SOTERIOLOGÍA
SaMun


1.
Introducción

Este artículo no pretende hablar sobre la salvación del hombre ni, en consecuencia, sobre el perdón de su culpa por la acción de Dios en Jesucristo, sino que quiere presentar algunas reflexiones «teorético-científicas» sobre el tratado dogmático que se llama, o se puede llamar, soteriología. Debido a esta intención, aquí ofreceremos sólo algunas orientaciones, sin propósito de sistematizarlas. Pero esas orientaciones tienen importancia no sólo para la teología sistemática, sino también para el kerygma, para la manera de proclamar los dogmas fundamentales del -> cristianismo.

2. Soteriologia, doctrina de la salvación

Según indica el término, s. significa palabra sobre la salvación (sótería). Por ello, la teología entera de la historia de la salvación — de la que no puede separarse la doctrina sobre «Dios en sí» (la teología simplemente) — es s. Y, a la inversa, la s. jamás debería reducirse a la mera doctrina del perdón de los pecados. Hay que evitar una reducción hamartológica (una reducción al «pecado») de la s. En la s. hay también una temática «supralapsaria». Pues, ya previamente al pecado y al perdón de los pecados, la salvación del hombre no es (o sería) obra solamente suya (sobre la base de un orden de la creación), sino una comunicación libre de Dios mismo por la -> gracia, la cual no sólo se da como oferta de esa comunicación divinizadora, sino también como aceptación libre de la misma, que se debe precisamente a la acción de la gracia en cuanto eficaz. Además puede aceptarse tranquilamente que también la gracia supralapsaria del estado original fue gracia de Cristo (cf. estados del -> hombre). Y finalmente nada prohibe suponer que el pecado del mundo fue «permitido» por Dios sólo dentro de su voluntad de predestinar al mundo ya de antemano y absolutamente a la salvación. O sea, la configuración infralapsaria de la salvación, para superar el pecado, no puede entenderse (en forma a la postre antropomorfa) como segunda empresa de Dios, encaminada a superar el fracaso de su primer plan (en la creación y el estado original).

Si, por consiguiente, la s. es la doctrina de la salvación del hombre (es decir, de la posibilidad establecida por Dios y de la realidad de su cumplimiento) en Jesucristo, entonces una s. debe incluir todos estos momentos «supralapsarios» en su temática obligada de antemano. Esta necesidad queda roborada por la situación actual, en que se encuentra el kerygma soteriológico, la cual tiene también su derecho histórico, aunque se distinga de la situación kerygmática de la Biblia. Tanto si alguien piensa hoy «existencialmente», con tono pesimista, o «evolucionísticamente», con tono optimista, sobre el hombre y su futuro, sólo con dificultad consigue, o no consigue en absoluto, convertir la culpa individual de cada uno en punto central de partida para su comprensión del mundo y del hombre. O bien (como «pesimista») verá la culpa personal ante Dios (en cuanto tenga acceso a tal concepto) en el marco y sobre la base de una ruptura trágica, la cual antecede a tal culpa y exige una «justificación más de Dios» que del hombre (tampoco una teología correcta del -> pecado original solucionaría este problema, sino que en último término lo desplazaría simplemente al principio de la historia); o bien (como «optimista») entenderá la culpa personal (en cuanto tenga todavía cierta noción de la misma) más o menos como «fenómenos de fricción» o «rodeos» que en un «desarrollo» individual y colectivo (como historia auténtica) son inevitables.

Por más que a esa mentalidad deba proclamársela inexorablemente la existencia de una decisión en último término intransferible de cada uno ante Dios, y por más que el mysterium iniquitatis en cada persona y en el mundo no pueda disolverse; sólo se hará justicia a dicha mentalidad y se proclamará eficazmente la s. cristiana, si la hamartología y la s. hamartológica se predican ya de antemano en un contexto mayor, supralapsario, y si desde ahí se hace comprensible la «permisión» de la culpa (tanto más porque se debe ser muy cauto con la afirmación indemostrable de que Dios sólo habría podido impedir el pecado suprimiendo la libertad). Aunque por ello el hombre no pueda hacer una apología del pecado (cf. Rom 4, 1), es cierto, sin embargo, que Dios ha permitido el pecado como condición para la aparición de su -> amor radical por el que se comunica a sí mismo, el cual es más grande y absoluto que la contradicción contra él. El hombre, que como criatura ha de responsabilizarse ineludiblemente en el proceso de la decisión, de cara al pecado ciertamente debe distinguir (frente a la doctrina de una predestinación a la culpa) entre «voluntad» y «permisión» de Dios. Pero, partiendo de la cosa misma y especialmente de un concepto actual de Dios, no podemos predicar como si el pecado fuera algo que sorprende simplemente a Dios contra su voluntad. Si nuestra s. ya de antemano es concebida supralapsariamente, si es realmente doctrina de la salvación en general, hemos de evitar la impresión de que concebimos a Dios bajo esa representación tan antropomórfica.

3. Soteriología y cristología

Ya se ha dicho en el artículo -> cristología que ésta y la s. deben verse en una unidad más estrecha que en la concepción de la teología usual. Si nosotros hoy (también a partir de la concepción que, según la Biblia, el Jesús prepascual tiene de sí mismo) vemos más claramente cómo en la actualidad el mejor acceso a la comprensión del dogma eclesiástico-cristológico quizá sea el pensamiento de que Jesús es la donación histórico-escatológica de la salvación de Dios a nosotros, de que Jesús es el portador absoluto de la salvación; entonces resulta comprensible que nosotros, quoad nos, hoy llegamos mejor a una cristología partiendo de una s. (en un sentido amplio, como doctrina sobre el punto culminante histórico-escatológico de la historia de la -> salvación en cuanto comunicación de Dios mismo, que desde el principio sustenta el mundo), que procediendo a la inversa. Una historia de la salvación (historia de la sótería) existe siempre, a partir de ella se hace comprensible Cristo; no empieza con él, aunque en su totalidad penda de él como de su meta.

4. Soteriología hamartológica

En cuanto la s. también es esencialmente doctrina sobre la acción del perdón divino de la culpa como tal en y por Jesucristo, hay que tener en cuenta lo siguiente:

a) Ni siquiera como tal puede identificarse simplemente con la doctrina de una -> satisfacción (concebida exclusivamente en el sentido de Anselmo de Canterbury y de la teología siguiente) por el pecado, que Cristo rinda a Dios con su muerte obediente en la cruz.

b) Bíblica, objetiva y kerygmáticamente no es recomendable desarrollar la temática hamartológica de la s. tomando como primer punto de partida sólo el -> pecado original. El bíblico «pecado del mundo», que es superado por la redención de Jesucristo, abarca más que el pecado original y significa ya en sus primeros fundamentos también los pecados personales de todos (con su significación para la situación de salvación o de perdición de cada hombre particular). Si uno no puede arrepentirse en absoluto del pecado original (en el sentido clásico del concilio tridentino), ya eso muestra que el pecado original no es apropiado como objeto de una primera «llamada» existencial al hombre, la cual despierta en éste la experiencia de su necesidad de redención. Más bien, el pecado original (como situación de perdición motivada por el peccatum originale originans, en la cual el hombre por sí y por su -> principio no puede exigir la gracia que posibilita la salvación) recibe su carácter «dialéctico» precisamente a partir de la s.: lo que nosotros decimos en la teología escolástica tradicional acerca de la esencia del pecado original («privación de la gracia santificante incluso como ofrecida») y situamos temporalmente antes de la redención del hombre, es lo que sucedería si la culpa y el principio culpable de la humanidad no estuvieran abarcados por la voluntad salvífica de Dios (cf. -> salvación, C) en Cristo.

c) La temática hamartológica de la s. debería elaborar ella misma (o a través del tratado sobre el pecado) un concepto de pecado que manejara únicamente el modelo de un reato jurídico de culpa y de pena, o el de la mera ausencia (que no debería darse) de la gracia santificante. P. ej., el pecado «habitual» como incapacidad humana de amar radicalmente a Dios, como posibilidad culpablemente reprimida de trascender hacia Dios, si el -> amor liberador de Dios no se nos anticipa; podría ser un concepto que provocara la experiencia existencial del hombre como pecador y suscitara así una comprensión de la necesidad de redención.

5. Soteriologia cósmica

La s. no puede dar la impresión de que la acción objetiva de la redención de Cristo se consuma en nosotros y para nosotros sólo cuando es aceptada por el bautismo o, con libertad personal, por la fe que se hace operante en el amor. El estado de «redención» (que quizá en Pablo se llama dikaíosis) es un «-> existencial (II)» de nuestra existencia, que nos determina ya (tan «interiormente» como el «pecado original») antes de que la aceptemos libremente en la fe, la esperanza y el amor.

6. Soteriología de la humanidad una

La s. debería ser un tratado sobre la apertura de la posibilidad de salvación para todos, no sólo como suma de «individuos», sino también como humanidad una y total, es decir, debería ser s. cósmica (->. reino de Dios, -> pueblo de Dios).

7. Soteriología como acción por la que la humanidad se libera activamente de su propia enajenación

Una s. moderna en buen sentido, no debería dejarse situar ante el dilema, en último término falso, de tener que elegir entre «redención por sí mismo» y «redención por otro». Naturalmente, la redención, sobre todo porque la salvación se identifica con Dios mismo, en todos sus aspectos es la acción libre de Dios en el hombre, no condicionada por nada que esté fuera de aquél. Pero si la relación fundamental entre Dios y el mundo (en oposición a un «sinergismo» antropomórfico) se comprende y desarrolla rectamente, la acción divina es siempre una capacitación y dinámica de la acción del mundo, el cual así, transcendiéndose a sí mismo, se dirige hacia su consumación. Esto significa para nuestra cuestión que en la s. debe mostrarse la unidad interna y la trabazón entre redención «objetiva» y «subjetiva». Eso no crea ninguna dificultad, porque la «redención objetiva» en Jesucristo consiste precisamente en el acto subjetivo de su muerte obediente, en la cual él se entrega radicalmente a Dios como miembro de la humanidad. Si (presupuesto todo lo dicho) afirmamos además que no sólo entra en la vida eterna la «actitud» del hombre hecha definitiva como fruto de la historia de su libertad, sino también el resultado de su concreta acción corporal y mundana (aunque mediante una transformación que no podemos imaginar; cf. 1 Cor 15, 51ss); entonces la historia universal puede concebirse acertadamente como la acción moral con la que la humanidad se libera por sí misma de su propia enajenación. Esa acción ha de entenderse como posibilitada por la gracia de Dios, y así constituye un momento de la redención — rectamente entendida — de la humanidad por sí misma, como tarea que Dios le ha encomendado.

8. Soteriología como doctrina de la apropiación subjetiva de la salvación

Es conocida la distinción entre fides quae y fides qua. Si la fe es fe salvífica y si la s. es doctrina de la salvación, consecuentemente la s., tomando totalmente en serio la palabra, incluye propiamente entre sus temas la apropiación subjetiva de la salvación, la fides qua soteriológica. Ciertamente, la mayor parte de las cosas que deben decirse sobre esta apropiación subjetiva de la salvación se explican, no en el tratado De Christo Redemptore, sino en otras secciones de la dogmática. Esto no trae perjuicios y puede quedar así. Pero, no obstante, conviene atender a la reflexión que terminamos de hacer, pues quizá ésta podría llamar la atención sobre algún tema que en la división usual de la materia no queda suficientemente claro. Así la doctrina tradicional sobre la fides qua queda muy abstracta, y en la s. habitual se habla sólo de la redención «objetiva». La concreta estructura subjetiva de esta fe salvífica en cuanto se refiere a la redención «objetiva» y así (fides specificatur ab obiecto) recibe subjetivamente una peculiaridad totalmente determinada, apenas es tema de reflexión en sus presupuestos a priori por parte del hombre. Ese acto apenas es descrito de manera que se vea claro cómo el hombre no sólo ha de buscar verticalmente (hacia arriba) el perdón de Dios, sino que, por la esencia del acto que busca el perdón, debe esperar también horizontalmente en la historia el acontecimiento de esta redención.

9. Soteriología como teología de la muerte de Jesús

Una s. que en la muerte de Jesús sólo ve la forma casualmente dispuesta de una satisfacción, la cual hubiera podido conseguirse de otro modo, desconoce la importancia central de la muerte de Jesús como tal, y no logra hacer comprensible la interna significación redentora de nuestra muerte en Cristo como acontecer radical y definitivo de la redención subjetiva.

BIBLIOGRAFÍA: Cf. la bibl. de -> cristología, -> redención, -> satisfacción, historia de la -> salvación, -> encarnación, -> Jesucristo. — J. Riviére, Le dogme de la rédemption (P 21931); L. Hardy, La doctrine de la rédemption chez St. Thomas (P 1936); E. Brunner, Der Mittler (Z 41947); P. Galtier, De incarnatione ac redemptione (P 21947); J. Riviére, Le dogme de la Rédemption dans la théologie contemporaine (Albi 1948) (bibl.); Brunner II (Die christliche Lehre von Schöpfung und Erlösung); A. Kirchgässner, Erlösung und Sünde im NT (Fr 1950); J. Solano, De Verbo Incarnato (Ma 1950); H. E. W. Turner, The Patristic Doctrine of Redemption (Lo 1952); Barth KD IV/1-3; V. Taylor, Jesus and his Sacrifice (Lo 1955); P. de Letter, Theology of Satisfaction: The Thomist 21 (Wa 1958) 1-28; P. Tillich, Systematische Theologie II (St 1958); L. Richard, Le Mystere de la Rédemption (Bibliothéque de Théologie, Série 1 vol. 1) (Ton 1959); A. Grillmeier, Zum Christusbild der heutigen katholischen Theologie: FThH 265-299; M. Eminyan, The Theology of Salvation (Boston 1960); F. Malmberg, Über den Gottmenschen (Fr 1960); R. Prenter, Schöpfung und Erlösung (Gö 1960); L. Scheffczyk, Die Idee der Einheit von Schöpfung und Erlösung in ihrer theologischen Bedeutung: ThQ 140 (1960) 19-37; L. Sabourin, Redención sacrificial (Desclée Bil 1968); F. Buri, Dogmatik als Selbstverständnis des christlichen Glaubens (Berna - T 1962); A. Schlitzer, Redemptive Incarnation (Notre Dame [Ind.] 1962); Weber D II; O. Cullmann, Die Christologie des NT (T '1963); A. Heuser, Die Erlösungslehre in der katholischen deutschen Dogmatik von B. P. Zimmer bis M. Schmaus (Essen 1963); Schmaus D6 II/2 (bibl.); M. van Caster, La Rédemption située dans une perspective personnaliste (Bru - P 1964); W. Pannenberg, Grundzüge der Christologie (Gü 1964); J. Galot, La rédemption, mystere d'alliance (P 1965); R. Geisel-mann, Jesus der Christus (Mn 21965); P. Lengsfeld, Adam und Christus. Die Adam-Christus-Typologie im NT und ihre dogmatische Verwendung bei M. J. Scheeben und K. Barth (Essen 1965); B. Welle, Heilsverständnis (Fr 1965); F. Gogarten, Jesus Christus — Wende der Welt. Grundfragen der Christologie (1966, Gö 21967); A. Bsteh, Zur Frage nach der Universalität der Erlösung, unter besonderer Berücksichtigung ihrer Verständnisses hei den Vätern des 2. Jh. (W 1966); F. Hammer, Genugtuung und Heil. Absicht, Sinn und Grenzen der Erlösungslehre Anselms von Canterbury (W 1967); W. Breuning, Jesus Christus der Erlöser (Mz 1968); Ph. Kaiser, Die gott-menschliche Einigung in Christus als Problem der spekulativen Theologie seit der Scholastik (Mn 1968); H. Fischer, Die «geschichtliche Christologie» und das Problem des historischen Jesus: ZThK 65 (1968) 348-370; J. Ratzinger, Introducción al cristianismo (Síg Sal 1970); MySal III-I; F.X. Durrwell, En Cristo redentor (Herder Ba 21966); idem, La resurrección de Jesús misterio de salvación (Herder Ba '1967); R. Koch, Teología de la redención (Ed Paulinas B Aires 1966); Dios y nuestra redención, en Manual del catecismo católico (Herder Ba I '1968, II '1964); Miller, G.-Quadflieg, J., Manual del nuevo catecismo católico (Herder Ba 1972) 99-143; La economía de la salvación (Iniciación teológica, t 3) (Herder Ba 21964); J. Oggioni, El misterio de la redención (Herder Ba 1961); Ph. de la Trinité, La redención por la sangre (C i Vall And); L. Boros, Meditaciones teológicas. Existencia redimida, A. IV (Guadal B Aires 1968).

Karl Rahner