la cultura la medida del Evangelio, sino Jesucristo la medida de toda cultura y de toda obra humana»[92]. La Nueva Evangelización parte de la certeza de que en Cristo hay una «inescrutable riqueza»[93] que no se agota en ninguna cultura ni en ninguna época y a la cual todos podemos siempre llegar[94].
¿Por qué una Nueva Evangelización?
Conservando firme el contenido del mensaje y su integralidad y la proclamación del mismo, para su difusión a todas las generaciones y en todos los lugares debe confrontarse con las variantes culturales de sensibilidad, de lenguaje, de necesidades sentidas. Del lenguaje porque algunos términos, con el pasar del tiempo, pueden volverse menos inteligibles; de sensibilidades culturales, porque algunas manifestaciones hechas con propósitos de virtud pueden en la realidad aparecer como desviaciones incomprensibles; de necesidades, en cuanto que algunos períodos históricos y ambientes culturales pueden señalar la urgencia de particulares acentos, por ejemplo sobre la familia, sobre la libertad de educación, sobre el respeto a la vida en todas sus fases, sobre el ámbito bioético, sobre los derechos humanos. A los desafíos se responde con otros desafíos positivos de sana provocación.
Se requiere una Nueva Evangelización porque hay hoy en la sociedad secularizante grupos todavía no alcanzados por la novedad del Evangelio, ateos prácticos, indiferentes satisfechos y muchos hombres que, por ignorancia, no practican aquella fe de la cual son de todas maneras destinatarios.
Todo esto reclama además de aquellos clásicos y siempre fundamentales, otros nuevos conocimientos, y un nuevo ardor para imprimir en la acción apostólica «un impulso nuevo, capaz de crear tiempos nuevos de evangelización en una Iglesia todavía más arraigada en la fuerza y poder perennes de Pentecostés»[95]. Una evangelización nueva en su ardor presupone una sólida fe, una intensa caridad pastoral y una gran fidelidad que, bajo la acción del Espíritu Santo, generen una mística, un incontenible entusiasmo en la tarea de anunciar el Evangelio. En el lenguaje neotestamentario la parresía inflama el corazón del apostolado[96]. «La verdad de Cristo ha de iluminar las mentes y los corazones con la activa, incansable y pública proclamación de los valores cristianos»[97].
¿Cuáles son las razones para esta insistencia del Papa en la necesidad de una Nueva Evangelización? Encuentro una razón fundamental que, a mi modo de ver, engloba las demás: la expansión planetaria de la tardía modernidad y la gran crisis histórica de esta cultura.
La tardía modernidad ha desarrollado hasta niveles irracionales la autonomía de la razón y ha pretendido lograr la felicidad cabal del hombre, en un progreso sin fin, por el dominio de la ciencia y de la técnica, como última fase de los avances del ejercicio racional autónomo. Esta cultura ha obtenido logros estupendos, pero también registra catastróficos fracasos que han producido el hastío y precipitado la crisis cultural. La irracionalidad comienza cuando la razón renuncia a criticarse a sí misma, quizás por el temor de encontrar sus límites y de tener que reconocer los horizontes infinitos del Espíritu.
La razón autónoma individual ha producido un individualismo incontrolable con fatales repercusiones en el orden ético y con prescindencia cada vez mayor de todo orden moral. Se excluyen las referencias a todo "mito" religioso. El corte con la metafísica y con la trascendencia es cada vez más absoluto.
Se condensa el secularismo
Esta cultura planetaria aceleró el proceso de secularización y condensó, con proporciones mundiales, el fenómeno del secularismo, de la no creencia y del indiferentismo religioso. Mil millones de hombres y mujeres se declaran hoy religiosamente indiferentes, número que se eleva considerablemente si se piensa en los no contemplados en las estadísticas.
Juan Pablo II lo dice así en Christifideles laici: «Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo. Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo --si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria-- inspiran y sostienen una existencia vivida "como si no hubiera Dios". Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y desoladores que el ateísmo declarado»[98].
Se acentúa el pluralismo
Por otra parte, la tensión entre este individualismo "trascendental" secularizado y las tradiciones ideológicas y religiosas hace desplegar la gama cada vez más amplia de los pluralismos. El racionalismo, el consumismo y el proselitismo de las sectas se han unido para expandir las fronteras de un supermercado religioso con ofertas para todos los gustos y con creciente demanda aumentada por las angustias del pueblo.
Marco de la Nueva Evangelización
En este marco se sitúa la responsabilidad evangelizadora de la Iglesia. Dios no ha muerto, pero sí ha muerto el hombre que hasta la primera parte de este siglo era el término de la acción evangelizadora de la Iglesia. Con la modernidad ha nacido un hombre nuevo en cuyos predios crece incontenible el fenómeno de la indiferencia. El hombre con esta su nueva cultura es el gran reto para la evangelización. Este hombre que enfrenta su libertad a múltiples opciones religiosas es el nuevo desafío de la Iglesia católica. Urge responder a esos desafíos.
Primera respuesta: la fuerza del Espíritu
La primera respuesta al desafío tiene sus fuerzas en nuestras certezas. Debemos proclamar como un hecho de la máxima racionalidad la capacidad y el derecho de Dios de intervenir la historia. Las certezas de su intervención reveladora. Las certezas de su amor revelado. Éstas son columnas espirituales firmes en el edificio de una cultura resquebrajada por las incertidumbres. Jesús es el Señor, muerto y resucitado. El Espíritu que procede de Él y del Padre es la causa del incontenible dinamismo transformador de hombres y culturas. Evangelizar no es un acto de "propaganda", como el proselitismo político, sino un acto de amor. El hombre huérfano de la post-modernidad debe sentirse amado de Dios, debe saberse capaz de amar a Dios, debe penetrar en la dimensión, para muchos hoy desconocida, de ese amor que llama, que espera, que colma los deseos inconscientes de los hombres llenos de hastío y desesperanza. Más que una batalla táctica de ideas, de conceptos, de disciplina, evangelizar es propiciar un encuentro de amor. Es tocar a la puerta de una razón que discurre sobre el amor y escucha la memoria del amor de Dios en toda una historia de salvación, desde el amor de un Padre que entrega a su Hijo, hasta el amor del Hijo que entregó su vida por nosotros. Un vacío de nuestra cultura es la dimensión profunda del amor.
Segunda respuesta: conocer al hombre, camino de la Iglesia
La segunda respuesta es el conocimiento del hombre, «camino de la Iglesia»[99], según la bella expresión de Juan Pablo II.
El hombre de la tardía modernidad es un hombre excesivamente racional y pragmático. El proceso de urbanismo, desde las "polis" de los griegos, ha potenciado, con sus estructuras de pensamiento formales e informales, el ejercicio de la racionalidad. El iluminismo (Aufklärung), aunque de algún modo penetró todos los ambientes, tuvo su fuerza mayor en las ciudades y desde éstas irradió todos los espacios. Este hombre contemporáneo ha sido formado en la escuela de la autonomía absoluta de la razón y del dominio de la libertad. Es un hombre fundamentalmente secularista. Sin embargo, las áreas rurales y, en general, las zonas atrasadas del mundo o de sus diversas regiones se mantuvieron a la zaga simultáneamente en el proceso de desarrollo y en el de secularización. En esos grupos se han preservado valores de las viejas culturas.
Tercera respuesta: la experiencia de las Iglesias libres (Moltmann)
Moltmann se pregunta qué podemos aprender de las Iglesias libres, de los pentecostales y de los carismáticos que trabajan en las grandes ciudades, y se da a sí mismo cuatro respuestas que me permito resumir:
1. A la fe, en un mundo ateo, no se llega por pertenencia en razón de nacimiento o de ambiente sino por la experiencia personal y la propia decisión, por un nacer de nuevo.
2. La promoción y respeto de la libertad de conciencia de hombres mayores de edad. El hombre tiene en su conciencia que la fe lo ha hecho libre.
3. Entender el significado de una comunidad que se asume voluntariamente. En el mundo impersonal de las ciudades de masas la fe es una experiencia de comunidad. Un hombre se siente verdaderamente libre cuando es recibido en un comunidad tal como él es sin exigencias ni condiciones previas. En el mundo del anonimato de las grandes ciudades la comunidad voluntaria es el verdadero hogar de lo humano. En un mundo ateo sólo cuando la parroquia se convierte en comunidad la evangelización de la Iglesia es digna de fe. En tal comunidad se viven realmente los diferentes carismas y se medita en común la Biblia. Desaparece el clericalismo que es una de las causas del ateísmo.
4. Para la situación concreta de Alemania señala Moltmann la dimensión ecuménica[100].
Cuarta respuesta: la Palabra de Dios en diálogo con la inteligencia La Nueva Evangelización, atenta a la cultura secularizada, debe insistir en respuestas adecuadas al hombre excesivamente racional que ha producido esta cultura. La Iglesia debe propiciar el conocimiento serio de la Palabra de Dios. Para muchos hombres, a partir de niveles medios de pensamiento, puede ser válida la crítica acerba de Nietzsche quien, desde su horizonte de exactitud filológica y su espíritu crítico ilustrado, afirmó que «el cristianismo es una fe que nunca tiene la voluntad de entender sus libros sagrados»[101]. La afirmación exagerada de Nietzsche refleja una inquietud más generalizada de lo que a primera vista pudiéramos esperar.
El respeto a la Palabra de Dios pide hoy un estudio de las Sagradas Escrituras más profundo y menos limitado a círculos clericales o de laicos privilegiados. En este estudio hay que redescubrir el valor teológico y cultural del apoyo patrístico con la fascinante riqueza del primer encuentro con la filosofía y la civilización griega y con la cultura greco-romana. El hombre de la post-modernidad tiene que entender el valor trascendental pero relativo de las mediaciones filosóficas y culturales en la comprensión, la vivencia y la transmisión de la fe intra y extra generacional para darle albergue en su propio lenguaje y en su propia cultura vacilante. Las necesidades de la comunidad reclaman esta acción pastoral de la Iglesia. Los movimientos, los grupos apostólicos y las comunidades eclesiales de base son, entre otros, espacios abiertos a la reflexión comunitaria. Debemos poner la Palabra fresca, vital, con aroma de comunidad apostólica, con brío de Iglesia enfrentada a culturas e imperios, en manos de la comunidad, del pueblo simple o ilustrado, que es con nosotros Pueblo de Dios. La metodología histórico-crítica y la filología no pueden mantenerse recluidas en el espacio esotérico de los iniciados. Pedro nos invita a dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza.
El hombre pragmático necesita la respuesta de contenidos vitales y exige el testimonio de vida.
El mensaje tiene que ir caballero en el testimonio. Aquí tienen que tener su fuerza los movimientos que, en la variedad de los carismas, multiplican los testimonios de vida y congregan a los hombres, como hermanos, en la familia grande de la parroquia. Aquí la fuerza testimonial y la caridad efectiva de las familias religiosas en el vigor renovado de sus carismas y en la contundente radicalidad de su vivir evangélico. Estos contenidos vitales compartidos en familia rompen el anonimato, la soledad y la insignificancia de los individuos perdidos en la masa. Será definitivo el testimonio de quienes ya llenaron en la fe sus propios vacíos.
Quinta respuesta: evangelizar los centros del pensamiento
La quinta respuesta es la evangelización de los centros motores de cultura. Efectivamente, el hombre es el arquitecto de la cultura. Ésta no se produce por generación espontánea, como un accidente histórico.
Filósofos, maestros, artistas, políticos, gobernantes, científicos, guerreros y santos modifican los rumbos de la cultura, fabrican sus variantes. La Nueva Evangelización debe incluir los centros del pensamiento, acompañar la ciencia y la técnica para humanizarlas y cristianizarlas mediante la acción apostólica solidaria de los creyentes.
La Iglesia debe estar presente con su acción pastoral en las estructuras donde se fragua el pensamiento y se deciden o se orientan las costumbres de la sociedad, presente en los medios de comunicación que infunden las ideas y forman la opinión pública.
Respeto e identidad en la sociedad pluralista
Esta inmensa responsabilidad de la Iglesia se presenta hoy en una sociedad pluralista. Ello implica, por un parte, un profundo respeto a las ideas ajenas, basado en el reconocimiento de la dignidad de todo hombre y en la consideración de su libertad, especialmente la religiosa, pero implica igualmente una conciencia clara de la propia identidad que no pacta con el relativismo ambiente, que es tolerante sin mengua de las riquezas de que se sabe depositaria.
Por otra parte, la consideración teológica del pluralismo no permite limitar los derechos de Dios a manifestarse a la humanidad y hacer conocer su voluntad en su Hijo Encarnado, y por Él, en quienes el mismo Hijo quiso identificar con su misión. El mandato evangelizador conserva todo su vigor, toda su amplitud de espacio y de tiempo.
En el debate sobre la Iglesia misionera se han hecho no pocas concesiones al racionalismo de la modernidad, no solamente en lo que antiguamente se llamó misiones extranjeras, a tierras de paganos, sino en la predicación del Evangelio a los nuevos no creyentes de la sociedad secularizada. Del respeto (salvo siempre un sano proceso de secularización y una justa desacralización) se ha hecho un mito que obstaculiza los caminos de la verdad revelada.
No menos nociva es la sutileza religiosa que coloca el problema de la salvación, y el éxito en conseguirla, "fuera de la Iglesia", en los planos secretos de la Providencia, quitando toda urgencia a la acción eclesial, y de paso menguando el sentido de la Encarnación del Verbo. Masson dice que la Iglesia «es, debe ser y permanecer, por el ejemplo y el esfuerzo de sus miembros, el sacramento, es decir el signo e instrumento visible y al mismo tiempo misterioso, de la salvación. El regalo de este sacramento a la humanidad no cristiana será siempre función imprescriptible de la Iglesia»[102].
Es necesario para la causa de la Nueva Evangelización que, firmes en el patrimonio de la entera tradición, siempre vital e ineludible, nos proyectemos sobre la cultura "del futuro", y debemos usar los medios más avanzados que se han ofrecido por el progreso técnico. Éste, en efecto, debe convertirse en vehículo de la evangelización.
Son muchos los medios, pero ahora, aquí, quiero limitar mi discurso a los medios de comunicación que revisten una importancia de primer orden. Intensificar la presencia de la Iglesia en el mundo de la comunicación debe ciertamente constituir una de nuestras prioridades. Deberíamos sentirnos gravemente culpables frente a nuestro Señor si no usáramos estos potentes medios que la inteligencia humana hace cada día más perfectos[103]. Pienso en la prensa, la radio, la televisión, el cine, el teatro, los minimedia. Son instrumentos que a menudo pueden ser usados indebidamente, al margen y aun contra el Evangelio. Pero esto, lejos de desanimarnos, debe impulsarnos con mayor ardor a recoger el desafío y a usarlos para evangelizar.
Quisiera restringir aún más el objetivo, y limitar la reflexión a algunos medios que revisten una nueva importancia. Me refiero a las redes globales de comunicación dentro del campo informático. Razones apostólicas prácticas me llevan a presentarles en forma muy sintética algunos de estos nuevos instrumentos de comunicación.
En primer lugar, se trata de medios que están al alcance normal no sólo de las instituciones sino aun de las personas. No es fácil poseer un diario, una emisora, un canal televisivo, o unos estudios cinematográficos. Es difícil y a veces casi imposible obtener en ellos espacios permanentes. En cambio, es muy posible tener una computadora con los elementos electrónicos y los programas necesarios para la comunicación.
Una ayuda particular para la acción apostólica podría ciertamente provenir, por ejemplo, de los medios siguientes: e-mail (correo electrónico), home page (web), bancos de datos, Internet, Intranet, e incluso, aún en fase de desarrollo, Internet 2 y otras redes globales de comunicación.
Estos medios, estando al alcance de los presupuestos normales, pueden tener una cobertura global impresionante. En forma muy acorde con la cultura contemporánea, la evangelización se presenta no como una invasión en terrenos privados, sino como una invitación, el "venid y ved" del Señor.
La home page se convierte en realidad en un hogar abierto en el que la riqueza de la fe se pone a disposición del que quiera pasar por sus puertas abiertas. El apóstol que abre la home page, el correo electrónico, puede poner al servicio de los hermanos, próximos y lejanos, de igual modo su mensaje personal sencillo que la riqueza doctrinal de la Iglesia, encerrada milagrosamente en el misterio electrónico de los bancos de datos. Esta forma de apostolado se realiza dentro de un ambiente que combina de manera insospechada y maravillosa la múltiple convergencia pública y la más estrecha privacidad. El visitante anónimo puede hacer preguntas a través de estos sistemas, y su curiosidad religiosa puede ser satisfecha en la severidad y profundidad de los datos contenidos en el banco electrónico.
El e-mail se puede convertir en un instrumento invaluable de comunión y en una forma insospechada de compañía pastoral y acompañamiento cristiano. De esta manera se personaliza apostólicamente el uso de la computadora.
Todos estos medios ofrecidos por la técnica y utilizados por la inteligencia iluminada por la fe, y la voluntad movida por el fuego de la misión, garantizan, pues, la privacidad, la libertad, la más alta cobertura intra y extra eclesial, sobre todo cuando brindan sus servicios a las agencias nacionales e internacionales y su influjo llega a tener un radio de acción verdaderamente imprevisible. Este camino nuevo brinda además la oportunidad de que personas sencillas, que no tienen voz en la sociedad, puedan conseguir que su pensamiento se extienda por amplios espacios sin que puedan ser silenciadas por poderes políticos o económicos. Recordemos, sí, que por encima de todas las tecnologías está aquel que es Deus scientiarum Dominus, aquel que es la sabiduría eterna encarnada para la salvación de todo hombre que viene a este mundo.
Conclusión
Urgidos por el amor de Cristo, con el entusiasmo que nos da la conmemoración de estos 2000 años de fe, entremos con el Vicario de Cristo, Juan Pablo II, al tercer milenio con la convicción firme de que, como movimientos en la fuerza del Resucitado y bajo la luz de su Espíritu, debemos usar estos medios providenciales desde las más elevadas responsabilidades del rigor científico hasta las acciones elementales del uso cotidiano.
[82] Evangelii
nuntiandi, 9.
[83] Lc 4,43.
[84] Jn 20,21.
[85] Mt 28,18-20.
[86] Prov 1,20.
[87] San Ireneo de Lyón, Adversus haereses, 5,20,1.
[88] Evangelii nuntiandi, 7.
[89] Juan Pablo II, Alocución al CELAM, Puerto Príncipe, Haití, 9/3/1983, III.
[90] Lug. cit.
[91] Ver Juan Pablo II, Discurso inaugural, Santo Domingo, 12/10/1992, 7.
[92] Allí mismo, 6.
[93] Ef 3,8.
[94] Ver Juan Pablo II, Discurso inaugural, Santo Domingo, 12/10/1992, 6.
[95] Evangelii nuntiandi, 2.
[96] Ver Hch 5,28-29; Redemptoris missio, 45.
[97] Juan Pablo II, Discurso inaugural, Santo Domingo, 12/10/1992, 10.
[98] Christifideles laici, 34.
[99] Redemptor hominis, 14.
[100] Jürgen Moltmann, Evangelization in einer atheistischen Welt, Evangelizzazione e
ateismo, en Atti del Congresso Internazionale 1980, Studia Urbaniana, Paideia, Brescia
1981, p. 333.
[101] Nietzsche Werke. Kritische Gesamtausgabe, Colli Montinari, Nueva York 1973, VIII
3,395: 22,8.
[102] Joseph Masson, Missione, DTI, Marietti 1977, p. 552.
[103] Ver Evangelii nuntiandi, 45.