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I. Observaciones terminológicas

Una definición universalmente reconocida de lo que debe entenderse exactamente por v. no existe. Las definiciones del concepto intentadas a lo largo de la historia discrepan desde varios puntos de vista. Si se ansliza el concepto en su uso actual aparecen, según el contexto, muchas variantes de significación. Los tipos principales que pueden distinguirse son:

1. V. como querer (escolásticamente: actus voluntatis qua «appetitus rationalis, intellectivus...»). Ejemplos para este tipo de uso del concepto son textos en los cuales se habla de v. como elección, aspiración, apetito gobernado por la razón, de un responsable determinarse a sí mismo, decidirse, etc.

2. V. como «facultad», «capacidad», disposición para los actos de querer en el sentido de 1. A causa de los problemas que se presentan en el uso del concepto entendido en este sentido (discutido) conviene en muchos casos hacer una precisión. Ésta puede intentarse, entre otras cosas, por el hecho de que con ayuda de ejemplos concretos se aclare si y hasta qué punto las condiciones para el uso del concepto se cumplen también en casos de reducción de la facultad de querer, p. ej., en estado de sueño, de hipnosis, de embriaguez, en las primeras fases de desarrollo psicológico, en la abulia patológica.

3. V. como sujeto capaz de querer (-> persona, -> alma espiritual, yo, mismidad, ego trascendental), bien sea: a) bajo la forma de existencia del mero poder querer (sin realización actual de esta posibilidad; o bien, b) bajo la forma de existencia de la realización fáctica del querer. Ejemplos para este tipo de uso del concepto son frases como «voluntas vult... movet...» Lo que pueda querer no es la «facultad» o la «capacidad» de querer y tampoco el «acto» del querer, sino la -> persona capacitada para los actos volitivos.

4. V. como contenido del querer (lo querido); cf. frases como «cumplir la v. del legislador».

5. V. como disposición para realizar lo querido, p. ej., para traducir a la realidad las decisiones tomadas a pesar de obstáculos, cansancio, etc.

Debido a las divergencias y la indeterminación en el uso del concepto de v., con frecuencia es preferible matizar lo que con v. se pretende significar mediante el concepto (más cercano a la experiencia) de «querer». Tampoco este concepto es usado siempre en un sentido totalmente idéntico. Schopenhauer y Nietzsche, p. ej., lo concibieron en forma esencialmente más amplia que la psicología actual. Sin embargo, aquí las diferencias afectan principalmente al límite del contenido significado, mientras que con relación a su «núcleo» (querer en sentido estricto) se dibuja un consenso relativamente amplio, el cual se extiende tanto a través de la tradición filosófica como a través de la investigación empírica de la psicología más reciente.

II. Psicología y antropología del querer

Cuando el hombre quiere algo, su manera de existir se presenta singularmente «activa» y determinada por su «yo» personal.

En oposición a otras maneras de realización de la existencia, en el querer el hombre se experimenta no como determinado por algo ajeno, sino como autodeterminado, no como ya fijado, sino como fijándose a sí mismo, no como dirigido por algo ajeno, sino como dirigiéndose a sí mismo, no como sufriendo una determinación, sino como generador de la misma. Esa determinación no está impuesta exclusivamente por factores cuya manera de actuar se sustrae al arbitrio del yo (como sucede, p. ej., en procesos causales de tipo puramente mecánico), sino que por lo menos en un componente se debe a aquel «factor» interno del hombre por el que éste es capaz de disponer responsablemente de sí mismo. Por los actos de querer el hombre tiene la posibilidad de añadir a las estructuras de acción previamente dadas (p. ej., organismo psicofísico, mundo circundante) un «plus de determinación» (N. Hartmann), y con ello de influir y configurar la existencia y el mundo tal como 61 quiere personalmente y tal como corresponde a los fines establecidos por él mismo.

El «carácter de actividad» y la peculiar «radicación en el yo» que marcan psicológicamente el querer se reflejan abundantemente en el lenguaje cotidiano. Frente a «me incita, me atrae, me seduce», decimos: «yo quiero»; frente a «me invade un afecto», decimos: «yo tomo una decisión», etc.

El hecho de que el querer es realizado por un sujeto de naturaleza personal (y, por cierto, no sólo por un elemento integrado en la totalidad de la persona, el cual por sí mismo no es capaz de actos personales, sino únicamente por el principio personal en el hombre mismo; -> espíritu), es de fundamental importancia para la discusión y decisión de controversia acerca de la problemática de la v. significa, entre otras cosas que no puede suponerse a priori que desde cualquier punto de vista valen para ese sujeto las mismas leyes que para meros objetos materiales, y por eso exige precaución cuando, en virtud de resultados de las ciencias naturales, los cuales se basan en la observación de objetos no personales, se establecen tesis que afectan a la esencia y a las posibilidades de la existencia humana.

En la cuestión de la relación entre v. y -> conocimiento ha de tenerse en cuenta, además de la totalidad de la existencia (unidad de la persona), del momento que en el conocimiento se sustrae a la arbitrariedad subjetiva («objetividad» de la realidad cognoscible: -> verdad) y de la función fundamental del conocer para el querer (nihil volitum nisi cognitum), también la pluralidad de posibilidades de un influjo voluntario en el conocer. No sólo la creación de presupuestos para el logro de conocimientos está condeterminada por factores en los que puede influirse voluntariamente (por la manera de preguntar, la dirección de la búsqueda, la apertura interior, la sinceridad intelectual, etc.), sino que también lo están la interpretación, el enjuiciamiento y la valoración de los contenidos del conocimiento. En este contexto son especialmente esclarecedoras las aportaciones del psicoanálisis al concepto de «represión».

En orden al esclarecimiento de la importancia de la v. para el pensamiento específicamente científico, en los últimos tiempos se han abierto interesantes perspectivas por el análisis del problema de base de las ciencias experimentales y de la metafísica, especialmente por las aportaciones de R. Carnap, K. Popper y W. Stegmüller (cf., p. ej., W. STEGMÜLLER, Metaphysik, Wissenschaft, Skepsis [B — Hei 21969]). La problemática radical que aquí aparece y el condicionamiento de las pretensiones del saber humano, la dificultad de encontrar fundamentos «absolutamente» seguros y la función fundamental de los presupuestos y decisiones personales (p. ej., en la toma de posición frente a cuestiones fundamentales relativas a la crítica del conocimiento, en el reconocimiento o no reconocimiento de principios de pensamiento, de axiomas, de evidencias, de principios básicos empíricos), no sólo permiten conclusiones que llevan a consecuencias absurdas (-> escepticismo), sino también otras que ponen de manifiesto el momento de la —» libertad y con ello el de la -> responsabilidad. Cuando se presentan cuestiones cuya solución escapa al campo de lo estrictamente demostrable, en ciertas circunstancias, a pesar de la polémica positivista, es posible y «tiene sentido» dar una respuesta (porque, p. ej., es suficientemente probable, fructífera, fidedigna): una respuesta que contiene, ciertamente, componentes hipotéticos (cf. los aspectos justificados de la filosofía crítica de un Kant, de un Wittgenstein, del empirismo moderno, etc.), pero que, con todo, prácticamente está suficientemente motivada para que pueda asumirse el riesgo existencial de darla y responsabilizarse de ella.

Por lo que se refiere a las controversias entre las direcciones deterministas y las indeterministas, hemos de recordar que los conceptos centrales de estas controversias. se usan con frecuencia de forma vaga y con gran pluralidad de sentidos. Para superar las dificultades que de ahí surgen pueden servir, además de los análisis fenomenológicos, sobre todo las investigaciones analíticas del lenguaje y las precisiones terminológicas.

El «determinismo» tiene razón cuando supone que tampoco el querer se da sin un fundamento suficiente (-> causalidad), pero no está en lo cierto cuando supone que esto excluye la libertad. Por otro lado, el «indeterminismo» tiene razón al opinar que los actos volitivos no están determinados como ciertos procesos macrofísicos o ciertos procesos psíquicos previos a la esfera personal, pero sigue un camino erróneo cuando supone que los actos de querer se producen sin fundamento y sin la influencia de componentes que determinan y limitan la libertad. También la volición tiene su causa (más exactamente: su autor), sólo que ésta está en la persona misma que quiere (-> espíritu, -> trascendencia). Libertad en este sentido no significa falta de causa o indeterminación, sino posibilidad de causalidad propia, de autodeterminación responsable. En este sentido el hombre no es libre cuando carece de estímulos, sino cuando (y en tanto) puede ser y obrar como él mismo quiere.

Los motivos del querer («motivo» es una expresión usada con varias significaciones; aquí entendemos bajo ese término: los fundamentos por los que una persona se deja mover hacia la realización de los actos volitivos) tienen con frecuencia «muchos estratos», son complejos y no se hacen total y adecuadamente conscientes para el yo que quiere. En oposición al contenido intencional del querer, que sólo puede ser fin de la v. cuando es consciente para el yo (nihil volitum quin praecognitum), los factores de motivación pueden ser operantes también cuando no son conscientes para el yo. De cara a la comprensión de tales factores que obran inconscientemente y a la ilustración de su eminente importancia para la motivación de actos y de actitudes de la v., los hallazgos empíricos de la llamada -> psicología profunda y de la psicoterapia representan una base extraordinariamente valiosa.

Los factores que constituyen el campo de motivación (aspiración fundamental a la propia realización, amor, felicidad; exigencia del deber, mociones de la conciencia, valorizaciones; estructuras de la dinámica impulsiva y regresiva del inconsciente; tendencia a la propia conservación, a la agresión, a la sexualidad, etc., tendencias de apetencia y de aversión, inclinaciones y antipatías, tensiones entre necesidades de todo tipo, etc.) a veces escapan ampliamente a la libertad de disposición de la v. por el contrario, el yo tiene frecuentemente la posibilidad de determinar dentro de ciertos limites por cuáles de los factores de motivación previamente dados quiere dejarse dirigir en sus realizaciones libres y a qué decisiones quiere dejarse mover. Si un sujeto se siente impulsado a algo, aunque ese sentirse impulsado escape a la disposición libre del yo, normalmente no sólo hay una, sino varias posibilidades — distintas en su valor — de reacción ulterior. Yo puedo en ciertas circunstancias decidir: si quiero ceder («consentir»), resistir o sublimar; cómo quiero hacer esto, racional o irracionalmente, conlogro de un valor más alto o más bajo, por medios que sirvan a la vida o la destruyan, etcétera. Qué posibilidades entre las ofrecidas quiera yo elegir de hecho, en último término no viene determinado por uno de los factores que escapan a la disposición voluntaria, p. ej., un «impulso», sino por el yo capaz de disponer por sí mismo, el cual puede decidirse y determinarse a sí mismo en virtud de motivos y de acuerdo con motivos; de acuerdo con motivos que él mismo afirma y en conformidad con los cuales quiere decidirse (cf. la discusión sobre conceptos como «decisión fundamental», «intención fundamental», «option fondamentale», así como la posibilidad de un hombre de enfrentarse en una relación dialéctica con vivencias motivacionales, de tomar una posición valorativa, de dar una «respuesta» existencial, etc.).

La imagen de la «lucha de motivos», de la cual sale vencedor el más fuerte, induce a error si al mismo tiempo no se tiene en cuenta que el yo capaz de querer puede intervenir y contribuir a determinar activamente en esta lucha cuál de los motivos ha de salir «vencedor», es decir, debe ser fundamental para las decisiones libres que ha de realizar el yo. En conflictos entre «deber e inclinación», p. ej., puedo dejarme dirigir en ciertas circunstancias tanto por los motivos que corresponden a la inclinación como por los que me llaman al deber; algo semejante debe decirse sobre conflictos entre razón y pasión, egoísmo y tendencia a la solidaridad, odio y amor, etc.

Los factores de motivación estimulan, impulsan, inclinan, predisponen a la realización de determinados actos de v., pero no fuerzan. Los motivos de la libertad no hacen imposibles los actos libres, sino que les dan sentido y fundamento. No determinan (en un sentido que excluya la libertad), sino que motivan, en cuanto dan al yo el fundamento para determinarse a sí mismo, para querer algo.

Hay situaciones en las cuales alguien se ve empujado coactivamente a determinadas formas de conducta (cf. fenómenos neuróticos compulsivos, psicosis, formas de manifestación de la manía, de la «posesión», de la hipnosis, etc.). Sin embargo, con razón sentimos que éste no es el «caso normal». Humanamente «normal» es que la libertad se vea limitada, pero no excluida por el ineludible marco psicofísico en el que está integrado el yo volitivo (mundo de las tendencias, ambiente, etc.). Los límites del espacio de libertad son distintos individualmente y variables según la edad, el carácter y el grado de desarrollo espiritual.

La cuestión del origen de los factores de motivación que actúan en el hombre, así como la del origen de la existencia y posibilidad de querer del yo expuesto a ellos, conduce a problemas que, a pesar de todo lo que en particular se puede decir y suponer sobre ellos, rebasan el dominio de lo conocido científicamente: desembocan a la postre en el misterio del fundamento de la -> existencia humana en general.

III. Temática teológica

Cf. -> acto moral, -> fe, -> esperanza, -> amor, -> libertad, -> gracia y libertad, -> virtudes, voluntad salvífica de Dios (-> salvación, C), -> naturaleza y gracia, -> pecado y culpa, -> redención, -> hombre.

Por lo que se refiere a la problemática de la teología moral, es decisiva la cuestión de hasta qué punto se logre distinguir los componentes voluntariamente disponibles de los no disponibles voluntariamente en la existencia y la acción. Según el tipo y el grado de esta disponibilidad (p. ej., de la posibilidad de realizar y evitar las acciones, de influir en ellas y dirigirlas), se miden también inmediatamente magnitudes como libertad, responsabilidad, imputabilidad, culpa, etcétera. Se presentan puntos de vista esclarecedores si se pone en relación la interpretación teológica actual del concepto de -> concupiscencia con lo que pueden decir la fisiología y la psicología sobre las funciones vitales y las formas de vivencia, las cuales escapan total o parcialmente al arbitrio personal (p. ej., causas y efectos de procesos en los nervios y en las glándulas hormonales, representaciones que surgen involuntariamente, sentimientos, estados de ánimo, necesidades, afectos, vivencias impulsivas, inclinaciones y aversiones, etc.).

Para la pastoral práctica se plantea con especial urgencia la cuestión de las posibilidades de una formación eficaz de la v. Si por formación de la v. se entiende la formación integral de motivos, aquí se ofrece una polifacética plenitud de caminos (cf. -> psicología, -> pedagogía, higiene mental, -> psicoterapia, teología -> pastoral). Una de las preguntas más eficaces es la de que posibilita a un hombre no sólo conocer el -* bién como bueno, sino también amarlo en forma adecuada a la realidad.

BIBLIOGRAFÍA: Cf. la bibl. de las voces de referencia en cuerpo del art. espec. -> libertad, -> existencia, -> amor, -> decisión, -> hombre. — A. Pfänder, Phänomenologie des Wollens (L 1900); Th. Lipps, Vom Fühlen, Wollen und Denken (L 21907); 1. Lindworsky, Der Wille (L 31923); H. Reiner, Freiheit, Wollen und Aktivität (Hl 1927); H. Rohracher, Theorie des Willens auf experimenteller Grundlage (L 1932); 1.-P. Sartre, L'étre et le néant (P 1943); G. W. Allport, La personalidad, su configuración y desarrollo (Herder Ba '1970); V. Frankl, Der unbewußte Gott (W 21949); P. Ricoeur, Philosophie de la volonté (P 1949); T. V. Moore, The Driving Forces of Human Nature and their Adjustment (NY 1950); G. R. Heyer, Organismus der Seele (Mn '1951); 1. Lindworsky, Die Willens Schule (Pa 51953); W. Keller, Psychologie und Philosophie des Wollens (Ras 1954); 1. Nuttin, Psychoanalyse und Persönlichkeit (Fri 1956); R. Guardini, Freiheit, Gnade, Schicksal (Mn 41956); G. W. Allport, Werden der Persönlichkeit (Berna - St 1958); K. laspers, Allgemeine Psychopathologie (Hei 71959); P. Ricoeur, Finitude et culpabilité, 2 vols. (P 1960); L. Szondi, Ich-Analyse (Berna 21960); L. Wittgenstein, Philosophische Untersuchungen: Schriften I (F 1960); H. Thomae, Der Mensch in der Entscheidung (Mn 1960); 1. de Finance, Ensayo sobre el obrar humano (Gredos Ma 1966); P. Ricoeur, Le volontaire et 1'involontaire (P 1963); idem, De 1'interprétation, Essai sur Freud (P 1965); P. Rohner, Das Phänomen des Wollens (Berna 1964); H. Thomae - C. F. Graumann y otros: Handbuch der Psychologie, II (Gö 1965) (Beiträge über "Motivation"); Ph. Lersch, La estructura de la personalidad (Scientia Ba 81974); H. Reiners, Grundintention und sittliches Tun (Fr 1966); B. Schüller, Gesetz und Freiheit D 1966); W. Stegmüller, Metaphysik, Wissenschaft, Skepsis (Hei 21969); A. Blay, Desarrollo de la voluntad y la perseverancia (Cedel Ba 1965); A. Garmendia, Voluntad y querer (Desclée Bil 1964); D. 1. Ruiz, Motivación y dinámica de la voluntad (Itinerarium B Aires 1965); G. Dwelshauvers, La educación de la voluntád (C de Lectores B Aires 1967).

Peter Rohner