PLURALISMO
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El concepto del p. sirve hoy día para designar diversos caracteres de la sociedad moderna. La sociedad pluralista ostenta frente a la sociedad considerada como homogénea un alto grado de heterogeneidad. No raras veces el epíteto «pluralista» significa, en un sentido negativo, la desintegración en comparación con las sociedades integradas. La denominación implica en oposición con sociedades más estáticas, la dinámica inmanente a la sociedad moderna.

Para comprobar estructuras previamente dadas es más correcto emplear la noción de sociedad plural. En tal caso, el p. expresaría la valoración positiva, la idea programática de la sociedad así concebida. Su antítesis sería el -> integrismo como tendencia a superar estructuras plurales.

Dentro de la historia del pensamiento, la teoría del p. remite a fuertes tan distintas como el -> liberalismo y la -> doctrina social cristiana (-> sociedad). Pero, mientras las ideas del p. liberal llevan consigo un fuerte tono individualista y descuidan el campo de la ética social, el p. personalista y subsidiario de la ética social católica tiene siempre en cuenta el entrelazamiento de individualidad y sociabilidad como estructura esencial del hombre. Desde el punto de vista normativo, este p. funda no sólo derechos individuales, sino también igualdad de derechos de las distintas sociedades en la defensa contra desplazamientos unilaterales. El p. social ostenta sobre todo los siguientes aspectos:

1. Pluralismo de grupos. En sentido estricto, se entiende por tal la división de la sociedad en numerosos grupos de intereses que se entienden a sí mismos como iguales en categoría. En sentido más general, se trata de una estructuración dinámica, no sistematizable ya, de la sociedad en grupos y asociaciones con cualesquiera finalidades. Una sociedad así estructurada no puede ya representarse por la imagen de círculos concéntricos, donde la sociedad, concebida como un todo, se construye a sí misma desde las unidades más pequeñas por la integración en otras unidades mayores. El p. de grupos debería representarse más bien por numerosos círculos, ordenados asistemática y móvilmente, que en parte se cruzan. En tal caso, la intersección se realiza ya en el individuo, que pertenece simultáneamente a distintas unidades sociales, sin que esta pertenencia se deba a la mediación de una unidad interpuesta. Pero ahí precisamente el p. es ambivalente; porque, por otra parte, la estructura plural se refuerza por estructuras intermedias.

2. Pluralismo de valores. Este aspecto expresa la falta o debilitación de un sistema homogéneo de normas y valores. El sistema de normas alcanza desde los valores absolutos aceptados como universalmente válidos, pasando por las normas morales, hasta las expectaciones convencionales de conducta. Como quiera que siempre ha existido, según la extensión del campo de observación, tal pluralidad de valores y normas, ora respecto de diferencias regionales, ora respecto de diferencias de capas específicas, la confrontación de todos los miembros de la sociedad con este p. debe considerarse como su característica particular. La apertura y movilidad de la sociedad hacen que el proceso de socialización no esté ya caracterizado por la mediación de un sistema de normas homogéneas, sino por una oferta competitiva de posibilidades diversas de orientar la existencia. (Sobre el p. en la concepción del -> mundo en general, cf. este artículo e -> ideología; sobre el p. en las religiones, en la filosofía y con teología, cf. -> religiones, -> filosofía, –> teología).

3. Integración social parcial. La sociedad plural tiende a que el individuo sólo esté integrado en los diversos grupos sociales de referencia bajo aspectos parciales de su vida. Ello significa que, por una parte, ningún grupo social puede exigirlo para sí en la totalidad de su persona; y, por otra parte, de ninguno de estos grupos puede esperar ayuda social total.

4. Diferenciación de funciones. Con la integración social parcial y la división de funciones en la moderna sociedad, crece también la diferenciación de tareas. Las interacciones sociales particulares no reclaman ya la totalidad de la persona; el individuo se comporta en su eventual papel como padre, como empresario, como miembro de la Iglesia, como ciudadano, etc. Este cambio de rol puede darse frecuentemente y dentro de breves intervalos.

En todo esto se trata de tendencias dominantes. No existe ni la sociedad puramente monista, ni la puramente pluralista. Además, estas tendencias sólo fuerzan relativamente, pues pueden provocar tendencias contrarias y reacciones de defensa. También es objeto de controversia la estimación normativa y antropológica de estos fenómenos. Hoy día podría darse unanimidad en que una consideración exclusiva bajo los puntos de vista de la pérdida de la unidad, tanto en la sociedad como en la persona, o de la desintegración o incluso de la decadencia cultural, no hace justicia a la situación social. Como siempre nos encontramos también aquí con peligros y oportunidades. Así, el p. de grupos y valores parece por de pronto acrecer el número de posibilidades de conflictos sociales. Pero la integración parcial y la diferenciación de roles tienen también una función de paz, pues a consecuencia de ellas los conflictos son también solamente parciales, en lo cual hay que ver ya un elemento para su regulación. Así se ve, p. ej., en que una sociedad dualista de clases ha sido suplantada por un p. de grupos.

Aparte de los peligros, p. ej., de adaptación discontinua, que repercute sobre la persona, no debe pasarse por alto la acrecida responsabilidad por la propia conducta de los individuos y de los grupos que resulta de esta estructura social. Las sociedades integristas construyen la respectiva sociedad partiendo de un solo punto y descuidan así la realidad diferenciada de la existencia humana. Mientras el p. como idea deja flotando la relación de individualidad y vinculación social, el integrismo trata de resolver el problema de una vez para siempre. en favor de magnitudes colectivas. Como quiera que tales tendencias son capaces de despertar en los hombres cierta necesidad de integración total, una sociedad que quiera mantener su estructura plural por las oportunidades que ofrece para la paz y la responsabilidad personal, debe orientar su pedagogía hacia el logro de la realización de la vida dentro de tales estructuras.

La forma de organización política adecuada a esa estructura social es la democracia liberal, porque sólo ella deja libre desenvolvimiento a la vida de los grupos. Por otra parte, el p. plantea un problema político, en cuanto que la -> política debe orientarse por la norma del bien común. De ahí que también la democracia debe cumplir una función de integración política; porque del p. de opiniones e intereses, aun institucionalizado, no resulta ya una decisión política orientada a 1as necesidades sociales en su totalidad. Al mismo tiempo, el p. en el sentido de la integración social parcial representa para la política una orientación normativa, porque obliga a examinar en cada caso si algo debe regularse por la autoridad política como universalmente obligatorio: El p. fomenta el pensamiento de que, en el bien común, se trata de una finalidad social y no sólo de una finalidad política; de ahí se sigue que el bien común no se realiza de modo exclusivamente político.

BIBLIOGRAFIA: Cf. la bibl. de -> sociedad, -> libertad. — O. v. Nell-Breuning, Unsere Gesellschaft und ihr kulturelles Gesicht: Wirtschaft und Gesellschaft heute III (Fr 1960) 1-10; J. Wössner, Die ordnungspolitische Bedeutung des Verbandswesens (T 1961); W. Walter, Die sozialethische Definition der Demokratie (Fri 1962); Rahner VI 45-57 (Sobre el diálogo en la sociedad pluralista); M. Háttich, Das Toleranzproblem in der Demokratie: Civitas 4 (1965) 15-40; idem, Nationalbewußtsein und Staatsbewußtsein in der pluralistischen Gesellschaft (Mz 1966); A. Gehlen, Der Pluralismus in der Ethik: Merkur 21 (Kö - B 1967) 105-118; K. Bosl, Pluralismus und pluralistische Gesellschaft (Mn - Sa 1967).

Manfred Hdttieh