HISTORICISMO
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I. Concepto.

Por h. entendemos con E. Troeltsch «la historización fundamental de todo nuestro pensar sobre el hombre, su cultura y sus valores». Esa concepción suplanta la consideración universal de la naturaleza supratemporal del hombre por el conocimiento de su individualidad concreta en la historia. «Estado, derecho, moral, religión, arte quedan disueltos en su devenir histórico y sólo son inteligibles para nosotros como elementos de determinadas evoluciones históricas. Esto pone de relieve cómo todo lo casual y personal tiene sus raíces en amplios contextos supraindividuales..., pero, de otra parte, conmueve todas las verdades eternas... » El h., en su forma propiamente moderna, pertenece por completo al siglo xix, pero está prefigurado ya en estadios más antiguos de la historia del espíritu occidental. El h. logra un influjo dominante desde el momento en que la historiografía, desprendiéndose de la imagen estoico-cristiana del hombre, emprende el camino hacia el procedimiento individualizante de una antropología descriptiva, y abandona el marco de la división en épocas inspirada en la historia de la salvación, sin renunciar, no obstante, a la idea de un enlace interno entre los acontecimientos históricos y, por ende, a la posibilidad de un esclarecimiento racional de su interdependencia (->historia e historicidad; filosofía de la ->historia). Al desprenderse así la historia del antiguo esquema (conservando, no obstante, la estructura formal de la consideración personal y teleológica de la historia), se hace posible aquella «interpretación puramente inmanente de la vida social e histórica» (W. Dilthey) que, frente al antiguo procedimiento de la mera crónica o de la historia teológica de la salvación, constituye lo nuevo de la moderna ciencia histórica.

La palabra «historicismo» es más reciente que su contenido. Usada en primer lugar por K. Werner en 1879, fue esgrimada primeramente en polémica contra la escuela histórica de la economía nacional, más tarde contra la teología histórico-positiva de A. Ritschl, y sólo después de la primera guerra mundial adquirió una significación crítico-cultural, en que se juntaban la insuficiencia del cultivo erudito de la ciencia y la queja contra un disolvente relativismo histórico. E. Troeltsch, en su obra Der historismus und seine Probleme (obras completas, tomo iii, T 1922) dio el primer paso hacia el esclarecimiento filosófico del fenómeno discutido. Sus puntos de vista, que condujeron más allá de la mera polémica y abrieron la visión histórica del mundo como un horizonte de ciencia moderna, fueron sistemáticamente ahondados por K. Mannheim y B. Croce. La investigación histórica del problema del h. partió de la obra de F. Meinecke: Die Entstehung des Historismus (Mn-B 1936). Aquí se describe el h. como una revolución espiritual del pensamiento occidental, la cual ha fundado una nueva visión de la vida humana y ha dado el impulso para la moderna investigación histórica.

II. Desarrollo histórico

Los primeros indicios de una historia moderna y crítica se hallan en los siglos xvi y xvii, y están en estrecha conexión con la penetración del empirismo asistemático en la ciencia postescolástica. Fueron pasos importantes en el camino hacia el h. el hecho de que la historia se liberara de la cronología bíblica (J. Bodin) y el primer esbozo de una teoría de la ciencia histórica en el siglo xviii (G. Vico).

Frente a ello, el pensamiento histórico de la ilustración representa un claro retroceso, por mucho que contribuyera a la independencia de la historia profana y al esclarecimiento científico de sus métodos. Ese pensamiento transmitió al h. la idea del progreso (Turgot, Condorcet), que sucedió como principio inmanente de interpretación de la historia a la antigua doctrina escatológica sobre ella. Sin embargo, la Ilustración no llegó a una visión histórica universal del mundo; pues, de una parte, en forma poco histórica hizo de la actualidad la medida del pasado, y, de otra parte, quiso oponerse a la disolución moralista de la imagen clásica del hombre por el retorno a una teoría, marcadamente atemporal, del derecho natural.

Así se explica que la irrupción del h., la cual tuvo lugar al finalizar la ilustración en el Sturm und Drang y el romanticismo, se caracterice muy decisivamente por la oposición al racionalismo de la Ilustración y a la praxis mecánica de gobierno en el Estado absolutista. Él fundó una visión profunda del mundo histórico, que repercutió fuertemente sobre la política y la ciencia del siglo xix. Frente a la idea de una naturaleza humana inmutable y al hecho de que la razón concediera a lo histórico un valor meramente relativo, Herder defendió el carácter singular (que no puede deducirse de una ley general) de la individualidad de cada pueblo y sustituyó el pensamiento pragmático del progreso por una visión que resalta la independencia de las edades particulares. La formación orgánica y el crecimiento natural de los Estados sustituyen en Möser, Burke y Savigny (escuela histórica del derecho) la causalidad mecánica y la acción planificada. En estética, la voluntad del genio arrumbó las reglas (Shaftesbury, Diderot) La transformación de la idea de revelación en la de evolución (Lessing) y la concepción de los pueblos como «pensamientos de Dios» (Herder), hicieron surgir una inteligencia de la historia que interpretaba el proceso histórico como realización paulatina de la vida espiritual infundida por Dios a la humanidad. Esta universal visión histórica alcanzó su punto culminante en la obra de Ranke, que entiende la historia de la humanidad como «variedad infinita de evoluciones que van apareciendo poco a poco», donde cada época es «inmediata respecto a Dios». En contraste con el pensamiento histórico de Hegel, que parte de la ilustración, este h. no comprende la historia como un gradual llegar a sí mismo del espíritu absoluto, al que se subordina el movimiento propio de las individualidades. Más bien, en el h. están en recíproca relación, rica en tensiones, la idea de evolución y la de individualidad; y esa relación no permite ni un deslizamiento hacia el relativismo de infinitos fenómenos igualmente justificados, ni un determinismo histórico anulador de la individualidad.

Al debilitarse los impulsos idealistas y románticos, se deshizo la síntesis del h., formada con elementos de la tradición cristiana y humanista, cediendo el paso a nuevos esquemas de la historia. Esta disolución condujo, en parte, a una visión determinista de la historia con ayuda de la dialéctica hegeliana o del concepto positivista de progreso (Marx, Comte, H. Th. Buckle), y en parte, a una entrega puramente pasiva al hechizo de los fenómenos históricos, renunciando a conocer y valorar el sentido histórico. La historización de más y más ciencias, así como la penetración de lo histórico en los dominios de las artes plásticas y de la poesía, hicieron del siglo xix posterior un saeculum historicum. Simultáneamente surgió con creciente claridad la problemática de una historiografía que se movía, sin brújula, dentro de la riqueza de los fenómenos. Así se presentó; de una parte, la cuestión de la justificación de la investigación histórica a base de una filosofía vitalista (Nietzsche) y, de otra, el problema de poner orden en la anarquía política y social de los valores provocada por el h. (E. Troeltsch, M. Weber). Los esfuerzos teóricos por un esclarecimiento filosófico de los horizontes del saber abiertos por la escuela histórica (Dilthey), desembocaron lentamente, después de la primera guerra mundial, en planteamientos ontológicos más generales de la cuestión.

III. Resultados y problemas

La destacada posición que ocupó la historia en el pensamiento del siglo xix ha dejado paso actualmente a una fuerte restricción de su validez, y en cierto modo también a una clara depreciación del pensar histórico. Tanto en la vida pública como en las ciencias la historia ha perdido eficacia. Un h. «con pretensión de monopolio» (O. Brunner), como en parte se dio en el siglo xix, apenas es imaginable hoy día en los países occidentales, e incluso en los dominios comunistas sólo artificialmente puede mantenerse el postulado de una total interpretación histórica de la existencia humana (-> materialismo dialéctico, -> marxismo).

La moderna crítica del h. (K. Löwith, E. Topitsch) tiende a buscar las raíces históricas del h. sobre todo en la secularización de ideas de la historia de salvación y en la trasposición de la especulación sobre el orden cosmológico al ámbito histórico. Pero esa transformación secularizante ha sido a la vez, como hoy se reconoce con más claridad, la causa de la crisis posterior de esta forma de pensar. Aquí, el fracaso de una interpretación general del «mundo como historia», no sólo va unido a la deficiente capacidad filosófica de la historiografía, la cual, como ciencia empírica, no puede ofrecer una imagen total del cosmos histórico. sino que también es consecuencia necesaria de la tentativa teológicamente problemática de disolver en el reino mundano el designio divino de salvación, bien en una marcha metafísica del espíritu (Hegel), o bien en el continuum ilimitado de una historia universal del espíritu (Dilthey). Aunque es cierto que el h. ha fracasado como sistema de interpretación total del mundo, como sustitutivo de la metafísica y «última religión del hombre culto» (Croce), no por eso pueden anularse simplemente los resultados de la consideración histórica del mundo. Por muy problemática que sea una generalización de la relatividad de la existencia descubierta por el h., igualmente dudosa sería, por otra parte, la tentativa de huir del conocimiento de la historicidad fáctica para refugiarse en una teoría sobre la naturaleza atemporal del hombre, o en una concepción cíclica de la historia, entendiéndola como repetición de lo que permanece siempre igual. Más bien, como límite de los esbozos atemporales y de los intentos de conceder un valor absoluto a lo terreno y político, el pensamiento histórico conserva su valor incluso cuando renuncia (a diferencia del h.) a considerar la historia como la esfera absolutamente importante para el hombre. Precisamente entonces puede tener su función como correctivo de un afán de configurar el mundo autónomamente.

FUENTES: G. Vico, Principi di una scienza nuova intomo alla natura delle nazioni (Na 1725, 21744), nueva edición bajo el título: La scienza nuova, ed. F. Nicolini (Bari 1911-16 [3 vols], 31942 [2 vols.]); J. G. Herder, Auch eine Philosophie der Geschichte zur Bildung der Menschheit (Sämtliche Werke, bajo la dir. de Suphan, V (Riga - L 1774); idem, Ideen zur Philosophie der Geschichte der Menschheit 4 vols. (ibid. vol. XIII, XIV) (Riga - L 17841791).

BIBLIOGRAFÍA: E. Troeltsch, Der H. und seine Probleme (Gesammelte Schr. III) (T 1922); !dem, Der H. und seine Überwindung (B 1924); K. Mannheim, H.: Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik 52 (T 1924) 1-60; K. Heussi, Die Krisis des H. (T 1932); B. Croce La storia come pensiero e come azione (Bar¡ 1938,51952); idem, Filosofia e storiografia (Bar¡ 1948); C. Antoni, Dallo storicismo alla sociologia (Fi 1940); R. Aron, La philosophie critique de la histoire (P 1950); H. v. Srbik, Geist und Geschichte vom deutschen Humanismus bis zur Gegenwart, 2 vols. (Mn - Sa 1950-51); E. Topitsch, Der H. und seine Überwindung: Wiener Zeitschrift für Philosophie, Psychologie, Pädagogik 4 (W 1952) fast. 2; B. Weite, Wahrheit und Geschichtlichkeit: Saeculum 3 (1952) 117-191; K. Löwith, Die Dynamik der Geschichte und der H.: Eranos 21 (1952); !dem, Meaning in History (Ch 1949); O. Brunner, Abendländisches Geschichtsdenken (H 1954); C. Hinrichs, Ranke und die Geschichtstheologie der Goethezeit (Gö 1954); H.-L Marrou, De la connaissance historique (P 1954); Th. Litt, Die Wiedererweckung des geschichtlichen Bewußtseins (Hei 1956); P. Rossi, Lo storicismo tedesco contemporaneo: Studi e ricerche IV (Tn 1956); G. Barraclough, History in a Changing World (0 1955); A. Dempf, Kritik der historischen Vernunft (Mn 1957); A. Heimpel, Geschichte und Geschichtswissenschaft: Vierteljahreshefte für Zeitgeschichte 5 (St 1957) 1 ss; C. Anton, Zur Auseinandersetzung zwischen Naturrecht und H.: Schweizer Monatshefte 37 (Z 1957-58); R. Wittram, Das Interesse an der Geschichte. 12 Vorlesungen über Fragen des zeitgenössischen Geschichtsverständnisses (Kleine Vandenhoeck-Reihe 59-61) (Gö 1958); F. Meinecke, Die Entstehung des H. 2 vols. (Mn - B 1936, Mn 31959); W. Bodenstein, Neige des H. Ernst Troeltschs Entwicklungsgang (Gü 1959); P. Rossi, Storia e storicismo nella filosofia contemporanea (Mi 1960); R. Aron, Dimensions de la conscience historique (P 1961); G. Bauer, Geschichtlichkeit. Wege und Irrwege eines Begriffs (B 1963); G. Rand, Two Meanings of Historicism in the Writings of Dilthey, Troelsch and Meinecke: Journal of the History of Ideas 25 (Lanc. [Penn.] 1964); L. v. Renthe-Fink, Geschichtlichkeit. Ihr terminologischer Ursprung ... (Gö 1964); H.-G. Gadamer, Hermeneutik und H.: Wahrheit und Methode (T 21965) 477-512; L. Grote (dir.), H. und bildende Kunst (Mn 1965); K. R. Popper, Das Elend des Historizismus (T 1965); Nicol, Historicismo y existencialismo (Ma 1967).

Hans Maler