MARXISMO
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1. Concepto y problemas

a) Filosóficamente se llama m. no sólo la doctrina de Marx, sino también su constante revisión; ampliación y critica dentro del campo marxista. El m. representa, pues, una idea colectiva, bajo la que pueden subsumirse numerosos marxismos particulares, que en parte se diferencian entre sí considerablemente. Así, la modificación y aplicación de la doctrina marxista en la revolución rusa se llama marxismo-leninismo; los herejes son calificados de revisionistas; existen disidentes de izquierda y de derecha; y, finalmente, se dan numerosas versiones nacionales (p. ej., china, yugoslava, etc.) del marxismo.

Formalmente, con esta pluralidad de interpretaciones de Marx, queda indicada una primera dificultad fundamental del m.: el problema de la interpretación obligatoria para la respectiva praxis histórico-social. La razón de esta dificultad radica en la propiedad especifica de la obra de Marx. Teoría y práctica median entre sí dialécticamente, la filosofía no ha de conformarse con la interpretación de los fenómenos históricos, sino que debe llegar a la realización de los mismos; y, a la inversa, toda teoría debe incluir en la reflexión su concreta mediación social. De donde se sigue que con el cambio de las condiciones históricas materiales cambia también la teoría misma. Pero Marx no reflexionó nunca sobre este su método científico, de forma tan sistemática que de ahí pueda deducirse un principio heurístico para el proceso inmanente de revisión del marxismo.

b) Otro problema es la definición marxista del proletariado como sujeto de la revolución que debía acabar con los antagonismos frente a la dase burguesa y capitalista, y el hecho de que esa revolución no se haya producido. Cierto que el m. se ha mostrado sobremanera eficaz en la organización internacional del trabajo, en la fundación de sindicatos y en mejoras decisivas de las condiciones sociales de los trabajadores industriales; sin embargo, la revolución del proletariado, pronosticada por Marx, no se ha realizado. La mejora del nivel de vida ha tenido más bien efecto represivo sobre la evolución del pensamiento revolucionario. La revolución rusa fue obra de Lenin y de algunos revolucionarios profesionales, y por añadidura se llevó a cabo en una monarquía feudal, pero no en un Estado capitalista e industrial. Tanto estas circunstancias como el dominio de cuadros directivos y funcionarios que se inició pronto, hicieron necesaria una legitimación detenida, lo que trajo consigo una considerable modificación del m. La extensa obra de Lenin aportó por vez primera la justificación de las particularidades nacionales y una teoría de la revolución de cuño táctico-técnico, menos importante para la interpretación filosófica del m. que para la política y estratégica. Con relación a los actuales países industriales de occidente, dominados por el capitalismo tardío, puede demostrarse que no cabe en parte alguna hablar de un proletariado de espíritu revolucionario, no obstante toda la agitación politica que, en aras de la dogmática de partido, no quiere ver eso. Bajo este aspecto pueden darse por refutadas todas las predicciones de Marx, sin que el actual m. haya sacado las consecuencias correspondientes.

c) De la evolución política, sobre todo después de la segunda guerra mundial, resultó en la antítesis oriente-occidente un contrapunto clásico de capitalismo y socialismo, que entretanto se ha ido nivelando notablemente, a lo que han contribuido el riesgo de la guerra atómica en la expansión revolucionaria universal, la formación de un tercer mundo fuera de los dos bloques y, finalmente, una parcial asimilación de ambos sistemas. Esta interdependencia global obliga no sólo a una coexistencia por lo menos práctica, sino que pone también en peligro la consistencia de la doctrina marxista, en cuanto que el capitalismo, a despecho de sus contradicciones internas, no solamente no se ha hundido, sino que, por recepción parcial de elementos del m., trata de integrarlo y de darle una función nueva, con lo que ha inaugurado una nueva fase de la dialéctica de las clases, por cuyo dominio teórico y práctico se encienden nuevas controversias dentro del marxismo.

d) Algunos problemas filosóficos constitutivos para Marx y el m. han perdido importancia entre tanto o han de mirarse bajo aspectos considerablemente distintos. Ast, después de Husserl, Heidegger y Wittgenstein, y después de la filosofía de la naturaleza de Plank, Heisenberg y Weizsäcker, la antítesis entre idealismo y materialismo ha perdido intensidad; el concepto de ideología se ha desprendido en muchos casos del contexto marxista y ha cambiado de función dentro de la sociología, del psicoanálisis, del positivismo, etc.; la filosofía del derecho y del Estado han dejado a su espalda el pensamiento hegeliano y se han desinteresado legítimamente de ciertas alternativas marxistas entre Estado y sociedad; en la economía social no ha logrado imponerse la teoría marxista del valor del trabajo; la crítica tradicional marxista de la religión tiene que aceptar la corrección filosófica y teológica, con asentimiento de los teorizantes marxistas.

Con ello hemos citado solamente algunos puntos por los que puede explicarse la tensión entre m., teoría marxista y realidad moderna, y las razones de la variedad de versiones del m. que se dan hoy día.

2. Doctrina y evolución

La doctrina filosófica de Marx nació de la polémica contra el sistema de Hegel. Marx aceptó por de pronto el punto de partida materialista de Feuerbach y de algunos otros hegelianos de la izquierda, para criticar los supuestos idealistas de Hegel, para desenmascarar como teología, falsa reconciliación e -> ideología abstracta el monismo del espíritu, la reconciliación teórica de sujeto y objeto, la síntesis de realidad y razón, y para formular en lugar de todo eso como nueva tarea de la filosofía después de Hegel la superación de la escisión real, que aún quedaba, entre ser y conciencia. A fin de cumplir esta nueva tarea, la filosofía ha de dejar de querer ser mera filosofía y traducir más bien la realidad de la razón a realidad racional. Marx modifica decisivamente el materialismo de este programa, tomado de Feuerbach, en las 11 Thesen ad Feuerbach; así, en lugar del concepto mecánico y metafísico de materia, define a ésta como ser social y con ello inserta el ser y la conciencia en el proceso dialéctico de teoría y práctica en la sociedad humana. La escisión entre pensamiento y realidad, y particularmente la ideología, se presenta así como consecuencia de una alienación social, cuyo análisis y superación es en adelante el fin principal del m. Marx se pasó ya muy tempranamente al campo de la filosofía del Estado y del derecho, donde atacó la modalidad de ideas hegelianas realizadas en Prusia; sin embargo, se ocupó de manera creciente de las doctrinas clásicas de la economía social, que constituye la parte mayor de su obra total. En este terreno le interesaba sobre todo demostrar que la sociedad capitalista se desharía a sí misma por su antagonismo de clases, y que en ese proceso el proletariado, afectado por un creciente empobrecimiento, se convertiría en actor de la revolución y, al cobrar conciencia de su papel histórico, vendría a ser sujeto consciente de la historia. Es particularmente característico de la doctrina de Marx que toda economía social, sociología y crítica política practicadas empíricamente, están dentro de un sistema filosófico de referencia, que asegura la continuidad entre la obra primera y la tardía, sin preceder por ello dogmáticamente al análisis empírico.

El fin filosóficamente formulado sigue siendo en todos los escritos la libre realización del hombre y su emancipación de una alienación históricamente condicionada, cuya causa ve Marx, ante todo, en la ley (absolutizada como ley abstracta de la naturaleza) de intercambio de mercancías en la sociedad capitalista, y en la división del trabajo que se deriva de ahí y de la propiedad privada de los medios de producción. Marx no expuso nunca concreta y detalladamente cómo sería una humanidad libre, socializada y humanizada; sobre todo en su obra tardía se encuentran manifestaciones extraordinariamente escépticas sobre el poder del «reino de la necesidad» en el «reino de la libertad».

Un primer desplazamiento del programa marxista, en parte con aprobación de Marx, se debió a Engels. El desplazamiento aparece con máxima claridad en el Anti-Dühring. Engels aplica también a la naturaleza la dialéctica marxista del proceso histórico social, y recae así en el —» materialismo naturalista que Marx acababa de superar. Con ello el m. pasa a ser un sistema cerrado de visión del mundo, el cual, con ayuda de la metafísica materialista, ofrece una sistemática explicación universal, donde la dialécticasocial queda subsumida bajo la natural, con el consiguiente peligro de -> totalitarismo.

En lo sucesivo se descuidó fuertemente el aspecto filosófico del m., que vino a caer en la estela de las luchas entre las varias facciones y de las rivalidades internas dentro de los partidos socialistas y comunistas. También los numerosos escritos de Lenin tienen en primer término por objeto cuestiones prácticas de táctica política. Lenin fue el primero en traducir la doctrina marxista a situaciones imprevistas, pero él fue también el que imprimió al m. un carácter agresivo, militante y fuertemente tecnológico. Al establecer la minoría de funcionarios ligada al partido y, por tanto, doctrinalmente ortodoxa, lo mismo que por su implacable lucha contra la oposición, Lenin preparó el camino al estalinismo. Paralelamente corre la degeneración de la dialéctica teoría-praxis en el esquema de base y superestructura, es decir, en un realismo epistemológico de «copia» que simplifica mecánicamente toda tensión entre sujeto y objeto. Sobre esta desvirtuación del m., caracterizada con la abreviatura Diamat, pudo erigir Stalin la pretensión soviética de hegemonía dentro del comunismo con apariencia de legitimidad ideológica.

Sin embargo, la tesis de que, desde el primer Marx hasta el régimen de terror de Stalin, se haya cumplido una evolución rectilínea del m., está ya refutada por la múltiple crítica dentro del marxismo. En Alemania, ya Rosa Luxemburg y K. Liebknecht pusieron graves objeciones a la burocracia de funcionarios de Lenin y pidieron en su lugar, guiados por un espíritu de ortodoxia marxista, que todo el proletariado tomara parte en la revolución con voluntad y conciencia. Karl Korsch y Georg Lukács, retornando a Hegel, han intentado insuflar de nuevo vida filosófica al m. La persecución nacional-socialista contra socialistas y comunistas sofocó en Alemania toda investigación sobre el marxismo.

En Francia, las lecciones de Kojéve sobre Hegel han producido hasta hoy una eficaz recepción filosófica del m., representada por nombres como Merleau-Ponty, Sartre, Lefébvre, L. Goldmann y otros. Merleau-Ponty reconoce en el proletariado un grupo de autenticidad intersubjetiva, cuya acción produce el sentido de la historia, que no se deduce por un proceso ciego, sino que se realiza por un proceso creador, es decir, contingentemente. Sin embargo, sigue siendo problemático si la historicidad del sujeto, que para Merleau-Ponty antecede a toda historia, no es incompatible con el concepto marxista de historia; topamos ahí con un limite esencial del m. para una filosofía trascendental y ontológica de la -4 historia. Sartre ha pasado de un concepto existencialista de la revolución a una recepción del m. en el sentido de que tiene el existencialismo por un necesario correctivo inmanente del m., pues éste tiende al dogmatismo y a la objetivación del hombre. Una revisión estrictamente inmanente propugna H. Lefébvre, expulsado en 1955 del PCF: l'expérience d'aliénation como comienzo y 1'homme total como meta asintótica marcan el camino del m. La crisis de la objetividad ha atacado también al m.; en lugar de refugiarse en un rígido dogmatismo, Lefébvre recomienda la concreta dialéctica crítica de la vida diaria. Aparte de la polémica, que ha dado hasta ahora el tono, del m. con el existencialismo, gana importancia el debate con el –> estructuralismo.

Desde A. Gramsci (t 1937) existe en Italia un m. adogmático, muy acomodado a las condiciones italianas: abierto a la democracia parlamentaria y al diálogo con la Iglesia, y partidario de la tolerancia ideológica. Como lo formuló L. Lombardo-Radice, la tesis filosófica fundamental es que los hombres estén en situación de conocer sus problemas y resolverlos históricamente.

En Alemania occidental comienza con cierta vacilación un renacimiento de la investigación sobre el m. Junto al estudio de las fuentes, la teología y la filosofía, en el campo católico y en el protestante, han trabajado sobre todo en la interpretación de los primeros escritos marxistas, a decir verdad con la tendencia frecuente a interpolar un matiz ontológico y antropológico; así, p. ej., el concepto de alienación es entendido como categoría fundamental antropológica, en vez de entenderlo como un momento transitorio, condicionado por la economía social. La escuela de Francfort, bajo la guía de Adorno, Horkheimer, Habermas, etc., trata de entender el m. como teoría social crítico-dialéctica con fuertes acentos de crítica de la cultura y de psicoanálisis; particularmente Habermas entiende el m. como filosofía de la historia con intención práctica y como lógica de las ciencias sociales. E. Bloch une el m. y lafilosofía cosmológica de la historia en una utopía de la identidad que recuerda fuertemente a Schelling.

En los países comunistas, sobre todo en Polonia, Yugoslavia y Checoslovaquia, se ha hecho oír un revisionismo con fuerte tono existencialista y positivista, nacido de la critica al stalinismo y a la postergación del individuo en la teoría y la práctica que en tal sistema se daba. Así Kolakowski distingue entre m. institucional y m. intelectual, es decir, entre la apropiación dogmática y la existencial del mismo. A decir verdad, este revisionismo amenaza con alejarse tan fuertemente de Marx, que el m. viene a parar en un mero método científico.

A. Schaff plantea la cuestión sobre el sentido del individuo, sobre el carácter científico del m. y sobre su capacidad de comprender los problemas del sujeto. Más notable que los resultados (eudemonismo social, humanismo socialista) aparece la conclusión de que, ni aun en una sociedad socialista, desaparecen eo ipso los conflictos, es decir, de que las necesidades del sujeto persisten en el benéfico estado sin problemas de una sociedad socialista, por muy bien organizada que la supongamos.

3. Marxismo y cristianismo

La crítica del m. a la religión se basa en la tesis de Feuerbach sobre las representaciones humanas proyectadas en Dios. Marx explica esta proyección por la alienación social, que obliga a un consuelo ideológico abstracto, pues en el trabajo a sueldo se escinden, en vez de reconciliarse, el pensamiento y el ser del hombre. La religión protesta desde luego contra la miseria, pero, con su consuelo, justifica y estabiliza el mal existente. En la sociedad comunista muere la religión por sí sola; Lenin tiene por necesaria su extirpación.

Ya en el primer socialismo (Fourier, Buchez, Weitling y otros) y en el socialismo religioso (Tillich, Steinbüchel) comenzaron los primeros contactos entre m. y cristianismo. La debilidad de la crítica del m. a la religión es reconocida hoy día por los marxistas mismos, y consiste sobre todo en su carácter hipotético: no hay una descripción fenomenológica exacta, se aplican falsas categorías histórico-religiosas, impera una inconsecuencia metodológica. La tesis de la muerte de la religión se establece con métodos de los que no puede responder el m. Para el cristianismo se plantea la cuestión de hasta qué punto entraña un carácter ideológico la premisa marxista de la totalidad de historia y sociedad. Cuanto menos lo entrañe, más podrá el cristianismo solidarizarse con el m., y esperar de una sociedad más libre una forma de fe con menos color ideológico. Una mediación de la diferencia permanente entre reino mundano y reino divino hoy día parece más posible en el terreno práctico que en el ideológico.

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Werner Post