SENTIMIENTO RELIGIOSO
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Junto a la interpretación del sentimiento como experiencia de un estado del sujeto que conoce o quiere, o bien como una realización fundamental de la persona (cf. -> acto religioso), desde Tetens y Kant se defiende también aquella interpretación que considera el sentimiento como una tercera función, no reductible al conocimiento y a la tendencia volitiva. Este último punto de vista ha encontrado adictos también en la neoscolástica (J. Fröbes, Th. Haecker, A. Roldán, etc.). Aplicando la doble nota distintiva de las facultades, a saber, la «relación intencional» y el «objeto formal» (TOMÁS DE AQUINO, De veritate q. 22 a 10c), algunos autores, junto a la «verdad» y al «bien» como los objetos del entendimiento y de la libertad, establecen otro atributo del ser como objeto formal del sentimiento, lo «agradable» (gratum), que es aprehendido por una especial facultad afectiva, a saber, el sentimiento.

El s. r., lo mismo que el estético, se presenta como una totalidad de funciones vitales, en la que entran tanto sentimientos espirituales, los cuales acompañan a los pensamientos y fenómenos volitivos de tipo religioso, como las emociones corporales. Respecto de la -> experiencia religiosa el s. r. se comporta como una parte respecto del todo. Ciertamente aquella es considerada por F. Schleiermacher y por la dirección subjetivista nacida de él como una emoción indeterminada sin objeto preciso; pero de hecho presupone un conocimiento concreto de contenidos religiosos, los cuales, estando acompañados de sentimientos, normalmente desembocan en un acto de voluntad. Al conjunto de esta experiencia le damos el nombre de vivencia religiosa. La relación entre elementos cognoscitivos y factores afectivos en esta vivencia religiosa es determinada diversamente en los diferentes sistemas. Por ej., la filosofía neoscolástica acentúa especialmente el elemento racional del acto religioso. En cambio el protestantismo, a base de otra valoración de la razón y la libertad, fomenta la excesiva acentuación del s. r. La doctrina jansenista de la gracia carga el peso principal del s. r. sobre la delectatio victrix (-> jansenismo). Siguiendo la crítica antiintelectualista de Kant, el -> modernismo intenta fundamentar unilateralmente la religión sobre la necesidad religiosa.

El objeto de los s. r. es el ámbito infinito del ser, en sus formas abstractas y concretas, que provocan en el hombre profunda admiración, respeto, temor y veneración. Se da efectivamente la vivencia del s. r. en la consideración de la naturaleza, o de las obras de arte, o del hombre en determinadas situaciones. Pero no sólo estos factores que se hallan fuera del sujeto son objeto del s. r., sino también otros que se hallan en el sujeto mismo, pero que deben concebirse objetivamente (p. ej., protesta contra la caducidad; situaciones límites; aspiración a la felicidad sin fin, etc.). En general podría decirse que cuanto llama al hombre en el camino del afecto a lo divino, es objeto del s. r. Pero no es necesario ordenar una especial facultad «religiosa» a este «objeto» del s. r. que despierta el afecto. Mientras que el objeto en cuanto es «afectivo» (o sea, despierta el sentimiento) se diferencia del objeto como «verdadero» y «bueno»; por el contrario, el objeto del s. r. es totalmente reductible como religioso al objeto del sentimiento moral, social o estético. Paralelamente con ello sería de todo punto razonable establecer una facultad afectiva que aprehende lo «agradable»; mientras que no se requieren facultades especiales en cada caso para aprehender el objeto del s. r., del sentimiento moral, del sentimiento social o del sentimiento estético. Por otro lado, con el sentimiento de lo gratum está emparentado frecuentemente (en diversos grados) el temor religioso (a lo santo), cuando se trata realmente de un s. religioso.

Como todo sentimiento, también el s. r. tiene una finalidad que no puede pasarnos desapercibida. La filosofía escolástica ha formulado el principio: Delectatio propter operationem. Según esto, la tendencia a lo agradable tiene la misión de garantizar las actividades más importantes de la vida (conservación del individuo y de la especie). Este principio del orden categorial puede trasladarse también al orden transcendental. Y en consecuencia diríamos que la finalidad del sentimiento de lo «agradable» está en asegurar el conocimiento de las verdades fundamentales y la posesión de los bienes importantes para la vida. Y lo mismo puede decirse también del temor, que no es simplemente miedo, sino que, a pesar de la conciencia de la propia indignidad, implica una profunda atracción (R. Otto: tremendum-fascinosum). La importancia del orden religioso y moral explica la existencia en el niño de sentimientos referidos a dicho orden, mientras que éstos no se dan con relación a otros ámbitos secundarios. El s. r. — y también el moral — existe en el niño ya en las primeras fases de la vida, para preparar el desarrollo ulterior del conocimiento en este campo, aunque (nihil volitum — vel gratum — quin praecognitum) el sentimiento edifica necesariamente sobre un conocimiento inicial. La función que, según Tomás, tienen los habitus morales para el conocimiento connatural (II-II q. 45 a. 2c; q. 1 a. 4 ad 3), puede atribuirse al sentimiento para el conocimiento religioso y moral del niño.

Una división completa de los s. r. presupondría ante todo una fenomenología de los mismos (todavía no existente). En virtud de la naturaleza del sentimiento, que siempre está determinado intencionalmente, puede establecerse la siguiente división: sentimientos intelectuales (seguridad o duda, evidencia o confusión, persuasión, iluminación espiritual, admiración, etc.) y sentimientos referidos a la voluntad (adoración, veneración, estar recogido o distraído, entrega, expiación y sacrificio, etc.). Esta división debería unirse con aquélla otra en sentimientos «ascéticos» y «místicos» (vivencia de la actualidad, revelación, etc.), o bien en sentimientos «normales» y «anormales».

Una patología de los s. r. es hasta hoy un desideratum, aunque hay puntos de apoyo para ello. Sin duda en la zona afectiva del s. r. hay anormalidades, como escrúpulos, fobias y (fenómenos de) posesión con carácter religioso, etc.; pero el origen del s. r. no debe buscarse ni en la psiconeurosis (Janet), ni en el subconsciente (W. James, Fi. Delacroix), ni en una sublimación de la libido (S. Freud). La naturaleza originariamente ha dado ya al niño el s. r., y no hay ningún fundamento para afirmar que ese sentimiento sea el resultado del encuentro entre el amor y el miedo (T. Ribot), aun cuando frecuentemente se presente junto con éste.

BIBLIOGRAFIA: F. Schleiermacher, Reden über die Religion (B 1799); idem, Der christliche Glaube (B 21830); W. James, The Varieties of Religious Experience (NY 1902); T. Ribot, La psychologie des sentiments (P. 1905; 1. H. Leuba, The Psychological Origin and the Nature of Religion (N Y 1909); J. Fröbes, Tratado de psicología experimental (M 41950) 2 vols.; E Przywara, Religionsbegründung (Fr 1923); K. Girgensohn, Der seelische Aufbau des religiösen Erlebens (Gü 21930); J. Volkelt, Versuch über Fühlen und Wollen (Mn 1930); G. Wunderle, Das Irrationale im religiösen Erleben (Wü 1930); idem, Die gestaltende Kraft der Religion im Seelenleben des Menschen (Wü 1936); idem, Der religiöse Akt als seelisches Problem (Wü 21948); A. Willwoll, über die Struktur des religiösen Erlebens: Scholastik 14 (1949) 1-21; Th. Haecker, Metaphysik des Fühlens (Mn 1950); W. Hellpach, Grundriß der Religionspsychologie (St 1951); 1. Kenwrick, The Religious Question. A Study in the Development of the Religious Sentiment (Lo 1955); A. Roldán, Metafísica del sentimiento (Ma 1956); W. Gruehn, Die Frömmigkeit der Gegenwart (Mr 1956); R. Otto, Lo santo (R de Occ Ma 1965); R. Guardini, Religión y revelación (Guad Ma); W. H. Clark, The Psychology of Religion (NY '1961); W. W. Meissner, Annotated Bibliography in Religion and Psychology (NY 1961); W. Pöll, Religionspsychologie (Mn 1965) (bibl.); A. Görres, Pathologie des katholischen Christentums: HPTh 1I/1 (1966) 277-343; J. Sauri, La experiencia del sentimiento religioso (C Lohle B Aires 1964); R. Dodin, La experiencia mística (C i Vall Arid); L. Bernaert, Experiencia cristiana y psicología (Estela Ba 1965); L. Denis, La experiencia del más allá (Orión Méx 1970); Ph. Roqueplo, Experiencia del mundo, experiencia de Dios (Síg Sal 1969); Experiencia hu-mana y pedagogía de la fe (Marova Ma 1970); N. W. Castro, Experiencia religiosa en el folklore (CIDOC Méx 1969); L. Gardet, Experiencias místicas en tierras no cristianas (Studium Ma 1970).

Alejandro Roldán