SERMÓN DE LA MONTAÑA
SaMun


I. Mateo

En Mt 5-7, el s. de la m. constituye el primero y más importante de los discursos de Jesús que jalonan este Evangelio. Da una visión de conjunto de la «-> justicia» que debe caracterizar a los discípulos de Jesús y facilitarles el acceso al -> reino de Dios. En el exordio, las bienaventuranzas (5, 3-12) son una primera presentación de las condiciones que hay que llenar para tener participación en el reino; las comparaciones de la sal y de la luz (v. 13-16) insisten en el ejemplo que los discípulos deben dar al mundo con sus buenas obras. Una primera parte define la justicia evangélica como una superación y un cumplimiento de la antigua ley: esta idea, expresada primeramente en enunciados generales (v. 17-20), se va desarrollando luego con seis ilustraciones en forma antitética (v. 21-48); el v. 48 es la conclusión de esta sección: «Sed, pues, perfectos como perfectos es vuestro Padre celestial.» Una segunda parte invita a practicar la justicia para agradar sólo a Dios (6, 1), aplicando esta invitación a la limosna, a la oración y al ayuno (v. 2-18). Siguen luego diferentes recomendaciones: se pone en guardia contra la preocupación por los bienes terrenos (v. 19-34), contra el juicio pronunciado sobre los demás (7, 1-5), contra la profanación de lo que es sagrado (v. 6); sigue la invitación a orar a Dios con confianza (v. 7-11), a hacer bien a los hombres (v. 12: la «regla áurea»), a entrar por la puerta estrecha (v. 13-14), a guardarse de los falsos profetas (v. 15-20). En conclusión: el s. de la m. es un apremiante llamamiento a poner en práctica las enseñanzas recibidas (v. 21-23) llamamiento ilustrado con la parábola de las dos casas (v. 24-27).

II. Lucas

Debido a un cambio de orden de las perícopas precedentes, el discurso correspondiente en Lucas (6, 20-49) es trasladado a la llanura (v. 17; cf. Mc 3, 7: cerca del mar). A las cuatro bienaventuranzas del exordio (v. 20-23), que prometen el reino a los pobres y a los que sufren, se oponen cuatro «¡ay de vosotros!», que excluyen del reino a los ricos y a los dichosos del mundo. En una primera exposición se inculca el deber de amar a los enemigos (v. 27-36). Las recomendaciones que siguen (v. 37-42) insisten sobre todo en el amor fraterno. El final (v. 43-49) subraya la necesidad de las obras, ilustrada con la comparación de las dos casas.

III. El problema literario

El discurso de Lc es mucho más breve que el de Mt (30 versículos contra 107); todos sus elementos se hallan en Mt, a excepción de Lc 6, 39-40 (= Mt 15, 14; 10, 24s), 45 (= Mt 12, 34b-35) y v. 24-26.38a (propios de Lc). Por lo demás, muchos de los elementos propios del discurso de Mt vuelven a hallarse en Lc: Mt 5, 13 (Lc 14, 34s), 15 (11, 33), 18 (16, 17), 23-26 (12, 58s), 32 (16, 18); 6, 9-13 (11, 2-4), 19-21 (12, 33s), 22-23 (11, 34-36), 24 (16, 13), 25-33 (12, 22-31); 7, 7-11 (11, 9-13), 13-14 (13, 24), 22-23 (13, 26s); algunos aparecen en otros lugares de la tradición evangélica: Mt 5, 29-30 (cf. Mc 9, 43-48); 6, 14-15 (Mc 11, 25); 7, 19 (Mt 3, 10; Lc 3, 9). Gracias a estas observaciones podemos darnos cuenta de que Mt, aquí como en otros discursos de su Evangelio, aumentó considerablemente el texto básico, añadiéndole complementos tomados de otros contextos. Sin embargo, no es posible identificar el contenido tradicional del s. de la m. con lo que se halla en Lc, cuya redacción contiene también añadiduras, pudiendo haber omitido cierto número de elementos que él estimaba poco útiles para sus lectores griegos. Las concordancias entre las dos redacciones atestiguan por lo menos la existencia de una tradición más antigua, que situaba en la montaña un discurso pronunciado por Jesús a comienzos de su ministerio galileo, quizá en relación con la institución de los doce.

IV. La interpretación

Las dos redacciones del s. de la m. adoptan puntos de vista que dan a los mismos elementos de la tradición evangélica significados a veces muy diferentes. Así la primera bienaventuranza en Lc (6, 10) promete a los «pobres» la consolación que en el más allá será negada a los «ricos» (v. 24); en Mt 5, 3 esa bienaventuranza invita a los cristianos a hacerse «pobres de espíritu» a fin de obtener el reino. En Mt 5, 25s la parábola de los contrincantes es una exhortación a la concordia, mientras que en Lc 12, 58s es un llamamiento a la conversión. Así, pues, la interpretación del s. de la m. exige ciertas distinciones. El significado del sermón, en conjunto y en cada uno de sus elementos, debe estudiarse al nivel de cada una de las redacciones evangélicas y al nivel de la tradición que les sirvió de base. Hay que procurar también determinar el alcance exacto y preciso de estas enseñanzas en el marco de la predicación de Jesús. Se produjo cierto desplazamiento de las perspectivas: las preocupaciones de la catequesis cristiana, que se interesa sobre todo por las consecuencias concretas del mensaje de Jesús, no coinciden exactamente con las de Jesús cuando anuncia la venida del reino de Dios y trata de hacer comprender el significado de su misión divina.

V. La moral del sermón de la montaña

El carácter radical y absoluto de ciertas exigencias del s. de la m. suscita la cuestión de si éstas son conciliables con las condiciones concretas de la vida de los hombres en la tierra. Este problema sólo se plantea respecto de una parte del sermón (sobre todo las antítesis, Mt 5, 21-48); y se plantea también el mismo problema con ocasión de otras muchas declaraciones de Jesús (p. ej., Lc 14, 12-33). Hay varias soluciones que deben ser consideradas como insuficientes: la que cree que estas exigencias no se dirigen sino a ciertas categorías de discípulos, llamados a una perfección superior o a un ministerio particular; la que supone que, formuladas en la perspectiva de una venida muy próxima del fin de los tiempos, prescriben la conducta excepcional que impone la espera del juicio inminente. También es insuficiente aquella que afirma que Jesús habría propuesto preceptos imposibles con el fin de inducir al hombre a tomar conciencia de su impotencia y a esperar la salvación únicamente de la gracia de Dios. No satisface tampoco la que busca en estas declaraciones de Jesús la expresión de un ideal religioso traducido en términos excesivos, o el medio de hacer comprender al hombre la necesidad de una obediencia incondicional a Dios, aunque sin dictarle una conducta que haya de seguir. En estas prescripciones se trata ciertamente de la conducta humana, pues se presentan como un comentario autorizado de la ley y como el enunciado de las condiciones requeridas para entrar en el reino, y se hallan en un discurso que insiste en la necesidad de poner en práctica las enseñanzas recibidas. Sin embargo, no se pueden tomar como reglas aplicables inmediatamente a la acción los ejemplos concretos, que suponen situaciones muy determinadas. Por medio de ellos Jesús describe las actitudes que deben hacer comprender lo que Dios espera de nosotros y la manera como debemos conformarnos con las intenciones divinas respecto de nosotros (-> Ética bíblica).

BIBLIOGRAFÍA: 4. Steinmann, Die Bergpredigt (Pa 1926); H. Huber, Die Bergpredigt (G 1932); H. Windfisch, Der Sinn der Bergpredigt (L 21935); Th. Safran, Die Bergpredigt Jesu (Fr 21944); C. F. Andrews, The Sermon of the Mount (Lo 1942); A. N. Wilder, Eschatology and Ethics in the Teaching of Jesus (NY 21950); H.-J. Schoeps, Jesus und das jüdische Gesetz: Aus frühchristlicher Zeit (T 1950) 212-220; M. Dihelius, Die Bergpredigt: Botschaft und Geschichte I (T 1953) 77-174; P. Bonnard: RThPh 3 (1953) 233-251; A. M. Hunter, Design for Life. An Exposition of the Sermon on the Mount ... (Lo 1953); Thlelicke 1 553-604; Schnackenburg 30-55 (bibl.); J. Staudinger, El sermón de la montaña (Herder Ba 1962); G. Bornkamm: RGG' I 1047-1050; J. Dupont, Les Béatitudes (Bru 21958); C. H. Dodd, Morale de 1'Évangile (P 1958); R. Schnackenburg: LThK2 II 223-227; J. Jeremias, Die Bergpredigt (St 1959, '1963); J. Kürzinger, Zur Komposition der Bergpredigt nach Mt.: Bibi 40 (1959) 569-589; E. Thurneysen, Die Bergpredigt (Mn 51963); W. D. Davies, The Setting of the Sermon on the Mount (C 1964); P. Monier, El sermón de la montaña (Desclée Bil); A. Torres, El sermón del monte (Escelicer Ma); E. Kahlefeld, El sermón de la montaña (V. Divino Estella 1965); U. Plotzke, El sermón de la montaña (Fax Ma 1966); F. M. López Melús, Perspectivas de las bienaventuranzas (Ma 1962).

Jacques Dupont