USOS RELIGIOSOS
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1. Un uso es una acción, influida por la sociedad, que se repite tradicionalmente por el mismo motivo y de la misma manera; se llama uso religioso cuando tiene un contenido religioso. Los u.r. comprenden las manifestaciones de la vida religiosa de la comunidad fuera de la liturgia oficial eclesiástica; permiten conocer cómo la vivencia subjetiva introduce el suceso objetivo de la salvación en cada población; difieren y varían según tiempos, pueblos y regiones. El alma orientada mística y religiosamente hace brotar la piedad subjetiva; el impulso colectivo hacia las formas crea letanías populares, cofradías, peregrinaciones. Los u.r. pertenecen a la estructura de la vida religiosa del pueblo, si bien bajo modificaciones históricas y étnicas; sin ellos es impensable la auténtica piedad popular, la celebración viva de una fiesta; sin ellos la vida religiosa de una comunidad pierde su calor y su vinculación al pueblo. Los usos son manifestaciones del alma y radican en la íntima unión de alma y cuerpo. Por ello existirán siempre.

2. Para comprender los u.r. es necesaria la penetración psicológica de los mismos. Su raíz fundamental es la tendencia sociomorfa  de la naturaleza humana; los u.r. son la religiosidad de la comunidad del pueblo. En la más pequeña de las configuraciones sociológicas, en la familia, han surgido u.r. familiares; aquí el padre de familia ejerce todavía una especie de sacerdocio doméstico (oración de la mesa, bendición de la casa, de los sembrados, etc.). Una ulterior raíz psicológica es la necesidad de protección: desde ahí se explican ciertos ritos apotropaicos, la práctica de los -> sacramentales, los usos referentes a la siembra y a la cosecha, las rogativas, etc. Algunos usos radican en el pensamiento del do ut des: el hombre, por la observancia consciente de una costumbre sentida como obligación, quiere asegurarse como contrapartida la ayuda de Dios.

3. La fuente de los u.r. es el pensamiento analógico, simbólico, concreto, imaginativo, la tendencia a lo sensible: en ofrendas votivas, en el culto a los santos. El afán mágico de ver está profundamente arraigado en el alma del pueblo, y ha conducido a la elevación de la sagrada forma, testificada por primera vez en París el año 1210; se llegó a hablar de una comunicación ocular. Por el mismo deseo de ver se introdujo el «asno» en la procesión del domingo de ramos, la elevación de la figura del salvador en la ascensión de Cristo, la costumbre de soltar una paloma desde lo alto en pentecostés, la contemplación de una figura de san Cristóbal para preservar de una muerte desastrosa. Lo sobrenatural se hace aquí inmediatamente palpable. Finalmente influye en este campo la tendencia a la acción también en lo religioso, cosa que se manifiesta, p. ej., en los espectáculos teatrales de navidad, de reyes, de la pasión y de pascua, en el gesto de llevar la cruz en el viernes santo y en danzas cultuales. Como restos de este gusto por la danza pueden citarse las Springprozessionen en Echternach y Prüm, y las danzas sacramentales principalmente en la catedral de Sevilla (los «seises»). Estas danzas ceremoniales se transmitieron a la reducción del Paraguay; antes habían sido frecuentes en Méjico y todavía son estimadas en la India.

El mayor poder creador se da en la liturgia, que ha desarrollado dramáticas y distintos usos según los pueblos, las naciones y los lugares. La liturgia ha conocido siempre una forma oficial y otra no oficial. La liturgia popular se une con la oficial de la Iglesia en letanías, devociones, himnos, rogativas, peregrinaciones. Los u.r. son un trozo de liturgia popular y deberían incorporarse a la -> pastoral, para llevar así a una participación mejor entendida en la liturgia oficial. La viva piedad popular impulsará siempre a una configuración creadora de la liturgia. Con la supresión de un uso religioso procedente de la antigüedad se destruye un trozo de piedad. La liturgia y los usos se unen muy estrechamente en los sacramentales, en las bendiciones, donde a lo sobrenatural se añade lo natural, así como en el -> año litúrgico, con sus fiestas, que en parte incluyen tradiciones precristianas o motivos primitivos. Para los usos en las fiestas de los santos han preparado el terreno la leyenda, o la situación en el año agrícola, o la confianza en el auxilio intercesor del santo. Los usos litúrgicos populares se extienden también al transcurso de la vida humana: nacimientos y bautismo, matrimonio, muerte y sepultura. órdenes y congregaciones han desarrollado formas especiales de u.r. (en devociones populares, en himnos para el templo, en escapularios y medallas, así como en cofradías, fiestas peregrinacionales, y en el culto a los santos: agua y aceite de san Francisco Javier, agua de san Ignacio, cíngulo de san Ignacio).

4. Fe y usos religiosos. Siempre existirán u.r., pues el pueblo quiere configurar su fe en acciones. El recto uso religioso es religión vivida, religión puesta en acción. Los usos populares son expresión del alma del pueblo; ésta se abre paso también en la actualidad hacia nuevos usos: bendición de vehículos, de máquinas, de talleres. Los usos pueden variar o desaparecer cuando su raíz espiritual ya no existe; sin embargo, a veces continúan practicándose a pesar de su vaciamiento de sentido. Por esto, es cometido de la pastoral y de la pedagogía populares cultivar los usos con sentido y dar nueva vida a los desaparecidos, supuesto que exista todavía la actitud religiosa fundamental para ello, y fomentar usos nuevos en conformidad con el alma popular, la tradición y la comunidad. Los u.r. no son fin en sí mismos; más bien, deben ser espejo de la fe, han de estar necesariamente imbuidos del espíritu de la liturgia; en cierto modo son la liturgia de la fe popular y, con la dirección prudente del pastor de almas, tienen que llevar a una participación viva en la liturgia de la Iglesia, pues, por una exageración de los usos, el pueblo puede hacerse extraño a la liturgia. Los usos deben estar sostenidos por la fe; y entonces ocasionalmente también el juego y la chanza tendrán cabida en las cosas religiosas, sin que rayen en la frivolidad. El uso da color, vitalidad y alegría a la vida religiosa, y para el pastor de almas abre de múltiples maneras la puerta de los corazones de los hombres, así por las distintas bendiciones: de la casa, de los frutos, de los sembrados, etc. Los u.r. ofrecen la posibilidad de incluir todos los ámbitos de la vida en la esfera religiosa y de dar expresión en la praxis religiosa a la peculiaridad personal, regional y popular. Son al mismo tiempo una ayuda poderosa para la vida religiosa, pues por ellos los hombres se vinculan a la religión y a la Iglesia, como se vio claro en el tiempo de la ilustración, que quiso suprimir los elementos religiosos populares en fiestas, devociones, procesiones, peregrinaciones, ofrendas votivas, etc.; pero el pueblo católico se aferró a todo eso y así se mantuvo firme en la fe de la Iglesia. Últimamente se han perdido muchos usos: fuera de la Iglesia a causa de la técnica y de los cambios en la vida económica; dentro de la Iglesia por el afán normativo y centralizador que se da dentro de la línea tridentina. Sin embargo, en el concilio Vaticano II la Iglesia ha vuelto a abrir ampliamente las puertas a los u.r. especialmente por medio de la reforma litúrgica.

5. La Iglesia valora positivamente los u.r. y desea su conservación, en tanto no se opongan a la fe eclesiástica y a las costumbres cristianas. En su obra misionera la Iglesia encontró la formas precristianas ricamente desarrolladas, que en parte debió combatir y en parte admitió en un sentido cristianizado, transformándolas incluso en ritos litúrgicos (bendición del fuego, rogativas, etc.). En los primeros tiempos misionales fueron normativas las prescripciones del papa Gregorio I (601) para Inglaterra: transformar en templos cristianos los templos paganos y convertir en fiestas cristianas las fiestas paganas. La Iglesia ha llevado a la esfera sobrenatural mediante ritos litúrgicos los usos populares tradicionales referentes al nacimiento, al matrimonio, a la maternidad, a la enfermedad y la muerte; con ello ha esclarecido la vida popular en los días de fiesta y en los de trabajo. Algunos usos precristianos deben su conservación precisamente a su adopción por la Iglesia.

En la actualidad, el problema de Iglesia y fisonomía del pueblo, de misterio cristiano y usos peculiares de la raza, de celebración eclesiástica de las fiestas y formas propias del pueblo está muy en primer plano, principalmente en los países de misión, lo que ha provocado toda una serie de documentos eclesiásticos y fue también un tema muy serio para el concilio Vaticano II. Decretos episcopales y sínodos han sugerido muchas veces a los sacerdotes la tarea de recoger los u.r. con sentido, de conservarlos y explicarlos.

El concilio de Trento (sesión XXIV) y el Ritual Romano (vii 2, 6) quieren que en la celebración del matrimonio se conserven los usos laudables.

La Constitución sobre la liturgia del concilio Vaticano II ha recogido esta disposición y además ha facultado a las autoridades eclesiásticas competentes «para componer un rito propio que responda a los usos del país y del pueblo» (n° 77); lo mismo ha dicho sobre la liturgia de -> difuntos (n.° 81). Los ejercicios de piedad, las fiestas y los usos, en cuanto no se relacionen con la -> superstición y el error, deben conservarse y han de conducir a la liturgia y, a veces, pueden incluso introducirse en ella (n.° 13, 37). Siempre que en lo esencial se conserve la unidad del rito romano, especialmente en las misiones hay que dar lugar a una multiplicidad legítima y a una -> acomodación a los distintos pueblos, comunidades y regiones (n.° 38s). En correspondencia con esto, el Decreto sobre las misiones (7-12-1965) exige una acomodación a la peculiaridad del pueblo, incluso a los usos que parezcan extraños, con el fin de celebrar la liturgia enlazando con los usos y tradiciones y de configurar acertadamente la vida cristiana. En las Iglesias jóvenes deben desarrollarse distintas formas de vida religiosa.

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Heinrich Schauerte