NATURALEZA, FILOSOFÍA DE LA
SaMun


1. Objeto y método

La f. de la n. tiene por objeto el estudio de los problemas del movimiento natural o de la púat5. Para la f. de la n. en el occidente cristiano fueron fundamentales los escritos aristotélicos sobre el tema, especialmente sus ocho libros de la Física y los cuatro libros Sobre el cielo. La f. de la n. en el ámbito occidental cristiano ha seguido siendo hasta hoy, substancialmente, la historia de la interpretación de los temas más importantes de esos escritos. Aun los problemas que las ciencias naturales plantean modernamente a la f. de la n. intentan resolverse aquí dentro del espíritu de la f. aristotélica de la naturaleza.

Según Aristóteles, la f. de la n. (ciencia de la naturaleza) investiga los principios, las causas y los elementos de la naturaleza. La distinción entre estos problemas y los de las ciencias naturales se pone de manifiesto por la manera de la investigación aristotélica. Aristóteles investiga, guiado por el hilo conductor del -> lenguaje, las estructuras fundamentales de nuestro hablar sobre el movimiento en la naturaleza, que muestran a la vez las estructuras de aquello sobre lo que se habla, pues en esta investigación la «palabra» y la «cosa» no se han separado todavía. En la f. de la n. no se trata, pues, de ninguna investigación especial sobre este o el otro movimiento de aquélla, ni de su descripción cualitativa o cuantitativa, sino de las primeras estructuras fundamentales de la inteligencia de la misma, tal como se muestran en el logos humano.

Partiendo de esta tarea, se llega al siguiente resultado en lo referente a la relación de la f. de la n. con otras «partes» de la filosofía: La f. de la n. contiene los mismos problemas centrales que la lógica y la metafísica; sólo los acentos están distribuidos de modo distinto. Si en la lógica ocupa el centro el lenguaje (idea, juicio, conclusión, categoría) y en la metafísica el ser (ens qua ens), en la f. de la n. lo ocupa el ente móvil (ens mobile qua ens). La inclusión de la f. de la n. en la metafísica especial o aplicada, que fue dominante en la época del racionalismo (Ch. Wolff), es tan poco afortunada como la inclusión de la teología natural en la metafísica aplicada.

La f. de la n. puede iniciarse lo mismo en el hablar precientífico sobre el movimiento natural, que en el lenguaje de las diversas ciencias naturales. La evolución de las ciencias naturales en la edad moderna plantea a la f. de la n. una tarea que aquélla ha de resolver siempre de nuevo, a saber, la de una crítica del lenguaje científico.

2. Retrospección histórica

La historia de la filosofía occidental comienza con los antiguos filósofos jonios de la naturaleza (siglos vii-v a.C.), que Aristóteles llama fisiológoi. Es de notar que en la filosofía presocrática se entiende por fysis el todo, el poder que gobierna todo ente, el ser, lo divino. La «física» jonia intenta pensar este todo a base de diversos puntos de apoyo: el elemento originario del agua (Tales), del aire (Anaxímenes), del fuego (Heraclito). Por este elemento primero no se entiende el agua o el fuego fenoménico, sino el fondo originario, el seno materno de todas las cosas, que se mueve sin agotarse y está oculto en el ciclo de los elementos que aparecen (el ápeiron de Anaximandro).

Con Parménides de Elea (siglo vi) se produce una decisión importante para la filosofía occidental, pues por primera vez se contrapone abiertamente el ser al devenir: el ser como lo no hecho, como lo imperecedero, como lo infinito, como lo uno, como lo inmóvil, se contrapone a la apariencia de las cosas que nos son familiares en la experiencia del mundo. Se llega a una disociación entre la f. de la n. y la ontología. Zenón (siglo v) presenta en sus antinomias (Aquiles y la tortuga) una formulación dialéctica del pensamiento de Parménides (cf. también -> presocráticos).

Con Platón retorna el motivo de Parménides en la oposición entre las ideas y las cosas sensibles. El tema de la -> participación es la problemática más inquietante, sobre todo en su filosofía tardía. En el Timeo explica la méthexis por medio del demiourgós. Éste es el nous, que se encuentra con la materia eterna y de ella crea el kósmos. Este escrito fue muy comentado hasta la edad media ( -> platonismo).

También Aristóteles, a pesar de su crítica, permanece bajo el signo de la decisión de Parménides. La fysis experimenta en él una reducción en dirección a las cosas espaciales y temporales de la naturaleza. Sólo a manera de apéndice (por así decir), en su reelaboración de la Metafísica, irrumpe con el «motor inmóvil» la problemática presocrática de la fysis, que apunta al todo originario de la realidad.

La posterior tradición hasta la edad media tardía sigue también ocupada en gran parte con la interpretación de los escritos de Platón y Aristóteles.

Una situación radicalmente nueva para la f. de la n. se inicia en la edad moderna con la erupción a manera de volcán del pensamiento matemático y cientifico-natural. Ese pensamiento se entendió a sí mismo en gran parte como oposición consciente al -> aristotelismo de su tiempo y trajo consigo muchos prejuicios contra la f. de la n. Esclarecer la relación, hasta hoy problemática, entre las ciencias naturales, la f. de la n. y la religión, es tarea permanente de la f. de la n. en la actualidad y en el futuro.

3. Temas centrales

a) El movimiento

Aristóteles intenta resolver la antinomia del movimiento, que se repite una y otra vez en la filosofía presocrática (Parménides, Zenón), por medio de las dos nociones de potentia y acto. Define el movimiento (Física III 1: 201a 10s) como «el acto del ente en potencia en cuanto tal». Aristóteles renuncia a una mayor precisión de los dos conceptos, pues sabe muy bien que éstos pueden entenderse de varios modos según la especie de movimiento, y así aclara la definición con sus ejemplos predilectos, que están tomados del campo del «arte», p. ej., del mármol se hace una estatua, y en el ámbito de la naturaleza, p. ej., el agua se calienta. Esos ejemplos son aducidos como confirmación de una evidencia que se encuentra ya en toda proposición sobre el movimiento.

La historia de la interpretación de esta definición muestra una tensión interesante. Se intentó sustituir esta definición por otras (p. ej., exitus de potentia ad actum [Roberto Grosseteste]; via ad terminum motus [según Averroes opinio famosa], en que el movimiento es entendido como un momento casi desprendido de lo movido (exitus, via). Contra esta versión de la definición aristotélica del movimiento protestaron una y otra vez Averroes, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Ockham y otros. Hegel percibió profundamente en su Lógica el problema ahí latente: «La unidad, cuyos momentos, ser y nada, son inseparables, es a la vez distinta de ellos mismos, y así constituye un tercero frente a ellos, que en su forma más auténtica es el devenir. Pasar es lo mismo que devenir, pero en aquél los dos elementos, de los que uno pasa al otro, son representados estáticamente por separado, y el pasar mismo es representado como algo que acontece entre ellos» (Logik, 1.a parte [ed. Lasson, L 1932] 79). Así la historia de la definición del movimiento de la f. de la n. ha de valorarse como un continuo esfuerzo. Contra esta tentación crónica de representarse como cosas los términos del movimiento. Ello quiere decir que el movimiento no se aclara por la definición, sino que en ésta se deja tal como propiamente se muestra en cada proposición, como un fenómeno que aparece desde un fundamento inexplicable y misterioso. Así, todo movimiento apunta, por su esencia, al misterio infinito. Pero la relación entre lo movido y su fundamento, el misterio infinito, debe pensarse desde el principio en forma tal que no se suprima desde luego la trascendencia del fundamento, mas quedando abierta, por otro lado, la cuestión de si éste se revelará en el devenir mismo, en la historia (–> encarnación).

b) Espacio-tiempo

Entre las estructuras fundamentales del movimiento, Aristóteles enumera (Física III 1: 200b 10ss): lo continuo, lo infinito, el lugar, el vacío y el tiempo; estas estructuras son estudiadas en los libros III y IV de la Física.

En Física rv 4, 212a 20, Aristóteles define el lugar como «el primer límite inmóvil del continente». Rechaza el vacío de los atomistas, y con ello se niega a concebir el lugar como una realidad (cosa) desprendida de los cuerpos en movimiento. La determinación «inmóvil» fue desde siempre una cruz de la definición aristotélica. De hecho la inmovilidad del lugar parece ser una condición necesaria de nuestro hablar sobre el mismo. De acuerdo con la imagen física del mundo que entonces reinaba, Aristóteles se imagina el centro del cielo y su esfera más externa como la base absoluta de toda definición del lugar.

El tiempo es definido en Aristóteles (Física iv 11: 219b 2) como «el número del movimiento según el antes y después». Según él, el tiempo «no es ni movimiento, ni sin movimiento», sino «en el movimiento». Lo define como número. Ahora bien, el número no se da sin la actividad del contar, que es acción del alma (vous ); y así no se da el tiempo sin la actividad del alma (non habet esse completum sine operatione animae, Averroes y la edad media). Esto no es subjetivismo, pues no se afirma que el tiempo esté en el alma, o que sea un previo esquema ordenador del alma (Kant), sino, solamente, que no se da sin la actividad del alma. El tiempo como número no puede separarse de la medición del tiempo, y consiste precisamente en la comparación de dos movimientos, uno de los cuales sirve de medida. Para Aristóteles, esta unidad de medida la da el uniforme movimiento circular del cielo (223b 21s). Aunque los antiguos no dejaron de ver distintos aspectos de la relatividad del lugar y del tiempo, sin embargo no conocieron aquella relatividad peculiar de los mismos que se ha puesto de manifiesto desde la teoría de Einstein (1905).

Espacio (como totalidad de los lugares ocupados por los cuerpos) y tiempo tienen en la física moderna una historia movida que comienza con Newton, el cual, en sus Philosophiae naturalis principia mathematica (Lo 1687) introdujo los conceptos de espacio absoluto y de tiempo absoluto y los concebía como separados de los cuerpos móviles, hasta la teoría de la relatividad de Einstein, que, basada en la ley de la velocidad constante de la luz (experimento de Michelson, 1881), exigió una nueva técnica de medición del espacio y del tiempo (transformación de Lorentz). En la teoría de la relatividad de nuevo se ha impuesto plenamente la unidad primigenia de espacio, tiempo y movimiento.

c) Doctrina de los principios y de las causas

Entre los principios del móvil, Aristóteles enumera tres, en Física i 2ss: 1º. lo subyacente, el móvil en cuanto permanece en devenir; . la forma (eídos), el móvil en cuanto «adquiere forma» en el devenir; 3°, la privación de forma, el móvil en cuanto en él, al final del devenir, el eídos del resultado quita el eídos anterior.

Aristóteles logra estas distinciones apoyándose en algunas formulaciones del lenguaje ordinario acerca del devenir. Efectivamente, los dos términos del fieri (el punto de partida y el resultado), en la frase que tiene por contenido un devenir concreto, están puestos ya y confrontados en su diversidad y unidad. Así, estas distinciones están ya puestas necesariamente en toda proposición sobre el devenir («si se atiende a la manera de hablar», 190a 13); no se trata, pues, de una inducción a partir de los ejemplos, en el sentido de la inducción en las ciencias naturales, sino de una «consecuencia especulativa». Los principios se distinguen según Aristóteles «de acuerdo con el hablar» (etg Tal k )6youc, 190b 22); y esta distinción se mueve en un plano previo a la moderna antítesis (subjetivista) de «realismo-idealismo» o distinctio realis - distinctio rationis.

Lo común de los principios está en la estructura «de qué». Con la estructura «de qué» se cruza en cierto modo la estructura «por qué», que se da necesariamente con todo saber y es lo común del concepto de causa. Reflexionando sobre el lenguaje usual, en Física II 3 Aristóteles entre los muchos modos de entender la causa toma cuatro tipos: 1º., la materia (yle, causa material); 2°, la forma (eídos, causa formal); 3°, lo que obra (to poion, causa eficiente); 4º, el para qué (to ou éneka) o el fin (telos), también causa final. Los dos primeros tipos de causas se interfieren con los principios. Lo mismo que en éstos, no se trata aquí de una enumeración completa de todos los tipos de causas.

Con el concepto de causa eficiente va estrechamente unido el de causalidad o de ley causal. Se entiende por tal la regularidad en la acción recíproca de los procesos físicos, la cual se manifiesta en que procesos iguales en las mismas condiciones siguen idéntico curso. La historia de la física muestra hoy día distintos tipos de causalidad: el determinismo mecanicista de la física clásica y el indeterminismo de la mecánica cuántica, que representa también un tipo de causalidad física.

Sobre la f. romántica de la n., cf.: -> idealismo (Schelling), -> romanticismo (Carus, Novalis), y también -> vitalismo.

Sobre otros temas de la f. de la n., cf. -> entelequia, -> evolución, -> hilemorfismo, -> causalidad, -> ciencias naturales y teología, -> vida, -> materia, -> tiempo.

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Vladimir Richter