MÍSTICA FLAMENCA
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El retorno de determinados rasgos fundamentales con matices diferentes en cada situación concreta constituye una peculiaridad constante de la m.f. desde la época carolingia hasta el siglo xvii (el Flandes actual marca la pauta en los siglos XIII y xiv, y en los siglos xv y xvi esa función corresponde a lo que hoy es Holanda). La Vita de Gertrudis de Nivelles (siglo vii, de la estirpe de Pipino el Breve) menciona ya los desposorios místicos, que en Occidente se en-tienden de ordinario como punto culminante de la vida de oración; ese pensamiento suele atribuirse a Bernardo de Claraval. Desde la época carolingia florece en el obispado de Lieja la devoción a la Trinidad (la fiesta fue introducida por primera vez en la liturgia por Esteban de Lieja [920]); la veneración a la eucaristía, estimulada por la ermitaña Juliana de Mont-Cornillon y por Eva de san Martín, dio origen a principios del siglo XIII a la fiesta de Corpus Christi. El autor de la doctrina del amor illuminatus, Guillermo de san Thierry, amigo de Bernardo, a quien con frecuencia se ha atribuido dicha doctrina, procede en todo caso de Lieja; sus escritos hallaron amplísima di-fusión en los Países Bajos.

Los caracteres de la m.f. son una relación intima y personal con Cristo, los desposorios místicos, la mística trinitaria, la piedad eucarística y cristocéntrica, así como una exposición del desarrollo de la vida de oración; desarrollo que continúa la doctrina del amor illuminatus.

El cuadro general de la ascensión del alma en esta piedad de recogimiento es el siguiente: tocadas por el amor (gherenen), las fuerzas bajas y emocionales se integran en la unidad del corazón; esta fuerza unificada de sentimiento y espíritu es el fondo del alma, en el que actúan la gracia y la fuerza creadora de Dios. Las potencias del alma (entendimiento, voluntad, etc.) son aprehendidas por la presencia velada del Amado y en consecuencia actúan, no como potencias particulares, sino como una única dinámica unitaria. Fórmulas como unidad esencial, visión esencial (visión en el holandés medieval es expresión técnica que significa «experiencia mística»), oración esencial, unión esencial, indican la forma en que se vive la experiencia amorosa, no su objeto (las traducciones contemplatio o unio essentialis, etc. motivaron numerosos malentendidos).

El sistema neoplatónico del Pseudo-Dionisio con su doble movimiento de salida de Dios y retorno a él ofrece un marco de representaciones que es muy utilizado después del año 1250 para la ascensión del alma; sin embargo, desde el punto de vista del contenido, la m.f. presenta un movimiento espiritual opuesto a la unión del Pseudo-Dionisio (unión que acaba en la obscuridad y excluye toda posibilidad creada de comprensión). Este movimiento espiritual de la m.f. se asemeja a la concepción de Gregorio de Nisa, cuyo influjo quizás repercute aquí en la armonía en medio de la tensión entre la naturaleza y la gracia, de modo que la naturaleza puede ser configurada desde lo trascendente. Pues también el elemento natural creado, que originariamente fue concebido ya como estadio preparatorio para la elevación a la participación en la vida divina, configura al hombre según la imagen del Hijo y lo determina para una semejanza creciente con él, ya antes de que el hombre sea admitido por la gracia a la vida interna de Dios. Por ello se admite sin discusión la posibilidad de una «mística natural» (RUYSBROEK, Obras completas, 1, 13, 15); la vida de la gracia no excluye en modo alguno la naturaleza: «pues ni la gracia ni la gloria destierran la luz natural, sino que ésta queda transformada» (ib. 95). Sin duda también el camino negativo de un despojamiento extremo, de una fe desnuda (de un conocimiento informado por ella, el cual, para la razón natural, es desconocimiento e ignorancia), hasta una verdadera «mística del aniquilamiento», está incluido en esta ascensión. Pero se trata de dejar atrás, no la naturaleza, sino el propio yo (voluntad, etc.), de modo que el principio determinante de la acción sea el Amado y no el propio yo.

La vida espiritual alcanza su máximo des-arrollo en la experiencia de la participación en la vida divina. El Padre nos contempla en el Hijo, su imagen; de manera que somos imagen en la imagen, y nuestra imagen eterna es, como todo lo que está en la esencia divina, Dios con Dios. Todo lo creado en el tiempo ha sido primeramente vida en Dios (Jn 1, 3.4 según la puntuación antigua); ésta es nuestra esencia superior, en medio de la cual se desarrolla nuestra vida creada.

Mediante su encarnación y su presencia entre nosotros, el Verbo nos da la posibilidad de retornar con nuestra esencia creada a la esencia superior — tal es el sentido y destino de la vida en el tiempo —, y guía a la humanidad hasta el seno del Padre. Así como en el prototipo de todo amor, en la vida trinitaria, las personas se pierden siempre en el abismo bienaventurado de la esencia divina, y al mismo tiempo son eternamente Padre, Hijo y Espíritu Santo, del mismo modo nosotros según la «esencia superior» somos una vida con Dios, pero según nuestro ser creado somos siempre una realidad distinta de él: de lo contrario no habría ni Dios, ni criatura, ni amor (RUYSBROEK, Obras completas, III, 26ss).

Esta vida es propia «de todas las personas buenas que tienen fe» (Ruysbroek, Maria Petyt); lo peculiar del místico consiste sola-mente en una toma de conciencia, pero no en una diferencia de santidad o de esencia. Todo panteísmo (secta del espíritu libre) y toda pasividad mal entendida (-> quietismo) se combate y rechaza: el hombre que «sale de Dios» y con amor operante, «retorna a él», el «hombre normal» que se ejercita en la contemplación es el místico perfecto. Y precisamente este equilibrio es el criterio para discernir la verdadera unión con Dios. Antes de que el hombre se una a Dios en su divinidad debe asemejársele en su humanidad (motivo principal de las poesías de purificación compuestas por Hadewych). Esta escuela ofrece al lector moderno una fenomenología sugerente del amor y de la vida interpersonal.

Históricamente la m.f. surgió dentro de un movimiento piadoso de mujeres y, concretamente, no en las órdenes antiguas sino entre las beguinas de las ciudades y entre las monjas cistercienses, que estaban en estrecha relación con aquéllas, pues el mundo de sus pensamientos y experiencias apenas se acomodaba al marco preestablecido de la tradición, y se vio guiado hacia una expresión nueva y original: caballerosidad y gallardía (fierheit), fidelidad y disposición para asemejarse al esposo mediante el sufrimiento expiatorio son las virtudes del servido amoroso. No conocemos ningún escrito de Maria de Dignes, de Ida de Lovaina, de Margarita de Ypres, de Lutgardo de Tongres (mística del corazón de Jesús, con intercambio de corazones), ni de Ida de Nivelles.

Sin embargo, de la fiabilidad de las «Vidas» nos da testimonio el descubrimiento de una parte de la autobiografía de una amiga de Ida de Nivelles, Beatriz de Tienen o de Nazaret (según el priorato cisterciense de Lier), la cual se titula Van Seven manieren van minne (De las siete maneras del amor). Esta obra fue escrita antes del 1235 y, atenuada solamente en los pasajes místicos más audaces, pasó a la Vita.

Las obras conservadas de Hadewych de Amberes (f 1260; tuvo estrechos contactos con los círculos de beguinas) reúnen una mística original con afirmaciones altamente poéticas; es célebre la definición dinámica: «El alma es un camino del tránsito libre de Dios desde sus profundidades, y Dios es un camino que recorre el alma hacia su libertad, es decir, hacia su fundamento, que no puede alcanzarse si ella no lo toca con su profundidad» (carta 18). En la segunda mitad del siglo XIII, el autor flamenco occidental de las llamadas Mengeldichten (17-28) y Gerardo Appelmans introducen definitivamente en la exposición de la ascensión del alma los conceptos de vida esencial y vida sobreesencial; los cuales inducirían después a calificar erróneamente a la m.f. de «especulativa».

Jan van Ruysbroek (1293-1381) trabajó primero como sacerdote secular en la cura de almas, en Bruselas, donde escribió su primera obra Dat Rijcke der Ghelieven. Des-de 1343 se retiró a la selva de Zonien con algunos amigos; en 1350 adoptaron una regla monástica y así surgió la abadía de Groenendaal. Allí escribió sus restantes doce obras, entre ellas su obra maestra, Die Geestelike Brulocht, título que compendia el contenido y la finalidad de toda su producción literaria. Sus primeros discípulos fueron el hermano cocinero Jan van Leeuwen, que en un rudo lenguaje popular vuelve a tratar los temas de su maestro, y Jan van Schoonhoven, quien en la controversia con Gerson (el Canciller) demuestra cómo el reproche de panteísmo que se hace a Ruysbroek procede de la deficiente traducción latina. En el siglo xv el franciscano Hendrik Herp (t 1477), en su obra Spieghel der Volcomenheit, vulgariza la doctrina de Ruysbroek y la sistematiza de forma tal que, contra su voluntad expresa, la vida de oración ya desde el principio aparece destinada a culminar en la mística. Herp usa las expresiones antiguas en el sentido de la escolástica tardía, de forma que resurge la discusión acerca de la primacía de la voluntad o de la razón; y en él aparece como posible en la tierra una visión de la esencia divina. Si Herp hizo llegar a toda Europa la literatura mística más antigua (in-fluyó directamente en Teresa de Avila y en Benedicto de Canfield), también provocó medidas eclesiásticas contrarias a su difusión.

Los Hermanos de la vida común encontraron su misión en el ideal del «hombre normal»: llevar una vida apostólica en los tiempos modernos, fuera de instituciones clericales fijas, practicar sencillamente los consejos evangélicos sin votos, viviendo en pequeños grupos que se ganaban la vida con el trabajo intelectual o el manual. En Deventer, en la casa del fundador Gerardo Groote (1340-84) surgió el primer grupo de hermanas, y en la casa de su amigo Florens Radewins (1350-1400) se formó el primer grupo de hermanos. Los hermanos se juntaron a los estudiantes, ejercieron de maestros y como editores fueron los precursores del -> humanismo cristiano. La institución de Canónigos de Windesheim, fundada como refugio para los hermanos en previsión de las persecuciones, dirigió la espiritualidad hacia la interiorización de la observancia y de la vida ascética; la finalidad era la unión íntima con Cristo. Gerlach Peters fue el gran místico de la primera generación (1378-1411); la segunda, orientada hacia la mística afectiva, a la amistad con Cristo, produjo la obra maestra de la Devotio moderna, los tratados de Tomás de Kempis, y entre ellos la Imitatio Christi. La tercera gene-ración, ligada a una gran obra reformadora de monasterios, que luego se unieron a Windesheim, se distanció de la tradición mística y quiso suplirla con un objetivo más modesto de oración afectiva, cuya preparación se hacía por la meditación metódica. Aquí descuella Jan Mombaers (1460-1501), Rosetum exercitiorum spiritualium, que influye en Francia, en España (Cisneros e Ignacio de Loyola) y en Italia (Barbo). Pero esta dirección viene amenazada poco a poco por un psicologismo y por una complicada observación de sí mismo.

La convivencia íntima con Cristo, unida a una extremada «mística de desprendimiento», es el motivo capital de las dos obras maestras de una escritora anónima del siglo xvi: Die Evangelische Peerle y Van den Tempel onser Sielen, que influyen en la espiritualidad beruliana (états intérieurs, -> escuela francesa). Todavía en el siglo xvii vuelve a florecer la antigua m.f. en la obra de la escritora mística Maria Petyt (1623-77), del sur de Flandes. Pero ahora la mística va ligada a una reflexión psicológica de sí mismo y a una discriminación crítica de los epifenómenos.

BIBLIOGRAFÍA: FUENTES: Bearics von Tienen, Seven manieren van minne, ed. J. van Mierlo - L. Reypens (An 1926); Vita Beatricis, ed. L. Reypens (Tielt 1964); Hadewych von Antwerpen, ed. J. van Mierlo: Visioenen, 2 vols. (An 1924-25); Strophische Gedichten, 2 vols. (An 21942), Brieven, 2 vols. (An 21948); Mengeldichten (An 1952); Jan van Ruusbroec, Werken, 4 vols. (Tielt 2194448); Jan van Leeuwen, Een bloemlezing, ed. St. Axters (An 1943); Henedrik Herp, Spieghel der Volcomenheit, ed. L. Verschueren, 2 vols. (An 1931); Gerardi Magni Epistolae, ed. W. Mulder (An 1933); Thomae Hemerken a Kempis Opera Omnia, ed. M. J. Pohl, 7 vols. (Fr 1902-22).

MONOGRAFÍAS: J. G. R. Acquoy, Het Klooster van Windesheim en zijn invloed, 3 vols. (Ut 1875-80); P. Debongnle, Jean Mombaers de Bruxelles (Lv 1927); R. R. Post, De Moderne Devotie (A 21943); St. Axters, Geschiedenis van de Vroomheid in de Nederlanden, 4 vols. (An 1950-60); L. M. J. Delaissé, Le manuscrit autographe de Thomas a Kempis et 1'«Imitation de Jésus-Christ», 2 vols. (P - Bru - An - A 1956); C. van der Wansum, Het ontstaan en de geschiedenis der Broederschap van het Gemene Leven tot 1400 (Lv 1958); A. Deblaere, De mystieke schrijfster Maria Petyt (Gent 1962). — Quartalschrift «Ons Geestelijk Erf» (An 1927 ss).

Albert Deblaere