Ponencia durante el Congreso Mile Hi, Denver, 2/1998

"Que otros puedan escuchar y creer"

Arzobispo Charles J. Chaput O.F.M. Cap.

Congreso de Mile Hi Febrero de 1998

I. Cuando Bill Beckman me ofreció hace algún tiempo la oportunidad de hablar en el Mile Hi, acepté con gusto, porque realmente creo que este congreso es una de las reuniones más importantes que se realiza cada año en nuestra Iglesia local, y estoy feliz y agradecido de verlos aquí. Todos nosotros —padres de familia, sacerdotes, obispos y educadores— compartimos un mismo e importante papel dentro de la Iglesia: somos educadores. Ese es nuestro mandato como creyentes. Jesús nos mandó a que vayamos y hagamos discípulos a todas las naciones, y nosotros lo hacemos de dos maneras. Predicamos el Evangelio y enseñamos la fe. La vocación de enseñar a otros acerca de Jesús y de su Iglesia es una de las cosas más importantes que un cristiano puede realizar. Cuando sus maestros enseñan la verdad con coraje, fidelidad y convicción, la Iglesia crece fuerte, cuando no lo hacen, se debilita. Así de simple.

Soy un franciscano capuchino, por eso tengo un gran amor por la simplicidad. Necesitamos más de ella en el mundo, y también necesitamos más de ella en la Iglesia. Jesús era simple. No era simple como el ignorante, sino simple en su enfoque. Él habló clara y directamente. Se ancló a Sí mismo en lo esencial de la voluntad de su Padre. Nosotros necesitamos hacer lo mismo. Por esta razón el Mile Hi es tan importante. Todas las técnicas y herramientas y métodos profesionales que aprendemos aquí son valiosos. Pero no son, en última instancia, la razón de ser de este congreso. Este congreso existe para renovar nuestro celo de misioneros. En la educación católica, todo educador es un misionero. De aquí se sigue que no podremos ser buenos profesores si no ardemos de amor por la verdad que enseñamos.

El pasado diciembre escribí una carta pastoral titulada "Buena Nueva de un Gran Gozo". Los que la leyeron saben que el tema de la misión y la evangelización es realmente el centro de mi atención como obispo. Los que no la leyeron, no se sientan mal. Si ustedes tienen problemas para leer cartas pastorales, yo realmente no me divierto mucho escribiéndolas. De hecho, pienso que la mayoría de las veces, una buena homilía dicha desde el corazón es la mejor manera para llegar a alguien con cualquier mensaje. Pero hay cosas que son lo suficientemente importantes como para detenerse más tiempo pensando en ellas y desarrollándolas. Algunos temas necesitan realmente el marco de una carta pastoral, y recobrar nuestra energía misionera y nuestro realismo misionero como Iglesia es uno de ellos.

¿Qué es lo que quiero decir con realismo misionero? Es un término extraño. Déjenme explicarlo de esta manera. Cuando publico una carta sobre evangelización en la Víspera de Navidad, ésta se conecta fácilmente con todos los hermosos sentimientos del tiempo de Navidad. Y de verdad corresponde: Todo nacimiento es "Buena Nueva de un gran gozo". Pero el gozo más profundo del Evangelio cristiano no ocurre en Navidad. Ocurre al otro lado del Gólgota. No hay resurrección sin crucifixión.

Todos amamos la Navidad. Es la parte fácil del mensaje. Hay mucho menos demanda del consumidor por el Viernes Santo. Sin embargo, la cruz es el modo por el que Cristo lleva a cabo nuestra redención. Y sólo estando clavados en la cruz con Él, podremos resucitar con Él en la Pascua de Resurrección. Esta parte del Evangelio es más difícil de predicar. Es difícil para cada uno de nosotros aceptarla personalmente. Nosotros los cristianos hablamos bastante acerca del sufrimiento… pero muy pocos de nosotros quieren experimentar mucho de él.

Menciono esto porque, en los países desarrollados como el nuestro, cuando hablamos de Jesucristo —y de nuestras vidas como cristianos— tendemos a redondear las aristas. Dejamos a un lado la parte de los clavos ensangrentados. Pero el mensaje no tiene sentido sin los clavos. Jesús mismo fue muy claro acerca del costo, así como de las recompensas del discipulado: "Toma tu cruz y sígueme". Serás insultado. Serás perseguido. Serás humillado. La Buena Nueva no es un mensaje amable. Es un mensaje revolucionario de nueva vida en Cristo a través de la muerte personal… y el mundo usualmente no quiere oirlo, y frecuentemente se le resistirá con violencia.

El fin de semana pasado tuve el privilegio de visitar Roma para el consistorio en el que el Arzobispo Stafford fue hecho Cardenal. Fue un momento hermoso, colmado de gran gozo. Pero las vestiduras rojas de un cardenal representan la sangre, y son un constante recuerdo para el que las porta de la prontitud que debe tener para derramar su sangre por la fe. La Roma cristiana esta literalmente construida sobre los huesos de los mártires, generaciones de mujeres y hombres que derramaron su sangre como testigos de Jesucristo. Derramándola, se convirtieron en las semillas de la fe que nosotros heredamos hoy.

Esto es lo que quiero decir con "realismo misionero". Es la disponibilidad pronta para poner detrás de nuestras palabras un ardiente corazón y la voluntad por Cristo, sin importar el precio. Nada bueno o santo se consigue sin costo, y ¿cuánto vamos a estar dispuestos a pagar? ¿Cuánto vale realmente nuestra fe? ¿y cuánto estamos dispuestos a probar eso con nuestras vidas? Si queremos ser buenos educadores, debemos ser buenos misioneros. Y si queremos ser buenos misioneros, debemos estar dispuestos a ser mártires. Y si las ciscunstancias de nuestras vidas no requieren un testimonio hasta la sangre, aún podemos entregarnos sin reserva en el servicio.

II. ¿Cómo se aplican estos pensamientos a nuestra vocación de educadores católicos, aquí y ahora? No necesitamos ir al Africa o a Asia para ser misioneros. Nuestra tierra de misión esta justo en nuestro patio trasero, a lo largo de los Estados Unidos y aquí en el norte de Colorado. La encontramos en las familias que envían a sus hijos a nuestros programas de educación religiosa y a nuestros colegios. Es verdad que tenemos una tremenda herencia cristiana en este país, y obviamente muchos millones de americanos continuan practicando activamente su fe. Muchos incluso testimonian su fe a través de acciones caritativas, sociales y políticas.

Pero sospecho que también es verdad que el sentimiento religioso está dejando de ser una fuerza propulsora de nuestra conducta. Lo más común hoy en día, es que la afiliación religiosa sea sólo un barniz que cubre una incredulidad práctica. Y todos conocemos a un par de adultos jóvenes que tienen la necesaria formación religiosa como para estar vacunados contra la verdadera fe. Fueron educados en la Iglesia, y creen conocer todo sobre ella, pero en realidad no conocen nada. Al mismo tiempo, Colorado es el tercer estado menos "eclesializado" de los Estados Unidos. Muchos habitantes de Colorado no tienen ningún lazo formal con cuerpo religioso alguno. Como cultura, por tanto, nos queda la memoria de la fe y una especie de nostalgia de Dios, pero estamos perdiendo nuestro vocabulario moral en la medida en que nos alejamos de nuestra tradición religiosa.

Por supuesto que nada de este análisis puede ser tema de clase para sus alumnos de segundo, cuarto o séptimo grado. Si ustedes empiezan a hablar sobre "la alienación de nuestras raíces religiosas" y sobre nuestra "nostalgia de Dios", los mirarán como si vinieran de Marte. Podrá ser que ya los estén viendo así, pero esto haría las cosas peores. Sin embargo, estas observaciones son valiosas como un trasfondo. Es importante que conozcamos, como educadores católicos adultos, el terreno en el que estamos cultivando, de modo que podamos cultivarlo con más frutos para el Señor. Quiero mencionar al respecto, de manera breve, cinco temas o ideas para enfocar de manera especial con nuestros esfuerzos de maestros.

El Silencio

Lo primero es el silencio, El silencio es santo. Es donde Dios habla al alma. No tenemos silencio suficiente, y necesitamos ayudar a los jóvenes a que lo recuperen. ¿Cuántas veces han visto adolescentes dar vueltas sin rumbo por el Centro comercial Cherry Creek con audífonos enchufados a los oídos? ¿No se preguntan por qué necesitan la bulla? ¿Qué es tan vacío en el mundo que los rodea que necesita ser llenado de manera artificial con el último CD?

No tengo nada en particular en contra del Rock. Algunas canciones suenan bastante bien. Sí creo que las letras son algunas veces muy perturbadoras, pero ese no es mi punto. Ustedes y yo debemos estar interesados en saber qué aburre o asusta a la gente joven en la falta de bulla. Temo que hemos creado un gran agujero en el universo en el sitio en que estaba el sentido de la vida, y que el ruido es la única cosa que impide que esté completamente vacío. El ruido es una de nuestras drogas. Es la manera en que evadimos una reflexión demasiado profunda sobre cosas importantes. La mayoría de ustedes conoce a C.S. Lewis, y muchos de ustedes recordarán su libro, "Cartas del Demonio a su sobrino". En ese libro, el ruido es la música del infierno; es de lo que está lleno el infierno, y es con lo que el sobrino del demonio quiere llenar toda la creación. Pienso que si C.S. Lewis estuviera vivo aún, diría que hemos superado al sobrino mediante nuestra libre voluntad. Y el resultado es que no podemos escuchar a Dios cuando trata de hablarnos.

Dios

Esto me lleva al segundo punto. Nuestra cultura no sólo ahoga la voz de Dios; lo empujamos completamente fuera de nuestra vista. Vivimos en un entorno social donde se le da espacio televisivo a todo personaje extravagante de caricatura, donde la idea de los milagros esta eclipsada por super héroes voladores y morfínicos, pero donde Dios está absolutamente ausente en el contexto de la TV para niños. Es una afirmación obvia, pero necesitamos volver a presentar al niño la persona de Dios; Dios no como una fuerza o una idea abstracta, o un campo de energía de ciencia ficción, sino como un Padre con un Plan para nuestra felicidad que está íntimamente involucrado con nuestras vidas e interesado en su desenlace eterno.

Nosotros podemos amar a un Padre. No podemos conocer, y mucho menos amar, a una fuerza. El ser personal de Dios, especialmente en su realidad trinitaria, implica relación, no sólo al interior de la Trinidad, sino con la humanidad y con toda la creación. Y toda relación implica derechos mutuos, responsabilidades y sentido, lo cual es exactamente lo que falta en la vida de tantos jóvenes. Encontrar a la Persona de Dios es exactamente como encontrar al hombre o a la mujer que será tu cónyuge. Esto cambia todo. Te da un objetivo. Ordena todo lo demás en tu vida. Es por esto que el novelista Francois Mauriac escribió: "Cualquiera que ha conocido verdaderamente a Dios no podrá nunca ser alejado de Él."

Verdad

Mi tercera preocupación es la naturaleza de la verdad. Falta un sentido de bien y de mal absolutos, no sólo en muchos de los niños de hoy, sino —lo que es mucho más alarmante— en muchos de su padres. Mientras nos vamos alejando de nuestros lazos religiosos tradicionales, nos volvemos más y más relativistas en nuestros juicios, y cada vez menos capaces de entender la verdad como algo permanente y objetivo, esa realidad única fuera de nosotros que es el fundamento de nuestro carácter humano. Es por eso que tenemos el espectacular sinsentido de candidatos que candidatean sobre una plataforma de altos ideales... y que luego, una vez elegidos, nos dicen que su conducta moral personal no tiene nada que ver con su servicio público.

Miren el ambiente político en Washington en estos días. Sería motivo de risa, si no fuera tan fatal para la confianza pública en nuestros líderes e instituciones. En América en 1998, es "verdad" lo que cualquier charlatán puede establecer como plausible o defendible. Nos estamos volviendo un pueblo de justificaciones en lugar de principios. Y al hacerlo, somos inclusive menos capaces de entender la más profunda, divina verdad que asume la carne humana en la persona de Cristo. Para muchos americanos que se llaman cristianos, las palabras de Jesús "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" han terminado siendo un poco más que una apelante, aunque oscura, poesía.

Libertad

Mi cuarto punto es la idea de libertad. Jesús dijo: "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres". La verdad —la verdad de Dios encarnada en Jesucristo— es lo que nos hace libres... no 36 distintas marcas de detergente, o una variedad alternativa de estilos de vida. "Opción" no es necesariamente libertad, y la idolatría de la elección es justamente otra forma de esclavitud, otra forma del ruido del que habló el sobrino del Diablo. Una vez que perdemos nuestro asidero en la verdad, inevitablemente perdemos nuestra libertad, porque ya no tenemos una manera de ordenar moralmente nuestras opciones. Nuestras elecciones se vuelven nuestra distracción y nuestras cadenas. Y eso no es lo que Dios quiere.

En Gálatas 5,1, Pablo nos recuerda que, "Cristo nos liberó para que seamos libres, permaneced firmes, por tanto, y no volváis a someteros al yugo de la esclavitud". Pero, ¿Cómo es esta libertad? Pablo nos dice que somos "… llamados a la libertad, hermanos; por tanto, no uséis vuestra libertad como un pretexto para la carne, más bien para el amor, sed siervos unos de otros" (Gál 5,13). La verdadera libertad está enraizada en el propio sacrificio. Y esa misma comprensión sacrificial de la libertad aparece por todo Efesios 5: "…Sujetándoos los unos a los otros en el santo temor de Cristo. Esposas, sujétense a sus maridos como al Señor… Esposos amad a vuestras esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó Él mismo por ella… Hijos obedeced a vuestros padres en el Señor…" La libertad no es licencia. La libertad no es egoísmo. La libertad no son elecciones-sin-sentido. La verdadera libertad es "…caminar en el amor, como Cristo nos amó y entregó su vida por nosotros…". Y es un caminar que conduce a la cruz. Debemos tomar el camino nosotros mismos, y ser modelos de este camino para los alumnos a los que enseñamos.

La Iglesia

Y esto conduce a mi último pensamiento: cualesquiera que sean sus faltas, la Iglesia es la única comunidad realmente libre de la creación. No libre según el "confuso" lenguaje de nuestra cultura política, sino realmente libre; libre en el sentido más profundo que encontramos en las Escrituras. Es la familia en la que encontramos a Cristo, quien es el Camino, la Verdad y la Vida, el mismo Cristo que dijo: "Nadie viene al Padre sino es por mí". Ella es el receptáculo a través del cual Dios derrama esperanza y santidad en el mundo.

Ella es el silencio donde podemos escuchar a Dios llamándonos por nuestros nombres. Ella es la senda que tomamos para responder a la llamada de Cristo, "Ven y sígueme" y también su mandato, "Id, y haced discípulos a todas las naciones". Cuando nuestra enseñanza es obediente a su enseñanza, es obediente a su voluntad. Nuestro trabajo como educadores católicos es el de conducir a las almas que enseñamos al interior de la Iglesia, hacia su libertad, hacia Su voluntad. Si logramos empezar a hacer eso, Dios cambiará el mundo.

III. Jesús dijo, "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida". También dijo: "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres". Pero también dijo: "No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz sino espada" (Mt 10, 34). Esas son palabras duras para el Príncipe de la Paz, pero tienen sentido frente a los tres grandes oponentes del Evangelio de todos los tiempos: el mundo, la carne y el demonio. Tendemos a enmarcar el combate entre la virtud y el pecado en palabras sutilmente diferentes, pero la realidad es exactamente la misma. La verdad nos hará libres, pero no nos hará estar cómodos, y ciertamente amargará a los enemigos de Cristo no sólo contra Él, sino también contra nosotros.

Cuando fui confirmado, el obispo me dio una ligera bofetada en la mejilla para recordarme la persecución que me podría llegar a causa de mi fe. Me convertí en soldado de Cristo en una guerra espiritual que se ha llevado a cabo a través de la historia en todos los continentes, en todas las culturas y en cada corazón individual. Supongo que expresiones como "combate espiritual" perdieron popularidad en los 60´s porque tenían un sabor a militarismo o a teología preconciliar. Pero pienso que es tiempo de recobrar la verdad que anida en el corazón de esas palabras. El combate espiritual es real. Somos soldados de Cristo, y estamos comprometidos en una guerra por el espíritu de la tierra contra enemigos espirituales que odian a la persona humana y a toda la Creación de Dios. El costo de esta guerra es la sangre de los mártires, y la historia de este siglo está escrita en ella. Esto es lo que quiero decir con realismo misionero. Si enseñan la verdad, hermanos y hermanas, son amigos de Dios. Y si son amigos de Dios, son enemigos de aquellos que lo injurian. San Pablo dice esto con mayor fuerza en Efesios 6, 10-17:

"Por lo demás hermanos, confortaos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos con la armadura de Dios, para poder sosteneros de los ataques engañosos del diablo. Porque no luchamos contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores mundanos de estas tinieblas, contra los espíritus de la maldad en las áreas celestiales. Tomad, por eso, la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día del mal, y habiendo cumplido todo, estar de pie.

Estad, pues firmes, ceñidos los lomos con la verdad, y vestidos con la justicia como coraza, y calzados los pies con la prontitud del Evangelio de la paz. Embrazad en toda ocasión el escudo de la fe, con el cual podréis apagar todos los dardos encendidos del Maligno. Recibid, así mismo, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios."

La educación católica no puede ser realizada por infieles o tibios. Ella es para personas que tienen un fuego por Dios en el corazón; que aman la Iglesia y sus enseñanzas; que quieren ser leones para el Señor y no gatos caseros. Es para misioneros y soldados de misericordia, de justicia y verdad. Es para almas que ven su propio sufrimiento como un pequeño precio que deben pagar por tomar parte en la gran tarea de Dios de la redención.

La "Buena noticia de un gran gozo" es que la más dura victoria ya ha sido conseguida. Cristo ha abierto la puerta a una nueva vida. Nuestro trabajo consiste en seguirlo y en conducir a otros hacia Él. Yo sé que ustedes tienen esa hambre en vuestros corazones, sino no estarían aquí hoy. Al empezar este tiempo de cuaresma en el año del Espíritu Santo, les pido que recen por mí —como yo rezaré por ustedes— para tener el mismo coraje que los Apóstoles encontraron en el día de Pentecostés: para predicar a Jesucristo con pasión y convicción, a tiempo y a destiempo, para que otros puedan escuchar y creer.

Dios los bendiga a cada uno de ustedes, y gracias por el tremendo trabajo que realizan.   

CHARLES CHAPUT