VITALISMO
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Es una experiencia histórica que las filosofías envejecen, y los conceptos filosóficos y los sistemas teóricos resultan inútiles para interpretar adecuadamente la realidad de la naturaleza, del mundo y de la historia y la conciencia de esa realidad. Los conceptos teóricos, lo mismo que los morales, se tornan insípidos y aparecen al contemporáneo como fórmulas vacías. La realidad que debiera interpretar, parece que no deja captarse por tales medios y exige, como por sí misma, un nuevo ensayo de aprehenderla teóricamente. El pensamiento que quiere hacer justicia a esa exigencia, se pone necesariamente en contradicción con los sistemas que debe superar, pues comienza por renunciar a toda conceptualidad para ayudar a que se abra paso la dinámica viva, y declara consiguientemente los conceptos como insuficientes, vacíos y muertos. El nuevo pensamiento así concebido se presenta a sí mismo como irracionalismo y declara la sensibilidad intuitiva y mística, la íntima experiencia viva, como el único modo posible de conocer adecuadamente la realidad. Pareja situación y una inteligencia de sí misma de ese tipo caracterizan también aquella corriente filosófica que ha entrado en la historia de la filosofía reciente con el nombre de v. Comprende un período de unos 60 años, cuyo vértice se halla en los últimos años del s. xix y en los primeros del xx. Los pensadores que tomaron parte decisiva en esa filosofía fueron: en Alemania, Dilthey, Nietzsche, Simmel, Klages y Spengler; en Francia, Guyau y Bergson; en España, Unamuno y Ortega y Gasset. A pesar de todas las diferencias individuales, los une a todos la tesis apasionadamente defendida de que la vida creadora se interpreta autónomamente, por sí misma y la repulsa radical a toda explicación positivista del mundo y a toda metafísica de la razón y del entendimiento que se declare racionalista.

Fue precursor Friedrich Schlegel, con su intento de fundamentar, contra Kant y Hegel, un v. (1828) como -> filosofía trascendental de la conciencia completa, no sólo del entendimiento. En su oposición a la ilustración, a la enajenación de la vida social, al pensamiento del entendimiento, a la filosofía de la reflexión y a la erudición muerta, y bajo el influjo del retorno a la primigenia naturaleza del hombre proclamado por Rousseau, también aparecen rasgos afines a los del v. en el Sturm und Drang (Herder, Jacobi, Goethe), el -> romanticismo y el -> idealismo alemán (Fichte, Schelling). Por el influjo de la escuela histórica y de la mística cristiana, así como de la crítica cultural antiburguesa y de la idea dionisíaca de la vida en Nietzsche, se desarrolla luego en Dilthey y Bergson una concepción antirracionalista de la realidad inmediata, no abstracta, de la vivencia y del devenir continuo, concepción que lleva el nombre de v. en sentido estricto.

Por la reducción del conocimiento y de todos los fenómenos objetivos espirituales a su función en la vida, en la conservación y elevación de la vida, emparentándose en ello con el - pragmatismo (Dewey), al poner de relieve sobre todo la intuición (Bergson) y el entender (Dilthey) como los únicos medios adecuados de conocimiento, y por la inteligencia fisiognómica de la realidad correspondiente al lado objetivo como expresión de la vida creadora que se derrama en figuras y de nuevo se recoge; el v. ha ejercido fuerte influencia en la poesía (D'Annunzio, Gide, Proust, George, Hofmannsthal, Rilke, Hesse), en el arte (expresionismo) y en los movimientos político-sociales de su tiempo (movimiento juvenil, reforma escolar).

También en el terreno filosófico el v. determinó nuevos planteamientos de problemas. La -> fenomenología (Scheler) y el -> existencialismo (Heidegger) son tan incomprensibles sin el v. como ciertas formas más recientes de una pedagogía inspirada en la historia del espíritu (Nohl, Litt, Spranger), y parece como si el problema de la historicidad, que determina la actual situación del filosofar, procediera de la herencia del v. y de su entrelazamiento de vida, historia metafísica. Huelga decir que una serie de ciencias (grafología, caracterología, psicología como ciencia del espíritu) ha nacido ante todo de la concepción del v. y que, aparte de las reflexiones metodológicas para fundamentar las ciencias del espíritu (Rothacker, Gadamer), también están permanentemente determinadas por él la ciencia de la literatura, la lingüística y la historia del arte.

Por su origen, desenvolvimiento e intención, el v., considerado dentro de la historia del espíritu, es modelo de una determinada reacción literaria y espiritual. Se presenta como paradigma de aquella protesta utópica y crítica que se explicita en la reflexión filosófica contra la fosilización de la vida en esquemas de conceptos tradicionales, cuya pretensión de ser interpretación válida de la realidad no puede ya compartirse, porque sus contenidos conceptuales, como abstractos, no son ya entendidos y permanecen inadecuados y exteriores a las nuevas experiencias en el mundo humano y en la historia. Sin embargo, comoquiera que también una realidad experimentada de nuevo, si ha de ser objeto de reflexión filosófica, es pensada y conocida a su vez únicamente por conceptos, síguese que el impulso del v. nunca es en sí mismo filosofía (cf. ya Rickert), sino en todo caso un estímulo para proyectar una filosofía adecuada. De ahí que el v. sea un fenómeno de transición, aunque necesario, en la evolución del pensamiento filosófico. Si se confunde precipitadamente su carácter negativo de protesta destructiva y de «bogar a nuevas orillas» con la dimensión positiva de un informe bien pensado y reflexionado sobre la realidad en su conjunto, se llega a los fenómenos contradictorios en sí mismos de un -> historicismo e irracionalismo, cuyas configuraciones son conocidas en el terreno de la teología con los nombres de -> tradicionalismo y -> fideísmo (-> modernismo).

Sin embargo, tal destrucción resulta justificada por cuanto descubre aquella falsa estimación propia del pensamiento conceptual que desconoce la diferencia permanente entre concepto y vida y, con el concepto, pretende poseer la realidad.

Ya la palabra fundamental «vida» muestra aquella ambivalencia interna de que, como expresión de protesta, como lema de combate (cf. Bollnow), cumple una función llena de sentido, pero claudica como concepto fundamental del conocimiento de la realidad, porque es en sí misma indeterminada. Si frente a una imagen del mundo basada en la pura objetividad, frente a una filosofía estática del ser y del entendimiento, el v. hace valer la realidad de la experiencia del movimiento creador (évolution créatrice), del devenir heraclíteo; si, contra la dimensión unilateral del intelecto, aboga por la totalidad e integridad de las fuerzas anímicas: por la actitud, el sentimiento, la pasión, la aspiración, etc.; con ello cobra su propia fuerza de persuasión objetiva, su evidencia, únicamente por la alternativa (cf. Lersch), mientras que por sí mismo permanece sin contenido y vacío. Todos los contrastes aquí establecidos: dentro-fuera, intuición-entendimiento (Bergson), historia-naturaleza, entender-explicar (Dilthey), orgánico-mecánico, azar-causalidad, profundidad-superficie, sabiduría-ciencia (Spengler), principio del alma-principio del espíritu (Klages), tiempo-espacio), continuidad-discontinuidad, vida-forma (Simmel), tienen por de pronto únicamente carácter de fenómeno y son problemas que esperan una indagación filosófica a fondo y que, antes de hacerse pasar a sí mismos como filosofía, deben madurarse para engendrar una interpretación general de la realidad. Pasos en esta dirección se encuentran sobre todo en Bergson, Dilthey y Simmel, aun cuando la cuestión crítica sobre el sentido de la vida, incluso en el concepto de trascenderse a sí misma (Simmel), se retuerce de nuevo hacia el carácter insondable e inexplicable de la vida universal creadora.

Pero si la vida sostenida únicamente por la alternativa se muestra en sí misma como carente de contenido y vacía, entonces resulta posible toda interpolación: peligro específico de toda filosofía que niega el concepto. Cualquier contenido tomado de la historia o lo nuevo por razón únicamente de su dinámica prometedora, se pone en sustitución de la vida como lo «propiamente verdadero». Esto tanto más por el hecho de que, a causa del rasgo latente de panteísmo, se toma determinante un optimismo acrítico como compensación de la desconfianza para con la inteligencia reflexiva, optimismo que hace entender todo lo vivo como expresión afirmativa del fondo de la vida. Finalmente, con la nivelación así ejecutada de todo lo devenido históricamente, se junta una relación puramente contemplativa con la historia, que sólo permite pensar ya la actualidad y el futuro a modo de pasado, y así niega cabalmente lo que hace nacer la vida misma: la acción críticamente justificada, que se distancia del pasado o se decide en su favor.

Si el movimiento histórico del v. sucumbió también por la contradicción in terminis de una filosofía sin conceptos y por la carencia de contenido interno en su palabra fundamental; sin embargo, su intención como tarea de distinguir entre el concepto y la vida, sigue teniendo importancia para toda filosofía.

BIBLIOGRAFÍA: H. Rickert, Die Philosophie des Lebens (T 21922); V. Jankélévitch, Deux philosophes de la vie, Guyau et Bergson: Revue philosophique de la France (P 1924) 402-449; F. Heine-mann, Neue Wege der Philosophie. Geist-Leben-Existenz (L 1929); Ph. Lersch, Lebensphilosophie der Gegenwart (B 1932); J. Kessel, M. de Unamuno Lebensphilosophie (tesis mecanogr. Bo 1937); A. Poggi, La filosofía come scienza del vivere (Genua 1948); H. Piñera Llera, Filosofía de la vida y filosofía existencial (Avana 1952); G. Faggin: EncF II 425-428; S. Ramírez, La filosofía de Ortega (Ba 1958); O. F. Bollnow, Die Lebensphilosophie (B - Gö - Hei 1958); idem: RGG3 IV 252-255; H. Kuhn: LThK2 VI 865ss; A. Joussain, Schopenhauer et Bergson: AdPh 26 (P 1963) 71-89; F. d'Hautefeuille, Schopenhauer, Nietzsche et Bergson: AdPh 28 (1965) 553-566; J. C. Wahl, Las filosofías de la existencia (Vergara Ba).

Hans Michael Baumgartner