E) EL MODERNO MUNDO COLONIAL

1. Anotaciones generales

Datos cronológicos: 1814: restauración de la Compañia de Jesús en Roma, fundación de la Congregación de Picpus; 1815: nueva erección de los Padres del Espiritu Santo y de los Lazaristas, fundación de los Oblatos de Maria Inmaculada; 1817: reorganización de la Congregación de propaganda; 1822: Obra pontificia de la propagación de la fe (M.-P. Jaricot), aprobada en 1840; 1835: fundación de los Palotinos; 1843: Obra pontificia de la santa infancia (en la actualidad: Obra pontificia misional de los niños); 1849: Misioneros hijos del corazón de Maria; 1850: Sociedad de misiones extranjeras (Milán); 1854: Misioneros del corazón de Jesús (Issoudun); 1856: Seminario de Lyón para m. africanas; 1862: Congregación del Inmaculado corazón de Maria (misioneros de Scheut, Bruselas); 1866: Misioneros de Mill-Hill; 1868: Padres blancos; 1875: Misioneros de Steyl; 1888: campaña contra la esclavitud de Charles-Martial-Allemand Lavigerie; 1889: obra pontificia de san Pedro Apóstol; 1911: primera cátedra de misionologla católica (Schmidlin), Misioneros de Maryknoll; 1914-18: primera guerra mundial; 1915: Unjo Cleri pro Missionibus (P. Manna); 1919: encíclica Maximum illud; 1922: primera semana de misionologla (Lovaina); 1926: encíclica Renum Ecclesiae; 1932: facultades de misionologla en la Pontificia Universidad Gregoriana y en el Colegio de propaganda; 1939-1945: segunda guerra mundial.

En la renovación misionera del siglo xix desempeñaron un papel decisivo los papas. Gregorio xvi fue prefecto de la Congregación de propaganda hasta su elección en 1831; él envió los primeros misioneros a Oceanfa, condenó formalmente la esclavitud (1839) y dio a todos los superiores de m. una instrucción sobre el clero indígena y la erección de Iglesias locales. Pío IX crea numerosos distritos misioneros, cuyos superiores participan en el primer concilio Vaticano; entre los esquemas del concilio también hay uno sobre las misiones. León xiii (1878-1903) muestra un interés especial por el campo que se va abriendo en África y por la lucha contra la esclavitud. El año 1893 crea en Ceilán un seminario para la India y encomienda a Francia la tarea de proteger las m. en el Extremo Oriente.

A principios del siglo xix las m. ofrecen un cuadro triste: ¡dos millones de creyentes, alrededor de 1000 sacerdotes! Pero el primer tercio del siglo debía experimentar un nuevo principio. Después de la caída de Napoleón, el papa puede despertar a nueva vida y reorganizar la Congregación de propaganda fide. Además se restauran o reforman algunas sociedades que tendrán un papel destacado en las m. modernas: jesuitas, misiones extranjeras de Paris, padres del Espíritu Santo, misioneros Picpus, maristas, oblatos. Otros grupos les siguen en el tercer cuarto de siglo. Casi al mismo tiempo surgen obras auxiliares para las m.: Obra pontificia de la propagación de la fe, Obra pontificia misionera de los niños. Toda una serie de publicaciones da información y estímulo a la opinión pública, cuyo interés se centra más en los países lejanos, donde despiertan de nuevo (Asia) o comienzan de nuevo (África) las empresas coloniales. La mayor perfección y rapidez en los transportes marítimos hacen posibles expediciones más rápidas y numerosas. Europa se ve inundada por un movimiento de expansión, el cual surge simultáneamente de motivos comerciales, políticos, civilizadores y religiosos. En esta época el cristianismo vivo y dinámico se identifica con Europa. De ahí surge una intensa actividad, se ponen a disposición abundantes medios. Entre 1846 y 1878 el papa Pío ix crea en 200 territorios de m. 29 arzobispados, 123 diócesis, 33 vicariatos apostólicos y 15 prefecturas apostólicas.

En los países que no son colonias (Siam, China, Japón y algunas partes de África) el carácter «europeo» de las m. resulta atractivo — p. ej., a causa de las escuelas —, pero a la vez despierta la sospecha de infiltración política. Ahora como antes a los misioneros les esperan persecuciones, bien por su condición de europeos, bien por ser representantes de la Iglesia o bien por ambos motivos.

También en los territorios coloniales este doble aspecto desempeña un papel importante tanto en el pensamiento como en las publicaciones. El misionero adopta actitudes heroicas y está dispuesto a morir (mártires de Indochina), pero se considera «superior» no sólo en el terreno de la religión, sino también en cuestiones de cultura, educación, higiene, técnica, etc. Con la mejor intención cree que puede importarlo todo de su país de origen. Ciertamente esto posibilita admirables realizaciones técnicas, culturales y religiosas. Pero tales realizaciones con frecuencia resultan sospechosas a los indígenas, quizá no tanto al pueblo sencillo, que es el que más fácil y rápidamente se abre a las m., cuanto a los dirigentes de la vida profana y religiosa en los respectivos países, los cuales adquieren conciencia de su autonomía. Las m. católicas tienen éxito sobre todo entre los pobres y sencillos, cuyo nivel social eleva considerablemente; en cambio, entre las clases superiores, que son más independientes y se sienten orgullosas de su cultura más todavía que de su fe (era budista, hinduista, confuciana e islámica), chocan con una resistencia que no permite ninguna penetración profunda. Las estadísticas, que con cierta complacencia enumeran las conversiones, los hospitales y las escuelas, pueden fácilmente despertar una falsa impresión triunfalista. Las m. del siglo xxx apenas pudieron competir con el bloque de las grandes religiones. En cambio tuvieron éxito sobre todo en el ámbito del animismo y, por cierto, en primera línea en Africa, Oceanía y las zonas rurales de Asia.

2. Renovación de las misiones en Asia

a) El mundo hinduista

Datos cronológicos: 1832-36: vicariatos apostólicos en Madrás, Calcuta, Pondichery, Madura; 1885-92: conversiones masivas en Chota-Nagpur; 1886: jerarquía latina ordinaria en la India, regulación del cisma en Goa; 1893: seminario pontificio en Kandy; 1896: jerarquía siro-malabar; 1923: consagración del primer obispo indio; 1928-29: regulación de la cuestión del patronato; 1930: retorno de los jacobitas (Mar Svanios); 1931: 3 682 133 católicos en la India.

El marco político de la India es un dominio colonial inglés. En el aspecto social, junto a un pequeño número de ricos hay una gran masa de pobres, que se acercan a quien les ofrece ayuda. La estructura religiosa de una milenaria tradición hinduista penetra todos los ámbitos de la vida. Lo más importante es la casta, que protege a cada uno en cuanto mantiene su puesto y conserva su religión, pero condena al apóstata y lo entrega al ocaso social y físico. Por tanto los hindúes de la casta están muy poco dispuestos a la conversión. Son terreno más propicio para la conversión los opuestos a dicho sistema: los parias sin casta; y también todos los animistas, así como aquellos grupos de la población india que no han sido alcanzados por el movimiento hinduista. La Iglesia está presente en la India desde la predicación del apóstol Tomás en Madrás; desde el siglo III se halla en Kerala, pero a manera de una clase cerrada que no actúa hacia fuera; y desde el patronato portugués se halla también en algunos lugares de la costa, como Goa. Pero la meseta central y el territorio a lo largo del Indo y del Ganges todavía en 1830 apenas había sido alcanzado por las misiones.

Durante largo tiempo el apostolado queda debilitado por la enemistad y las disputas entre la jerarquía del patronato y los misioneros enviados por la Congregación de propaganda y los de rito oriental. Normalmente la actividad misionera se apoya en obras de ayuda y educación, que por su carácter humanitario y social merecen la protección de la guarnición inglesa. Se trata, pues, de una autodefensa de los indígenas contra sus explotadores, que es la causa del único movimiento amplio de conversión, especialmente en Chota-Nagpur (Constantino Lievens SI). Pero sería falso hablar de conversiones interesadas: el beneficio recibido es sólo ocasión para la comprensión religiosa y la conversión. A su vez en otros lugares el evangelio es predicado con sumo tacto a las personas instruidas mediante un amplio trabajo de formación. Algunos misioneros aptos para esto estudian la filosofía india, a fin de entenderla e influir así en los grupos que deciden sobre el espíritu y la moral del país. Los éxitos numéricos son considerables: el año 1949 hay 4.741.000 de católicos. Pero éstos representan solamente un 1,2 % de la población y en general no proceden del hinduismo. Además, por la «latinización» quedan desconectados de la tradicional cultura india (excepto en Kerala). Todavía no se ha conseguido el fin de obtener para el cristianismo algo así como un derecho de ciudadanía.

b) El mundo budista del Hinayäna

Datos cronológicos: 1849: vicariato apostólico de Colombo y Jaffna, después dividido; 1886: jerarquía latina ordinaria en Ceilán; 1825: dos sacerdotes católicos en Birmania; 1866-70: tres vicariatos apostólicos; 1942: invasión japonesa.1813: seminario para sacerdotes indígenas en Poulo-Penang (Misiones extranjeras de Paris); 1821-41: persecución del emperador Minh-Mang de Annam; 1856: edicto de persecución por Tu-Duc; 1861-86: conquista francesa, desde entonces libertad religiosa 1925: delegado apostólico en Indochina; 1933 primer obispo anamita; 1942: invasión japonesa — 1855: iglesias autorizadas para los británicos e Siam; 1856: libertad de acción para los misionerc franceses; 1880: primeros sacerdotes siamitas.

Durante el siglo xix el budismo se encuentra en su forma más pura en Ceilán en los territorios sudasiáticos de Birmania, Indochina y Siam. En el aspecto político la situación es muy variada: ocupación inglesa o francesa, por una parte, independencia más o menos realizada (Siam), por otra. El budismo domina todavía sin límites el Ceilán; en los otros países, es muy fuerte en los centros urbanos y en las inmediaciones de los templos, y se halla más o meno presente (muy mezclado con animismo, feen el mana y superstición) en las clases inferiores, en los grupos tribales y en el interior del país. El apostolado queda coartado por la actitud adversa del sistema socio-religioso del budismo (Siam), igualmente por las persecuciones político-religiosas, p. ej. en Indochina, y en otros lugares por el peso de la tradición.

Pero la Iglesia — especialmente en Ceilán — ha conservado puntos de apoyo que se remontan al tiempo del patronato. Entra en contacto sobre todo con partes no budistas de la población. «Caritas», escuelas y obras sociales son aquí — como en todas partes — el camino que la Iglesia escoge. Estas empresas son favorecidas por la administración colonial y se hallan de hecho bajo su protección, mientras que el budismo permanece inactivo. El progreso de las m. se realiza muy lentamente en los centros budistas de Siam y Birmania del sur, en contraste con Birmania del norte y Ceilán (1949: 538.000 católicos, un 7,3 % de la población total) y Vietnam (1949: 1.381.000 católicos, un 6,5 % de la población total). Hemos de advertir, evidentemente, que la Iglesia en estas regiones quedó totalmente «latinizada» y «occidentalizada»; con todo, ya en 1940 tres cuartas partes de los sacerdotes de Indochina eran indígenas.

c) El mundo del Lejano Oriente del sur

Datos cronológicos: 1841: vicariato apostólico de Malaca; 1807: renovación de las m. en Java (Batavia); 1831: prefectura apostólica de Batavia; 1835: renovación de las m. en Sumatra; 1848: acuerdo entre la Santa Sede y Holanda; 1855: prefectura apostólica en la parte británica de Borneo; 1885: m. católicas en Célebes; 1905: prefectura apostólica en la parte holandesa de Borneo; 1911: prefectura apostólica en Sumatra; 1913: prefectura apostólica en las pequeñas islas de la Sonda; 1935: m. en Bali; 1943: ocupación japonesa.

También aquí se trata de un mundo muy diferenciado, en el que las mayores unidades políticas son Malasia e Indonesia (si consideramos las Filipinas como esencialmente católicas). Malasia tiene solamente unos diez millones de habitantes (malayos y chinos).

Lo mismo que en Indochina el trabajo misional actúa por separado en la ciudad y en el campo. El resultado es discreto: el año 1949 había 980.000 católicos, es decir, un 1% de la población total. Bajo el aspecto geográfico el territorio clave es Indonesia, Estado independiente desde 1949, donde en el aspecto religioso predomina el islam. Pero en realidad la religión de la población es una mezcla entre animismo supersticioso y un islam superpuesto, más o menos consistente y con frecuencia degenerado. Java, por la masa de su población y el rango de su cultura, constituye el principal centro de atracción del archipiélago indonesio y del mundo malayo. El apostolado moderno de la Iglesia ha estado impedido por dificultades geográficas (grandes distancias, la situación de las islas, etc.), por disposiciones administrativas (división oficial de las islas en zonas de influencia protestante y católica; preferencia del protestantismo) y, sobre todo en Java, por la consistencia de una alta y poderosa cultura cerrada que abarca todos los ámbitos. Los medios de acercamiento han sido los mismos que en todas las m. modernas, pero muy en particular las escuelas. Se han conseguido éxitos sobre todo entre los no javos, especialmente entre los chinos y los pueblos de las otras islas; el mayor éxito se ha conseguido en las pequeñas islas de la Sonda. Con todo, el año 1949 los 780.000 católicos representaban solamente un 1 % de la población total, y la integración cultural estaba muy poco avanzada sobre todo en el terreno del arte.

d) El mundo de China

Datos cronológicos: 1811: la propagación del cristianismo es castigada con la pena de muerte; 1831: el vicariato apostólico de Pekín es confiado a los lazaristas; 1836: llegada de P.-Ph. Maubant a Corea; 1840: retorno de los jesuitas a China; 1839, 1846, 1866, 1881, 1887: persecuciones en Corea; 1844 y 1846: protectorado francés sobre las m., edicto chino a su favor; 1856-57: expediciones europeas de castigo, persecuciones chinas, pacto de Tiensin: derecho de predicación y libertad de establecimiento; 1859: OP en Formosa; 1864: misioneros de Scheut en Mongolia; 1882 SVD en Kwantung; 1900-01: insurrección de los bóxers, persecución de los cristianos; 1903: protectorado japonés sobre Corea, propaganda sintoísta; 1909: apertura de la universidad «Aurora» en Shanghai; 1911: revolución y república; 1918: misioneros de Maryknoll en China; 1924: concilio provincial de Shanghai; 1925: universidad Fu-yen en Pekín; 1926: consagración de los seis primeros obispos chinos; 1928: Vicente Lebble funda los «Pequeños hermanos de san Juan Bautista»; 1935: carta sobre la veneración de Confucio; 1937: ritos sintoístas obligatorios para todos los coreanos; 1940: muerte de Vicente Lebble.

La China imperial, retrasada políticamente y obligada por las potencias europeas a «pactos unilaterales», mantiene una cierta desconfianza frente a los extranjeros, la cual de tiempo en tiempo se traduce en persecuciones. Bajo el aspecto religioso la China de este tiempo conoce un budismo decadente, que halla su expresión sobre todo en el culto a los muertos; además, huellas de taoísmo; así como una moral viva y sana, enraizada en el confucianismo y a su vez en un pronunciado sentido familiar y en la veneración de los antepasados. Pero hacia finales de siglo el positivismo europeo penetra en los altos círculos de la sociedad.

La Iglesia se difunde en China gracias a los esfuerzos heroicos de los misioneros. Pero su situación se hace difícil por la protección europea, que le atrae la desconfianza que el pueblo siente hacia los europeos; éste es también uno de los motivos de las matanzas (p. ej., la de los bóxers). Algunos hombres, p. ej., Vicente Lebble, se dan cuenta de esto y aspiran a dar un matiz chino al apostolado y a los cuadros dirigentes, buscando una evangelización libre de vínculos políticos. En este tiempo existe en Zikawei una meritoria iniciativa de estudios chinos, pero el apostolado no sabe aprovecharse de estas ayudas. A pesar de todo, la acción misional rinde muy buenos frutos en las ciudades y en el campo. El confucianismo recibe impulsos del cristianismo, aunque no tenga necesidad de gran cambio; se trata más bien de luchar contra la superstición popular y contra un mal entendido culto a los antepasados. El crecimiento de la Iglesia es considerable: en algunos territorios no pocos pueblos forman comunidades homogéneas de cristianos; hay numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas. Sin embargo, las disputas políticas internas y la invasión japonesa perturban el trabajo, y conducen a fuertes movimientos emigratorios. La veneración tributada a Confucio, a la que muchos atribuyen un carácter religioso y de la que se distancian los cristianos, en el año 1935 es declarada por el gobierno como un acto puramente civil.

Por tanto, también los cristianos pueden participar en ella; con lo cual desaparece un gran impedimento psicológico para el apostolado.

En 1947 hay 3.266.000 católicos, que, sin embargo, representan solamente un 0,7% de la población. La acomodación de las m. a la mentalidad china, que con relación a la vida cotidiana en gran parte se ha realizado ya en el campo, apenas se nota en las ciudades (por lo demás «occidentalizadas» por propia iniciativa).

Con todo, ya en este tiempo se dan numerosos impulsos, sobre todo por incitación del delegado apostólico Monseñor Costantini, para llevar a cabo una traducción de la Biblia, para la acomodación al arte y para el uso de una liturgia especial y adaptada (ya existente).

e) El mundo japonés

Datos cronológicos: 1844-48: m. con poco éxito en las islas Lu-Chu; 1859: un primer misionero puede residir en Tokio; 1865: en Nagasaki son hallados descendientes de las familias convertidas en el siglo xvii, persecución de 1870-73, creación del vicariato apostólico en Nagasaki; 1873: movimiento de libertad de los misioneros en todo el país; 1890: el sínodo de Nagasaki permite a los cristianos la participación en las ceremonias ante las listas de los antepasados; 1913: universidad católica Jochi Daigaku en Tokio; 1924: primer concilio provincial; 1927: primer obispo japonés; 1936: decreto de la Congregación de propaganda sobre la participación en las ceremonias patrióticas civiles del Estado sintoísta; 1940: todos los obispos y superiores extranjeros de las m. substituidos por japoneses; 1941: guerra, internación de los misioneros extranjeros.

La situación política de Japón cambia profundamente entre mediados del siglo xix y mediados del xx. Una civilización medieval (cultura agraria, sistema feudal, reconocimiento del poder divino del soberano, estricto aislamiento del mundo restante) es suplantada inmediatamente por una civilización moderna (apertura de los puertos desde 1854, internacionalización del comercio, industrialización, parlamentarismo, guerras internacionales de 1895, 1904-05, 1914-18, en las que Japón está siempre de parte de los vencedores). La situación religiosa en parte sigue determinada por el budismo, aunque éste hacia finales de siglo ya no sea religión oficial. Dicha religión va tomando más y más un matiz sintoísta. Por el hecho de que el budismo concede un carácter sagrado al emperador, al país y al pueblo, fomenta una conciencia de superioridad y de «mesianismo», por la que el Japón es entendido como un pueblo predestinado por Dios para guiar a Asia.

La Iglesia, cuyos súbditos han vivido ocultos durante 250 años, en 1859 vuelve al Japón que se abre al mundo exterior, halla en Nagasaki (1865) los descendientes cristianos de los convertidos en el siglo xvii y se esfuerza por ganar nuevos creyentes a través de escuelas y de otras obras. Pero hay todavía numerosos impedimentos: el europeo, a pesar de la difusión de la técnica occidental, en el fondo no goza de grandes simpatías; la adhesión al sintoísmo es un rasgo patriótico, la repulsa al mismo se presenta como traición.

La vinculación espiritual del cristianismo a Roma es considerada como una penetración de poderes extraños en la vida del propio país.

El año 1933 el número de católicos asciende solamente a 100.000 entre 65 millones (0,15 % de la población total); más de la mitad proceden de antiguos cristianos y se hallan en posiciones intermedias con escasa fuerza de irradiación. Su alejamiento de las ceremonias en honor de los antepasados y del emperador, que ellos consideran actos de idolatría, los hace sospechosos. Las declaraciones oficiales de los años 1890 y 1936 sobre el carácter civil de estas ceremonias posibilitan la solución de ese problema. Pero todavía en 1940 la Iglesia está bajo la dirección de europeos, que ahora por presión del gobierno han de dejar paso a los japoneses. La Iglesia japonesa de esta época, a pesar de su admirable fidelidad a la fe, permanece pequeña e insignificante. Para la publicidad no existe y, desde luego, no está integrada en la vida del país.

3. El mundo de Oceanía

Datos cronológicos: 1819: primer bautismo en Tahití; 1833: vicariato apostólico de Oceanía oriental; 1844: vicariato apostólico de las islas Sandwich y Marquesas; 1847: vicariato apostólico de Nueva Caledonia; 1851: vicariato apostólico en las islas de los Navegantes (Samoa); 1863: vicariato apostólico en Fidji; 1889: vicariato apostólico en Papua; 1904: vicariato apostólico en las Nuevas Hébridas; 1936: seminario menor central para el sur del Pacifico.

El apostolado en el Pacifico del sur, que políticamente está dividido entre los europeos, sobre todo ingleses y franceses, se ejerce en grupos de población que (exceptuando los colonos de Australia y Samoa) han de clasificarse entre los primitivos (pesca, caza, organización tribal) y animistas (culto a los espíritus, si bien unido a la idea de un ser supremo). La base religiosa es normalmente sana; basta con purificarla y transformarla.

Las dificultades concretas se deben a las enormes distancias, a que la población se distribuye en colonias dispersas, a su salvajismo y pobreza, a la total falta de interés en Europa. Por eso el sacrificio de los misioneros es tanto más admirable, aunque normalmente éstos son bien recibidos.

El año 1949, entre dos millones aproximados de indígenas, hay 280.000 cristianos (un 14%). Pero el clero indígena es muy escaso.

4. El mundo de los indios americanos

La renovación de los esfuerzos misioneros entre los indios del norte y los esquimales parte de algunos sacerdotes de Quebec y, sobre todo, de los oblatos en el nordeste de Canadá. En los Estados Unidos los jesuitas — sobre todo belgas — emprenden nuevamente el apostolado entre los «piel roja». Su trabajo se extiende a amplios territorios, con una población proporcionalmente escasa y dispersa. Los misioneros no sólo se dedican a la evangelización, sino que asumen también la tarea de dirimir las contiendas entre los indios y colonos. Trabajan además por una nueva agrupación de los indios en sus reservas y por su progreso general. En Sudamérica, que en principio es cristiana, se continúa el apostolado con los indios en el campo, en la selva y en las montañas; se fundan nuevas misiones confiadas a diversas órdenes. Por su trabajo nacieron fuertes comunidades cristianas.

5. El mundo africano del animismo

Datos cronológicos: 1844: padres del Espíritu Santo en Gabú; 1845: jesuitas en Madagascar; 1847: padres del Espíritu Santo en Senegambia; 1851: oblatos en Natal; 1863: padres del Espíritu Santo en Zanzíbar; 1872: misioneros del corazón de Jesús en Sudán (británico); 1878: padres blancos en África oriental (Uganda); 1879: jesuitas en Rhodesia; m. del seminario de Lyón para África en la Costa del Oro; 1883: trapenses en Mariaanhill; 1888: misioneros del inmaculado corazón de Maria (Scheut) en el Congo; 1880: palotinos en Camerún; 1892: SVD en Togo; 1893: jesuitas en el Congo, etc.; 1922: delegado apostólico para las partes de África que se hallan bajo administración inglesa; 1940: acuerdo entre la Santa Sede y Portugal sobre el trabajo en las m.; 1948: delegado apostólico de Dakar.

El territorio al sur del Sahara está poblado por grupos tribales que no conocen federaciones fuertes. La base de su existencia se apoya en una economía natural; su forma de vida, a pesar de las facultades musicales y artísticas, está poco diferenciada. Una religión con elementos animistas y del mana, la cual sin duda está determinada por la fe en un ser supremo que se esconde bajo diversos nombres, constituye el trasfondo de su desarrollada sabiduría formulada en proverbios.

Africa es explotada por el comercio de esclavos, que todavía realizan los árabes en el último cuarto del siglo xix. De acuerdo con las ambiciones políticas de este tiempo, las potencias europeas se dividen entre sí los territorios de Africa; la última anexión es la de Africa central, la del Estado independiente del Congo, por obra de Leopoldo ii.

Los esfuerzos misioneros al principio se hacen independientemente del trabajo de colonización, no muy adelantado todavía. Después de 1880 los misioneros pueden penetrar hasta el centro del continente, donde cosechan sus mejores éxitos. A finales del siglo xix toda el Africa negra está colonizada, y el trabajo misionero continúa en el marco de la colonización. A este respecto se presentan tres modelos diferentes en la relación entre la Iglesia y la administración política: unión de la Iglesia con la administración política (colonias portuguesas y españolas); yuxtaposición con una inteligencia amistosa (colonias alemanas, inglesas y belgas); estricta separación (gobierno francés, sobre todo en el siglo xx). Pero de hecho, ante los ojos de los africanos y en realidad, se da una unión palpable entre las m. y el dominio colonial.

Las dificultades de las m. son de orden material: grandes distancias, falta de comunicaciones, dispersión de los grupos de trabajo en territorios poco poblados; y raras veces son de orden psicológico, pues la población — aunque tímida — normalmente es hospitalaria. En muchos lugares la tarea principal consiste en ganarse a los jefes. Según su manera de ver la evangelización ha de ir unida con un progreso general, que se manifiesta en el fomento de la higiene, de la asistencia sanitaria, de la enseñanza, de la educación y del equipo técnico. En muchos sitios las estaciones de las m. desempeñan la función de la abadía medieval, pues agrupan en torno a ellas las escuelas, los talleres, los hospitales y los catecumenados. Polarizan a su alrededor una parte de la población y en los días festivos atraen a grandes masas. En los días de trabajo son los misioneros ambulantes los que visitan en la selva a cristianos y no cristianos. El progreso de la Iglesia, escaso todavía en el siglo xix, se intensifica después de 1900, especialmente después de la primera guerra mundial (1914-1918), para alcanzar finalmente su punto cumbre hacia el 1930. En 1933 el África negra, que depende de la Congregación de propaganda fide, cuenta con cuatro millones de católicos y en 1949 con once millones. A esto habría que añadir los católicos en las posesiones portuguesas.

Salta a la vista el éxito masivo, pero todavía no está asegurado, y el proceso de maduración requiere aún largo tiempo. Todavía no hay más que 1000 sacerdotes indígenas (uno por cada 10.000 católicos. El trabajo futuro ha de consistir en la formación del núcleo director, tanto en el orden religioso como en el secular.

6. El mundo islámico

Datos cronológicos: 1. África: prefectura apostólica en Tánger; 1868: fundación de los padres blancos; 1884: delegado apostólico en Cartago; 1895: jerarquía católica copta en Egipto; 1905-16: Charles de Foucauld en el Sahara; 1909: vicariato apostólico en Delta del Nilo; 1923: equiparación juridica de los cristianos egipcios. 2. Asia occidental: 1834: libertad religiosa en Persia; 1840: los lazaristas asumen las m. en Persia; 1848: arzobispado de Babilonia; 1856: libertad religiosa en Turquía; 1859: prefectura apostólica en Aden; 1868: delegado apostólico en Constantinopla; 1875: Universidad de san José en Beirut, prefectura apostólica de Arabia; 1910: delegado apostólico en Ispahán; 1920: mandato inglés en Palestina, mandato francés en Siria y el Líbano; 1923: prohibición del trabajo misional en Turquía; 1934: prohibición de vestidos clericales. 3. Pakistán (cf. India): 1850: vicariato apostólico en Dacca; 1886: vicariato apostólico en Lahore; 1927: diócesis de Chittagong, Dinajpur; 1936: prefectura apostólica en Multan; 1947: diócesis de Rawalpindi; 1948: diócesis de Karachi; 1950: Dacca y Karachi diócesis metropolitanas.

El mundo islámico, además de Arabia, cerrada a todo apostolado, comprende un territorio oriental (Oriente Medio y Lejano Oriente), una región norteña (Próximo Oriente) y una zona occidental (norte de África). A pesar de tener el árabe como «lengua común», los musulmanes pertenecen a pueblos y razas muy diferentes: chinos, malayos, indios, iranios, afganos, turcos, semitas, árabes, eslavos, negros.

La fe y la práctica muestran una multiplicidad parecida. Los sectores formados por el Corán conservan un islam bastante puro, pero los grupos que se han hecho musulmanes por la conquista o la expansión ulterior — sobre todo en el pueblo sencillo — mezclan con el monoteísmo islámico todo un mundo de representaciones y prácticas animistas. Además en el siglo xx se ha formado una «elite» occidentalizada, que ve en todo su rigor el problema de una adaptación de su fe al moderno pensamiento científico-técnico.

Éste es el mundo al que la Iglesia misionera quería salir al encuentro. A causa de los contrastes políticos, fundados en la historia (guerras en España, en el norte de África, en el Próximo Oriente, en los Balcanes), en principio difícilmente pudo ni puede crearse una simpatía. De manera semejante el estricto monoteísmo del islam halla motivo de escándalo en los dogmas fundamentales de la Trinidad y de la encarnación. Además el islam, que se entiende a sí mismo como una comunidad política y social de orden supranacional y a la vez como una comunidad religiosa, ata a sí a sus creyentes con un triple vínculo: el político, el social y el religioso. Él cree en su misión mesiánica: el Corán no sólo enseña el deber de defender la revelación suprema, sino también el de difundirla. Por tanto el islam no está abierto a una conversión colectiva, y desalienta e incluso castiga las conversiones individuales.

En estos territorios las m. modernas apenas han podido hacer otra cosa que dar testimonio de su presencia y naturaleza mediante un amor activo o una vida contemplativa (Ch. de Foucauld); el lentísimo progreso en estas zonas se limita sobre todo a grupos apenas acuñados por el islam. En la parte musulmana del norte de Africa y en el Próximo Oriente no hay ningún éxito misionero; sin embargo no podemos olvidar el trabajo meritorio entre las comunidades cristianas que ya existen (Líbano, p. ej.) o entre los inmigrantes (norte de Africa). En Pakistán el apostolado indirecto, o un apostolado directo muy discreto, había ganado para el cristianismo a 80.000 hombres (1949) en oriente y 140.000 en occidente. En África el islam, que avanza desde el norte y el oriente, se ve confrontado con la Iglesia. Donde ésta ha podido establecerse con firmeza no prosigue su penetración; y lo mismo podría decirse del islam. El apostolado es como una apuesta de efectividad entre ambas religiones. A veces el islam ha sido favorecido por la política colonial francesa en el África negra. Y así la Iglesia, a pesar de sus logros en el Africa negra, no ha conseguido hasta hoy detener la infiltración del islam desde el norte o penetrarlo a él mismo. Los padres blancos, que fueron fundados para el apostolado en el ámbito islámico y han realizado admirables esfuerzos en ese campo, tuvieron de hecho el mayor éxito entre los primitivos negros africanos. Así el margen del este, del oeste e incluso del sur del Sahara son posiciones decisivas para el futuro cristiano de África.

F) EL MUNDO EN LA ÉPOCA DE LA DESCOLONIZACIÓN

Datos cronológicos: 1945: fundación de la ONU; desde 1947: descolonización de Asia; desde 1949: victoria del comunismo en China, lenta penetración del mismo en los territorios vecinos; 1951: tratado de paz con Japón; desde 1951: descolonización de África; 1962-1965: concilio Vaticano n, decreto Ad gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia.

1. Anotaciones fundamentales sobre el período posterior al año 1945

Las m. de hoy tienen sus raíces en las de ayer, creadas en el marco del moderno sistema colonial, y en las de anteayer, surgidas bajo la protección directa de los reyes de Portugal, España y Francia. En la mayoría de los países las m. dependen de Europa en lo relativo a su personal director, a los medios y también a los métodos; y en gran parte ostentan un cuño occidental. Además, sobre todo en el siglo xzx, en amplias zonas de los países misionados se han ganado más a los sencillos y pobres que a la «elite», y por eso normalmente se han organizado según una estructura adecuada al mundo de la selva y al rural; constituyen una excepción las grandes ciudades. En general la Iglesia misionera ha sido erigida en un estrato subdesarrollado de población rural, que en su comportamiento tiene una actitud conservadora. Es abiertamente Iglesia «rural».

En consecuencia la Iglesia para fortalecer su unidad, procediendo con buena fe, ha propagado en todas partes el mismo rito latino. No sólo es romana por su vinculación esencial a «Roma», sino que ha permanecido también Iglesia latina por consideraciones estratégicas y por falta de fantasía en los misioneros.

Finalmente, la alta estima de la dignidad de los «clérigos», y también la imposibilidad en muchos países de hallar seglares para ciertas actividades, han hecho que la Iglesia misionera fuera una Iglesia en manos de clérigos, es decir, una Iglesia clerical, también en el ámbito de muchas tareas no clericales de la comunidad cristiana (hospitales, escuelas, trabajo social, acción católica).

Especialmente desde la segunda guerra mundial (pero de hecho ya desde mucho antes) la Iglesia de los países no cristianos se ve confrontada con cuatro tendencias, que ella debe tener en cuenta si quiere estar preparada para su tarea en el mundo moderno.

a) El mundo ya no vive en la época colonial. Algunas zonas (China, Japón, Persia, Liberia, etc.) nunca tuvieron el carácter de territorios coloniales. Otros países han conseguido su independencia (el primero la India en 1947). Los países no cristianos quieren relaciones con las otras naciones sobre la base de la autonomía e igualdad. Esto ha de decirse también acerca de sus relaciones con la Iglesia. Muchos Estados tienden a entenderse como Estados secularizados; otros (Estados islámicos y budistas) a pesar de su religión estatal garantizan por lo menos en su constitución la libertad confesional para toda religión (aunque no siempre la libertad de difusión). También la carta de los derechos del hombre de la ONU establece la libertad religiosa.

b) El mundo moderno ha abandonado ya la civilización rural; es un mundo industrial y urbano. Este hecho pone fin a la composición rural de muchas comunidades cristianas, y crea grupos de cristianos de la ciudad, para los que es necesario hallar nuevas estructuras.

c) Las naciones jóvenes aceptan el proceso de la uniformación universal que lleva consigo la civilización técnica, pero a la vez, con su libertad alcanzada o recuperada, descubren su autonomía racial, histórica, cultural y también religiosa. Tienen el deseo de hablar — no sólo con los hombres, sino también con Dios — en su propio idioma y de vivir en su propio estilo también en lo relativo a la religión. Por tanto la Iglesia ha de tener en cuenta la multiplicidad, aunque sin poner en peligro la unidad. Con razón están persuadidos estos pueblos de que corresponde a sus habitantes asumir la función directora en su Iglesia y llevar a cabo la transformación de ésta de acuerdo con la propia identidad nacional y cultural.

d) Las naciones, sean antiguas o recientes, cristianas o no cristianas, descubren más y más la función del seglar también en el ámbito religioso, incluso para las funciones puramente religiosas: la predicación y el culto. Es por tanto necesario y útil apoyarse más en seglares activos para el trabajo eclesiástico y reconocerles una mayor responsabilidad.

La solución de las cuatro exigencias mencionadas, si ha de hallarse en forma armónica, debe tener un carácter universal. En la Iglesia ya no hay ningún problema fundamental que no exija el esfuerzo de todos y la coordinación de todas las fuerzas en una comunitaria obra misionera.

2. Los esfuerzos actuales de la Iglesia

Esta obra de acomodación se ha acentuado bajo diversos aspectos desde hace veinte años; y ha producido un considerable progreso numérico, según se desprende de las siguientes cifras relativas al número de católicos en las m. confiadas a la Congregación de propaganda fide (las cifras representan millones):

Si bien todas estas cifras son difícilmente verificables y por tanto pueden discutirse, sin embargo cabe sacar la siguiente conclusión: Aun cuando la población de los tres continentes aquí estudiados haya pasado de 1600 millones en 1949 a 2100 millones aproximadamente en 1965, no obstante el correspondiente crecimiento de la población católica es muy considerable, a saber, de 16 a 36 millones (es decir, de un 125 a un 171 %). Naturalmente, fuera de África negra, el porcentaje no es muy elevado.

Con todo, los auténticos problemas del trabajo misionero son los siguientes:

a) Acomodación a las tendencias de independencia

Esta acomodación se realiza: 1º. En el terreno de la doctrina: por declaraciones oficiales sobre el derecho de autodeterminación; cf. las encíclicas Fidei donum y Princeps pastorum, así como numerosas declaraciones, sobre todo, de los obispos africanos.

2.° En el terreno de la praxis: por la educación para la mayoría de edad intelectual y moral; por la llamada al cumplimiento del deber frente a la sociedad; por el establecimiento de relaciones oficiales y diplomáticas entre el Vaticano y los Estados; por la colaboración activa de los cristianos en las tareas económicas, sociales y educativas de las naciones jóvenes. Muchos gobiernos (India, Pakistán, Congo, Tanganyka, etc.) han reconocido la legalidad y utilidad del trabajo misionero en relación con la edificación de las naciones.

Aquí puede mencionarse también el creciente esfuerzo de la Santa Sede por instaurar en todas partes la jerarquía ordinaria católica (desde 1886 en la India), consagrando cada vez más obispos indígenas. Este propósito más que de consideraciones prácticas brota de una justa exigencia teológica. El primero de esos obispos es monseñor Roche, un indio, que el año 1923 inicia su ministerio episcopal. Los dos primeros obispos africanos son consagrados en 1943. El año 1953 hay 42 obispos asiáticos y 7 africanos; y en 1963 hay 92 asiáticos y 60 africanos. La erección de la jerarquía indígena es a la vez el signo y el medio de un diálogo ideal sobre la base de la igualdad entre los representantes de los Estados y los de la Iglesia local de un determinado país.

b) Acomodación a los cambios urbanos e industriales

La realización de esta meta es muy laboriosa; sólo puede llevarse a cabo por la formación de una red de parroquias y centros apostólicos cada vez más amplia conforme van creciendo las ciudades. Se renuncia a la práctica de las grandes iglesias y se crean iglesias más pequeñas, pero numerosas. El contacto con los inmigrantes y su cuidado exigen del clero un agotador trabajo de visitas domésticas, para el que se requiere cada vez más la ayuda de grupos de seglares. La incorporación a la parroquia se produce a través de la liturgia, acomodada a las respectivas necesidades, a través de los centros religiosos (centros de información, hogares cristianos, etc.), mediante obras de formación (escuelas, cursos nocturnos, academias) y obras sociales, para las que a su vez se requiere la colaboración de los seglares. Por la eliminación del analfabetismo se hace posible el uso de libros, folletos, etc.; también pueden utilizarse con éxito los medios audiovisuales de -> comunicación social. La gran dificultad está en la falta de vinculación local de estos grupos de población; el problema más central es la radicación humana y cristiana.

c) Acomodación al pluralismo religioso y cultural

Esta acomodación se extiende a varios campos:

1º. Liturgia. Nada impide ya el uso de la lengua del pueblo (chino, malayo, etc.) y de los tradicionales usos rituales (ceremonias funerarias en Africa). La constitución conciliar del Vaticano ii (1962) Sobre la sagrada liturgia, y la institución de comisiones nacionales para ese fin, tienden a acelerar tal proceso de acomodación. En muchos países de Asia y África los obispos y creyentes desean una profunda transformación de la liturgia latina o el tránsito a una liturgia oriental, para adaptarse mejor a las características locales.

2.° Arte religioso. La constitución mencionada da aliento a los diversos intentos, que todavía se halla en sus principios (artes plásticas, música).

3° Lengua y apostolado. Sabiendo que el evangelio sólo puede echar raíces en una población si su lenguaje se traduce al mundo intelectual del respectivo mundo lingüístico, en el trabajo misional fue siempre una exigencia urgente el formar adecuadamente a los misioneros. Esta necesidad persiste y crece en el mundo unitario que va surgiendo; pues, en la medida en que la humanidad adquiere conciencia de su unidad, se diferencian simultáneamente las peculiaridades nacionales. Esto ha de decirse especialmente acerca de los pueblos jóvenes, que sólo han hallado su identidad estatal y cultural gracias a ese proceso de unificación de la humanidad.

Integración de la inteligencia profana y religiosa de sí mismo. El progreso de la etnología y de la ciencia de las religiones posibilita un mejor estudio de las diversas filosofías y de la concepción de sí misma que tiene cada religión no cristiana. En muchos sectores el trabajo ya hace tiempo que está en marcha (filosofía india, filosofía bantú, etc.); las recientes directrices pontificias y conciliares (1962) exigen su intensificación (conferencias de especialistas, etc.). La encíclica Evangelii praecones se manifestó ya en 1952 acerca de este problema, que ha abordado de nuevo el Vaticano xx.

5.° Acomodación de la formación clerical de los misioneros. Esa acomodación es indispensable. La encíclica Princeps pastorum tomó posición extensamente sobre este asunto. Pero todavía está lejos de su adecuada realización. Esencialmente la formación es aún occidental y latina.

6° Sobre todo, promoción de un cualificado clero indígena. Efectivamente, éste debería suplantar poco a poco a los misioneros, para llevar adelante el proceso de cristianización. Sin embargo, por lo menos en las m. de la Congregación de propaganda, el clero local no se ha desarrollado debidamente. Cierto que siempre hubo clero indígena en Asia, pero todavía en 1919 Benedicto xv tuvo que referirse explícitamente en Maximum illud a las instrucciones relativas a este punto, que han sido repetidas por todos sus sucesores. La situación de las m. sometidas a la Congregación de propaganda fide se ha desarrollado de la siguiente manera:

Se pone de manifiesto que el porcentaje de indígenas subió del 33 % al 38 %, para bajar luego al 37 %. La situación actual exige intensos esfuerzos para conseguir sacerdotes indígenas, y religiosos de ambos sexos. Especialmente África es el continente cuyo cuadro director indígena apenas crece en relación con la masa de los creyentes y con los misioneros extranjeros.

d) Acomodación al mundo adulto de los seglares

La revalorización de los seglares en las m. modernas se hace indispensable por una necesidad externa: ante las tareas sacerdotales, que son cada vez más difíciles, hay que descargar a los sacerdotes de las actividades no propiamente sacerdotales; y por una necesidad interna: en la estructura de la Iglesia los seglares no son un grupo subordinado y pasivo, sino que deben crecer y hacerse activos y responsables. Por lo demás, los hermanos y hermanas de las comunidades o congregaciones religiosas son seglares, cosa que se olvida frecuentemente; y lo mismo ha de decirse sobre los miembros de los institutos seculares y de las sociedades de misioneros seglares.

Las encíclicas, sobre todo la Evangelii praecones, han resaltado las tareas del apostolado seglar en las m.: ayuda médica y técnica, escuelas y prensa, trabajo social. Documentos más recientes (p. ej., Princeps pastorum) han incluido también la acción política de los cristianos.

En este campo se ha hecho muy poco todavía, si se prescinde de los hermanos y hermanas seglares y de los miembros de institutos seculares. Los miembros de las sociedades seglares misioneras y los auxilios laicos ascienden solamente a algunos millares. También los cristianos de las Iglesias jóvenes deben adquirir conciencia de su obligación de apoyar y extender la Iglesia de su país.

e) Acomodación a la solidaridad mundial

Por su propia naturaleza las m. son un «contacto» espiritual con el mundo entero. Pero durante mucho tiempo este contacto fue entendido unilateralmente como un asunto del occidente cristiano, y por cierto como una tarea de especialistas (misioneros).

1º. Hoy se entiende mejor que este contacto es «un encuentro consistente en dar y recibir» (L. S. Senghor), un diálogo, un intercambio real en medio de la igualdad y libertad de los miembros. Los métodos han cambiado: el otro ha de ser respetado y entendido antes de convertirlo y confrontarlo con el mensaje del evangelio. La mentalidad y terminología de la conquista dejan paso a la de la oferta.

El concilio Vaticano II quiere extender este espíritu de intercambio a todos los campos. Ha formulado explícitamente esta actitud con relación a las -> religiones no cristianas. Exige especialmente que se desarrolle el espíritu de diálogo, el cual se basa en la estima y comprensión del otro, y cuando sea posible se colabore en el terreno material y en el espiritual. Con mayor razón en las m. ha de buscarse la paz, la comprensión y, si es posible, también la acción común entre las diversas confesiones cristianas.

2.° Hoy se adquiere conciencia de que «todos los creyentes son responsables de todos los creyentes» (Pío xii), y de que cada diócesis es responsable de todas las demás diócesis, sobre todo de aquellas que tienen especial necesidad de ayuda. Estas reflexiones han conducido a la asociación entre diversas diócesis, por la que una diócesis rica de un país cristiano asume totalmente o en parte la ayuda en sus necesidades a una diócesis pobre en países de misión. Esta ayuda tiene su expresión material en el sacrificio del ayuno, en la obra Misereor, etc.; pero su campo especifico es de orden espiritual. La forma más eficaz de esta ayuda espiritual es, según lo indica una sugerencia poco seguida de la encíclica Fidei donum, el envío de sacerdotes diocesanos a las m., con el fin de que ayuden a los misioneros durante un tiempo más o menos largo. Pero todo esto no puede suplantar la entrega total del misionero mismo. Por tanto, fomentar vocaciones de esta índole sigue siendo la tarea más urgente de las diócesis y el signo más claro de su espíritu misionero.

Las m. «llevan a la Iglesia visible más allá de sus fronteras locales hacia la humanidad entera». Las posibilidades y también la obligación de misionar son cada vez mayores en una humanidad que se ha proyectado hacia nuevas metas, que se halla empeñada en un intercambio cada vez mayor, pero, en medio de todo eso, permanece esencialmente pluralista.

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Joseph Masson